CAPÍTULO 8 | DEVIL INSIDE
(***)
En medio de la noche me persiguen
Las voces en la oscuridad no me dejan dormir
En medio de la noche quieren mi alma
Luchando por mi vida pero no me dejan ir
—¿Qué demonios haces?
Pese a que lo preguntó en voz baja, no me pasó desapercibido el tono lleno de enojo contenida. Su agarré fue brusco pero luego lo aflojó al notar mi mueca de dolor.
—¿Quién te crees para hablarme así? —Traté de ocultar mi nerviosismo bajo mi tono de molestia e indignación.
—¿Por qué estás aquí? ¿Y que rayos significa esa equis sobre tu pecho? —me ignoró con total seriedad y dureza.
—S-suéltame, Andrew —logré zafarme de su agarre—. N-No olvides tu... —dejé las palabras en el aire cuando mis ojos captaron algo negro que sobresalía de su cinturón —. ¿Qué es eso?
Él retrocedió inconscientemente y tapó el arma con su chaqueta.
—Vuelve a tu mesa, Heather. —ordenó con seriedad.
Lo ignoré.
—¿Eso era un arma? ¿Qué haces con un arma aquí? —cuestioné cruzandome de brazos.
—No seas tonta. ¿Por qué no traería un arma? Todos los de seguridad la traen.
—¿Y dónde estabas antes?
—¿Perdón? —dijo con el ceño fruncido—. ¿Por qué debería responderte?
Elevé una ceja.
—Porque de lo contrario le diré a mi padre que no estabas en tu puesto, y que solo vagas por todo el hotel y que para completarla me acabas de dejar el brazo rojo.
—¡Eso no es cierto! —negó ofendido. Le mostré el brazo dónde me había agarrado anteriormente y efectivamente estaba un poco rojizo, pero lo suficiente para que mi padre lo despidiera. —. Ni siquiera te agarré tan fuerte...
—Al parecer no eres conciente de tu fuerza, guardaespaldas —reí con sarcasmo —. ¿Me dirás dónde estabas?
—No.
—Lo preguntaré de otro modo—pasé el peso de mi cuerpo de una pierna a otra —. ¿Eres tú quién me matará?
Andrew entreabrio la boca, sorprendido. Pero al instante la cerró y se mostró neutro, o eso intentó. Sea como sea, yo sabía que lo había tomado por sorpresa. Y, aunque dudaba mucho de que él fuera el sicario, lo comprobé al tomarlo desprevenido.
«¿Quién eres realmente, Andrew?»
—Estás diciendo tonterías, Heather —se acercó peligrosamente a mí—. Escucha, niña, no quiero ni una palabra de esto frente a los demás. Cualquier disparate que salga de tu boca podría meterme en problemas.
Le sonreí con burla mirándolo desde abajo directamente a los ojos.
—Tú eres el sicario, Andrew. Me dijiste que viniera aquí a las diez y media, e hiciera una equis sobre mi pecho. Si no eres tú, ¿cómo explicas que ahora yo esté aquí, con vida? De no haber sido tú, creeme que ya me habrían atravesado con una bala esté sola o no.
Él tragó saliva y me miró en silencio unos segundos. Sus ojos se tornaron de un azul oscuro, tan profundos e hinoptizantes. Lo cual sucedía cuando estaba molesto. Su mandíbula apretada y sus cejas fruncidas me demostraron que él habría sido capaz de golpearme si su trabajo no implicara todo lo contrario. Y si no fuera mujer, claro.
Abrí la boca para pedirle explicaciones. Sin embargo me tomó desprevenida al tomarme de la muñeca y llevarme con él fuera del hotel. El aire frío me golpeó en toda mi piel expuesta, mandándome un escalofrío hacia todo mi cuerpo.
Algunos nos miraron extrañados, por lo mismo que Andrew bajó su mano hasta entrelazar sus dedos con los míos y suavizar el agarre. Fingiendo, claro.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó de repente mirándome fijamente a los ojos.
—¿Hacer qué? —inquirí, confusa.
Andrew me soltó y se alejó un poco de mí. Pasó sus manos por su cabello, exasperado.
—¡Sabes bien de lo que hablo, maldición! —dijo con enojo contenido. No podíamos llamar la atención. Se acercó a mí de nuevo y yo retrocedí por inercia, pegando mi espalda a un auto —. ¿Por qué me contactaste, Heather?
Me quedé en silencio. Sus ojos exigían una respuesta inmediata, mientras que yo le transmitía frialdad por los míos.
¿Qué por qué lo había contactado? ¿Es en serio?
Él lo sabía. No era tonto. Pero esperaba de mí una respuesta que no careciera de lógica. ¿Por qué alguien le pediría a un sicario que termine con su propia vida? ¿Por qué pagarle a alguien más cuando podría hacerlo yo misma?
Porque se lo prometí a Daryl.
Yo no acabaría con mi vida. Andrew lo haría.
Sin embargo, no le explicaría aquello. Él ni nadie entendería lo que siento o pienso. Esto no se trataba de un suicidio; era una demostración de libertad respecto a mi vida. Era un grito silencioso hacia la prensa y todos los que admiraban a mis padres. A la familia Evans. Se trataba de demostrarle a ellos que estaban admirando una imagen falsa, y que la familia perfecta no existe.
Lo único que les importaba a mis padres era el dinero. Y si Bruce quería hacerme parte de su asqueroso mundo, haría mi vida miserable para que no me quedara de otra más que aceptar el destino que me eligió. Cómo lo hizo con Daryl.
Y tal vez el suicidio no arregle nada, pero por lo menos le demostraría que mi vida no le pertenece. Además, ¿qué más me queda? No tengo motivo alguno por el que debo estar aquí.
—Quiero que me mates, Andrew —murmuré bajando la mirada.
Él soltó una risa sarcástica y se alejó de mí.
—No —respondió—. No sabes lo que pides. ¡No tienes idea de lo que pides!
Antes de que alejara de mí otra vez, lo tomé de la muñeca, deteniéndolo.
—Te pagaré esta vez —supliqué sintiendo mis ojos picar.
Él se soltó bruscamente.
—Estás loca, Heather —negó y soltó un suspiro pesado.
—Andrew...
—Avisaré a tus padres que te sientes mal y te llevaré a casa.
—¡Andrew, es tu trabajo, maldición! —grité sintiéndome impotente, lágrimas cayendo por mis mejillas.
Aquella exclamación de mi parte lo obligó a frenar su caminata hacia el interior del hotel. Se dió media vuelta y de solo unos pocos pasos largos y firmes llegó hasta mí. Tuve que inclinar la cabeza para poder mirarlo a los ojos, y él no estaba para nada feliz. Entonces me tomó de ambos brazos suavemente pero demostrando su agarre frustrado y, sin apartar su mirada seria de mí, sentenció:
—Mi trabajo también es mantenerte con vida.
Quedé pasmada ante tal acto. Aún cuando Andrew me alejó de él y me ordenó que lo siguiera, mi mente se mantuvo en blanco unos segundos. Y no debido al hecho de tal cercanía, sino que mi mente no lograba procesar sus palabras.
«Él es un sicario»
«Mi guardaespaldas es un sicario»
«Pero no va a matarme»
Cuando llegamos hasta mis padres, Andrew se colocó al lado de Bruce y le avisó que nos iríamos a casa. Me dedicó una fría mirada y terminó por asentir, no muy conforme. En cambio mamá trató de saber cómo me encontraba pero al ver que no le diría más de dos palabras, se resignó y me deseó buenas noches.
Mi guardaespaldas y yo subimos al auto en completo silencio. Él condució por la ciudad sin dedicarme mirada alguna, pese a que yo sollozaba intentando no hacer mucho ruido. Andrew parecía ajeno a mi dolor. Y estaba bien. Era mejor así. No quería escuchar de nuevo como se negaba a mi único deseo.
Pero no rompería mi promesa a Daryl. De ninguna forma.
—¿Hace cuánto que haces esto? —quise saber, cautelosa.
Andrew no respondió hasta unos segundos después.
—Heather, mientras menos sepas de mí mejor —respondió, tajante.
—Uy, qué misterioso. —rodé los ojos—. Eres mi guardaespaldas, Andrew. Se supone que debo sentirme protegida y segura por ti. ¿Pero cómo podría estarlo si no sé quién eres realmente?
Mis palabras no parecieron gustarle en lo absoluto, ya que sus nudillos se pusieron blancos alrededor del volante y apretó la mandíbula.
—No tienes opción más que confiar —sentenció de forma brusca, queriendo terminar la conversación.
Estaba muy equivocado si creía que me quedaría callada.
—Si no respondes a todas mis preguntas, todo el mundo sabrá quién eres —amenacé con la voz más seria que pude usar.
Andrew detuvo el auto de pronto a un lado de la calle. Se quedó en silencio, soltó un fuerte suspiro y salió del auto. Cerró la puerta de un portazo y caminó hasta quedar frente al capo del auto, dándome la espalda. Por mi parte no me inmuté ante su acción repentina, solo me mantuve en silencio.
Estaba molesto, sí. Era probable que se sintiera frustrado por mi culpa. Atrapado. Ni cuando golpeó el auto con sus puños me resigné a obtener respuestas. Ni cuando entró otra vez al auto y me lanzó miles de cuchillas de hielo con sus ojos.
—Tres.
—¿Qué? —pregunté, confundida.
—Solo tres putas preguntas —aclaró, molesto.
Ah, claro.
—¿Desde cuándo eres un sicario? —fue lo primero que me se ocurrió preguntar.
—Desde hace unos años.
—Eso no me dice nada—bufé. —. ¿Piensas responder así a las demás preguntas acaso?
—Sí. Te queda una pregunta—avisó y prendió el auto para luego empezar a hacerlo andar.
—¡Oye, no! —me molesté —. No preguntaré nada más hasta que me se ocurra algo importante.
Se encogió de hombros.
—Mejor así.
El trayecto hasta la mansión fue silencioso. Tenía demasiadas cosas en que pensar ya que todo había resultado muy inesperado. Tenía un guardaespaldas que resultó ser un sicario. ¿Qué pasaría ahora en adelante? ¿Qué tan peligroso podría resultar ser?
•••••
Repito: la actitud y pensamientos de Heather son erróneos, pero recuerden que está en una especie de depresión o algo así. Y lo que piensa no tiene sentido o es un error.
—Blue Insomnia
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