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CAPÍTULO 6 | HEATHENS

(***)

Vas a amar al monstruo sentado a tu lado

Tendrás  algunas personas raras sentadas a tu lado

Pensarás: ¿Cómo llegué aquí, a tu lado?

Pero después de todo lo que he dicho no olvides que...

Cuidado.

—¿Todo en orden? —preguntó Matthew cuando llegué hasta él.

Terminé de colocarme mi chaqueta y asentí.

Era una noche fría en la ciudad, y podía ver el vaho salir de la boca de algunos de los hombres de seguridad. Por órdenes del señor Bruce, parte de sus trabajadores se quedarían cuidando de la mansión y los demás irían con la familia Evans hacia el evento del hotel.

Yo incluido, como era de esperarse, para cuidar a la chica rubia que, sí no venía de nuevo el asesino, se suicidaría ella misma.

Tenía doble trabajo. Cuidar que no le hagan daño, y cuidar que ella no se haga daño.

—Escuché que el señor Bruce te citó de nuevo a su oficina hoy en la mañana —mencionó Matthew, curioso.

—Sí —afirmé—. Quiere que mi única prioridad  esta noche sea su hija.

—Aún teme que vuelva el asesino —aseguró más que preguntar.

Lo miré curioso.

—Es poco probable que ocurra—dudé.

Matthew me lanzó una mirada significativa.

—¿Por qué lo dices? —sonrió ladino.

Lo miré con una mueca que si la describimos diría "¿En serio lo preguntas?".

—Yo no volvería tan pronto a la escena del crimen después de matar a uno de los hijos de una de las familias más poderosas y adineradas. Sería muy tonto si hiciera algo así. Menos ahora que hay mucha más seguridad.

—¿Quién dice que el asesino volverá a este lugar?

—¿Crees que decida atacar hoy, en el evento del hotel?

Él se encogió de hombros levemente.

—Tal vez sí. O tal vez, como dices tú, no sea tonto.

Antes de que pudiera seguir intercambiando palabras con mi padre, la familia Evans salió de la mansión lista para partir. Matthew abrió la puerta de la camioneta para la señora Evans y yo la puerta trasera para Heather.

Ella me lanzó una mirada llena de frialdad y tomó parte de su vestido rojo para subir fácilmente. Sin decir una sola palabra, la miré sin expresión alguna y cerré la puerta.

—Son cuatro las camionetas que los acompañarán —avisó él cuando partió el auto—. Irás conmigo, Andrew.

Asentí y lo seguí.

No hacía mucho tiempo que me había mudado a esta parte de Estados Unidos. A tan solo una semana de haberme instalado aquí, Matthew consiguió hacer que el señor Evans me diera trabajo, asegurandole que estoy lo suficientemente capacitado para tomar el papel de guardaespaldas.

Lo cual no era mentira. Estudié tres años defensa propia y manejo de cualquier tipo de armas. Gracias a esto, también pude lograr dominar mi puntería y mis ataques con cualquier arma blanca.

Ahora bien, podría estar haciendo cosas muchas más importantes y emocionantes. Pero aquí estoy. Haciendo el papel de niñero más que guardaespaldas. No mentiré, la paga es demasiado buena considerando lo poco que hago. Pero me gustaría hacer algo más... emocionante y con mucha adrenalina.

«Sí ese asesino no aparece de nuevo, moriré de aburrimieno» Pensé soltando un suspiro mientras miraba por la ventana.

—¿Cómo has estado, Andrew?  —preguntó Matthew de pronto con interés.

Entendí a lo que se refería.

—Hasta ahora no he roto ninguna pared —respondí con simpleza—. Tampoco le he disparado a nadie.

—Entonces sigue tomando tus medicamentos —me miró de reojo.

—No me digas que hacer. Ya lo sé.

—Marlon Malak fue el psicólogo de esta familia —cambió de tema, logrando así llamar mi atención.

—Me enteré cuando llevé a Heather a una sesión con él. —comenté acomodándome mejor en mi asiento—. ¿Hace cuánto que trabaja para los Evans?

—Cuando yo llegué él estaba aquí. Daryl y Heather eran muy pequeños. —pareció pensarlo un poco—. Calculo que Marlon tendría unos veintiséis.

Asiento con la cabeza y me quedo en silencio.

—¿Dijo algo en especial cuando te vio? —quiso saber Matthew.

Negué.

Y así era mejor. Cualquier cosa que estuviera relacionado con mi pasado, no quiero que esté en mi presente. Pero supongo que para mi mala suerte vería a Malak seguido. Y solo espero que no se le ocurra mantener alguna conversación conmigo más allá del clima.

Al llegar al hotel visualizo a muchos autos de lujos estacionados. Hay muchísimas personas de la clase alta en el lugar entrando al hotel. Al bajar del auto casi pude identificar los perfumes caros. Cada uno diciendo claramente cuánto dinero tenía su respectivo dueño.

—Nosotros cuidaremos a los Evans desde lejos —me dijo Matthew cuando llegó hasta mí —. Pero estoy seguro de que el señor Bruce te quiere cerca de la señorita Heather.

Evité rodar los ojos y soltar una grosería.

—Tengo otro trabajo, padre —repliqué entre dientes.

—¿En este lugar, Andrew? —cuestionó entre sorprendido y con una mirada desaprobatoria.

—No te preocupes. Lo tengo todo controlado.

—Espero que tengas claro que no podré ayudarte esta vez, Andrew.

—Lo sé. Y no hace falta de todos modos.

Ambos nos quedamos callados cuando el señor Bruce se acercó a nosotros a paso firme.

—Buenas noches, señor —saludó él y yo solo moví la cabeza en su dirección.

—Matthew, quiero a tus hombres vigilando el auto. Y tú, Andrew, por favor no le quites de encima tus ojos a Heather. Estoy seguro de que no querrá estar tanto tiempo aquí y se irá a merodear el hotel.

—No se preocupe, señor —Dije.

Cuando el señor Evans regresó a su mesa con su esposa y Heather, Matthew me lanzó una última mirada de advertencia y se fue. Por mi parte fui a buscar una copa sin alejarme tanto de la familia. Caminé entre las mesas y personas que se acomodaban para comenzar a cenar en lo que el dueño del hotel se preparaba para dar un discurso. Cuando llegué hasta el hombre que daba las bebidas le pedí una copa de champagne y mientras esperaba a que me la sirviera, saqué mi celular.

Miré con atención el mensaje que me había enviado, analizándolo.

Desconocido: ¿Entonces que pretendes que lleve para que me identifiques?

Observé rápidamente todo el lugar. Hasta que al fin di con una solución; en el hotel habían muchas plantas de flores que se encontraban en macetas. Todo era para decoración del hotel. También habían árboles pequeños y bien cortados.

—Aquí tiene joven —dijo el hombre de la barra, colocando la copa frente a mí. Saqué mi billetera pero él me detuvo—. Cortesía del señor Hopkins.

No hice más que asentir. Pero cuando el hombre se estaba por alejar, lo detuve con mi siguiente pregunta:

—¿Sabes a qué hora comenzará a dar el discurso el señor Hopkins?

—Está previsto para las diez en punto, joven.

—Muchas gracias.

Tomé de nuevo el celular y comencé a escribir.

Yo: A las diez y media, ubícate lejos de las personas, en el ventanal cerca de los únicos rosales del hotel y luego dibuja una equis sobre tu pecho. Espero que disfrutes de tus últimos minutos de vida, princesita. Porque no fallaré.

Cuando llegó una respuesta afirmativa, procedí a sacarle el chip al celular y guardarlo en mi chaqueta. Tomé de un trago toda la bebida de la copa y me puse de pie para después dirigirme hacia los baños del hotel.

En el baño no se encontraba nadie por suerte. Ni siquiera en los cubículos. Así que procedí a sacar mi arma y revisar que todo estuviera en orden. La cargué y cuando le coloqué bien el seguro la volví a colocar a un costado de mi chaqueta para que no se viera.

Miré mi reflejo en el espejo, convenciendome de que todo saldría bien.

—Maldición, no seas imbécil Andrew —me dije molesto—. No es la primera vez que haces esta mierda.

«Con la diferencia de que me estoy arriesgando más por estar en un lugar con muchas personas» Pensé para mis adentros.

Sea como sea, el discurso estaba por comenzar. Así que lavé mi rostro para tranquilizarme y emprendí camino hacia la salida del baño.

Solo esperaba que nada saliera mal.

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