Heather
Era el 3 de diciembre, y el frío del invierno ya había comenzado a hacerse presente. En el estudio, Sana estaba sentada en su rincón habitual, abrazando el suéter gris que Dahyun le había dado el día anterior. El gesto había sido sencillo, una respuesta a su comentario sobre el frío, pero para Sana significaba mucho más. El suéter tenía el toque cálido de Dahyun, y a través de él, Sana podía sentir una cercanía que deseaba poder explicar, aunque no se atrevía a decirlo en voz alta. Cada vez que lo abrazaba, podía imaginar que Dahyun estaba cerca, como si el suéter fuera una extensión de ella misma, un lazo invisible que las unía, aunque a veces se preguntaba si esa cercanía solo existía en su mente.
Mientras se aferraba al suéter, Sana observaba cómo Dahyun interactuaba con Momo. Había algo en la forma en que Momo se acercaba a Dahyun, algo que le producía una sensación extraña en el pecho. Momo siempre sabía cómo atraer todas las miradas. Su risa, su energía, todo en ella parecía brillar de una manera que Sana no podía alcanzar. No es que no quisiera, o que no tuviera su propio encanto, pero había algo en la seguridad con la que Momo caminaba, en la forma en que dominaba cualquier habitación, que la hacía parecer aún más impresionante. Momo no tenía miedo de ser quien era, y eso la hacía aún más atractiva.
De repente, Sana vio a Dahyun levantarse y sacar un suéter de su mochila. La luz del sol se filtraba suavemente a través de la ventana, iluminando su rostro con un brillo cálido. Sana observó en silencio mientras Dahyun sacaba de la mochila un suéter de lana sencillo, pero de un color que le quedaba perfectamente a Momo. La luz del invierno jugaba con los colores, dándole un aire aún más suave a la escena. La tela del suéter parecía suave al tacto, y Momo lo tomó con una sonrisa de gratitud. Era una sonrisa que decía mucho más de lo que sus palabras podían expresar. Momo era todo lo que Sana no era: completamente segura y siempre rodeada de atención. Y Dahyun, en ese momento, parecía totalmente cautivada por ella.
"Deberías ponerte este" le dijo Dahyun, entregándole el suéter con un gesto natural. La simple amabilidad de la acción hizo que el corazón de Sana se apretara un poco más. Mientras Momo tomaba el suéter con una sonrisa de gratitud, Sana no pudo evitar sentirse pequeña, como si todo lo que ella era no fuera suficiente. ¿Por qué no podía ser ella la que recibiera ese tipo de atención de Dahyun? ¿Por qué Momo parecía ser siempre la que se llevaba la mejor parte? Mientras Sana se sumía en sus pensamientos, Momo ya estaba deslizándose el suéter, haciendo que su presencia pareciera aún más deslumbrante.
La imagen de Momo con el suéter de Dahyun la golpeó con fuerza. Sana no podía dejar de pensar en cómo todo en Momo parecía tan perfecto. Mientras ella estaba ahí, aferrada al suéter gris que Dahyun le había dado, Momo recibía un gesto similar, y una punzada de celos recorrió su cuerpo. ¿Qué tenía Momo que ella no? ¿Por qué parecía que todo en la vida de Momo era tan fácil? Sana no podía evitar compararse.
Sana sintió como una espiral de inseguridades comenzaba a rodearla. Miró a Dahyun y luego a Momo, observando la interacción entre ellas. La forma en que Momo se acercaba a Dahyun, cómo su risa siempre parecía más fuerte, más vibrante. Dahyun la miraba con algo que Sana no podía definir, pero que le arrancaba un dolor silencioso en el pecho. Momo estaba tan cerca de Dahyun, con su risa encantadora y sus gestos seguros, que parecía no haber espacio para que Sana pudiera competir. Sana, por su parte, sentía que su presencia en el estudio no sumaba nada al ambiente. Se quedaba en su rincón, lejos de las bromas, de las risas, de las atenciones. Ella no podía brillar como Momo, ni siquiera acercarse a la confianza que Momo mostraba en cada paso que daba.
"Te queda genial," dijo Dahyun a Momo, mientras la miraba con admiración. "Te ves mucho más cómoda con este suéter."
Las palabras de Dahyun eran suaves y afectuosas, pero para Sana, cada una de ellas se clavaba como un recordatorio de lo que nunca sería. En ese momento, todo lo que Sana deseaba era ser reconocida de la misma forma, ser vista por Dahyun con la misma admiración que Momo recibía. Pero, por supuesto, eso solo parecía una fantasía, algo lejano.
Sana, sintiendo el peso de la comparación, no pudo hacer más que bajar la mirada hacia el suéter gris que aún abrazaba con fuerza. Sentía que su lugar en el estudio era solo el de una espectadora, la que observaba desde lejos, mientras todos los demás brillaban en su propio universo. 'Quizás estoy destinada a ser invisible', pensó Sana, pero no se atrevió a decírselo a nadie. La idea de ser invisible le resultaba más fácil de manejar que la de ser siempre la que no encajaba.
"¿Sana, todo bien?" preguntó Dahyun al notar que su amiga parecía perdida en sus pensamientos. La voz de Dahyun rompió el silencio que había caído en el estudio, y Sana levantó la mirada, intentando esconder el dolor detrás de una sonrisa falsa.
"Sí, todo bien," murmuró, aunque sus palabras no reflejaban lo que realmente sentía. "Es solo… que me doy cuenta de que no soy como ella. No soy tan… interesante."
Dahyun la miró, preocupada, y se acercó un poco más, como si quisiera comprender lo que estaba pasando. Sana no pudo evitar sentir una punzada de frustración al ver cómo Dahyun aún no captaba la magnitud de lo que realmente sentía.
"¿Quién, Momo?"
Sana asintió con la cabeza, sin atreverse a mirarla a los ojos.
"Sí… ella siempre está rodeada de gente. Siempre tan segura de sí misma, tan… perfecta. Mientras yo me quedo aquí, solo observando." Su voz se apagó al final de la frase, como si el peso de esas palabras la hubiese dejado exhausta. No podía dejar de pensar en cómo Momo era el centro de atención, mientras ella misma nunca lograba destacarse de manera similar.
Dahyun se quedó en silencio por un momento, y Sana pudo ver una chispa de comprensión en sus ojos.
"Sana, no tienes que ser como Momo. Eres increíble tal y como eres."
Pero esas palabras, aunque gentiles, no lograban calmar la tormenta que se desataba en el corazón de Sana. En su mente, la idea de ser como Momo, de tener la atención de Dahyun de la misma forma, era un deseo cada vez más fuerte. El eco de las palabras de Dahyun resonaba, pero no se sentía como suficiente. No era suficiente cuando sentía que todo a su alrededor estaba en su contra.
"Desearía ser ella", murmuró Sana en voz baja, como si no pudiera evitarlo. "Desearía estar en su lugar, para que me miraras como la miras a ella."
Dahyun la miró con una ligera sonrisa, sin captar la intensidad detrás de sus palabras.
"¡Qué boba! Siempre tienes que bromear así conmigo, ¿verdad? No tienes que hacer drama por nada, Sana. No cambies."
Sana se quedó en silencio, sintiendo un nudo en el estómago. Dahyun pensó que solo estaba jugando, como siempre. Pero la verdad era que, aunque Sana bromeaba a menudo, esta vez las palabras no salían de un lugar de humor. Pero, como siempre, Dahyun no lo entendió. Sana sabía que no podía cambiar lo que sentía, pero tampoco quería ser la que causara una escena. Después de todo, era solo una amiga, una sombra en la vida de Dahyun y Momo.
Sana sabía que las cosas nunca serían diferentes, que siempre sería la observadora silenciosa, la que se quedaba atrás mientras los demás brillaban. No podía cambiar lo que sentía, pero tampoco se atrevía a compartirlo, temerosa de que el peso de su amor no correspondido destruyera la relación que tenía con Dahyun. Y así, siguió abrazando el suéter gris, como si eso fuera lo único que podía hacer: sostenerse a algo que la hacía sentir cerca, aunque solo fuera por un momento.
Sana continuó con su mirada perdida, el suéter gris todavía en sus manos, mientras Dahyun seguía conversando animadamente con Momo, sin parecer notar el malestar de su amiga. La habitación se llenó de risas y charlas, pero para Sana, todo se volvió borroso, como si estuviera mirando a través de una capa de niebla. Sus pensamientos seguían dando vueltas, atrapados entre los recuerdos de momentos compartidos con Dahyun, y la constante comparación con Momo. Sentía que no podía seguir siendo solo la amiga a un lado, alguien que se desvanecía cuando Momo entraba en la habitación con su luz tan deslumbrante.
Cada vez que miraba a Momo, veía algo que no podía replicar: la forma en que Momo se desenvolvía, su risa contagiosa, su capacidad para cautivar a todos en la habitación. Para alguien como Sana, que siempre había sido más reservada y tímida, la magnitud de la energía de Momo parecía inalcanzable. Aunque Momo no hacía nada mal, la presencia de Momo siempre parecía eclipsar la de cualquier otra persona. Incluso Dahyun, tan cercana a Sana, parecía perderse en esa aura que Momo desprendía. Y eso lastimaba más de lo que Sana estaba dispuesta a admitir.
Fue en ese instante que, sin previo aviso, Momo se acercó a ella con una sonrisa en los labios, haciendo que el corazón de Sana diera un vuelco.
"¿Todo bien, Sana?" Momo preguntó, su tono suave pero lleno de esa misma calidez que siempre hacía que la gente a su alrededor se sintiera importante.
Sana, sorprendida por la atención repentina de Momo, intentó sonreír, pero el gesto se sintió forzado.
"Sí, todo bien", respondió, sintiendo cómo las palabras se atascaban en su garganta. ¿Cómo podía decirle a Momo que, en este momento, todo lo que sentía era celos? Que cada vez que la veía tan cerca de Dahyun, su corazón se apretaba un poco más. Pero no podía decirlo. No podía mostrar lo que realmente pasaba dentro de ella.
Y aunque quería odiar a Momo, no podía hacerlo, porque Momo era un ángel.
Momo la observó por un momento, como si estuviera leyendo su rostro con una claridad inquietante.
"Sabes que no tienes que preocuparte por nada, ¿verdad? Siempre puedes hablar conmigo", dijo Momo, con un tono que Sana no pudo descifrar del todo. Tal vez estaba siendo amable, tal vez pensaba que estaba tratando de consolarla, pero para Sana, esas palabras se sintieron distantes. Como si Momo estuviera ofreciendo consuelo sin comprender realmente lo que le pasaba.
"Gracias, Momo", murmuró Sana, pero las palabras no salían como ella quería. No podía decirle lo que sentía. No podía compartir con Momo lo mucho que deseaba ser más que solo una amiga para Dahyun, que quería estar en su lugar. Y, sobre todo, no podía admitir que sentía celos de cómo Dahyun parecía iluminarse cada vez que Momo estaba cerca.
La conversación, ahora entre las tres, continuó, pero Sana sentía que ya no podía seguir participando. Cada palabra de Momo y Dahyun la hacía sentirse más pequeña, más irrelevante. Así que, sin dar muchas explicaciones, se levantó de su asiento y caminó hacia la ventana, buscando algo en el exterior que pudiera distraerla de sus propios pensamientos. El aire frío de la tarde la hizo sentir un poco más viva, aunque no mucho más tranquila.
Desde allí, observó cómo los edificios y cómo las luces de la ciudad comenzaban a apagarse una a una en bienvenida al sol. Era como si el mundo a su alrededor siguiera su curso sin importarle lo que ella sentía. ¿Acaso todo en su vida era tan insignificante en comparación con la forma en que las demás brillaban? ¿Era su lugar siempre estar en la sombra de las personas como Momo, sin la oportunidad de destacarse?
Sintió una lágrima traicionera deslizarse por su mejilla. No se permitió hacer ruido, no quería que Dahyun o Momo la escucharan. No quería que nadie supiera lo mucho que le dolía estar atrapada en esta espiral de inseguridades. Era como si su corazón estuviera a punto de romperse en pedazos, pero, al mismo tiempo, no quería que nadie la viera débil. No quería ser la que buscara atención por estar triste, por sentir que no encajaba.
En ese momento, alguien la tocó en el hombro, y Sana dio un pequeño respingo. Se giró y vio a Dahyun, quien la miraba con una expresión seria, pero comprensiva.
"¿Estás segura de que todo está bien?" preguntó Dahyun, esta vez con un tono que dejaba claro que no lo decía solo por cortesía.
Sana, sorprendida por la preocupación de Dahyun, sintió una oleada de calidez en su pecho. Pero también el miedo. El miedo de ser descubierta, el miedo de que Dahyun viera lo que realmente estaba pasando dentro de ella.
"Sí, solo… solo un poco de cansancio", mintió, forzando una sonrisa para calmar la situación. "No te preocupes, de verdad."
Dahyun no pareció completamente convencida, pero asintió lentamente.
"Si necesitas hablar, ya sabes dónde encontrarme", dijo con una sonrisa, antes de dar un paso atrás y volver hacia Momo. Sana la observó alejarse, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. No podía seguir adelante de esa manera, pero tampoco podía detenerlo. No podía decir lo que sentía, no podía compartir ese dolor. Y lo peor de todo es que ni siquiera sabía si algún día las cosas serían diferentes.
Pasaron unos minutos, o tal vez más, antes de que Sana pudiera calmarse un poco. La mente le seguía a mil por hora, pero algo en ella comenzó a relajarse cuando vio a Dahyun de nuevo, esta vez riendo de algo que Momo había dicho. Momo parecía tener siempre una respuesta lista, una risa encantadora que hacía que todo se sintiera bien. Y Dahyun, aunque con su propia sonrisa tímida, se veía genuinamente feliz.
Sana suspiró y, por un momento, se permitió pensar que tal vez no todo estaba perdido. Aunque las inseguridades seguían ahí, tal vez encontraría su propio camino, aunque tuviera que aprender a ser ella misma, sin compararse con nadie más. Después de todo, aunque no fuera como Momo, no tenía que dejar de ser quien era. Tal vez un día podría encontrar su propia luz, una que no tuviera que depender de la atención de los demás.
Pero esa era una batalla que todavía tenía que librar dentro de su corazón.
Sana se quedó allí, mirando cómo las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, como pequeños destellos de esperanza, mientras el viento frío le acariciaba la cara. A medida que los minutos pasaban, comenzó a calmarse, como si el simple acto de respirar profundamente y centrarse en lo que la rodeaba pudiera aliviar un poco el peso en su pecho. Las palabras de Dahyun aún resonaban en su mente: 'Eres increíble tal y como eres.' Aunque había escuchado esas palabras muchas veces antes, esa vez algo en su interior despertó, una chispa de algo más allá de la duda y la inseguridad. Tal vez no estaba completamente convencida, pero por primera vez en mucho tiempo, decidió que iba a intentarlo.
El sonido de los pasos acercándose la hizo volverse. Momo estaba de pie detrás de ella, observándola con una expresión suave en su rostro.
"¿Puedo… acompañarte un momento?" preguntó Momo, su tono tranquilo, como si no quisiera invadir su espacio, pero también mostrando un genuino interés por cómo se sentía.
Sana asintió, dándose cuenta de que, aunque sus pensamientos seguían nublados, no podía ignorar el gesto amable de Momo.
"Claro," murmuró, sin saber muy bien qué decir, pero dispuesta a escuchar lo que Momo quisiera compartir.
Ambas se quedaron en silencio por un rato, mirando las luces de la ciudad. Momo no presionó para hablar, lo cual fue un alivio para Sana. Finalmente, Momo rompió el silencio con una pregunta inesperada.
"¿Sabes, Sana? A veces siento que las personas como tú, las que son más bromistas, tienen una forma de ver el mundo que es más profunda. Yo… nunca he sabido cómo ser tan... así. Todo lo que hago, todo lo que digo, siempre parece tener que ser un espectáculo, una forma de llamar la atención. Pero tú… no necesitas hacer nada para que la gente te quiera. Tienes algo que yo envidio, de verdad."
Sana se quedó quieta, sin poder creer lo que acababa de escuchar. Momo, tan segura de sí misma, tan llena de luz, envidiaba algo en ella. La joven que siempre se había sentido como una sombra, como si nunca pudiera ser suficiente, de repente sentía una calidez inusitada en su interior. Quizá, solo quizá, no todo lo que había pensado era cierto. Quizá, en lugar de ver a Momo como alguien que tenía todo lo que ella deseaba, podría verla como alguien con quien realmente podía compartir algo.
"Yo…" Sana comenzó, su voz temblorosa al principio, pero con cada palabra, sentía que podía respirar más fácil. "Yo siempre pensé que no era suficiente, que no tenía lo que se necesita para… ser notada, para ser especial. Pero ahora que te escucho, creo que las cosas no son como pensaba."
Momo sonrió, una sonrisa cálida, genuina.
"Las cosas nunca son como pensamos, Sana. Cada persona tiene algo único. Yo lo veo en tí, incluso cuando no lo dices en voz alta. Y si alguna vez te hace falta recordarlo, yo estaré aquí para decirte lo que veo."
Sana la miró a los ojos, por primera vez realmente viendo a Momo. No solo la amiga segura, la chispa de la habitación, sino a alguien que también tenía sus inseguridades, su propio tipo de lucha interna. En ese momento, el peso que llevaba en el corazón comenzó a desvanecerse, como si un aire fresco hubiera pasado a través de su alma.
"Gracias, Momo", dijo finalmente, las palabras más sinceras que había pronunciado en mucho tiempo. "No sabía que pensabas eso de mí."
Momo rió suavemente.
"A veces, es fácil ver cosas en los demás que ellos mismos no ven. Tal vez es porque estamos demasiado cerca de nuestras propias inseguridades para verlas."
Sana asintió, entendiendo más de lo que pensaba. No necesitaba ser como Momo, ni ser como nadie más. Estaba aprendiendo a ser ella misma, incluso si eso significaba enfrentarse a sus miedos y a sus dudas. Y tal vez, solo tal vez, en esa aceptación comenzaría a encontrar la confianza que tanto le había faltado.
En ese momento, un ruido detrás de ellas la hizo girarse. Era Dahyun, que las observaba con una sonrisa curiosa en el rostro.
"¿Puedo unirme a la charla de chicas introspectivas?" preguntó con una ligera risa, aliviando la tensión que aún quedaba en el aire.
Sana y Momo se miraron entre sí y luego asintieron, sonriendo a Dahyun. No era necesario decir mucho más. Sin palabras, las tres compartieron un momento que, aunque sencillo, se sintió reconfortante, como si por fin todo estuviera en su lugar, aunque todavía quedaba un largo camino por recorrer.
Y mientras las risas y las palabras fluían entre ellas, Sana dejó que su corazón se relajara. No necesitaba ser la mejor, ni la más extrovertida, ni la más brillante. Solo necesitaba ser ella misma, sin compararse con nadie, y quizás, con el tiempo, encontrar su propio lugar en este mundo lleno de luces brillantes.
A/N
Sentí que ameritaba un libro propio
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