Capítulo 25 | RIGHT HERE
(***)
Y me importan una mierda tus amigos
Yo estoy aquí
Lamentablemente había tenido que faltar a la empresa durante la mañana. La noticia no le había sentado para nada bien a mi padre como era de esperarse, sin embargo me había sido imposible salir de cama. No porqué estuviera enfermo, sino porque mi cabeza no paraba de dar vueltas y cada vez que trataba de dormir en las noches, despertaba más cansado. Cómo había sucedido el día de hoy.
Creí que era cosa de mi presión arterial, o del exceso de trabajo en la empresa y la universidad. Pero también sabía que no era así. ¿Por qué estaba teniendo tantas pesadillas últimamente? ¿Por qué en todas ellas participaba cierta chica rubia y de ojos verdes? También Daryl y... Andrew.
¿Por qué tenía pesadillas con aquel tipo?
—¿Cómo te sientes, hijo? —preguntó Nana luego de entrar al cuarto. Portaba una bandeja con el desayuno en manos.
—Mejor, Nana —sonreí, desganado, sosteniendo una rejilla húmeda contra mi frente. Estaba seguro de que no tenía fiebre, pero la anciana frente a mí sí lo creía y por eso me había obligado a usarlo.
—¿Seguro? Te ves un poco pálido, Egan —dejó la bandeja en la mesita de luz y se acercó a mí, preocupada. —. Ay, hijo. Deberíamos llamar a un doctor. Hace días que vienes quejándote del dolor de cabeza.
En realidad había tenido ese problema hace unos años atrás. Nana no lo sabía ya que nunca quise decírselo porque me parecía algo... irrevelante. Asumí que solo me sucedía cuando me estresaba demasiado. Una simple jaqueca. Pero en los últimos meses había aumentado. Era un dolor raro; más bien mareos que experimentaba al despertar. Cómo si mi mente estuviera dormida, pero mi cuerpo despierto. Y por eso mismo me despertaba sintiéndome cansado.
También... solía escuchar voces. Voces pertenecientes a mis pesadillas y cuando recuperaba la conciencia... se desvanecían en murmuros hasta desaparecer por completo.
—Solo necesito una ducha y... tomar aire —me incorporé en la cama y Nana colocó la bandeja en mi regazo. Había jugo de naranja natural, tostadas untadas con mermeladas, y también melones cortados en pedazos.
—Espero que te hayas estado alimentando bien, hijo mío —suspiró Nana tomando asiento en la orilla de la cama, a mi lado.
Tomé una tostada y le di un mordisco.
—Claro que sí.
—No hables con la boca llena —me regañó frunciendo el ceño. Aunque volvió a mirarme con preocupación —. No te he visto mucho por aquí desde que empezaste a ir a la empresa con tu padre. Y en verdad espero que no solo estés tomando café y que en verdad te alimentes bien.
Casi me atraganto con la tostada. Era justamente lo que hacía.
—¿Egan? —me dió una mirada de desaprobación —. ¿Te estás alimentando bien, querido? Responde.
—Por supuesto, Nana. Sabes que no descuidaría por nada mi salud.
—No hables con la boca llena —casi quise reír. Ella me había obligado a responder—. Te creeré, aunque no me convences.
Le di un largo trago a mi jugo, dejandolo por la mitad.
—¿Sabes si mi madre está en casa? —pregunté siguiendo por el melón.
—No. Dijo que iría al centro comercial con algunas amigas. ¿Por qué?
Perfecto. Era todo lo que quería oír.
—Saldré un momento —una vez me terminé mi desayuno dejé la bandeja en la mesa de noche y saqué mis piernas fuera de la cama. Me dirigí hacia el placar y comencé a sacar prendas bajo la mirada curiosa de mi Nana.
—¿A dónde vas, hijo?
—Tengo que... —aclaré mi garganta—... ir a ver a Heather.
No estaba en mis planes ver a la rubia. Pero vamos, mis padres no estaban en casa y no se enterarían de que había salido cuando supuestamente estaba en cama. Nadie diría nada, ya que la mayoría de los empleados estaban de mi lado. Me adoraban. Y yo no pensaba desaprovechar la oportunidad de ver a Heather.
Además todavía debía entregarle sus pertenencias que me había dado Taylor. Sí bien la última vez que fui no me permitieron la entrada, esperaba tener suerte ahora.
—Egan —me detuvo Nana con preocupación en su voz—, no sé si deberías. ¿Y si tu padre vuelve? ¿O tu madre? ¿Qué dirán cuando no te vean aquí? Se enojarán mucho contigo, querido. Y sabes que yo no quiero eso.
Saqué un pantalón azul oscuro y un suéter azul para salir. —Volveré pronto, Nana.
—¿Y tu dolor de cabeza? ¿Podrás manejar así?
—Claro —me coloqué el suéter azul y procedí a ir al baño para ponerme el pantalón—. Solo debo devolverle sus cosas.
—Está bien —soltó un suspiro. Sabía que no podría convencerme de no ir a ningún lado—. Saluda a Heather de mi parte, querido. Y por favor, Egan, tengan mucho cuidado.
—Descuida, Nana.
Ella lo sabía. Yo mismo le había contado sobre lo que había sucedido con Heather aquella noche en la fiesta. Taylor me lo había explicado todo desde su punto de vista. Y las teorías a las que habíamos llegado, se las expliqué a Nana para que estuviera al tanto. Y ella había dicho que todo le parecía muy raro, y que tal vez aquella vez no sería la única vez escuchara de ese hombre. Me dió un escalofrío. Tan solo pensar en que Heather podría estar en peligro...
Encendía una especie de alarma en mi cabeza. Un instinto protector. Primero había sido mi mejor amigo, y de ninguna forma permitiría que a Heather le sucediera algo malo.
Media hora después me encontraba conduciendo fuera de la residencia en que vivía, la cual estaba bastante lejos de la de cierta rubia. Podría ser cerca del mediodía, no lo sabía. Pero supuse que Heather estaría en la mansión a éstas horas. A menos que hubiera salido pero conociendo lo sobreprotector que se había vuelto Bruce con ella, lo dudaba.
Hice una mueca inconscientemente cuando me percaté de que tendría que ver a Andrew de nuevo. Y solo esperaba que no me hiciera enojar con sus estúpidas órdenes porque no estaba de humor para él.
Miré el bolso de Heather en el asiento del copiloto. El objeto desprendía su aroma; una mezcla de rosas y menta.
Y eso fue suficiente para llevar mi mente al pasado.
Estaba en penúltimo año de secundaria cuando mi interés por la hermana de mi mejor amigo se hizo más fuerte. Lo que había comenzado como una inocente amistad de niños, al crecer, habían aparecido sentimientos más profundos. Y estaba mal. Al menos para mí en ese momento porque había cierto código de mejores amigos el cual incluía no meterse con las hermanas de tus amigos. Y Daryl era muy celoso y sobreprotector con su hermanita. Él la veía como a una niña la cual debía cuidar del mundo... y de los chicos.
Me hacía gracia ver cómo Heather me pedía que le cubriera la espalda cada vez que ella hacía de las suyas en el instituto. Conocía a dos Heather: la inocente, divertida y muy correcta rubia que solo se presentaba frente a sus padres o a su hermano. Y luego estaba su otra versión, la que más me encantaba de ella; coqueta, atrevida y persuasiva. Sí, esa Heather era la que la mayoría de los estudiantes en el instituto conocían. Y la que yo conocía.
Supongo que fue esa versión de ella la que me atrajo. Su verdadero yo.
Recuerdo cuando Heather siempre me pedía que guardara sus secretos que incluían chicos. Más de una vez la había pillado besándose con algun chico en los pasillos del instituto, sino es que también la veía en los rincones de la biblioteca haciendo... otras cosas. No follando, claro. Pero sí toqueteándose con algún chico nuevo. Y hasta me daba igual. Era una de mis mejores amigas, y no sentía celos más lejos de los de un amigo. Además la había conocido de pequeño y sabía que ella jamas podría gustarme por eso.
O eso creí. Porque mientras más conocía esa faceta suya, más me atraía. Heather era divertida, atractiva y muy coqueta. Y lo mejor era que no se daba cuenta cuando lo era.
Pero mientras ella se seguía enrollando con un chico diferente junto a sus amigas, divirtiéndose como la adolescente que era, yo pasé de ser su mejor amigo a ser un triste espectador más. Deseoso de ser algo más. Pero ella jamás me había visto de otra forma. Incluso me consideraba su hermano.
Y honestamente, me resigné. Preferí tenerla como amiga, a no tenerla. Porque sabía que las cosas entre nosotros dos jamas sería la misma si dejaba salir mis sentimientos a flote. Ella lo había dicho indirectamente.
—Tú eres mi segunda persona favorita luego de Daryl, Egan. ¡No sé que haría sin ti! Siempre estás cubriéndome la espalda, guardando mis secretos e incluso me ayudas cuando quiero escabullirme fuera de clases. ¡Eres increíble! —había dicho una vez cuando estábamos en su casa. Daryl había ido por unas bebidas mientras hacíamos la tarea del instituto, y Heather se había aparecido ahí.
Sonreí hacia la rubia, ruborizado —Eres como mi hermanita, Heather. Sabes que haría lo que sea por ti.
—¡Lo sé! Yo también te considero un hermano mayor, Egan. Gracias por estar siempre para mí.
—Debo estarlo sí quiero ganarme el corazón de cierta persona rubia—guiñé un ojo hacia su dirección. Heather soltó una risa.
—Sí pudieras ganar mi corazón sería solo temporal, creéme. Prefiero tenerte como amigo sabiendo que estarás conmigo toda la vida, a que tenerte como algo más y que luego se acabe.
Enarqué una ceja hacia su dirección, fingiendo diversión —¿Me estás diciendo que sí fuéramos novios no duraríamos mucho tiempo?
Heather soltó una carcajada y se puso de pie en aquel gran comedor, lugar donde Daryl y yo hacíamos nuestros deberes.
—No es por ti, es por mí—sonrió con coquetería—. Las leonas no están echas para jaulas. Sí me entiendes, ¿verdad? Soy un libre pajarito.
—Eres toda una rompecorazones, pequeña Evans.
Ella lo decía en serio. Y a mí no me costó nada entenderlo. Heather era buena chica, pero solo quería divertirse sin nada de compromisos. ¿Por qué yo no podía hacer lo mismo? ¿Por qué había dejado de ser el chico seguro de sí mismo con cualquier chica, cuando aquella rubia aparecía? Era simple; estaba enamorado de ella.
Perdidamente enamorado.
Y luego comencé a sentir otras cosas. Sentimientos negativos que solo me llevaron a hacerme daño emocionalmente. Y fue cuando decidí alejarme de Heather para evitar sentirme de esa forma. Pero, ¿cómo podría? Su hermano era mi mejor amigo. A menudo salíamos, iba a su casa, nos veíamos en el instituto y... en cada ocasión de esas su hermana estaba también. No me importaría de no ser por el hecho de me molestaba y frustraba no tenerla para mí.
Ya había dicho que ellos dos eran un combo. No venían por separado.
Luego salí del instituto y me fui a una Universidad que quedaba en otro Estado, y por ende tuve que separarme de los hermanos Evans. Pensé en que esa oportunidad me vendría de diez, pero tampoco me resultó. Salí con chicas, pero cuando volví a Los Ángeles y en cuanto volví a verla, me di cuenta de que no la tenía tan superado.
Y luego pasó lo de Daryl.
—¡Oye, ten cuidado, imbécil! —me gritó una mujer luego de darme un bocinazo, trayéndome a la realidad de golpe. Al parecer había cruzado un semáforo en rojo.
Tragué saliva y miré a los alrededores. Solo esperaba que la policía no me hubiera visto. Solté un suspiro y me propuse a manejar de forma correcta ésta vez, ya que ni siquiera me había percatado de que aumenté la velocidad notablemente.
Minutos después ya me encontré entrando a la residencia donde vivía Heather. Las enormes casas lujosas y calles bien cuidadas me recibieron. Algunos vecinos me saludaron con un movimiento de mano o sonrisa; la mayoría me conocía.
Estaba ansioso por ver a Heather. Lo primero que haría luego de saludarla sería disculparme por haberme ausentado tanto. Le devolvería sus cosas y realmente esperaba poder salir a comer algo por ahí con ella para poder hablar de algunas cosas y poder recuperar el tiempo perdido. En verdad quería dedicarle más tiempo a mi mejor amiga. Además también quería que me explicara ella misma lo ocurrido semanas atrás.
Cuando estuve a metros de llegar a la entrada de la mansión me sorprendí al ver un auto negro que al parecer recién había llegado. Se estacionó fuera de la mansión, cerca de la acera que daba hacia el enorme portón de barrotes. Paré el auto y me dediqué a observar con curiosidad la personas que bajaban del auto negro y de vidrios polarizados.
Tal vez eran los señores Evans.
O tal vez Andrew y... ¿esa chica quién era?
Fruncí el ceño y me recargué contra el volante, esperando poder identificar a la chica pelinegra que bajaba del auto luego de que Andrew le abriera la puerta. Era una chica de complexión delgada, baja estatura. Vestía un short negro y una blusa blanca. No pude ver su rostro ya que estaba de espaldas hacia mí, por lo mismo que solo me concentré en su cabello largo, oscuro como la noche y liso. Sin una onda.
—¿Quién es? ¿Por qué la trajo a la mansión? —murmuré para mí mismo. Intenté hacer memoria. Tal vez era una amiga de Heather.
Pero yo no recordaba a nadie como esa chica. La mayoría eran chicas un poco más... altas. Y no eran tan blancas tampoco. Más bien morenas o trigueñas ya que a la mayoría de chicas les gustaba broncearse excepto a...
Heather.
En cuanto giró la cabeza fui capaz de admirar su rostro de perfil. Y confirmé que era Heather en cuánto se rió de algo que Andrew le decía con una tonta sonrisa en su rostro.
Era mi rubia...
No me hice esperar más y salí del auto, caminando hasta ellos dos a paso rápido antes de que se perdieran entre los rosales que decoraban la entrada de la mansión.
—¡Heather! —grité llamando su atención.
Ella dejó de reír y giró su rostro curioso hacia mí. En cuanto nuestras miradas chocaron, me observó con sorpresa y luego me sonrió cálidamente. A contrario de cierto chico que me puso mala cara.
—¡Egan! —caminó hasta mí y me rodeó el cuello con sus delgados y delicados brazos.
—Hola, preciosa —saludé correspondiendo el abrazo, colocando mis manos en su cinturón. Le di una mirada a Andrew, quién se acercaba a nosotros a paso lento y poco animado.
—¿Cómo has estado? ¿Por qué no venías a verme, tonto? —se quejó luego de haberme dado un pequeño golpe en el brazo. Fingí dolor y la miré ofendido.
—¿Hace mucho que no me ves y me recibes así? De haber sabido, no venía nada, rubia —tragué saliva y sonreí apenado —. Bueno, no tan rubia.
—¡Lo sé! ¿No es genial? —movió su cabello de un lado a otro—. Me encanta como quedó.
—Sí, te queda bien —forcé una sonrisa.
El color castaño oscuro no le quedaba para nada mal. Al contrario, hacía contraste con su piel blanquecina y sus ojos verdes. Sin embargo extrañaría un poco su brillante y largo cabello rubio que caía en cascadas sobre sus hombros.
—¡Gracias! Dime, Egan, ¿has venido a verm...?
—¿Qué estás haciendo aquí? —escupió Andrew con desagrado hacia mi persona, de brazos cruzados.
Lo miré con incredulidad—¿Y a ti que te importa?
—Me importa. Soy su guardaespaldas.
—Y yo su mejor amigo.
—¿Eso crees? —elevó una ceja, burlón—. ¿Y dónde has estado todo este tiempo? Solo vienes cuando te da la gana. No creo que merezcas ese título sí ni siquiera te has preocupado por saber de Heather.
Hice una mueca, observándolo con sarcasmo.
—¿En serio? He venido dos veces ya. Y en ninguna me han dejado entrar. Y por lo que veo tampoco le han informado sobre eso a Heather, ¿verdad? —miré a la chica con ojos interrogantes.
Ella frunció el ceño levemente y miró al chico de ojos azules, confundida.
—¿Es verdad eso, Andy?
Clavé mi vista en el rostro molesto del contrario que no había apartado su mirada seria de mí en ningún momento. Se mantenía firme, casi intimidante. Pero a mí no me provocaba nada más que desagrado. ¿Quién se creía?
—Te lo había dicho tu padre, Heather —respondió con indiferencia, dándole una mirada—. Dijo que no quería ver a este chico cerca de ti.
—Pero es mi amigo, Andy. Y tú lo sabes —lo miró con molestia—. Sabes que también me negué a mi padre cuando trató de alejarme de él.
Ahora el confundido era yo. Al parecer había dejado de ser bienvenido en esa mansión pero, ¿por qué? ¿Qué tenía en contra de mí los señores Evans? Sabía que habían tenido problemas con mis padres aunque los cuatro se negaron a hablarnos a nosotros sobre ello. Nunca pregunté porque mi padre había dicho que se trataba de una simple discusión irrevelante.
—Muñeca, yo solo cumplo órdenes del Sr. Evans.
Un momento. ¿Qué dijo?
Mi mirada se dirigió a Andrew. Una mezcla entre confusión, curiosidad y... celos. Sobre todo celos. ¿Por qué rayos le estaba diciendo "muñeca"? ¿Acaso no era su guardaespaldas? ¿Y las formalidades qué?
—¿Podemos hablar en privado? —pregunté de pronto interviniendo en una posible discusión. Heather volteó a verme con pena y asintió con la cabeza.
—Claro que...
—No.
—¡Andrew! —se quejó ella—. Vete de una vez, ¿sí? Prometo no tardar.
—Heather—negó con la cabeza, frustrado—, sabes que sí tu madre se entera...
—¿Y quien se lo va a decir? —ella lo miró expectante. Reconocí esa mirada al instante. Era la misma mirada que nos daba a Daryl y a mí cuando quería conseguir algo; una mezcla entre la inocencia, persuasión y manipulación. Mala combinación sí poseías unos ojos tan hipnotizantes como aquellos.
Y al parecer yo no era el único que caía rendido con esa mirada. Vi como Andrew tragaba saliva, indeciso. Me tiró una mala mirada que suavizó en cuánto se encontró con los ojos verdes de Heather, para finalmente soltar un suspiro y asentir.
—Pero te estaré esperando en la entrada —sentenció. Y cuando vio que la pelinegra iba a rechistar añadió rápidamente —. Tómalo o déjalo, muñeca.
Heather rodó los ojos y yo también. Por motivos diferentes pero con nombres iguales: Andrew. Él me irritaba de sobre manera. No lo quería cerca de Heather.
—Vámonos —la chica me tomó de la mano obligándome a caminar lejos de allí. Llegamos hasta mi auto y en silencio me dirigí hasta el capó, apoyándome sobre éste.
A lo lejos ví como Andrew nos daba la espalda y se encaminaba hasta un hombre que reconocí como Matthew; el jefe de seguridad. Lo conocía desde mis diez años al menos, ya que en ese tiempo Bruce lo había contratado. Y desde entonces era algo así como su mano derecha, siempre iba con él a todos lados. Sin embargo ahora estaba aquí, hablando con Andrew.
—¿Todo bien? —preguntó la dulce voz de mi rubia. Bueno, pelinegra. Asentí sin muchas ganas. —. No pareces estar bien.
—No le caigo muy bien a tu guardaespaldas —sonreí sin gracia.
Heather tomó asiento a mi lado, también apoyándose en el capó. Más bien sentándose sobre él de forma delicada.
—Sí, bueno. En realidad a Andy no le cae bien nadie —rió apenada —. Lamento eso. Él es un poco...
—¿Odioso? ¿Imbécil? ¿Malhumorado?
—Y sobreprotector —concordó sacándome una sonrisa. —. Pero supongo que hace su trabajo. Creo que mi padre lo ha regañado feo. Y lo peor es que ha sido mi culpa.
Giré a verla, curioso—¿Tu culpa por qué?
Vi como Heather apretaba sus labios y le dedicaba una mirada fugaz a su guardaespaldas metros más allá, dudosa. La observé expectante y curioso. ¿Qué tanto había sucedido entre ellos dos?
—Hay cosas que debo contarte, Egan —soltó un suspiro, cabizbaja.
Me crucé de brazos y elevé mis cejas.
—Cómo me digas que Andrew y tú tienen una relación secreta me tiraré de un barranco.
Eso fue suficiente para que Heather soltara una carcajada, negando con la cabeza—Eres un celoso. Y no, no se trata de eso. ¿Cómo crees?
—De ti no me sorprendería —ataqué con diversión, fingiendo mirar el cielo con desinterés—¡Auch!
—¡Cretino! —me sobé el brazo pellizcado y reí ante el intento de mirada amenazante de aquella enana—. ¿Sabes de quién podrías esperar que se quieran follar a Andrew? Mis amigas.
Enarqué una ceja—¿Taylor y el gallinero?
Daryl y yo solíamos decirles así debido a que eran igual de ruidosas que unas gallinas cuando caminaban por los pasillos del instituto, siempre llamando la atención y riéndose demasiado alto.
Heather asintió con diversión.
—Hablando de Taylor —me separé del auto y lo rodeé hasta llegar a la puerta del copiloto. Me incliné hacia la ventana buscando algo, bajo la atenta mirada de Heather—. Me pidió que te diera esto.
Ella miró con sorpresa el bolso, en silencio. Fruncí el ceño al ver que solo lo miraba, pensativa. Abrí la boca para decir algo pero ella tomó el bolso rápidamente, con manos temblorosas. Supe que algo malo había pasado, y aunque sabía qué, necesitaba saber si Heather se encontraba bien.
—Taylor me contó lo que sucedió —murmuré observándola. Heather mordió su labio inferior, viendo el bolso en sus manos con indecisión—. Linda.
Sus ojos verdes se encontraron con los míos; angustiada.
—Egan.
—¿Qué es lo que está pasando? —pregunté con impaciencia, pero tratando de no sonar brusco.
—Creo que alguien quiere matarme.
—Lo sé.
Desvió su mirada del bolso y me miró con sorpresa—¿Cómo que lo sabes?
—Taylor me contó un par de cosas y... tenía mis teorías. Pero ahora que tú misma lo dices creo que tendríamos nuestros motivos para pensar algo así, ¿verdad? —ella asintió lentamente—. ¿Cuáles son los tuyos?
—Ya fueron dos veces —admitió—. La primera hace unas cuantas semanas atrás, cuando estaba con Andrew en el centro comercial.
—¿Cómo sucedió?
—Ese día me había escapado de la mansión y fui al centro comercial sin Andrew. Y cuando él me encontró, tuvimos una pequeña discusión donde yo intenté cruzar una calle porque no quería verlo.
»Entonces un auto manejó hacia mí a gran velocidad. Quería atropellarme, Egan. Lo supe cuando ví que no tenía intenciones de frenar.
No me fue difícil imaginar la escena. A mi mente vinieron ruidos de llantas rechinando contra el suelo, el acelerador siendo pisado con fuerza y unas manos sujetando el volante firmemente. Casi pude imaginarme el rostro asustado de Heather.
—Luego volvió otra vez por nosotros. No pudimos ver quién era, pero nos apuntó con un arma y por suerte la bala no nos dio.
Solté un suspiro y pasé mis manos por mi rostro y cabello. No lo podía creer. Ahora no me cabía duda de que Heather estaba en peligro.
¿Pero por qué querían matarla?
¿Quién?
—Y en la fiesta de Jack... —la miré con atención. Quería escuchar su versión —, me emborraché demasiado, Egan. Fui una estúpida. Una idiota.
—Hey, tranquila —tomé su mano y jugué con sus delicados dedos decorados por anillos—. Taylor me dijo lo que pasó con el imbécil de ese chico. Yo quiero saber algo más, Heather.
»Quiero saber aquello que no le contaste a tus amigas. Eso que, estoy seguro, te guardaste para ti.
Noté claramente como tensaba los hombros y tragaba saliva. Mojó sus labios y miró hacia el frente, dudosa. En esos segundos de silencio me fue inevitable observar su perfil delicado y sus finas facciones; sus pestañas que protegían unos ojos verdes brillantes y expresivos, su nariz respingada, labios rellenos y rojizos.
Perfección era solo una palabra. Y aquella chica era la definición.
—Cuando me quedé sola en la habitación, luego lo de Isaac —hizo una pausa y comprendí lo mucho que le estaba costando hablar sobre ello. Así que apreté su mano suavemente—, un hombre apareció. Tal vez era alguien joven a juzgar por su complexión física, ya que por su voz no pude descifrar mucho.
»El punto es que él me dijo unas cosas un poco raras, Egan. Me sorprendió bastante. Dijo algo sobre que... me seguía a todas partes. No recuerdo mucho ya que estaba borracha y no fui capaz de retener tanta información por más asustada que estuviera. Intenté escapar pero él me lo impidió y me gritó que no quería hacerme daño como había hecho con Daryl.
—¿Qué cosa? —no pude evitar soltar con total sorpresa. Aquello me había tomado desprevenido. —. ¿Qué tiene que ver Daryl en todo esto?
Heather volteó a verme, su rostro expresando de pronto una mezcla entre impotencia y preocupación.
—Él lo mató. Me lo dijo, Egan.
Me quedé helado. Sus palabras se repitieron en mi cabeza de forma torturosa. Y aún así no fui capaz de procesar sus palabras del todo.
Es decir, ¿qué?
Daryl Evans. Aquel chico de veintidós años que había sido encontrado muerto por su hermana en su propia casa, en su propia mansión. Aquel chico rubio que no presentaba hemorragias ni cortes superficiales.
Solo unas marcas alrededor del cuello y su rostro de un color rojizo y morado. Alguien lo había asfixiado.
La misma persona de la que hablaba Heather. ¿Pero quién era esa persona?
—Estoy confundida —admitió ante mi silencio—. No sé si quiere matarme o algo más.
—¿Por qué lo dudas? —pregunté saliendo al fin de mi trance, incrédulo.
—Dijo algo sobre que él sería el hombre que más amaría en un futuro. Y eso da miedo, ¿sabes? No sé que clase de loco es.
Apreté mi mandíbula—¿Dices que... podría estar obsesionado contigo?
Ella se encogió de hombros.
—No lo había pensado así realmente. Sería un poco contradictorio, ¿no? Es decir, intentó atropellarme y esa noche Dios sabrá qué quiso hacerme.
—Heather, esto está mal —solté un suspiro y me separé del auto, comenzando a caminar de un lugar a otro—. No creí que todo esto fuera tan grave y... ¿tus padres lo saben?
—Lo de esa fiesta, no. Lo demás sí. Egan—la miré con atención. Su mirada se tornó suplicante y seria—. Tú eres el único que lo sabe. Por favor no se lo digas a nadie.
—¿De qué hablas? ¡Tenemos que ir con la policía, Heather!
—Egan, no servirá de nada. De todas formas ya hay personas investigando la muerte de mi hermano y...
—¡No se trata de Daryl ya! —la interrumpí, frustrado—. Se trata de ti, Heather. No podemos dejar que aquel psicópata esté suelto. ¿Y tú cómo sabes que él no volverá a atacar? ¿Quién asegura que no volverá a la mansión por ti? No quiero ni imaginarlo.
»Él es un tipo peligroso, Heather. ¿Acaso no lo ves? Está loco. Sí ya mató a Daryl e incluso a Isaac, podría atacarte en cualquier momen...
—¿Isaac qué? —interrumpió, shockeada.
Me maldecí por lo bajo y me giré hacia ella, arrepentido —Heather...
—¿Qué pasó con Isaac, Egan? —demandó saber con el ceño fruncido, aunque temerosa —. ¿Lo asesinó? ¿Por eso estaba la policía cuando Andrew fue a buscarme?
Tragué saliva.
—Eso dijo Taylor.
Ella llevó sus manos a su boca, completamente horrorizada. Bajó la mirada, pensativa. Supe que no sería buena idea sí le ocultaba esa información tan importante, así que seguí hablando:
—Cuando te fuiste de ese lugar la policía llegó a los pocos minutos. Encontraron el cuerpo de Isaac sin vida en la piscina —y añadí en un murmuro—: Alguien había arrojado el cadáver desde el segundo piso luego de haberlo asfixiado.
El cabello negro de Heather se sacudió de un lugar a otro cuando ella negó con la cabeza repetidas veces, sollozando—Fue él. Estoy segura de que fue él.
—Yo también, linda —me acerqué a ella y la tomé de los hombros suavemente —. Heather, no podemos guardar esta información. Debemos ir con la policía o contarles a tus padres...
—No.
—¿Qué? —solté con sorpresa.
Aquella negación había sonado firme, aunque un poco quebrada. Cómo la voz de una chica que quería enfrentarse a los problemas luego de haber estado huyendo de ellos por mucho tiempo. Así se escuchó.
—No tengo noticias sobre nada del asesinato de mi hermano, Egan. Mi padre no habla del tema; parece que lo ignora. Y mi madre... ella está ocultando cosas. Cosas importantes. Por algo comenzó a beber tanto en las últimas semanas.
—¿Qué podría estar ocultando? —cuestioné, curioso.
—No lo sé. Pero... ellos no harán nada más que impedir que salga —me miró con ojos suplicantes—. Por eso prefiero callarlo y... resolverlo por mi cuenta.
—¿Qué? ¿Te volviste loca?
—Probablemente, Egan.
Negué con la cabeza, decidido —No. No te dejaré.
—Egan...
—¡No te dejaré, Heather!
—¡No es tu maldita decisión, Egan! ¡Es mía!
Me quedé en silencio de pronto, sorprendido. Su mirada había cambiado. No sé porqué. Pero en cuánto noté como sus ojos se tornaban de un verde más oscuro, y su mirar se había vuelto duro y decidido, supe que Heather buscaba algo. Quería algo.
Me percaté entonces, de la gran diferencia que había en la mirada de la Heather que ví la última vez, y la que estaba frente a mí; una chica cansada mentalmente, agobiada, harta de ser la víctima de sus propias emociones negativas. Ya no era la chica que sufría la pérdida de su hermano; sino la chica dispuesta a cobrárselas.
Claro. No solo su color de cabello había cambiado.
—¿Qué quieres hacer? —pregunté en un murmuro, atento a su respuesta.
Heather alzó la barbilla, sus ojos de un color verde profundo y afilados, la decisión y valentía apoderándose en todo su mirar y voz:
—Lo encontraré, Egan. Sí es a mí a quién quiere, me tendrá. Pero bajo ciertas consecuencias.
—Siento que es muy peligroso para ti, linda —negué con la cabeza—. No quiero arriesgarme a perderte. No podría perder a otro Evans, Heather. Por favor, no hagas una locura.
—Entonces ayúdame.
—¿Qué?
—Quieres que el asesino pague, ¿verdad? —asentí de forma casi inmediata—. Entonces ayúdame a encontrarlo.
—Heather...
—Hazlo por Daryl, Egan. Hay que hacerlo por el mejor ser humano que hayamos podido conocer. El que fue asesinado injustamente.
Relamí mis labios antes de responder. Mi garganta se sentía seca y mi cabeza había comenzado a doler levemente. Cuando dije que quería estar para Heather, la chica que más amaba, no creí que fuera de esta forma. Y no era para malinterpretar, yo en serio quería que se hiciera justicia por Daryl pero, ¿qué tan seguro era que saliéramos ganando de una pelea dónde el asesino era todo un experto que no dejaba huellas en sus crímenes?
Ella me necesitaba. Me lo estaba pidiendo. Y yo, ¿me negaría como un cobarde? No. No lo haría. Prometí estar para ella en las buenas y en las malas.
Aún sin imaginarme que «en las malas» vendría decorado con muchos secretos oscuros y sangre.
—Cuenta conmigo, Evans.
***
Esta canción de Chase Atlantic le va tan bien a mi pobre angelito
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