Capítulo 20 | READ YOUR DIARY
(***)
Estaba bailando en tus zapatos cuando...
Leí tu diario para meterme dentro de ti
El reloj en la mesa de noche marcaba las doce y media de la noche. Y pese a que todo mi cuerpo y mente se sentían exhaustos no era capaz de cerrar los ojos; por el contrario miraba hacia el techo de la habitación mientras en mi mano derecha sostenía un cigarrillo y mi brazo izquierdo se mantenía doblaba detrás de mi cabeza. Ahí, en la soledad y oscuridad de la habitación que me habían asignado, y desnudo de cintura para arriba, pensé en todas las probabilidades que tenía de salir bien de todo este asunto. Pensé miles y miles de planes para poder encontrar los documentos falsificados y demás pruebas que mi contratista me había pedido a cambio de cientos miles de dólares. Nada comparado con lo que Bruce me pagaba semanalmente por mi trabajo como guardaespaldas; y eso que la paga no estaba nada mal.
Matthew ya no podía ayudarme mucho. Y tampoco quería involucrarlo ya que tenía suficiente con hacerse pasar por mi padre cuando en realidad era su hermano, y por ende mi tío; el hombre que me sacó de la calle cuando era un adolescente problemático y con un historial no tan limpio ya.
Se lo debía; no podía arriesgarme a que algo saliera mal y se viera arrastrado conmigo.
No tenía muchas opciones realmente. ¿Cómo podría acercarme a Bruce y sacarle información sin verme sospechoso y entrometido? Cuando el hombre no era nada tonto y solo me había contratado para cuidar de su hija.
—Mierda —exclamé cuando una idea se me cruzó por la cabeza.
Heather.
¿Y sí ella podía ayudarme? Claro que no tendría que aceptar porque no se daría cuenta...
¿Había alguna forma de que pudiera, quizás, manipularla a mi antojo?
Llevé el cigarrillo a mis labios y le di una calada para después expulsar el humo de mi boca unos segundos después mientras sonreía lentamente, comenzando a idear un plan para poder acercarme a ella y sacarle información que pudiera servirme para un futuro. Además, ¿qué no sería ella la futura dueña de la empresa? Si la convencía de alguna forma de hacerle caso a su padre y comenzar a ir a ese lugar, había más probabilidades de encontrar algo que me sirviera. Entonces Bruce también confiaría más en mí y yo estaría cada vez más cerca de terminar con toda esta mierda y obtener mi dinero.
Ya. Eso es lo que haría. Pero debía actuar con mucha cautela.
Heather había tenido una cena con sus padres en la cual no hacía falta que estuviera presente, por lo mismo que me dirigí directamente a mi habitación para evitar tener que ver a cierta rubia y reclamarle el hecho de que ahora estuviera en la mira de su querido padre gracias a ella. Y cómo no, Matthew me había informado que Bruce me exigía ir por el auto de Heather un día de estos. Eso y quiso saber que era lo que había sucedido entre él y yo ya que los demás hombres de seguridad habían soltado el chisme como viejas de vecindario de que Bruce me había citado a su oficina. Simplemente me negué a hablar con él y lo eché de la habitación ya que había tenido un ataque de ira repentino.
El desorden de la habitación lo indicaba claramente.
Los golpes desesperados en mi puerta me sacaron de mi ensoñación y me obligaron a salir de mi cama luego de apagar el cigarrillo en el cenicero a un lado de la cama. Me dirigí hasta la puerta y la abrí sin importar que no tuviera camisa. Después de todo estaba durmiendo, supuestamente.
La señora que cocina, Helen, me observó al otro lado con una expresión llena de preocupación en su rostro.
—Joven Andrew... —soltó con angustia y pena al verme así.
—¿Qué sucede, Sra. Helen? —pregunté con curiosidad.
Ella me miró con nerviosismo y miró a ambos lados como si no quisiera que alguien nos viera. Fruncí el ceño con confusión, ¿que era lo que estaba pasando?
—Se trata de la Srta. Evans, joven.
Oh, no. ¿Otra vez ella? ¿Qué hizo ahora? Un momento, ¿por qué sonaba como su jodido padre?
—Creo que se ha escapado nuevamente —murmuró casi en un susurro lleno de angustia.
Abrí mis ojos como dos bolas enormes y grité.
—¡¿Qué?! —casi me golpeé al haberlo dicho de esa forma, y por la mirada de pánico que me dirigió aquella mujer de unos cuarenta y tantos supe que no quería que nadie nos oyera—. ¿Alguien más lo sabe?
—Por el momento solo usted y yo, Andrew. Pero me temo que debo informarle al...
—Yo me encargo de eso, Helen —intervino Matthew de pronto al llegar hasta nosotros. No lo había escuchado llegar—. El Sr. Bruce quiso saber sí la Srta. Evans estaba en su habitación y como supuso que ya estabas durmiendo le pidió el favor a Helen —me explicó a mí y la mujer asintió varias veces.
—No quiero problemas, por eso no quiero tener que mentir.
—No lo hará, Helen. Yo mismo informaré la situación a su padre de inmediato —aseguró mi tío y me dirigió una mirada llena de seriedad—. Prepárate para tener que salir a buscarla. Es seguro que Bruce mande a unos cuantos detrás de ella, principalmente a ti.
Y entonces me descubrí a mí mismo con ganas de asesinar a aquella rubia. Me frustraba, enfurecía, y me tocaba los nervios de una forma peligrosa. Sin duda no era buena idea que una chica revoltosa como ella estuviera en manos de un hombre con problemas de ira.
—Entendido —casi pude sentir mi ojo izquierdo saltar del estrés.
Estaba lista para irme. Mi amiga me había mandado un mensaje donde me decía que ya estaba esperándome a unos metros de la mansión y que la fiesta se había cambiado a las once de la noche. El reloj marcaba las doce y cuarto de la noche pero no me importaba ya que era probable que la fiesta terminara en la madrugada. Y para entonces yo estaría de vuelta a la mansión sin que nadie supiera que me había ido. En especial Andrew, quién me había asegurado de que estuviera durmiendo en su habitación o que al menos no saliera hasta el día siguiente. Por lo mismo que al terminar la cena con mis padres dónde hablaron sobre un nuevo contrato y no sé qué más, me fui hacia mí habitación, pasando por la puerta de Andrew antes; me quedé esperando en silencio para poder escuchar el más mínimo ruido dentro. Nada. Fui hacia el balcón y miré el suyo a unos pocos metros del mío; el ventanal estaba cerrado y las cortinas igual, por lo mismo que supuse que ya estaba durmiendo.
Y fue entonces cuando comencé a alistarme con lo que tenía en mi armario ya que mis compras seguían en mi auto "secuestrado" por la policía y otras en la acera de aquellas calles.
Opté por ponerme un vestido ajustado de color rojo oscuro y unos zapatos de plataforma negros. Me esforcé en peinar mi cabello e hice una mueca cuando los cabellos resecos quedaron atascados en el cepillo. Jamás había tenido problemas de caída de cabello, es decir, siempre lo había mantenido muy sano y aunque era cierto que algunos cabellos se me caían como a todo el mundo, jamás se me habían quedado atascados en el cepillo o en los dedos al peinarme con estos; débiles. Lo cual me llevó a pensar en que todo se reducía a mi mala alimentación últimamente. Ni siquiera sabía cómo era que no me desmayé al escapar de Andrew hoy.
Lo peor fue cuando me miré al espejo de cuerpo completo; estaba perdiendo peso. No era tan notorio aún, pero me preocupaba que lo fuera más adelante.
¿Pero qué podía hacer? No iba a comer sí no tenía apetito.
—¿Si? —contesté la llamada entrante mientras retocaba mi labial rojo.
—¡Hija de perra! Llevo esperándote casi media hora. ¿No pudiste escapar? —la voz de Tayler se escuchó al otro lado, curiosa.
—En esto estoy, Tay —respondí poniéndome de pie mientras tomaba mi pequeño bolso de mano y caminaba hacia la ventana. Tragué saliva al ver la altura—. No es tan fácil.
—¿Tus padres no están dormidos?
—Lo están.
—¿Y el hombre de ojos lindos y tatuajes?
Rodé los ojos, divertida—. También, Taylor.
—¡¿Y cuál es el problema?!
Me alejé de la ventana y miré hacia mi puerta con una mueca frustrada. ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué creí que sería tan fácil irme de la mansión así como si nada cuando habían hombres por todas partes? ¿Por qué rayos mi padre necesitaba tanta seguridad?
—Están vigilando la mansión, Tay. Ya lo sabes —dije con obviedad.
De pronto mi vista se dirigió hacia la parte inferior de la puerta; debido a la oscuridad de mi habitación y la iluminación que se colaba debajo de la puerta por parte del pasillo, una sombra acercándose me alertó. Seguido del ruido de unos pasos lentos.
¿Y si era Andrew? O peor aún, ¿mi padre?
—Intenta escaparte. Estaré esperando un poco más cerca de la mansión por sí hay que pisar el acelerador hasta fundirlo cuando te subas.
—Está bien, Tay. Debo colgar —y sin esperar una respuesta de su parte corté la llamada y guardé rápidamente el celular en mi bolso.
Mientras más cerca se escuchaban los pasos más aumentaba el pánico en mí. Mi vista se dirigió hacia la ventana, el cuarto de baño, el armario y finalmente debajo de mi cama. Era la mejor opción después de todo, ¿no? Si Andrew me veía vestida así sabría que estaba pensando en fugarme esta noche. Y mis planes quedarían arruinados.
Me metí debajo de la cama como pude ya que el traer un vestido y zapatos dificultaba la tarea de no ser descubierta.
—¿Srta. Evans? —la voz amable de una mujer me desconcertó por completo.
No era nada más ni nada menos que Helen, la cocinera. Quién volvió a tocar la puerta y al no obtener respuesta alguna abrió un poco. No la estaba viendo, pero casi logré imaginarme su cara de confusión al no verme por ningún lado.
—¿Srta. Heather? —volvió a preguntar y se adentró a la habitación. Solo fui capaz de ver sus sandalias azules dirigiéndose al baño y después al armario. Mientras la veía buscarme por toda la habitación mi nerviosismo aumentaba. ¿Qué debía hacer? ¿Salir y arriesgarme a que supiera que iba a salir? No confiaba en que la señora Helen me guardase el secreto. No después de que hoy le mentí.
Entonces sus pasos frenaron frente a la cama, casi en mi rostro. Mordí mi labio inferior con pánico cuando creía por un momento que iba a revisar bajo la cama. Sin embargo solté un suspiro de alivio cuando sus pies se dirigieron rápidamente hacia la ventana aún abierta de mi habitación. No el balcón, sino otro ventanal por el cual era imposible que pudiese escapar.
Pero la señora Helen no pensó en eso, y en su lugar soltó un gritito ahogado lleno de preocupación:
—¡La señorita Heather se ha escapado!
Hice una mueca de burla. Todavía no, señora.
Pero no conté con lo siguiente:
—¡Debo avisarle al joven Andrew!
Abrí mis ojos con terror y casi se me escapa un grito lleno de frustración. ¡No! ¡Helen, traidora!
Salí de debajo de la cama entre quejidos cuando los pasos de la señora Helen se alejaron hasta salir de la habitación, y pensé en un plan que pudiera servirme para que mi guardaespaldas no arruinara mis planes. Tampoco mis padres. Hoy quería divertirme después de mucho tiempo y olvidarme por un momento de toda la locura que era mi familia y mi vida. Y es lo que haría.
Cuando mi mirada se dirigió al balcón, una idea se me cruzó por la cabeza. Me dirigí rápidamente hacia mis sábanas y otras más del armario, las até en las esquinas firmemente para alargarlas y corrí hacia el balcón, donde até una esquina a uno de los barrotes blancos y lo que restaba lo arrojé para que quedase colgando. De esa forma pensarían que había usado esa estrategia para escapar. Cuando unas voces se escucharon en el pasillo supe que no tenía mucho tiempo y corrí de nuevo hacia debajo de la enorme cama. No me arriesgaría a que Andrew revisara los mismos lugares que la señora Helen.
¿Y si revisaba debajo de la cama? Rayos.
—¡Heather! —su voz molesta resonó en toda la habitación apenas abrió la puerta. Supe que venía con alguien más al ver otro par de zapatos junto a él, aunque en realidad venía descalza. —. ¡No está, Matthew! ¡No está!
—Tranquilízate, Andrew.
—¡¿Cómo mierda me pides eso?! ¡No está y seguro su padre va a matarme! ¡Demonios!
Jamás había escuchado a Andrew tan enojado; y saber que el motivo de su enojo era yo casi me hizo sentirme culpable. Casi.
—Andrew no te conviene perder la calma tan rápido. Tal vez ella esté rondando por estos lugares y...
—¡¿Qué demonios es eso?! —el grito de Andy interrumpió la voz calmada de Matthew y sus pasos fuertes y rápidos hasta el balcón me dijo que pronto caería en la trampa—. ¿Qué mierda? ¡¿Está loca acaso?!
Matthew caminó detrás de él y soltó un silbido de admiración:
—Esperemos que esté viva por lo menos.
—Créeme, si no lo hizo la caída lo haré yo en cuanto la encuentre.
No sé bien porqué, pero me sonaba a amenaza.
No me esperé que después de que Matthew y Andrew se fueran de la habitación con un portazo que amenazaba con dejarme sin puerta, se escuchara el grito de mi padre luego de que yo saliera de debajo de la cama mientras acomodaba mi vestido. «¡Encuentren a mi hija y tráiganla de regreso cuanto antes!» era lo que había ordenado mi padre.
Entonces mi plan se puso en marcha; salí de mi habitación cuando todos los hombres de seguridad abandonaron su puesto para buscarme en los lugares más cercanos. Más de una vez casi me pilla alguno que otro empleado, pero finalmente logré salir por la puerta de servicio que llevaba hacia la cocina donde los empleados almorzaban y a su vez llevaba hacia una puerta que daba hacia el exterior, donde los botes de basura se encontraban.
Entonces reconocí el auto de Taylor a lo lejos y me apresuré a llegar hasta ella mientras miraba hacia mis costados para asegurarme de que nadie me viera. Tay ni siquiera me vio hasta que entré por la puerta del copiloto.
—¡Jesús, mujer! —gritó aterrada en cuanto me vio, casi pintándose mal los labios—. ¡Casi me matas del susto!
Me apresuré a dejar el bolso en mi regazo y colocarme el cinturón de seguridad.
—Lo lamento. Tuve un inconveniente.
—¿Tengo que salir como alma que lleva el diablo? —alzó una ceja de forma divertida y reí mientras asentía.
—Es lo mejor. Apresúrate —y mi amiga pelirroja hizo rugir el motor de su auto para después alejarnos de la mansión y de la residencia lo más pronto posible. Solo esperaba que Andrew ni nadie me encontrara. Tampoco quería ponerme a pensar en el grave problema en el que me había metido.
Mi celular sonó. Lo tomé en manos y la palabra "Madre" ocupaba gran parte de la pantalla. Rechacé la ll
amada y al cabo de unos segundos mi padre era quién me llamaba.
Y luego Andrew.
Y miles de mensajes de parte de casi todos me llegaron:
S: ¿Dónde demonios te metiste ahora, rubia?
Mamá: ¡Hija, por favor! Vuelve a casa. Tu padre está muy enojado contigo, Heather!
Padre: Sí no vuelves por cuenta propia estarás en graves problemas, Heather Evans. Es mi única advertencia.
—¿Quién es? —preguntó Tay con curiosidad.
Hice una mueca—. Nadie importante —apagué el celular.
Ya luego habría tiempo para preocuparse de lo demás.
***
La música resonaba por todo el lugar casi haciendo vibrar el suelo en mis pies. Era simplemente increíble; la música, las luces LED de colores, el alcohol, personas riendo y bailando y otras en los rincones más oscuros haciendo de las suyas. Sin duda alguna mi ambiente antes de que toda la tragedia sucediera. A lo lejos pude visualizar a Alexa, Sabrina y Leila reír con algunos chicos que reconocí del instituto. Tay y yo caminamos entre las personas entre sonrisas divertidas y risitas tontas.
—¡Heather! —saludaron uno por uno contentos de verme, en especial mis mejores amigas. Corrieron a abrazarme mientras me halagaban por como me veía y les agradecí con una sonrisa brillante.
—¡Iré a buscar las bebidas! —informó Tay y se fue de allí rápidamente junto a Alexa.
Yo me quedé con Sabrina y Leila y otros chicos que no paraban de coquetear con todas nosotras. Sin embargo no le presté tanta atención a eso y me dediqué a admirar la enorme casa de Jack, aunque a él no lo había por ningún lado. Los ventanales daban una perfecta vista de la noche despejada y también daba hacia el patio trasero dónde yacía una enorme piscina donde muchos disfrutaban en trajes de baños y pelotas gigantes. Mientras que en la parte de adentro, el desastre ya se hacía presente en el suelo; bebidas derramadas, vasos desechables esparcidos por algunos lados, comida y demás cosas que pertenecían a la decoración como papelitos brillantes de colores y serpentinas.
El humo del tabaco llegó a mis fosas nasales y por un momento recordé a mi guardaespaldas. Él estaría furioso de seguro. Pero no me importaba. Aunque después de esa rara charla que tuvimos, me había tocado una fibra sensible de la cual me quería deshacer porque... dolía. Todo lo que él había dicho dolía.
Y los recuerdos de mi hermano también. Saber que no lo vería en ninguna otra fiesta acompañándome provocaba un dolor horrible en el pecho y un nudo en mi garganta.
—¿Fumas?
Giré mi rostro hacia el chico que me había preguntado aquello; pelinegro, ojos verdes y sonrisa encantadora. No lo conocía. Miré el cigarrillo que me tendía y tardé en aceptarlo.
—Claro —sonreí levemente y lo tomé en manos bajo las miradas de mis amigas y los otros chicos que sonreían con picardía hacia nosotros. Llevé el cigarrillo a mis labios mientras el chico de ojos verdes lo encendía.
—Me llamo Isaac —se presentó.
—Heather —dije yo luego de expulsar el humo de mi boca.
—Eres la hermanita de Daryl, ¿verdad? —preguntó mientras bebía de un pequeño vaso que sostenía en otra mano.
Una sensación amarga me recorrió por completo. Aunque terminé por asentir—. Así es.
—Ya decía yo —rió levemente —. El encanto de los Evans se te nota mucho. Eres muy hermosa.
Los silbidos de los chicos y mis amigas me sacaron una risita llena de pena. Por suerte llegaron Tay y Alexa con una pequeña bandeja con bebidas que se encargaron de repartir.
—Es de lo más fuerte que encontré en la cocina de Jack —dijo Alexa con una sonrisita pillina en su rostro. —. Vamos. Pruébenlo.
—No deberías tomar este tipo de cosas, Alex. La última vez terminaste nadando desnuda en una piscina —bromeó uno de los chicos y todos soltaron una carcajada, incluyéndome. Recordaba ese momento a la perfección.
—Bastardo —Alexa achicó sus ojos hacia el chico—. Si tienes suerte me emborracho lo suficiente para besarte.
—No hace falta eso me parece —se burló el mismo chico, arrogante.
A la cuenta de tres todos nos tomamos el líquido transparente del vaso de una sola vez. Y el terrible ardor en mi garganta me dijo que sin duda alguna esto se trataba de vodka puro.
—El infierno existe y está en mi garganta —dijo Sabrina haciendo una mueca.
—Se te pasará pronto, linda. Luego de unos cinco tragos te acostumbras —secundó Taylor volviéndose a servir otro trago desde una botella.
Sabrina la miró con terror—. ¿Estás diciendo qué...?
—¡Competencia de alcohol! —gritaron los chicos, incluyéndome.
Todos nos dirigimos hacia unos sofás desocupados y en la mesa de centro de cristal, Taylor y Leila competían. Cada una tenía seis vasos no tan grandes llenos de una sustancia amarillenta que no me molesté en preguntar.
Los chicos, incluyendo Isaac que no había parado de lanzarme miradas significativas y sonrisas traviesas, habían comenzado a silbar y a hacer sus apuestas. De las cinco, Taylor y Leila eran las que tenían más resistencia al alcohol y habían ganado más competencias. Mientras que Alexa, Sabrina y yo habíamos perdido incontables veces contra alguna de ellas dos.
Y ahora se enfrentaban por primera vez las ganadoras de batallas por ver quién más rápido se tomaban el contenido de alcohol fuerte de aquellos vasos.
—¡Apuesto por la pelirroja!
—¡Y yo por la pelinegra!
—¡Enséñales cuánto puedes tragar, Tay!
Esos eran algunos comentarios que se alcanzaban a escuchar por encima de la música (algunos con doble sentido). Y entonces Isaac gritó:
—¡Ahora!
Vi como Leila tomaba el primer vaso con una mano e ingería todo el líquido sin hacer ninguna mueca mientras que su otra mano ya estaba buscando el siguiente vaso para hacer lo mismo. Por otro lado Tay hizo una mueca cuando fue por el tercer vaso pero no paró, sino que siguió ingiriendo el alcohol como si fuera agua. Casi iban al mismo ritmo y eso provocó que todos gritáramos en apoyo a cada uno. La música no dejaba mucho oír las palabras alentadoras, pero cuando Leila terminó el último vaso junto a una mueca y soltó una carcajada elevando sus brazos, victoriosa, todos estallamos en aplausos y más gritos.
—¡Así se hace!
—¡Bien hecho, Leila!
—¡Demen mi dinero, yo sabía que ella ganaría!
—¡Tenemos una nueva ganadora de parte de las chicas, muchachos! ¡Leila Wilson!
Fruncí el ceño con curiosidad y miré a Isaac—. ¿De parte de las chicas?
—Así es —confirmó con una sonrisa.
—¿Y de los chicos quién es?
—Jack —respondió. Y como si lo hubiera invocado, el chico castaño apareció en nuestro campo de visión con una botella en cada mano, elevando sus brazos.
—¡Es hora de que tengan un solo ganador, gente! ¡Tanto para las chicas como para los chicos!
Todos estallaron en gritos y aplausos ante lo dicho y apoyaban a Leila y Jack para enfrentarse. Mi amiga miró al chico con una sonrisa de superioridad, desafiante. El chico hizo lo mismo.
—¡A las tres y media, te reto a ti, Leila Wilson, a una batalla de vodka puro!
—Oh, Dios. Les dará un coma —Sabrina negó con la cabeza en desaprobación y Tay palmeó su espalda.
—Ojalá sea así —la miré fingiendo estar molesta.
—¡Qué mala perdedora eres, Tay! —solté una carcajada e Isaac hizo lo mismo.
Ella se encogió de hombros y caminó hasta la pista de baile, perdiéndose entre la multitud. Ni siquiera se tambaleó ni un poco.
—¿Vamos por una bebida? —preguntó Isaac a mi lado. Asentí con la cabeza y lo seguí hasta la cocina. Nos encontrábamos a una pareja casi devorándose encima de la encimera, que al vernos rápidamente se acomodaron y nos sonrieron apenados. Isaac y yo nos mirábamos, divertidos y los ignoramos.
Tiré la colilla de cigarro al suelo y lo pisé con el tacón. El chico de ojos verdes me ofreció un vaso con cerveza y lo acepté.
—Me alegra que hayas podido venir —dijo muy cerca de mí, sonriente.
—Pero sí ni siquiera me conocías —reí luego de tomar un trago de mi vaso.
—Pero ahora lo hago —me acorraló contra una encimera cuando la pareja se fue—. Además habían rumores en el instituto. Todos querían verte por ahí de nuevo.
Recordé la escena que hice delante de todos junto a Andrew y me pregunté si Isaac también lo había visto. De inmediato me sentí avergonzada y solo deseé que no fuera así.
—No volveré ahí —dije segura de mí misma.
Isaac paseó sus labios por mi mejilla provocándome cosquillas. No me molestaba en lo absoluto. Pero sin duda no se lo dejaría tan fácil.
—Entonces debería aprovechar el hecho de que ahora estás aquí —murmuró en mi oído en un tono lleno de lujuria. Lo alejé con mi mano libre y lo observé con diversión y coquetería.
—No ahora, Isaac —pronuncié su nombre lentamente y tomé un trago de mi vaso, comenzando a caminar lejos de allí.
—¿Entonces más tarde? —preguntó detrás de mí. Sonreí victoriosa por la atención dada y no le respondí.
Caminé hasta la pista de baile dónde ví a Sabrina y Alexa bailar sensualmente entre ellas conscientes de que eran el centro de atención de muchas miradas lujuriosas de algunos chicos. A lo lejos ví a Taylor siendo devorada por uno de los chicos con los que habíamos estado en un principio. Finalmente me dirigí hasta Leila que estaba sentada en uno de los sofás ignorando los halagos de un chico hacia ella. Éste, al ser ignorado de esa forma, miró con una mueca de furia a mi amiga y se fue de allí.
—¿Haciéndote la difícil? —pregunté con diversión cuando llegué hasta mi amiga, tomando asiento a su lado.
Soltó un bufido.
—Es un imbécil, créeme. No es a él a quién quiero —dijo ella dándole un gran trago a su botella.
La miré con curiosidad—. ¿A quién quieres?
Leila señaló con uno de sus finos y delicados dedos un lugar en específico. Llevé mi mirada hacia allá.
—¿Ves a ese chico de cabello castaño, el que está hablando con Pierce y Peter? —asentí ante eso. —. Bueno, él.
Me giré a verla con sorpresa. —¡¿Te gusta Jack?!
—Sí —rió.
—¡Pero sí creí que se odiaban!
—Hay una tensión entre nosotros claro —admitió, y me guiñó un ojo—. Nada que no se pueda arreglar con una buena sesión de sexo rudo.
Rodé los ojos, divertida.
—Por lo menos no se comporta como un imbécil —terminé mi cerveza de un solo trago.
Leila me dirigió una mirada curiosa —. ¿Qué pasa con Isaac? Se nota que le atraes.
—Lo sé. Pero no se lo dejaré tan fácil —dije con un encogimiento de hombros.
—¿Y tu guardaespaldas?
—¿Qué pasa con él? —elevé una ceja. Leila me tendió la botella de cerveza y la acepté.
—Apuesto a que te lo quieres follar —me dio una mirada significativa.
—¿Qué? ¡No!
Jamás me había puesto a pensar en Andrew de esa forma. Era cierto que al principio había pensado que era atractivo, pero de eso no pasaba. Porque en cuanto había abierto la boca todo aquello se había esfumado de golpe. Y entonces solo pude pensar en lo mucho que me fastidiaba su presencia en ciertas ocasiones.
«Muñeca»
Bueno. Algunas veces. Pero estaba segura de que jamás pasaría tal cosa entre nosotros porque literalmente era algo prohibido y complicado: Andrew me miraba como a una mocosa molesta y yo a él como un hombre odioso y mandón. Nada más.
—Iré a bailar —le devolví la botella luego de haber tomado un trago y me puse de pie.
—Claro —Leila me miró con burla —. Huye.
Caminé hasta perderme en la multitud con un millón de dudas en mi cabeza. Aquello me había tomado desprevenida totalmente y no fui capaz de dejar de pensar en mi guardaespaldas de esa forma. Sin embargo estaba segura de que se debía al efecto del alcohol el hecho de que me sintiera caliente al imaginar sus manos recorriendo todo mi cuerpo.
¿Por qué hacía tanto calor de repente?
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