Capítulo 7 - 21 guns (+18)
Cuando es hora de vivir y dejar morir
HEATHER.
Un viernes por la noche, después de encerrarme en mi habitación sin muchas ganas de ver a nadie, decidí unir puntos. Apuntar toda la información que habíamos obtenido a lo largo de la "investigación". Así que luego de pensar en dónde podría escribir tales cosas y rebuscar a su vez en todos mis cajones, encontré una libreta de cuero negro, tapa dura y hojas blancas exceptuando por las líneas cuya función era escribir sobre ellas.
Bingo. La libreta que me dio Marlon Malak.
Me senté en mi escritorio luego de encender la lámpara sobre el, siendo esa luz la única que alumbraba mi habitación. Y comencé a escribir palabras claves y todo lo recolectado hasta ahora.
1.6 Asesinato.
3.6 Funeral
4.6 Autopsia. Cuatro días.
Investigadores: Grissom y Marylin.
Investigación: Cancelada por Bruce Evans. Supuesta falta de pruebas.
Recordé la conversación con los médicos e investigadores forenses cuando fui con Egan y la de hoy, y traté de sintetizar.
Pruebas y teorías: No hay huellas dactilares, ni pasos marcados. El asesino pudo cubrir sus manos y apañárselas para ocultar sus pasos. Objetos rotos y dispersos por la habitación (señal de forcejeo). Ventanas intactas y sin rastros de huellas. La víctima presentó pruebas de haber sido estrangulado hasta morir.
Causa de muerte de otra víctima: falta de oxígeno. También fue estrangulado.
Teorías sobre el asesino hasta ahora: Actúa de manera inteligente y cautelosa. Oculta sus huellas de forma efectiva. Mató a Isaac. No usa armas para asesinar. Conoce la mansión perfectamente, por lo tanto podría significar que estuvo alguna vez aquí o varias veces. Lo cual apunta a que podría ser un conocido, amigo o socio de Bruce.
Un escalofrío recorrió mi piel de forma inevitable cuando recordé mi encuentro con él frente a frente, y cuando vi todas esas fotos mías sacadas en todas partes. Incluso mi propia habitación.
El asesino muestra signos de una obsesión enfermiza.
Mi cabeza no daba para seguir intentando ordenar la información porque simplemente todo me parecía muy confuso cuando tuve que escribir mis inquietudes respecto a Bruce y Lindsay. Porque sonaba como si fueran temas distintos. Pero tal vez con un mismo resultado que podría tener que ver con todo esto. ¿Quién sabe? Tal vez la respuesta correcta incluso.
Así que decidí que me iría a dormir. Solo que cuando estuve envuelta en las sábanas me fue imposible no echarle un último vistazo a los ventanales que daban hacia el balcón. La puerta corrediza estaba cerrada, pero las cortinas estaban abiertas y me dejaban mirar más allá de ellas, donde yacía una noche estrellada. En el fondo quería que Andrew visitara mi balcón de nuevo, y con ese deseo me dormí finalmente.
***
-¡Puaj! ¡No, Coco, no! ¡Spencer, ven aquí!
Era un desastre. Mi ropa estaba mojada en ciertas partes y mis pies descalzos, embarrados. Algunos mechones que se habían escapado de mi coleta se pegaban a mi rostro por el agua que yacía en él. Y como si mi sufrimiento y frustración por bañar a los canes fuera poco, Spencer, lleno de espuma, se sacudió efusivamente, provocando que restos de agua y espuma terminaran por empaparme. Claro que Coco lo imitó como el buen hermano que era.
-Malos, los castraré -Me quejé mientras tomaba del suelo barroso la manguera y la colocaba en el balde para volver a llenarlo. Debía de enjuagar el pelaje de ambos perros ya que aún poseían jabón.
¿A quién se le ocurría bañar a unos perros al aire libre en invierno? Pues a su servidora. Sin embargo el día no estaba especialmente frío, ni caluroso. Por lo menos había un sol radiante que era capaz de mantenerme calentita mientras sus rayos me dieran.
Arremangué las mangas de mi blusa hasta los codos nuevamente ya que se habían bajado, y tomé el balde ya lleno hasta la mitad para luego acercarme a pasos cautelosos a Spencer y lanzarle el agua que daría fin a su baño. El perro se sacudía de vez en cuando para deshacerse del agua de su pelaje, pero cuando me vio acercarse... escapó.
-¡Solo una enjuagadita y ya, perrito! -dije corriendo en círculos detrás de él. Por otro lado, Coco, mi perro, ladraba.
Segundos más tarde me encontraba empapada hasta la médula, resultado de haberle querido arrojar el agua del balde al can, pero que este se me volteara a último segundo y terminara por bañarme. Agradecí que solo fuera agua limpia.
-Es una pérdida de tiempo que intentes bañarlos si luego se ensuciarán -mencionó una voz detrás de mí.
Me quedé de piedra en el suelo, sorprendida. No esperaba que se acercara a mí, mucho menos que dijera palabra alguna. Así que me di media vuelta y lo miré desde abajo, disimulando una sonrisa feliz.
-¿Qué te digo? Me gustan los retos difíciles -Me encogí de hombros.
Mi guardaespaldas me miraba desde arriba, sus manos metidas en los bolsillos de su chaqueta azul de jean, la cual se mantenía abierta y dejaba ver que por dentro poseía una especie de peluchín blanco muy calentito-Que por cierto ahora sí me vendría bien-, y debajo de la chaqueta una camisa negra que dejaba a la vista los tatuajes de su cuello.
-Vas a enfermar así -aseguró mientras se quitaba la chaqueta. Me ordenó sacarme la mía que estaba toda mojada.
-Creí que yo no te importaba -dije, sacándome la chaqueta y recibiendo la suya. Mi blusa blanca, al estar mojada, dejaba traslucir un poco mi sostén negro. Y noté que los ojos de Andy se dirigieron ahí, hasta que me coloqué la chaqueta por completo y su mirada encontró la mía rápidamente.
La prenda olía a él; una mezcla de perfume varonil muy fuerte, y a cigarrillos. Hasta me entraron ganas de inhalar su aroma. En vez de eso, me concentré en el calor que me emanaba su chaqueta.
Andrew no respondió a mi comentario. Por el contrario, miró a Coco que estaba revolcándose en el césped a la luz del sol, y soltó un silbido. El perro levantó las orejas, alertado, y observó a mi guardaespaldas.
-Son obedientes cuando demuestras quién manda, ¿sabes? -dijo de pronto, colocándose de cuclillas y chasqueando los dedos para atraer al perro. Mi perro. El can se levantó de su lugar y corrió hasta Andy para dejarse acariciar por él.
-Hace tiempo que no paso tiempo con ellos -Me excusé, algo avergonzada de pensar en que Andrew vio mi escenita con los perros.
Las comisuras de sus labios se elevaron un poco. Me sentí feliz de verlo sonreír, o casi, por mí. Pero en vez de burlarse o decir algo al respecto, me dijo sin dejar de acariciar a Coco:
-Pásame la esponja y el balde con jabón.
Hice caso, aunque extrañada. ¿Andy se pondría a bañar a Coco? ¿A ese perro revoltoso? No podía imaginarlo. O bueno, sí. Quería reírme de lo desastroso que resultaría aquello, y entonces la imagen de un Andrew todo empapado con agua y espuma me vino a la cabeza. Sí quería ver aquello.
Mi guardaespaldas tomó la esponja en mano y la remojó en el balde con agua limpia, acto seguido, y sin dejar de acariciar a Coco, comenzó a pasar por su pelaje el objeto húmedo y espumoso. El perro ni siquiera se inmutó. Al contrario, agitó la cola efusivamente y se dejó bañar por la persona que NO era su dueño.
Dejé caer mi mandíbula, indignada. Estaba por quejarme hasta que la voz tranquila de mi guardaespaldas se adelantó:
-Muñeca.
Lo miré con sorpresa por la forma en que me llamó. Mi corazón comenzó a latir de forma desbocada y contuve la respiración por segundos antes de responder:
-¿S-Sí? -solté tontamente, tartamudeando.
Él siguió bañando a Coco mientras me hablaba, evitando mirarme.
-Yo... -Me pareció que se le hacía difícil decir lo que quería decir- quiero disculparme por la forma en que te traté y por... haber estado distante de ti últimamente. No debí haberlo hecho y... eso. Lo lamento, Heather.
Una sonrisa llena de ternura amenazó con formarse en mis labios, pues mis ojos fijos en Andrew habían detectado cierto color carmesí en su rostro. Además él era incapaz de mirarme mientras decía aquello, lo cual dejaba entrever su nerviosismo y vergüenza.
Y si, sabía que me merecía más que esas palabras. Una disculpa un poco más... convincente tal vez. Pero dado el hecho de que yo no era una blanca paloma e incluso le estaba ocultando cosas a una de las pocas personas que demostraban qué yo sí les importaba, pues... me pareció justo. Además yo tampoco lo había tratado bien aquella vez en que discutimos.
Aún así, y pese a lo dicho, quise hacerme rogar solo un poco.
-No lo sé, Andrew -Oculté una sonrisa divertida.-. Me lastimaste mucho, ¿sabes? No creo poder perdonarte.
Para mi sorpresa él se encogió de hombros, desinteresado.
-Está bien -dijo.
-¡¿Qué?! ¡¿En serio no te importa?! -Lo miré con indignación.
Mi guardaespaldas soltó una carcajada, desconcertándome por completo. ¿Era bipolar o qué? Volteó a verme con una sonrisa divertida.
-Tu actuación es pésima, ¿sabes?
-No estaba actu...
Unas cuantas gotas de agua salpicaron mi cara.
-Mentirosa -acusó el pelinegro frente a mí, sonriente.
Me costó asimilar que el causante de mi rostro mojado fuera Andrew. Peor aún, me había salpicado con agua del balde para bañar al perro. ¡Al perro! Sin embargo me costaba aún más asimilar que mi guardaespaldas estuviera bromeando conmigo luego de tantos días sin hablarnos.
Con qué sí, ¿eh?
Le devolví la sonrisa, maliciosa, y con tan solo un pequeño empujón hice que Andy, aún estando de cuclillas, cayera sobre el barro que se había formado por bañar al perro. Como supuse, el pelinegro no tenía buen equilibrio. Solté una carcajada al ver como mi guardaespaldas impactó sus manos contra el suelo lodoso para evitar caer por completo y embarrarse, sin mucho éxito.
-Eso es por meterte con tu jefa -le recriminé entre risas.
Casi fui capaz de ver un brillo de diversión en los ojos de Andrew, su sonrisa reluciente dejando ver todos sus dientes blanquecinos. Cuando me observó con una pizca de malicia, supe que debía empezar a correr luego de las siguientes palabras que escondían venganza detrás:
-Tú no eres mi jefa.
Me puse de pie de un brinco y él hizo lo mismo. Coco soltó un ladrido en cuanto comencé a correr alrededor suyo para evitar que Andrew me pillara, entre risas. Solté una carcajada todavía más estruendosa cuando él trastabilló contra el barro antes de recobrar el equilibrio y no caerse. Spencer no tardó en unirse al circo, y se puso a ladrar como loco a la par de su hermano mientras que el chico de ojos azules intentaba atraparme.
-¡Ja! -exclamé mientras sujetaba la manguera, apuntando hacia mi guardaespaldas, amenazante-. ¡Un paso en falso y disparo!
Andy se quedó estático en su lugar, frunciendo el ceño en claro disguste.
-¿Te crees muy valiente ahora que tienes un arma en manos? -preguntó con una ceja alzada, ocultando una sonrisa.
Asentí, entre risas. Y sin esperarselo, solté el chorro de agua fría a su dirección. Andrew soltó una maldición e intentó cubrirse con sus antebrazos en lo que yo reía a carcajadas. Pero debí imaginar que en esta casa ya no se pudiera confiar en nadie, porque en menos de cinco segundos Coco y Spencer se pusieron a perseguirse entre ellos y uno de los dos se enredó con mis piernas, provocando mi distracción.
-¡Traidores! -chillé, momento que mi enemigo aprovechó para abalanzarse sobre mí y rodearme entre sus brazos-. ¡No! ¡Detente! -Intenté ocultar la manguera detrás de mí, pero Andrew inmovilizó mis brazos contra su pecho mientras que con una mano libre buscaba adueñarse del arma.
-Esta me las pagarás, muñeca -dijo en mi oído, provocando que mi piel se erizara.
Y entonces fui consciente de que todo su cuerpo se encontraba pegado al mío. Que el agua en su ropa había provocado que su camiseta se pegara a su torso y pecho, haciéndome más fácil la tarea de sentir todos sus músculos y piel debajo de las palmas de mis manos. Las cuales estaban ahora en su pecho luego de que él lograra quitarme la manguera.
Qué aún seguía disparando agua.
-¡Está fría! ¡Está fría! -chillé, removiéndome bajo los brazos de Andrew para zafarme de su agarre. Fue en vano, me mantuvo con firmeza contra su pecho.
El rió con maldad cuando colocó la boca de la manguera hacia arriba, y ubicó un dedo de forma estratégica para que el agua simulara una lluvia encima de nosotros. Entonces todo mi cabello se mojó con las gotitas continúas de aquel líquido frío y cristalino.
-¡Andrew, basta! -grité, empapada.
-¡Pídeme perdón! -ordenó entre risas. Su brazo derecho me apretaba contra su cuerpo, y su mano sujetaba con firmeza mi espalda baja para no dejarme ir.
Lo miré, ofendida. Él bajó su mirada hacia mí, las puntas de nuestras narices casi se rozaban. Pude sentir el aroma de su aliento fresco.
-¡Bueno, ya! ¡Perdón! -Me rendí.
-Así me gusta más -dejó la manguera de lado, presionando una perilla para que el agua se cortara.
-Eres odioso -le dije, rodando los ojos. Me separé de él y me miré a mí misma -. Ay, no. Lo único seco que tengo es mi dignidad.
-Esa es tan inexistente como tu odio hacia mí, ¿sabes? -Rió el pelinegro. Miró a nuestro alrededor detenidamente y soltó un largo silbido.-. Mira todo el desastre que hiciste, muñeca.
-¡¿Yo?! -solté, provocándole una risa.
-Nos matarán a ambos -aseguró.
Pese a todo nuestro drama, una sonrisa decoraba nuestro rostro. Una sonrisa real. Una que expresaba claramente la diversión y lo mucho que disfrutábamos la compañía del otro. Era como si nada existiera a nuestro alrededor, y solo fuéramos nosotros. Dos simples jóvenes con almas de niños pequeños a veces.
Cómo si no existieran secretos.
-¡Srta. Heather! ¡Joven Andrew!
Y entonces nuestra pequeña burbuja rosa que nos aíslaba de todo y de todos estalló, trayéndonos a la realidad; Andrew y yo nos separamos rápidamente, nerviosos y preocupados. Él desvió la mirada hacia un lado con una expresión de desconcierto, como si se hubiera dado cuenta de algo nuevo. Sin embargo no tuve mucho tiempo de preguntarme lo qué había pasado entre nosotros ya que me pareció más importante saber quién nos había pillado en una escena tan bochornosa. Así que giré mi rostro, avergonzada, y me encontré con la silueta de la cocinera de pie en los enormes ventanales de la sala de estar que dejaban mirar hacia el jardín. Ella nos observaba desde la puerta corrediza.
-¿S-Sí, Helen? -tartamudeé, sintiendo mis mejillas calientes.
-Solo quería avisarles que el Señor y la Señora ya están por llegar a la mansión -informó, cruzada de brazos y con una sonrisa radiante y pícara en su rostro. Evidentemente había visto nuestra escenita.
Lindsay y Bruce habían salido muy temprano por la mañana a pesar de ser sábado, y nadie tenía idea de a dónde (a excepción de Matthew, pero de seguro él no diría nada). Supuse que salieron a desayunar pero, ¿por qué no aquí en la mansión?
Solo quisieron salir y ya. No seas paranoica y deja de buscarle otra explicación. Me recriminó una parte de mi mente.
Asentí con mi cabeza hacia Lindsay y me giré hacia Andrew, que hasta ese momento se había mantenido en silencio sin mirar a Helen (avergonzado tal vez), y me encontré con que ahora miraba hacia el suelo con las cejas ligeramente fruncidas, absorto en sus pensamientos. En cuanto notó el peso de mi mirada, sus ojos subieron hasta los míos. Le regalé una sonrisa tímida.
-Será mejor que limpie todo este desastre antes de que mis padres lo vean -dije.
-Yo lo haré, Srta. Evans -carraspeó y le echó una fugaz mirada a Helen, incómodo. Me miró nuevamente antes de añadir-: Será mejor que se cambie de ropa o podría resfriarse.
Sí, bueno. A esta altura de seguro ya había pescado algún resfriado.
Solo asentí débilmente y me di media vuelta. Quería decirle algo más. No sabía qué. Solo seguir hablando de lo que sea. No obstante estaba claro que no podíamos tener una de nuestras típicas conversaciones delante de la cocinera. Pero para mi suerte, cuando di los primeros pasos para alejarme de mi guardaespaldas, Helen nos echó una última mirada insinuante y desapareció tras los ventanales. Así que me giré hacia el chico de tatuajes y lo llamé justo cuando él tenía intenciones de alejarse para recoger los baldes del jardín.
-Andy.
Se detuvo de espaldas hacia mí, y me echó apenas una mirada sobre su hombro antes de pronunciar:
-Dígame.
Tragué saliva antes de animarme a decir lo siguiente, dudosa de sí él aceptaría o no:
-Cuando te desocupes pasa por la lavandería. Ahí te daré la chaqueta ya lavada y seca.
Sí me dices que no hace falta me moriré de vergüenza.
Aunque, ¿por qué me sentía tan nerviosa? Si él decidía que quería su chaqueta ahora se la daría para que no tuviéramos que vernos luego en caso de que así lo quisiera. Digo, tal vez él...
-Está bien -su voz relajada interrumpió mis pensamientos.
Destensé mis hombros y dejé salir un pequeño suspiro de alivio de forma inconsciente.
-Bien -murmuré, viendo como la silueta de mi guardaespaldas se alejaba sin siquiera haberme mirado por última vez.
No entendí aquello. Estábamos bien pero, ¿por qué sentía que Andrew ya no me trataba igual? ¿Por qué sentía que lo que sea que teníamos ya no era lo mismo?
***
Cuando la pantalla de mi celular se encendió por sí solo, supe que me había llegado un nuevo mensaje. Así que despegué por completo la vista de mi laptop encima del escritorio y tomé el aparato electrónico entre mis manos.
¿Te gustaría salir conmigo ésta noche? Sé que te gustará :)
Era Egan. Le respondí rápidamente.
Claro. Pero, ¿a dónde?
Miré la pantalla de mi laptop nuevamente en lo que esperaba un mensaje de mi mejor amigo; estaba revisando los últimos documentos que debía entregarle a mi jefa el lunes, los cuáles consistían en agendar citas, revisar lo qué tenía pendiente para el lunes, cuándo sería la próxima reunión, etc. Sin embargo, entre los muchos documentos que Maya me había mandado el viernes (ya que no estuvo en la oficina y supuse que salió a cazar cuentas), me sorprendí al ver un listado con muchos nombres. Pero no nombres cualquiera.
El título decía "Cuentas a negociar", y los nombres de las empresas estaban en orden alfabético. No reconocí a muchas, pero otras me sonaban de algún restaurante caro. Y recordé que muchos ejecutivos estaban en una especie de competencia para ganar el puesto de la vicepresidencia o mejor aún, el del jefe de Solutions Evans. Lo cuál a su vez me resultaba imposible porque Bruce y Maya me habían dejado en claro que la empresa solo había estado a cargo de los Evans por muchos años. Entonces, ¿por qué molestarse en sorprender a Bruce con contratos que prometían mucho, si de todas formas él me pondría a cargo a mí de la empresa? ¡Y eso que yo era asistente, no ejecutiva! A-S-I-S-T-E-N-T-E.
Era más que obvio que Bruce solo querría que el legado familiar se mantuviera. Nada más. Apuesto a que ni creía que yo en verdad podría manejar aquella empresa.
Lo pensé detenidamente, repasando el plan de Elowen en mi cabeza. Finalmente tomé una pequeña foto a la pantalla de mi laptop, al listado específicamente, y se la mandé por WhatsApp. Agradecí que me hubiera dado su número. Bajo la foto escribí:
Son las cuentas que quiere conseguir mi jefa. Y parecen muy buenas. ¿Qué hago? Yo no podría conseguirlas por mí misma ni de chiste.
Miré en la bandeja de entrada que Egan me había enviado un nuevo mensaje, y entré al chat.
Es sorpresa, linda. Pasaré por ti a las ocho. No hace falta que te pongas nada formal.
Sonreí y le contesté con un "está bien" junto a un corazón. No me vendría mal pasar un tiempo agradable fuera de la mansión y de tantos problemas o preocupaciones.
Mi celular sonó indicando una llamada entrante de Elowen, y respondí.
-Hola, Elowen.
-Ojitos verdes, para empezar déjame decirte que esas cuentas no son tan buenas como crees -informó, y casi pude ver como rodaba los ojos-. Yo tengo mejores contactos que esos. Y esos mismos son los que te enviaré en un momento, cariño.
Parpadeé, perpleja.
-P-Pero, ¿esperas que negocie con ellos? Sabes que soy una simple asistente y...
-Cuando llegue el momento, negociarás con ellos -corrigió, decidida-. Mientras tanto, el plan es presumir tu intelecto. Así que presta atención a todas las reuniones de directivos. Observa en silencio. Escucha. Y luego, vendrán las propuestas.
Me imaginé a Elowen con una sonrisa astuta, mirándose sus largas uñas rojo sangre mientras hablaba conmigo por teléfono.
-Entiendo, ¿y qué se supone que proponga? -cuestioné, echándome en el respaldo de la silla giratoria.
-De a poco, ojitos verdes -aseguró con voz calmada y orgullosa de lo que se vendría-. Hay cosas en las que no puedo ayudarte tanto. Pero cuando estés al tanto de la empresa completamente, sabrás cómo actuar y qué decir. Solo mantente y mantenme al tanto, cariño.
Asentí con la cabeza por más que ella no pudiese verme.
Realmente no sabía a lo qué se refería Elowen. Ella parecía tenerme mucha confianza y me creía capaz de manejar ciertas cosas. Así que decidí yo también confiar un poco más en mí.
No sé cómo, pero yo podría con todo.
Luego de contestarle a mi mejor amigo de forma distraída, cerré la laptop y me puse de pie, soltando un suspiro. Estiré mis brazos y mis piernas, adormecidos por estar en una misma posición por mucho tiempo. De pronto recordé la chaqueta de Andrew, la cual había dejado yo misma lavando y secando en el cuarto de lavandería, así que me dirigí hacia ese lugar a paso rápido. No fui consciente de mis ganas de volver a ver a Andrew hasta que tuve en mis manos la prenda masculina, cuyo aroma a su perfume no había desaparecido del todo.
Entonces me vi a mí misma preguntándome, ¿qué demonios estaba pasando conmigo? ¿Qué era lo que había sucedido entre mi guardaespaldas y yo en el jardín hace una hora atrás? ¿Por qué, si era solamente atracción sexual lo que teníamos, me afectaba tanto su indiferencia?
«Sí hay algo que nos conecta aparte de mi trabajo como tu guardaespaldas, es el sexo. Nada más. No soy tu amigo, ni mucho menos tu amante. No soy nadie importante en tu vida para que te preocupes por mí, ¿bien? Eso es un sentimiento. Y entre nosotros no hay tales cosas.»
Sus palabras vinieron a mi mente de golpe, recordándome de que existía la posibilidad de que todo eso sea cierto, pese a que lo dijo en un momento de enojo. Decían que los ebrios nunca mienten, pero, ¿y qué hay de las palabras que se dicen estando uno enojado? ¿Son más verdaderas que las que dice un borracho?
Apreté la prenda contra mi pecho, pensativa. Tenía que hacer algo con este nuevo sentimiento que estaba creándose por quién no debía. Debía recordarle a mi estúpido corazón que todo esto era nada más que un juego sexual entre mi guardaespaldas y yo. Que aquí solo mandaban el deseo y la lujuria, no el amor ni nada parecido.
-¿Está lista?
Pegué un respingo ante una segunda voz en la lavandería, y rápidamente di media vuelta hacia la puerta de esta ya que me encontraba de espaldas. En efecto, mis ojos comprobaron lo que mis oídos habían sospechado ante el tono de voz masculino; mi guardaespaldas me observaba desde el marco de la puerta, apoyado en ella y de brazos cruzados. Su mirada caía en mí de forma neutra, casi indiferente.
-¿Qué? -solté, desconcertada. Andrew movió su cabeza hacia su chaqueta en mis manos, obviando a lo qué se refería. Me sentí tonta por un instante-. Ah, s-sí. Acaba de secarse -se la tendí de forma torpe, sin moverme desde mi lugar. Por lo mismo que él fue quién tuvo que aproximarse a mí.
La tomó en manos, observándola. Pero ante mi silencio, sus ojos azules cayeron sobre mí, de pronto curiosos.
-¿Y ahora qué te sucede? -preguntó con una ceja alzada.
-¿Qué me sucede de qué? -cuestioné, parpadeando varias veces. La atención que me dedicaba mi guardaespaldas desde su altura me resultaba un poco incómoda. Me sentía nerviosa de repente.
Abrió sus labios para responder lo que acabaría por ponerme más nerviosa aún:
-Estás muy sonrojada.
Y entonces fui consciente de lo caliente de mi rostro. Aún así llevé mis manos a mis mejillas como si todavía quisiera comprobar lo obvio.
-Tengo frío solamente -contesté sin pensármelo. Al instante quise darme una palmada en el rostro, avergonzada. Pero ya era muy tarde para decir algo más, porque la sonrisa divertida y burlesca de Andrew yacía en su rostro.
-¿Tienes frío y por eso estás muy roja? -inquirió, acercándose peligrosamente a mí. Su aroma a cigarrillos mezclado con el olor a menta de su aliento nubló mi mente por un momento.
Retrocedí de forma inconsciente.
-Eso es posible, ¿sabes? -defendí, mis ojos dirigiéndose a sus labios sin poder evitarlo.
La mirada azulada del chico pelinegro bajó hasta mi boca, acercándose cada vez más. Fui demasiado incapaz de pensar en lo peligroso de la situación; la puerta abierta, nosotros en aquella posición, mis padres en la mansión junto a todo el personal.
-Pero no en su caso, Srta. Evans -contra-atacó, divertido, sus labios rozaban mi mejilla izquierda. Sus manos estaban a cada lado de mí, sobre la lavadora, impidiéndome escapar. No tuve idea de cómo habíamos acabado así.
Si fuera otro el momento, si nosotros estuviéramos completamente bien, me habría atrevido a jugar a su jueguito de roces. Pero extrañamente quería respuestas, no simplemente sexo. A mi mente había venido el recuerdo de Andrew y yo en el patio, y la manera en que nos habíamos sentido allí, con nuestros cuerpos pegados, nuestras miradas brillando de una forma inusual, acabando de descubrir algo nuevo. Y luego, mi guardaespaldas volvió a colocar un muro entre nosotros. Pero yo estaba segura de que él lo había sentido. No sé qué, pero algo había sucedido. Lo cierto era que me molestaba que él me tratara con indiferencia; como si nada hubiera pasado.
Tal vez nada pasó para él.
¿Y si era eso? De todas formas, ¿qué sucedía conmigo?
-Y-Yo... -Me aparté de golpe-, tengo cosas que hacer, ¿sabes? Y ya te di tu chaqueta así que -me alejé hasta la puerta, tratando de mantenerme indiferente.
Casi fui capaz de salir del cuarto de lavandería. Planeaba cortar cualquiera cosa que empezara a surgir por el chico de ojos azules. Sin embargo, cuando él me tomó del brazo y jaló suavemente hacia atrás, para que después la puerta fuera cerrada, supe que él no pensaba colaborar. Lo siguiente que supe fue que mi cuerpo impactó contra la lavadora y mis pechos fueron apretados contra el pecho duro de mi guardaespaldas. Sus manos se colocaron encima de la lavadora, a cada lado de mi cuerpo, dejándome una vez más sin salida.
-Heather -murmuró, mirando mis labios.
-Andrew, no deberíamos estar aquí -interrumpí, colocando mis palmas abiertas contra su pecho, con la intención de apartarlo. Aún así, no fui capaz de empujarlo.
-¿Por qué? Solo estamos en la lavand...
-Juntos -aclaré, frunciendo el ceño. Desvíe la mirada de sus labios, pero mi nariz no fue capaz de ignorar el perfume masculino que emanaba su ropa. El aroma a menta que desprendía su boca, acompañando de un leve olor a cigarrillos.
-¿Por qué me estás evitando? -preguntó, confuso y curioso.
-¿No es lo que has estado haciendo tú? -devolví, molesta, pero sin poder controlar del todo mis ansias de pegar más mi cuerpo al suyo. Sentirlo.
El chico con tatuajes acercó su boca a mi oído, rozando el lóbulo de mi oreja. Su aliento caliente hizo que un escalofrío me recorriera por completo.
-Ya me disculpe, ¿recuerdas? -murmuró-. Sé que he sido un completo idiota contigo últimamente, y que a veces soy muy indiferente. Pero lo cierto es que me es tan difícil controlarme cuando estás cerca...
Mi corazón comenzó a latir rápidamente, y mi respiración se entrecortó cuando él pegó más su cuerpo al mío. Sus manos tomaron mis caderas con algo de posesión, y sus dientes apretaron el lóbulo de mi oreja. Solté un suspiro y, sin querer esperar más, acerqué mis labios a su cuello mientras que él me apretaba contra su cuerpo. Besé su piel, lamí, mordí un poco. Todo lentamente. Las manos de Andrew viajaron hasta mis muslos.
-Hoy me arriesgo, muñeca -Escuché que dijo con voz ronca.
No entendí a lo que se refirió, hasta que mis pies dejaron de tocar el suelo y la piel de mis muslos hicieron contacto con la fría superficie de la lavadora. No me dio tiempo a reaccionar e intentar detenerlo, porque lo siguiente que sucedió fue que Andrew tomó mis piernas y las dejó a cada lado de su torso, para él interponerse entre ellas y acercar su rostro al mío.
Antes de que pudiera decir palabra alguna o intentar alejarlo, él tomó mi rostro y estampó sus labios contra los míos de forma brusca, posesivo. No tardó nada en abrirse paso entre ellos y devorarlos con ansias y ganas. Agarré sus muñecas, pero dejé que hiciera con mi boca lo que quería. Ahora todo mi cuerpo se sentía caliente. Una pequeña llama que solo el chico con tatuajes era capaz de, no apagar, sino avivar más. Porque eso era justo lo que ambos queríamos.
Si había quedado una pequeña parte de mí cabeza que era capaz de pensar con coherencia, terminó por esfumarse por completo cuando Andrew acercó cierta parte muy despierta de su cuerpo a mi centro tan palpitante. Gemí contra su boca y él no perdió el tiempo para introducir su lengua, rozando a su vez la mía. Ambos empezamos una pequeño juego de roces, y sentí mi centro palpitar con más necesidad cada vez que él se restregaba contra mí. Podía sentir su dureza pese a que nuestras pieles estaban resguardadas por la tela de la ropa. Sin embargo, eso no parecía ser un problema por más tiempo.
-Sabes que pueden vernos en cualquier momento, ¿no? -murmuré cuando tuvimos que detenernos para tomar aire. Estábamos agitados, calurosos, y ansiosos por llegar a más.
La mirada de Andrew se tornó de un azul profundo en algún momento, y su pecho subía y bajaba con cierta irregularidad.
-Entonces será mejor que lo disfrutemos mientras podamos -opinó, y acto seguido tomó la parte inferior de mi blusa para comenzar a subirla hasta mis hombros, cabeza y finalmente afuera.
Cuando él relamió sus labios al ver mis pechos aún cubiertos por el sostén, supe que lo que pasaría a continuación, podría llevarme al cielo, pero que también la caída traería varias consecuencias terribles.
Y aún así, acepté el reto.
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