Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 3 | NEVER TOO LATE

(***)

Incluso si te digo que todo estará bien

Aún te escucho decir que quieres acabar con tu vida

¡No! ¡Mi niña!

¿Qué es lo que le pasó? ¡Llamen a una ambulancia!

¡Heather, hija, no cierres los ojos! ¡Por favor quédate conmigo!

¡Señora, Lindsay! ¿Qué está pasando?

¡Egan! ¡Mi niña! ¡Mi niña está muriendo!

Abrí los ojos y me incorporé en mi cama, exaltada. Mi corazón latía un fuerza y mi cuerpo estaba un poco sudoroso. Observé con detenimiento mi cuarto: oscuridad. Apenas entraba una luz por la ventana.

¿Qué fue lo que sucedió?

Inconscientemente me miré las manos solo para comprobar que no estaban las pastillas.

—¿Se encuentra bien? —casi grité horrorizada al oír una voz en mi cuarto. Dirigí mi vista hacia la dirección de su causante, solo para encontrarme con la silueta de Andrew sentada en un sofá al otro lado de la habitación. Gracias a la oscuridad de ésta, no me había percatado de su presencia.

¿Qué hacía él en mi cuarto?

Al parecer mi rostro expresó la interrogante perfectamente, ya que él lo explicó con su habitual tranquilidad que a veces me resultaba inquietante.

—Te quedaste dormida en el baño luego de haber llorado. Y Te traje hasta tu cama luego de comprobar que no consumiste ninguna pastilla.

—No puedes estar en mi habitación —balbuceé, nerviosa.

—Solo quería asegurarme de que no intentará nada como eso otra vez.

—No pude hacerlo a la primera, Andrew. A la segunda me acobardé y ya no creo que haya una tercera contigo siempre cerca —señalé con brusquedad.

—La muerte no es la mejor opción, Srta. Evans —aseguró, acomodándose de mejor manera en el sofá de cuero rojo. La luz de la luna me permitía ver parte de su rostro y sus azules ojos que en ese momento eran lo que más resaltaban—. No en este caso, al menos.

Apreté las sábanas contra mi pecho.

—Tú no sabes como me estoy sintiendo, Andrew —repliqué—. Y mejor guardate tus consejos sobre lo que es mejor o no, porque no me servirán.

Él se quedó en silencio. Su mirada nunca se apartó de la mía. Me dio la sensación de estar analizándome, buscando las palabras correctas.

—No quieres acabar con tu vida. —concluyó.

Solté una risa sarcástica.

—Obvio no. Solo quise intentar volar aquella noche en la azotea del hospital, y hoy solo quise dormir para siempre.

Él no pareció inmutarse ante mis palabras llenas de sarcasmo.

—No quieres acabar con tu vida, Heather —repitió—. Lo único que realmente quieres es matar lo que está dentro de ti; el dolor.

Ahora fue mi turno de guardar silencio, incapaz de llevarle la contraria. Jamás lo había visto de ese modo.

Andrew se puso de pie y soltó un suspiro. Me dedicó una mirada de advertencia.

—Será mejor que duermas. —evité rodar los ojos—. Mañana por la mañana vendré por ti.

—¿Para qué? —pregunté con curiosidad.

Él se dirigió hasta la puerta y la abrió.

—Tu padre me dio órdenes específicas de llevarte con un psicólogo. Así que irás a tu primer terapia mañana.

Y antes de que pudiera negarme, salió de la habitación cerrando la puerta detrás de sí.


***


Al día siguiente, muy temprano, me levanté gracias a los insistentes golpes en mi puerta causados por Andrew, quién me amenazaba con entrar a la habitación por mí y levantarme él mismo si no lo hacía por mi cuenta. Más de una vez solté una maldición por lo bajo, pero obedecí a regañadientes.

Anoche, luego de que él se fuera, no logré conciliar otra vez el sueño. Y cuando al fin pude conseguirlo, me dio la sensación de haber podido dormir solo una hora antes de que mi odioso guardaespaldas/niñero me fastidiara.

—¿Dónde están mis padres? —demandé saber cuando llegué hasta la cocina y lo vi haciendo el desayuno. Lo cual me pareció raro ya que habían personas que se encargaban de eso.

Andrew me miró de reojo unos segundos antes de volver con lo suyo.

—La señora Lindsay está en casa de sus amigas, y el señor Bruce está en su empresa —respondió con seriedad, pasando por alto mis expresiones malhumoradas.

Tomé asiento en la silla de la ísla y solté un bufido.

—Si no te pagaran por cuidarme diría que te preocupas por mí más que mis propios padres —rodé los ojos cuando puso el plato con comida frente a mí —. Si sabes que hay empleados que hacen esto, ¿no? ¿O aparte de mi guardaespaldas eres mi chef personal?

Andrew tomó asiento frente a mí y la mirada que me lanzó me hizo saber que estaba perdiendo la paciencia.

—Guardate tus berrinches odiosos para tus padres y come.

Fruncí mi ceño.

—No me digas que hacer.

—No me hagas enojar.

Rodé los ojos y comencé a comer en silencio mientras él se entretenía con su celular haciendo no sé qué. Aproveché que su atención estaba en el aparato tecnológico y con disimulo lo examiné ahora que lo tenía más cerca.

Su piel era clara, pero no pálida. Sus ojos azules en este momento estaban más claros que anoche u otras veces que lo haya visto. Su nariz era respingada, perfecta. Labios rojizos y finos. Y sus cejas estaban perfectamente perfiladas sin perder su toque masculino. También me percaté de que tenía varios tatuajes en el cuello.

El típico chico con fachada de badboy.

—¿Ya terminaste?

Su voz me trajo de vuelta a la realidad, causando un respingo de mi parte. Creí que era una especie de reclamo por observarlo mucho, pero luego caí en cuenta de que se refería a mi desayuno.

Miré mi plato como tonta, recordando que había terminado mi desayuno mientras lo miraba. Levanté la vista hacia él, avergonzada.

—Sí.

—Bien. Vámonos.

Por suerte pasó desapercibido mi descaro al mirarlo tanto tiempo. O, por lo menos, lo ignoró para no incomodarme.

O ya está acostumbrado.

Al pasar el portón que dividía la mansión de la calle, me percaté de que no iríamos con el psicólogo en algún auto que sea de propiedad de mis padres. Al parecer era el auto de Andrew.

Él abrió la puerta del copiloto, haciéndome una seña con la cabeza para que entrara y así lo hice. Una vez dentro, hizo rugir el motor y avanzamos por la ciudad en silencio.

—¿Puedo poner música? —pregunté con timidez—. No me gusta estar en silencio.

—Lo que le haga sentir cómoda, Srta. Evans.

Lo miré curiosa mientras buscaba qué poner.

—¿Por qué de pronto tanta formalidad? En la mañana se te olvidó que soy la señorita Evans —señalé, dejando sonar Boulevard of broken dreams de Green Day.

—Pues al parecer no te gusta que me dirija a ti como "usted", ¿o me equivoco? —preguntó.

—No —sonreí levemente por la canción. Mi hermano era fan de esa banda y otras más. Él fue quién me mostró la verdadera música.

—Entonces problema resuelto, Heather.

Ignorando lo que dijo, comencé a cantar la canción por lo bajo mientras miraba por la ventana.

Camino por una carretera solitaria

La única que he conocido

No sé a donde va

Pero para mí es mi hogar y camino solo

Para mi sorpresa, Andrew también se une aunque a un volumen mucho más bajo.

Camino por esta calle vacía

En el boulevard de los sueños rotos

Donde la ciudad duerme

Y soy el único y camino solo

Camino solo, camino solo

El resto del viaje se podría resumir en que cada uno estaba en su propio mundo. Y extrañamente no fue incómodo. Pues, ¿de qué más hablaríamos? Después de todo éramos unos desconocidos el otro del otro.

Mi mente viajó una vez más al pasado. A veces no lograba asimilar que mi hermano había muerto hace unos días atrás. De tan solo pensarlo, un vacío en mi pecho me invadía. Por lo que, desesperadamente, buscaba mantener mi mente ocupada en otras cosas.

—La señora Lindsay me dijo que Marlon es un amigo cercano a la familia —dijo de pronto Andrew, estacionando el auto cerca de un edificio grande y color blanco mayormente—. Por eso confía en que estarás bien con él.

—¿Marlon? —fruncí mis cejas, confundida. Pues el nombre no me sonaba.

—Sí. Fue tu psicólogo y el de Daryl cuando eran niños.

De pronto a mi mente vino el rostro de un hombre joven de cabello rubio, ojos almendras y sonrisa gentil. Sí, lo recordaba.

Andrew salió del auto e hice lo mismo. Luego de colocar el seguro a las puertas, caminamos hasta la entrada del edificio hasta llegar a recepción, donde una chica joven nos atendió.

—Heather Evans tiene una cita programada para esta hora —explicó Andrew con su habitual seriedad, cosa que pareció intimidar a la chica un poco. Con dedos temblorosos, tecleó algo en la computadora y leyó en silencio.

—Sí. Él la atenderá en un momento, joven —informó—. Pueden esperarlo en la sala.

Andrew asintió y conmigo siguiéndole mientras miraba el lugar, tomamos asiento en unas sillas acolchonadas que estaban pegadas unas al lado de las otras. Diría que el lugar era caracterizado por su color blanco y decoración simple pero bonita.

—¿Crees que funcione? —pregunté de pronto al chico de ojos azules.

—¿El qué?

—La terapia —respondí volteando a verlo, encontrándome con su perfil.

—Es posible. Pero tendrás que ser constante.

Me crucé de brazos y solté un bufido.

—Ojalá pudiera lograr que olvide la pérdida de Daryl.

—Estoy seguro de que te ayudará a sobrellevarlo.

Recordando de pronto sus palabras en el cementerio, le pregunté con cautela:

—¿Has perdido a alguien que amabas mucho?

Él guardó silencio y temí haber abierto una vieja herida, o haberme visto muy entrometida.

Andrew giró a verme un momento antes de responder.

—Sí.

—¿Te ayudó la terapia?

Volvió su vista al frente y soltó un suspiro, tal vez ya cansado de mis preguntas entrometidas.

—No —respondió—. Algunas personas crean sus propias terapias, ¿sabes? Unas pintan, cantan, escriben o hacen alguna otra cosa que les sirve para poder sentirse mejor.

Quise preguntarle que fue lo que lo ayudó a sobrellevar la pérdida de un ser querido, pero la presencia en la sala del psicólogo me interrumpió, obligándonos a ponernos de pie.

Marlon caminó hasta nosotros y nos regaló una sonrisa.

—Andrew, un gusto verte de nuevo, muchacho —él asintió en modo de saludo—. Heather Evans, cuánto has crecido.

Le regalé una sonrisa algo tímida. Pero la verdad es que quería preguntar a Andrew si él había tenido sesiones con Marlon y hace cuanto. Pero me guardé las interrogantes al ver su mirada de advertencia. Marlon me hizo seguirle hasta su consultorio luego de que mi guardaespaldas me dijera que me esperaría afuera.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro