Capítulo 2 | Minds games
ADVERTENCIA: Contenido sexual explícito. Puedes saltear el comienzo de esa escena y comenzar a leer desde donde veas que termine (yo anunciaré el final).
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Juegos mentales hasta que
pierdas el control
Heather
Evans
Llamé a Egan un total de cinco veces al llegar a la mansión. Y en ninguna atendió. Por lo mismo que, resignada, opté por mandarle un mensaje preguntando si estaba bien, y luego le dije que necesitaba hablar con él de forma urgente.
Por otro lado, al hacerse las ocho de la noche, tuve que regresar con mi padre ya que Andrew había dicho que pidió la tarde libre debido a que tenía que ver a su madre de forma urgente. Así que eso me desanimó un poco ya que el hecho de poder hablar con él de cualquier cosa me gustaba. Sin embargo, al entrar a mi habitación y arrojar mi bolso a un lado, me dispuse a esperarlo. Sabía que él vendría a mi habitación al llegar. Específicamente, a mi balcón.
Revisé mi celular una vez más, pero no habían mensajes de Egan. Y ciertamente eso me preocupó ya que no hablábamos desde el lunes debido a que ese día le conté sobre las fotos y la nota que dejó el asesino.
Porque había sido el asesino quién dejó esas cosas en mi habitación, ¿verdad?
Solté un suspiro y dejé mi celular a un lado. Me levanté de mi cama y caminé hasta el baño con la intención de ducharme. Además de que hoy había sido un largo día de trabajo y pensar que era recién el segundo, me mataba mentalmente. Pero no pensaba abandonar y darle la razón a mi jefa.
Dejé mi ropa caer y en la pequeña cesta de la ropa sucia que yacía en una esquina del cuarto de baño. Miré mi reflejo en el espejo de cuerpo completo, e hice una pequeña mueca. Estaba más delgada, sí, pero no quería cenar hoy tampoco. No tenía apetito. No sabía cuanto peso había perdido en estos últimos meses, tal vez mucho.
Abrí el grifo del agua caliente y dejé que esta me recorriera por sí sola durante unos segundos, mojando mi cabello, hombros, pecho y cualquier parte de mi cuerpo expuesta. Decidí no pensar, aunque sea por un momento, sobre el asesino y en su lugar disfrutar de la ceremonia que era estar bajo el agua caliente. Incluso me tomé mi tiempo para lavar mi cabello, masajeando mi cabeza suavemente, y luego enjabonar todo mi cuerpo. Depilé mis piernas mientras tarareaba una canción de los backstreetboys que casualmente había recordado. Ellos eran mi banda favorita cuando era una niña, y pensé en lo feliz que era cuando ignoraba muchas cosas de la vida adulta.
Porque a todos nos pasaba, ¿no? Éramos felices sin saberlo. Luego creces y te toca afrontar lo que era la vida. Te guste o no.
Debido a la depilación definitiva no me hizo falta depilar otras partes de mi cuerpo. Y era más fácil y sencillo para mí de esa forma, por lo mismo que me prometí en un futuro agendar una cita para depilar con láser mis piernas.
Al salir de la ducha me coloqué ropa interior que tenía en mi cómoda en el cuarto del baño, y luego envolví mi cuerpo con una toalla blanca. Salí del baño y casi pego un grito lleno de terror al ver un cuerpo masculino descansando cómodamente en mi cama.
Y por un momento creí que se trataba del asesino, hasta que, gracias a la luz de mi lámpara de noche, visualicé unos tatuajes y botas tipo militar color negras. ¿Qué chico usaba botas militares color negras además de Andrew? Nadie que yo conociera.
-¿Estás muy cómodo, guardaespaldas? -pregunté con sarcasmo, sosteniendo con firmeza la parte superior de mi toalla.
Los ojos azules penetrantes de Andrew se toparon con los míos. Un hormigueo extraño se formó en la parte baja de mi vientre cuando su mirada me recorrió de arriba a abajo, y una sonrisa ladina se dibujó en sus labios. Jamás había sentido vergüenza de mi cuerpo o incluso pena ante estas situaciones con un chico. Pero por alguna razón, la forma en que Andrew me dedicó me puso tan nerviosa como ansiosa. Y entonces supe que las hormonas estaban haciendo de las suyas, porque el hecho de que estuviésemos los dos solos en la habitación, y yo con nada más que unas diminutas prendas cubriendo mi cuerpo, además de la toalla, y el hecho de que él estuviese acostado en mi cama, impedía cualquier pensamiento decente en mi cabeza.
-¿No te han dicho alguna vez que no debes tentar al diablo, muñeca? -preguntó él, luego de incorporarse en la cama y sentarse, colocando sus codos en sus rodillas mientras me miraba con una sonrisa lasciva.
-Bueno, estás en mi cuarto, ¿no? -le contesté, creyendo que se refería a mi fachada.
-No hablo de que estés perfectamente lista para devorarte -un escalofrío placentero me recorrió ante sus palabras, y añadió-: Sino de lo que hiciste en el auto.
Solté una risita nerviosa, desviando la mirada.
-Era una simple e inocente broma, Andy -me encogí de hombros, y comencé a caminar hasta mi armario con la intención de vestirme. -. Además no es como si te hubiera disgus...
Mis palabras se vieron interrumpidas cuando unas manos me tomaron de la cintura y me jalaron hacia atrás. Solté un grito ahogado cuando mi espalda chocó contra el pecho de Andrew, sus manos me tomaron con firmeza, pegándome a su cuerpo, y sentí su cálido aliento golpear la piel de mi oído.
-¿Sabes cual es una de las cosas por las que me caracterizo, Heather? -su voz ronca, su cuerpo pegado al mío, sus labios rozando el lóbulo de mi oreja fueron las cosas que me excitaron al instante.
Sostuve la toalla contra mi pecho, y le respondí con una sonrisa fingida:
-¿Tus problemas de ira?
-Me gusta terminar las cosas pendientes -respondió, ignorando mis palabras. Sus manos se colaron debajo de la toalla, rozando mis muslos, cintura y subieron hasta mi vientre.
(AQUÍ EMPIEZA LA ESCENA +18)
Solté un pequeño suspiro cuando sacó una de sus manos, mientras que con la otra me daba suaves caricias en la parte baja de mi vientre. Mi guardaespaldas tomó la parte superior de la toalla, y se deshizo de ella dejándola caer en el suelo. Su mano tomó un puñado de mi cabello y tiró suavemente, obligándome a echar mi cabeza hacia atrás. Y comenzó a besar mi cuello y morderlo, a la vez que su otra mano se colaba debajo de la delicada tela de mi braga.
-Andrew -gemí en voz baja cuando uno de sus dedos me tocó ahí, rozando tortuosamente.
Él lamió mi cuello, sin soltar mi cabello, y sus dedos bajaron por mi clítoris hasta llegar a mi vagina, lugar donde se encargó de esparcir toda la humedad para seguir deslizando un dedo de arriba a abajo entre mis labios vaginales. Solté un gemido. Era realmente excitante la forma en que podía sentir su miembro endurecerse contra la parte baja de mi espalda, y la manera en que sujetaba mi cabello. Todo mientras estábamos de pie.
Quería más. No podía y no quería conformarme con sus dedos pese a que me arrancaba varios gemidos con ellos y sus mordidas a mi cuello.
-¿Qué pasa? -preguntó, arrogante-. ¿No era esto lo que querías, muñeca?
-S-Sí -gemí cuando introdujo un dedo en mí lentamente. Luego otro-. A-Andrew...
-Quiero que me lo pidas, Heather -murmuró contra mi oído, su voz escuchándose ronca y deseosa de algo más.
Cerré mis ojos y eché mi cabeza contra su hombro, deleitándome con sus caricias y besos a mi cuello. Era peligroso, porque en cualquier momento podría venir Helen o alguien más y entonces nos escucharía. Pero, ¿qué más daba? Andrew y yo estábamos solos en una habitación, casi a oscuras y yo semi-desnuda con él tocándome. No podía pensar claramente.
-Fóllame -supliqué, sintiendo la manera en que sus dedos entraban y salían de mí y su miembro se presionaba contra mi espalda baja debido a la diferencia de altura.
Al diablo con cualquiera que escuche.
El chico de cabello negro y tatuajes no se hizo esperar. Por lo pronto, me dio vuelta de manera que quedamos de frente y me tomó de los muslos para levantarme, obligando a mis piernas rodear su torso. Gemí cuando sus labios se adueñaron de los míos mientras que apretaba mis nalgas y me pegaba más contra él.
Andrew caminó conmigo hasta la cama y me dejó caer un segundo antes de que él se subiera encima, volviendo a devorar mi boca con ansias. Su cuerpo aprisionó el mío, sus brazos a cada lado de mi cuerpo. Enrollé mis piernas alrededor de su cadera, atrayendo esa parte dura que tanto deseaba contra mi intimidad, y atraje más su rostro al mío con mis manos, profundizando el beso.
Él soltó un gruñido placentero cuando me presioné contra su dureza. Se separó de mí y se sacó rápidamente la camisa, dejándome ver sus tatuajes en el pecho y cuello perfectamente. Desabrochó su cinturón bajo mi mirada deseosa y respiración agitada.
Estaba mojada. Demasiado. Y solo quería que él me tomara como nunca lo habían hecho antes. Sin embargo, debido a una pequeña punzada de inseguridad, pedí con voz temblorosa:
-Apaga la luz.
-¿Qué? -preguntó él, confuso. Ya se había deshecho de su pantalón y demás, quedando únicamente en unos bóxer negros.
Señalé la lámpara en la mesita de noche. La habitación era iluminada en gran parte por esta, y si se apagaba, la luz de la luna se colaría por los ventanales del balcón y eso sería lo único que nos permitiría ver algo.
-Apaga la luz, Andrew -repetí.-. Me gusta más de esa forma.
Él no protestó o preguntó nada más. Pero vi que tenía ciertas dudas, aunque de todas formas hizo lo que le pedí. Volvió a mi boca y atrapó mi labio inferior entre sus dientes, mientras que tomaba los bordes de mis bragas y la retiraba hacia abajo. Se separó de mí para sacarla por completo y luego se deshizo de mi sostén. Miró mis pechos desnudos, con ojos oscuros y brillantes de la excitación. Le gustaba. Lo pude notar en su mirada y en el bulto de su bóxer.
Me obligó a recostarme en la cama y separó mis piernas con sus manos, quedando expuesta completamente ante él. Mentiría si dijera que no me calentó mucho más la forma en que se mordía el labio inferior inconscientemente al verme de esa forma.
-Espero que no seas tan brusco -dije, sonriendo y sintiendo dolorosas palpitaciones en mi zona íntima
Andrew sonrió, malicioso.
-Espero que no seas ruidosa -contestó antes de sacar su miembro erecto de su bóxer. Lo tomó con una mano y comenzó a masturbarse frente a mí, su mirada fija en mi reacción.
No pude hacer más que morder mi labio inferior, observando, sobre mis codos, su grandeza.
-¿Qué esperas? Reclama lo que querías en el auto -le pedí. Y no hizo falta decirlo dos veces, porque mi guardaespaldas se lanzó sobre mí y comenzó a besarme nuevamente.
Busqué una vez más atraerlo hacia mí con mis piernas, y entonces sentí toda su dureza contra mi humedad. Piel con piel, sin nada que ahora pudiera impedir sentirnos por completo. Andrew guió la punta de su pene hasta mi entrada, sin dejar de besarme, y cuando creí que se introduciría a mí lentamente, me arrancó un gemido de sorpresa y placer cuando se hundió dentro de mí de una sola estocada.
Solo pude soltar gemidos contra sus labios al sentir la manera en que era llenada por toda su hombría. Él estaba tan duro, y yo tan mojada, que el sonido húmedo y erótico de la penetración no se hizo esperar. Andrew entraba y salía con unas ansias, excitación y rapidez que me llevaban al cielo.
Él dejó mi boca para enterrar su rostro en mi cuello, cerca de mi oído, y se deshizo en gemidos y gruñidos llenos de placer. Tan masculinos. Tan eróticos. Tan sensuales. Tan jodidamente excitante.
Sus brazos estaban a mis costados, y debido a la diferencia de altura, su cuello estaba en el lugar justo para que yo pudiera lamerlo y morderlo. Y eso hice mientras él me embestía duramente. Rodeé su cuello con mis brazos, pegué mi pecho al suyo y arqueé mi espalda con cada estocada dura y profunda que él me daba.
Gemí su nombre incontables veces. Le pedí que fuera más rápido. Que no se detuviera. Hubo un momento donde él pasó un brazo por debajo de mi espalda y, con mi pecho pegado al suyo, me elevó un poco de la cama mientras que se sostenía con su otro brazo. Y de esa forma, conmigo sujetándome de él, siguió penetrándome con estocadas cada vez más duras, profundas y placenteras.
-Muñeca -gimió en mi oído con voz ronca y agitado. Sabía que estaba a punto de terminar. Y yo tampoco duraría mucho más si él seguía entrando y saliendo de mí de esa forma tan salvaje.
-N-No p-pares -supliqué difícilmente. Él se deslizaba dentro de mí con tanta facilidad y rápidez que acababa conmigo.
El sonido de nuestras pieles chocando entre sí aumentó. La habitación se llenó de gemidos. Un hormigueo comenzó a formarse en mi vientre, amenazando con estallar en cualquier momento. Andrew se alejó de mí y me tomó de las piernas, me penetró más rápido. Gemí su nombre más alto.
Y entonces los dos terminamos al mismo tiempo. Yo me removí, aliviada, y Andrew tensó su cuerpo. Luego solo se escuchaban nuestras respiraciones agitadas.
Y supe en ese momento que nadie me había hecho sentir tan satisfecha como Andrew. La forma en que su semen caliente me llenó por completo y se escurrió entre mi entrepierna...
(AQUÍ TERMINA LA ESCENA +18)
-¡Andrew! -pegué un brinco y me incorporé en la cama, sorprendida.
-¿Qué? -preguntó, desconcertado ante mi repentina mirada asustada.
-¡El condón!
Nos miramos como tontos. Entreabrió sus labios ligeramente, sorprendido. Pestañeó varias veces y cerró la boca.
-Bueno. Démosle la bienvenida a un montón de minis sicarios.
Le arrojé una almohada que atrapó fácilmente.
-No seas imbécil -reproché, mirándolo molesta. -¿Como se te pudo olvidar?
-Tú tampoco lo recordaste, muñeca -defendió, comenzando a buscar su ropa entre la casi oscuridad de la habitación. Añadió-: Pero si te hace sentir mejor, estoy limpio.
»¿Nunca habías tomado anticonceptivos, verdad?
Negué. Él soltó un suspiro, colocándose su bóxer.
-Te acompañaré a un ginecólogo si quieres. Para que te recomiende pastillas o algo así.
-Puedo ir sola -dije viendo como se vestía. No me preocupaba el tema, después de todo confiaba en Andrew y dudaba de que tuviera el SIDA o similar. Además tomar pastillas no era un problema para mí. Sin embargo, me recriminé mentalmente el habernos olvidado el condón. Jamás me había pasado antes.
-¿Estás segura, muñeca? -preguntó, atento a mi respuesta. Asentí con la cabeza para tranquilizarlo. Él se acercó a mí y plantó un beso en mis labios-. Lo lamento, Heather. Jamás se me había olvidado antes.
-Fue cosa de los dos, Andrew. No importa -calmé, sonriendo débilmente. Tenía sueño.-. ¿Te vas a tu habitación?
-A menos que quieras que tu padre o alguien más nos descubra... así es -se encogió de hombros. Vi desde la cama como tomó sus zapatos y medias antes de dedicarme una última mirada-. Mañana nos vemos, muñeca. Y espero que no me maldigas al levantarte de esa cama.
Solo vi como desaparecía por el balcón. No podía arriesgarse e ir por el pasillo de la mansión y que alguien lo viera.
Solté un suspiro y me dispuse a cambiar las sábanas y colocarme ropa interior nueva antes de dejarme caer en los brazos de Morfeo, sintiéndome ansiosa de volver a repetir lo de esta noche. Con Andrew.
Mi no tan odioso guardaespaldas.
***
A las siete y media de la mañana del día siguiente, ya me encontraba lista para partir a Solutions Evans. Iría nuevamente con Andrew ya que mi padre, por ser el jefe, llegaba unos minutos antes a la empresa. Aunque me había mandado un mensaje más temprano informándome que saldríamos a cenar a un restaurant de comida italiana junto a un casi socio. Lo cual me hizo creer que se trataba de un trato que él quería cerrar nuevamente.
Saludé a Helen al pasar por la cocina, ignorando las miradas recelosas de las dos empleadas enamoradas de Andrew, y tomé únicamente una manzana. Mi intención era desayunar eso mientras me iba, pero la voz preocupada de Helen me detuvo:
-Señorita, ¿no quiere desayunar algo más elaborado? -preguntó.
Me giré hacia ella, confusa por su tono de voz.
-Pues no. estoy bien así, Helen -respondí-. Pero gracias.
-Querida, no se ha estado alimentando bien últimamente -me detuvo su voz de nuevo cuando estuve a punto de marcharme-. Sé que no soy nadie para meterme en su vida. Pero sé que a veces ni siquiera almuerza y cena muy poco, y ahora no desayuna correctamente.
Tragué saliva y forcé una sonrisa.
-Solo estoy un poco ocupada y estresada, Helen. No tengo mucho apetito.
Y era cierto en parte. La empresa no me estresaba. Lo que me tenía completamente estresada, preocupada y alerta, era el tema del asesino. Tenía muchas preguntas que ahora incluían a mi familia, y no sabía como avanzar con la investigación de la muerte de mi hermano. Y para colmo, Egan no respondía a mis mensajes y llamadas. Lo cual estaba comenzando a preocuparme.
¿Haría bien en ir a su casa?
Aunque hace años que no hablo con sus padres. Y debido a las indiferencias que tuvieron con los míos no sé que tan buena idea sea.
-Le compraré algo en el camino, Helen. No te preocupes -intervino una voz masculina, entrando a la cocina.
Andrew se estaba colocando una chaqueta, listo para llevarme a mi trabajo. Casi pude escuchar los suspiros enamorados de las dos empleadas al verlo. Rodé los ojos ante sus miradas embobadas.
-Oh, Andrew. Eso es muy atento de tu parte, querido -halagó Helen, feliz. Me miró-: Trate de alimentarse bien, señorita. Me preocupa.
Nuevamente forcé una sonrisa.
***
-¿Cómo es eso de que no te has estado alimentando bien, muñeca?
Jugué con mi celular en mis manos mientras veía los edificios pasar por la ventana del auto. En realidad quería evitar el tema y también evitar mirar a Andrew. Por alguna razón no me hacía gracia que mi guardaespaldas/amante supiera de mi pequeño "desorden alimenticio" o lo que fuera que tuviera ahora. Tal vez sentía cierta vergüenza del cambio en mi cuerpo.
Jamás me había sentido insegura de mi propio cuerpo. Sabía lo que tenía y qué no, y estaba bien con eso. Sin embargo, debido a mi repentina perdida de peso en los últimos meses no había podido evitar sentirme acomplejada. Quizás todo este tema del asesino y de secretos me tenían de esta forma.
Miré con desgano la bolsa en mi regazo; contenía una malteada de frutos rojos y un paquete de magdalenas de chocolate. Andrew las había comprado para mí en cuanto salimos de la residencia.
-No he tenido mucho apetito. Es todo -respondí, tajante.
Andrew se mantuvo en silencio mientras conducía. No sabía cual era la expresión que tenía ya que mi vista aún seguía fija en la ventana.
-Ahora que te veo detenidamente puede que estés más delgada -me giré hacia él al escucharlo-. No es como si te vieras mal, muñeca. Aún sigues teniendo esas piernas que llamaron mi atención desde el primer momento.
»Pero puede que hayas perdido un poco de peso.
Ignoré la indirecta de que desde el primer día estuvo viéndome las piernas, y fruncí las cejas en su dirección.
-No tiene porqué importarte -dije a la defensiva-. Recuerda que lo de nosotros solo es sexo, Andrew. No debe importarte nada más.
Mi voz sonó más brusca de lo que esperé. Y es que no me molestaba el comentario que hizo, sino que me hizo sentir más insegura conmigo misma. Y estaba segura de que esa no había sido la intención de Andy. Pero en mi mente, debía mantenerme a la defensiva con ese tema. Tal vez no quería aceptar que tenía un problema. No obstante, el hombre de cabello negro y tatuajes no pareció inmutarse ante mi tono de voz. Andrew solía ser el más tranquilo de los dos hasta que se le zafaban los tornillos debido a su problema de ira.
-Bueno, si lo dices así suena muy frío -sonrió-. Nosotros no tenemos una relación tan fría, ¿verdad? -elevé mis cejas, interrogante-. Vamos, muñeca. No seas así. Soy tu guardaespaldas y debo cuidarte, ¿no? En todos los sentidos.
Otra vez, ignoré cierta cálidez que invadió mi pecho ante sus palabras.
-Solo sexo, Andy -sentencié, desviando la mirada.
Escuché un suspiro por parte suya, resignado.
-Al menos desayuna mientras trabajas, ¿si? -lo miré. Me miró con una expresión que no supe descifrar, pero se asemejaba a la preocupación, pese a que lograba disimularlo-. Inténtalo, muñeca. No quiero que te vayas a desmayar.
Solté un suspiro y terminé por asentir. Faltaban al menos quince minutos para llegar a Solutions Evans, así que me propuse a abrir la bolsa en mi regazo y comenzar a comer las magdalenas de chocolate.
Por un lado, muy en el fondo, se sentía bien que Andy se preocupara por mí. De alguna forma me gustaba eso. Pero otra parte de mí, tal vez mi cerebro, le exigía a mi dolido corazón que no pensara nada más. Que lo de Andrew y yo era algo así como un juego sexual donde no había espacio para sentimientos complicados y celos innecesarios. Solo éramos dos personas jóvenes dejándose llevar por algo tan placentero y excitante como lo era el sexo a escondidas; porque obviamente nadie podía enterarse. En especial mi padre.
No quería saber lo que haría si se entera de que el hombre que contrató para proteger a su hija, también se la follaba.
Lo más probable era que lo despidiera y le prohibiera acercarse a mí. Además de meter en problemas a Matthew.
-¿Cómo te está yendo en tu nuevo y primer trabajo, muñeca? -la voz curiosa de Andrew me sacó de mis pensamientos-. Nunca hablamos de eso al final.
Hice una mueca.
-Bueno... no creo caerle bien a nadie la verdad-tomé un sorbo de mi malteada antes de añadir-: Ah, y mi jefa me odia.
-¿Por qué? -frunció sus cejas, confuso. Su mirada puesta en la carretera.
-Verás, ella y todos los Ejecutivos están en contra de la decisión de Bruce al darme el puesto de asistente de repente -expliqué. Le di un mordisco a mi magdalena-. Porque no tengo experiencia en nada de nada.
-¿Y besar no cuenta? ¿O gemir deliciosamente? -preguntó con inocencia fingida. Le di un pequeño golpe en el brazo, desatando una risa de su parte-. Lo siento.
»Volviendo al tema, pienso que siempre se puede aprender.
»Solamente no dejes que ellos te intimiden.
-Algunos piensan que soy un cordero en medio de una manada de lobos.
-Demuéstrales que eres una leona, muñeca -animó con tanta seguridad que reafirmó mi decisión de conseguir un puesto de ejecutiva. Demostrarles a todos que yo no quería ni necesitaba privilegios por ser hija de Bruce Evans, el jefe de Solutions Evans.
-Eso haré, Andy -sonreí apenas, viendo como nos acercábamos al edificio de la empresa-. Ya verás que...
Detuve mis palabras abruptamente. Andrew estacionó el auto en un espacio libre, justo a metros de la entrada de Solutions Evans.
-Alguien parece estar buscándote -dijo el chico de ojos azules a mi lado.
Pero ni siquiera fui capaz de despedirme de él; tomé mi bolso, la bolsa con mi desayuno y salí del auto rápidamente. Caminé hasta mi mejor amigo, quién estaba parado al lado de su auto color negro, y en cuando él se percató de mí volteó el rostro completamente. Y comprobé, horrorizada, que la piel blanca de su cara poseía pequeñas hematomas.
-¿Qué diablos te pasó en el rostro? -casi exigí saber de inmediato cuando llegué hasta él.
Egan hizo una mueca, disgustado.
-Primero que nada, buenos días -intentó bromear. Pero ante mi mirada desaprobatoria añadió-: Lo siento. No es nada realmente.
-¿Qué no es nada, dices? -fruncí las cejas-. Egan, incluso tienes el labio partido. ¿Cuándo pasó esto? ¿Quién te lo hizo? ¿Por qué?
Egan soltó una pequeña risa que solo me puso más de los nervios. ¡Él se había llevado una golpiza y se reía!
-Linda, en verdad no ha sido nada -se encogió de hombros-. Además no estoy aquí para que hablemos de eso.
-Pero Egan...
-¿Ese es Andrew? -interrumpió mirando por encima de mi hombro.
Pestañeé varias veces y me di media vuelta. En efecto, mi guardaespaldas ahora estaba caminando hacia nosotros. Hacia mí.
-Muñeca, no me dijiste a que hora debía venir por ti -dijo, ignorando la presencia de Egan-. ¿Te vas con el Sr. Evans o necesitas que venga por ti?
Sentí la mirada desconcertada de mi mejor amigo sobre mí. No sabía si por la forma incómoda en que Andy lo ignoró o por su forma de referirse a mí.
Forcé una sonrisa hacia mi amigo y miré a mi guardaespaldas.
-Yo te aviso, Andrew -le pedí con la mirada que se fuera ya que Egan lo fulminaba con la mirada. Sabía lo sobreprotector que era mi mejor amigo, y más el hecho de que Andy no le agradaba en lo absoluto había un... noventa por ciento de probabilidad de que las cosas no terminaran bien.
El pelinegro con ojos azules se cruzó de brazos, mirándome desafiante -y divertido- desde su altura de un metro noventa.
Oh, no. Yo conocía esa sonrisa.
-Es mejor que me lo digas ahora, muñeca. Tal vez no esté disponible más tarde, ¿sabes?
-¿Y por qué no lo estarías? -intervino Egan, molesto-. Eres su guardaespaldas, ¿no?
»Además, en ese caso, yo puedo llevarla hasta su casa.
Mordí el interior de mi mejilla, nerviosa.
Andrew enarcó una ceja hacia Egan, como si no entendiera porqué él debía hablarle. Sí, así de arrogante resultaba ser el pelinegro a veces.
-Tú tienes la entrada prohibida a la mansión.
-Soy su mejor amigo.
-Y yo su guardaespaldas.
-Andrew -intervine elevando la voz, rompiendo el contacto visual entre ellos dos. Miradas que matan-, ven a buscarme al salir. Adiós.
Egan le sonrió con suficiencia. Evité rodar los ojos. Hombres.
No obstante, estaba por darme media vuelta para irme con Egan a otro lugar más lejos de Andy para poder hablar, cuando las palabras de mi guardaespaldas/amante me detuvieron.
-Está bien. Al menos despídete, ¿no? -abrí la boca para decirle un marcado y significativo "Adiós" sin mirarlo, hasta que sentí como mi cuerpo era girado de pronto.
Sus labios se estamparon con los míos. Fue corto, pero posesivo. Más que suficiente para que, al mirar a Egan, este casi dejara caer su mandíbula al suelo, indignado.
-Luego nos vemos -se despidió Andrew al fin, dándose media vuelta y emprendiendo un caminar muy tranquilo hasta su auto.
Yo aún no podía salir de mi sorpresa. Mis ojos seguían abiertos como platos y mis labios ligeramente entreabiertos. No podía creer lo que él había hecho. ¿Acaso había sido un escenita de celos? ¿Una de esas que estaban prohibidas en nuestro jueguito?
¿Qué demonios había sido eso?
Al parecer no era la única preguntándoselo.
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