Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8 - Church (+18)

Estoy a punto de llevarte de regreso a la iglesia

Bien, dime tus confesiones cariño,

¿qué es lo peor?



ANDREW.



No quise esperar. Odiaba esperar. Más cuando se trataba de tomarla. Inevitablemente había algo que me atraía hacia ella. Tal vez la adrenalina de saber lo peligroso que era todo esto, y que la muerte podría ser una de las consecuencias para mí ésta vez. No podía volver a cometer un error que me llevara a la cárcel o a la tumba sí mi contratador lo decidía así. Incluso podía escuchar la voz de Matthew advirtiéndome de lo grave de lo que estaba haciendo.

Sin embargo, mi contratador, Matthew y cualquiera que piense que todo esto está mal, no eran quienes tenían a Heather en la misma posición en que yo la tengo ahora. Ellos no eran quienes se estaban muriendo por volver a probar y explorar su piel, su boca, la calidez de su interior. A la mierda la misión, la discreción y por ende, Andrew, el sicario. Ahora solo quería ser Dominic, olvidarme de todo y hundirme en mi chica de ojos verdes.

La chica a la que le estás mintiendo con tan solo mirarla a la cara.

El gemido de Heather al introducirme en ella me trajo a la realidad, ahuyentando cualquier pensamiento y sentimiento de culpa. Sus uñas se clavaban en mi espalda con cada embestida dura y profunda, y sus piernas me atraían más hacia ella. Su boca contra mi cuello soltando suspiros y gemidos ahogados eran todo lo que necesitaba para seguir penetrándola arriba de la lavadora.

—Andrew... —gimió, su interior cada vez más caliente, recibiéndome en cada embestida. —. E-Estoy incómoda.

—¿Qué necesitas? —pregunté, mi voz sonando muy ronca y agitada, mis manos aflojando el agarre en sus piernas.

Ella me pidió que parase un momento, y pese a que no quería salir de su interior, me obligué a hacerlo. Me alejé, curioso por lo que estaba a punto de hacer. Heather, con cada parte de su cuerpo sin nada que la cubriera, bajó de la lavadora con piernas temblorosas. Se acercó a mí y, con una mano en mi nuca, me atrajo hacia su boca. Sus labios se movieron de forma lenta sobre los míos, pero con ese toque de lujuria que tanto amaba de ella. Sentí la piel de su mano haciendo contacto con mi miembro duro y caliente. Fue inevitable, tomé sus caderas con firmeza y me apropié de su boca en cuanto ella comenzó a mover su mano de arriba a abajo por todo mi miembro, apretando suavemente, haciendo círculos con el pulgar en la punta.

Estaba seguro de que ella podría ser mi perdición.

Y estaba seguro de que yo sería la suya.

—Esto es lo que necesito —dijo una vez se separó de mí, respondiendo a mi pregunta.

La miré en silencio alejarse, deleitándome con su desnudez. Ella se giró de espaldas hacia mí y se apoyó contra la lavadora. Mordí ligeramente mi labio inferior al entender lo que quería. Y se lo daría con gusto. No la hice esperar más, me acerqué a su cuerpo, tomé sus caderas con fuerza y pegué mi miembro a su trasero. Escuché la manera en que ella soltaba un suspiro y se inclinaba más hacia adelante, aplastando sus pechos contra la lavadora. Llevé mi pene erecto hasta su entrada y me deslicé dentro de ella lentamente, soltando un gemido ronco ante la estrechez de su interior. Heather gimió y pegó su trasero hacia mí, terminando ella misma de introducirme completamente. No la hice esperar más, necesitaba moverme. Y así lo hice.

En el cuarto de lavandería, ahí sobre la enorme lavadora, la tomé de las caderas con fuerza y la penetré duramente. Moví mis caderas de adelante hacia atrás, profundizando las embestidas, escuchándola intentar ahogar sus gemidos, sus uñas queriéndose clavar en algo debido al placer. Fue demasiado erótico tenerla de ese modo. Una vista que era solo para mí; su espalda desnuda, su largo cabello oscuro cayendo hacia los lados, sus manos haciéndose puños a veces, la suave y blanca piel de sus caderas siendo dominadas por mis manos, el ruido de mi miembro al entrar y salir de ella repetidas veces.

Una imagen que me mantendría despierto muchas noches.

Me incliné sobre su espalda sin dejar de penetrarla, y comencé a dejar pequeñas mordidas sobre la parte baja de su nuca. Hice un camino de besos por toda su piel cerca de su cuello.

—Mírame —pedí, mi voz sonando demasiado ronca y agitada. Ella apenas giró su rostro sonrojado hacia mí, gimiendo de forma ahogada. —. Mírame bien, muñeca. —Di una fuerte embestida, arrancándole un gemido agudo que no fue capaz de ocultar.

—Ah... Andrew —gimió, girando un poco más su rostro. Lo suficiente para que pueda unir mis labios con los de ella.

Y eso hice. Aumenté el ritmo de mis embestidas, siendo mucho más constante, y me apropié de su boca como pude. No podía besarla correctamente debido a la posición en que nos encontrábamos, pero con sentir sus labios calientes y lengua me bastaba. Reafirmé el agarre en sus caderas y la atraje más hacia mí para seguir embistiéndola. Estaba segura de que no duraría mucho de esta forma, por lo mismo que salí de ella, rompiendo la penetración y el beso. Hice que se girara hacia mí y vi en su rostro la frustración, pero no le di tiempo a quejarse ya que la tomé de los muslos y la levanté, colocándola sobre la lavadora nuevamente de piernas abiertas. Me hundí en ella y devoré su boca con ansias. Heather tomó mi rostro entre sus manos y profundizó el beso, gimiendo contra mi boca en cada embestida. Ella estaba tan deliciosamente mojada, y yo tan duro y caliente.

Ambos terminamos a la misma vez con un fuerte gemido que callamos en la boca del otro. Mordí su labio inferior por última vez antes de salir de ella y dejarla sentada arriba de la lavadora.

—No puedo creer que nos arriesgáramos de esta forma —dijo Heather con la respiración agitada—. ¿Y qué si nos ven?

—Entonces será mejor que nos demos prisa —contesté mientras me colocaba ahora la remera. Tomé la ropa de Heather y se la extendí—. Además tú me tentaste.

Ella tomó la ropa y me miró con sorpresa.

—¡¿Yo?! —repitió con incredulidad. Asentí, relajado—. Yo no te dije que entraras a la lavandería y me tomaras.

—La boca puede decir una cosa pero la mirada otra, muñeca. Y la tuya me pedía a gritos que te follara contra esa lavadora.

Heather decidió que rebatirme sería una pérdida de tiempo, así que en su lugar optó por colocarse su ropa lo más rápido que pudo. Ella no lo notó por suerte, pero no podía evitar sonreír por lo que acababa de suceder. Era una sonrisa de boca cerrada que podía pasar desapercibida. ¿Tanto me había gustado lo que habíamos hecho? No lo sabía. Tal vez no se trataba de eso. Sino que el ambiente entre nosotros se había vuelto más liviano. Lo cual sucedía cada vez que yo dejaba de lado todo lo correcto y decidía dejarme llevar por la chica de cabello oscuro y ojos verdes.

—¿Lista? —pregunté, sosteniendo el pomo de la puerta listo para girarlo.

Heather asintió, acomodando su cabello.

—¿Estoy bien? —quiso saber, preocupada de que alguien se percatara de todo lo que habían visto y escuchado estas cuatro paredes.

—Sí —respondí—. Tú saldrás primero y me dirás sí hay alguien merodeando por el pasillo. Entonces saldré después.

Ella asintió, entendiendo. Giré el pomo de la puerta y la abrí, haciéndome a un lado para que Heather pasara. Entonces quedé detrás de la puerta, pero aún así pude ver perfectamente como el rostro de la chica perdía el color, y sus ojos se abrían enormemente, espantada.

—¿Srta. Heather? —preguntó una voz femenina. Y no, no era la voz de Helen, lo cual habría agradecido ya que prefería que fuera ella.

Era Melanie. La chica joven que limpiaba la mansión.

—He-hey, hola —saludó Heather sin apartarse de la entrada, nerviosa.

Me resguardé detrás de la puerta lo mejor que pude.

—¿Necesita algo? Justo ahora me estoy encargando de lavar la ropa...

—¡Yo lo hago! —interrumpió la contraria, arrebatándole el montón de ropa que traía la sirvienta.

—Es mi trabajo, Srta. Evans —escuché que dijo la tal Melanie. Tal vez fueron ideas mías, pero me pareció notar un deje de irritación en su voz, pero forzándose a sí misma a ser amable después de todo.

Detecto un sentimiento de desprecio aquí.

—Lo haré yo, acabo de decir. No te esfuerces mucho —insistió Heather, echa un manojo de nervios—. Mejor ve y dile a Helen que me prepare un té, ¿si? Uno para relajarme. Estoy muy estresada últimamente.

Hubo un pequeño silencio. Fue incómodo. Solo fui capaz de ver el cabello de Heather, ya que sí me asomaba más podrían verme. Fue un silencio que se me hizo muy largo. Hasta que la voz de la sirvienta finalmente se escuchó, soltando un dudoso y receloso:

—Está bien.

Relajé mis hombros al escuchar sus pasos alejándose. Y Heather soltó un suspiro, cerrando la puerta. Arrojó la montaña de ropa en un canasto de allí y se giró hacia mí.

—Sal de aquí antes de que te vean —demandó, frustrada.

Me encogí de hombros y me acerqué a ella, besándola sin previo aviso. Me separé y guiñé un ojo hacia su dirección, divertido.

—Está bien —dije—. Pero déjame decirte que esta noche haré guardia con Matthew hasta las cuatro. No me extrañes.

—Vamos, ya vete —hizo ademanes con sus manos.

Sonreí y salí rápidamente de ahí. Por suerte no había nadie.

O eso creí en ese momento.

***

—No debería de decírtelo aquí, pero resulta que él no tiene idea de que quién puede ser la otra persona que atacó la mansión —dije llegando hasta Matthew, terminando de acomodar mi chaqueta. Las noches de invierno se hacían cada vez más notorias.

Mi tío, cuyo hombre que siempre iba de traje, giró su rostro al escucharme, confuso. Me acerqué hasta él para que ninguno tuviera que elevar el tono de voz. Ya nos encontrábamos del otro lado de la reja de la entrada a la mansión, lejos de los demás hombres de seguridad. Éramos poco ésta noche, aún así no me arriesgaría a que Heather o cualquier otro pudiera escucharme.

Matthew, que ya sabía a quién me refería con él concluyó:

—Entonces Bruce tiene más enemigos de lo que pensé.

Evité contarle sobre la nota que claramente iba dirigida hacia mí. Lo cual me hizo pensar que aquel desconocido del auto tenía una especie de obsesión con Heather y de alguna forma nos había visto juntos. Ya que si me pedía que me alejara de ella debía de tener pruebas de que algo estaba pasando entre nosotros, ¿verdad?

Pero, ¿quién carajos eres?

—¿Recuerdas cuando revisé las cintas de la cámara de seguridad de aquella noche? —pregunté en un murmuro, encendiendo un cigarrillo—. El extraño del auto.

—Sí. Le informaste a Bruce lo que encontraste, pero no a mí —respondió, expectante.

Asentí, soltando el humo por la boca, tranquilo.

—Conseguí la patente y lo investigué —afirmé, serio—. Pero no encontré al dueño del auto. Simplemente es falso.

—¿Qué pasó con las cámaras de seguridad que están fuera de la residencia? ¿No podías ver el recorrido que hizo por ellas luego de que salió de aquí? —inquirió, confundido e inquieto. Todo esto estaba muy raro.

Negué.

—Para eso necesitaría algo así como una orden. Y Bruce ni siquiera ha hecho una denuncia formal.

»Además la ciudad es muy grande. No podría encontrarlo yo solo.

Matthew desvió la mirada, su expresión seria y pensativa, me dejaba entrever que estábamos pensando lo mismo. Más bien, teníamos la misma interrogante.

—¿Entonces Bruce sabe quién atacó la mansión? ¿O al menos lo sospecha? —dijo, sorprendido.

Golpeé con un dedo la parte inferior del cigarro, deshaciendo la ceniza. Le di una calada antes de responder y miré a los costados, asegurándome de que nadie nos estuviera escuchando.

—Escúchame, Matthew —murmuré, serio—. Estoy seguro de que Bruce sabe más cosas de lo que pensamos.

»Él sabe que tiene enemigos. ¿Quién sabe? Tal vez uno mató a Daryl.

»Por eso contrató un guardaespaldas para Heather. Él debe saber quién es el asesino.

—¿Entonces por qué no ha querido llevar todo esto a la justicia?

Tiré la colilla del cigarro y lo aplasté contra el suelo.

—Porque él tampoco ha estado actuando de forma legal.

***

Tiempo atrás...

Oscuridad.

Tal parecía que mis ojos estaban vendados. No podía ver, solo escuchar, sentir u oler. No era la primera vez que me encerraban en un cuarto totalmente a oscuras después de los guardias golpearme por mal comportamiento. A veces discutía y esas discusiones terminaban en puñetazos y castigos debido a mis problemas con la ira. No era realmente mi culpa, pero a nadie le importaba que yo tuviera que tomar mis medicamentos. Después de todo, sí lastimaba a alguien, ya estaba en la cárcel.

Acostado en una cama de colchón desgastado y mantas sucias, con los brazos detrás de mi nuca y quejándome por lo bajo de los dolores en mi rostro y estómago, gracias a dos policías que decidieron divertirse conmigo con un bastón, escuché una llave introducirse en la cerradura de la enorme puerta metálica del claustrofóbico cuarto. No me inmuté. Seguramente venían a trasladarme a mi celda otra vez.

Cerré los ojos cuando la luz se coló por la puerta en cuanto ésta fue abierta, cegándome por un momento.

—Seguro ya estarás contento, Dominic —soltó un policía alto e intimidante para cualquiera. Excepto para mí, ya lo conocía—. Ésta es tu última noche en esta pocilga.

Abrí lentamente los ojos, mas no lo miré.

—Creí que solo eran dos noches de castigo aquí —mencioné, refiriéndome al cuarto.

El guardia me hablaba desde la puerta, creando una sombra en el suelo debido a que impedía a la luz irrumpir. Lo miré finalmente sin expresión alguna, aunque sintiendo algo de curiosidad. No era capaz de ver su rostro, o al menos su expresión facial.

—Alguien pagó tu fianza.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste, maldita rata —escupió con desprecio—. Mañana saldrás de aquí. Serás libre hasta el día del juicio.

Me senté en la cama rápidamente, sin poder contener la sorpresa. Esto no podía estar pasando.

—¿Quién fue? —pregunté, ignorando su mirada de rechazo hacia mí.

Él respondió antes de darse la vuelta y volver a cerrar la puerta.

—Alguien que al parecer le importas.

Esa noche no dormí. Me fue imposible cerrar los ojos e ignorar las miles de preguntas de mi mente. Y es que uno no se espera que lo saquen de prisión después de unos meses, cuando en realidad debía estar pudriéndome aquí muchos más años por todos los cargos de lo que me habían acusado.

Mi tío, Matthew, teniendo completamente mi custodia, consiguió un buen abogado para mí y así ganar el caso en mi contra; en el cual me habían acusado erróneamente. Fui libre un tiempo, hasta que por un descuido en mi trabajo como asesino a sueldo, volví a terminar en la cárcel. En espera de un juicio donde dictarían mi encierro durante treinta y cinco años si se me declaraba culpable.

Además, debido a mi no tan lindo historial, me permitieron una fianza de medio millón de dólares. ¿Motivo? Supongo que eso valían los ricachones y corruptos que envié fuera de este mundo gracias a mi trabajo de asesino a sueldo.

Sin embargo, y volviendo al presente, era imposible que Matthew consiguiera esa cifra de dinero en tan solo unos meses. Por lo mismo que descarté esa idea inmediatamente. Peor aún, no sabía de quién podría tratarse.

En el pasado, luego de haber cumplido la mayoría de edad, me las arreglé por mí mismo. Me fui a otro país mientras que Matthew decidió quedarse en Estados Unidos debido a su trabajo. Perdí contacto con él, pero cuando sucedió lo único que consideré como tragedia cuando cumplí veinte, él se puso en contacto conmigo y me ayudó a librarme del cargo de asesino hacia ella.

Matthew no podría haberme sacado de la prisión de Canadá. Él estaba en Estados Unidos. ¿Mi padre? Una mierda. Hace años que no sabía nada de él. Y... no tenía a nadie más.

—Solo tienes treinta minutos, rata despreciable —informó un policía de nombre Rick. Me tenía cierto aprecio luego de que le di un puñetazo que le rompió la nariz. Claro que él luego se las cobró cuando nadie veía. —. Nada de movimientos sospechosos o serás traslado nuevamente a tu celda.

—Lo sé —dije entre dientes. Él me dio un empujón para que caminara más rápido.

Entonces lo vi. Estaba sentado de espaldas hacia mí, portando un traje de empresario completamente negro. Su postura era tranquila, pero firme. El guardia me dio una última advertencia antes de alejarse unos metros y dejarme con el desconocido.

—Dom—saludó el hombre. Su voz era serena, profunda y con un deje de que ansiaba algo.

Tomé asiento frente a él, ceñudo y curioso. Solo entonces noté que él portaba lentes oscuros. Extraño.

—Para los amigos —solté, en un tono de voz que dejaba entrever que no sabía que rayos estaba sucediendo. Y que quería saberlo ya mismo.

—No puedo creer que esté frente a la persona que asesinó a las personas más importantes del mundo. Dominic Foster —dijo, y soltó un silbido de admiración—. Realmente eres muy joven cómo para haber derramado tanta sangre.

—Créelo, porque así fue —afirmé con cierta brusquedad—. ¿Tú eres quién pagó medio millón por mí?

—Así es, Foster —asintió, tranquilo—. Dentro de unas horas serás libre en lo que se dicte el día de tu juicio.

—¿Y por qué no esperar hasta que salga de aquí para hablar conmigo? —cuestioné—. ¿Por qué ahora?

—Porque para cuando salgas de aquí yo ya no estaré —respondió para mi sorpresa—. Escucha, Foster; alguien de mi confianza te entregará algunas cosas de mi parte. Entre ellas, mi contacto. Llámame. Y entonces aclararemos algunos puntos.

—¿Por qué haría eso?

—Porque pagué por tu condena. Y porque sé lo sucio que está tu nombre por todo Canadá. ¿Crees que te dejarán tranquilo así como si nada después de todo lo que has hecho?

»Todos saben quién eres, Foster. Y lo que hiciste. Muchos corruptos querrán eliminarte para vengar a los suyos.

»Yo te estoy ofreciendo algo mucho mejor.

—¿Cómo qué? —inquirí, curioso, pero sin convencerme del todo.

—Eso lo sabrás solo sí decides llamar.

—¿Puedo saber tu nombre al menos?

—Aún no es necesario. Créeme.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro