Capítulo 18 | LOOKING AT ME
(***)
Padre, mírame
¿Seré libre algún día?
Aquel hombre nos observaba con verdadero enojo desde su escritorio. Sus ojos azules oscuros y penetrantes estaban clavados en Andrew más que nada, a punto de soltar la regañada más grande que jamás hubiese soltado. Ni siquiera a mí; que era su propia hija.
El chico de tatuajes y yo nos mostrábamos tensos frente a él, en su oficina. Parecíamos dos niños siendo regañados por su padre. Y tal vez en mi caso era así, pero no para mi guardaespaldas. Quién estaba segura que se encontraba nervioso pese a que lo ocultaba a la perfección.
—¿Me estás diciendo —empezó mi padre con voz dura y sus manos hechas puños, sentado en su silla acolchonada detrás del escritorio—... que mientras yo estoy fuera de casa, viajando por negocios, tú llevabas a mi hija al centro comercial para hacer compras inecesarias cuando claramente di la estricta orden de que Heather tenía prohibido salir de casa?
Tragué saliva con dificultad. Andrew y yo habíamos quedado en que le diríamos a mi padre que él me había acompañado al centro comercial. Claramente era mentira. Sin embargo eso no suavizó las cosas para nada.
—Papá, ya te dije que fue mi culp... —él me interrumpió bruscamente, sin quitar su filosa mirada de Andrew.
—Silencio.
Evité rodar los ojos y soltar un bufido.
—Contesta, Andrew. ¿Fue así?
—Sí, señor. —respondió el contrario sin inmutarse, aunque visiblemente tenso.
Mi padre se recargó en el espaldar de la silla, y sacó un cigarro de algún cajón de su escritorio junto a un encendedor negro y reluciente.
—Repite lo que sucedió después, Foster —ordenó y encendió el cigarro, colocándolo entre sus labios—. Y no te pierdas de ningún detalle.
Miré a Andrew, expectante.
—Estábamos por regresar al auto luego de que Heather —se corrigió rápidamente—la Srta. Evans hiciera las últimas compras.
»Ella quiso adelantarse y cruzó la avenida hasta que en ese momento un auto avanzó hacia ella para embestirla. En ningún momento redució la velocidad ni hizo nada para evitar dañarle, por el contrario.
»Entonces yo la aparté del camino antes de que el auto impactara contra ella.
—¿Y luego? —exhaló el humo y clavó su fría mirada en mí esperando que yo empezara a explicar.
Sentí la mirada de Andrew y tragué saliva.
—El auto dio media vuelta de forma brusca y volvió a avanzar hacia nosotros para atropellarnos.
»Andrew me sacó de la carretera y entonces el conductor del auto sacó un arma y nos apuntó con ella. Pero por suerte la bala no nos dió.
No sabía si debía decirle que Andrew también poseía una pistola. Por lo mismo que decidí quedarme callada.
—¿Eres consciente de que hoy era tu terapia con Marlon? —cuestionó mi padre hacia mí, serio.
—Sí.
—Puedo hablar con él y llevarla ahora sí lo desea —se apresuró a decir Andrew, por lo mismo que giré mi rostro hacia él y lo observé con el ceño fruncido.
Eran las seis de la tarde, y mi sesión era en la mañana a las nueve. Además no quería ir.
Mi padre no estuvo muy de acuerdo. Expulsó el humo de su boca y aplastó el cigarro en el cenicero, acomodándose en la silla.
—No quiero tener que molestar al Sr. Malak por un error tan patético y descuidado de parte tuya, Andrew —expresó, molesto—. Pero quiero que consigas una cita para Heather mañana.
»Aunque no parece necesitarlo, ¿verdad? Pareces estar bien, hija. Digo, cómo has ido de compras ya. Seguro ya se te pasó tu berrinche.
Fruncí las cejas. Mi labio inferior tembló de coraje.
—No sé que insinúas, padre. —traté de que mi voz sonara firme ante él, aunque sabía que no dudaría mucho.
Jamás podía no llorar frente a Bruce Evans.
—La semana que viene retomarás tus estudios en casa y comenzarás a acompañarme a la empresa.
Y eso era lo que más me temía. No la escuela, sino el tema de la empresa. La idea me causaba asco y rechazo. No era lo que quería, yo no quería hacerme cargo de la empresa.
Y como si no fuera suficiente drama ya se me ocurrió salir con la bomba detonante más grande del mundo:
—¿La empresa que estará en bancarrota pronto? —solté recordando las palabras de Egan hace tiempo.
Andrew se tensó.
Contuve la respiración y mis manos comenzaron a sudar.
Todo pareció volverse mucho más incómodo y pesado. Casi pude escuchar el crujir de los dientes de mi padre al apretar la mandíbula con furia. Tragué saliva al verlo levantarse de su silla sin quitar su mirada sobre mí, filosa y de ira contenida. Caminó hasta rodear el escritorio y situarse frente a mí, por lo mismo que debí inclinar mi cabeza levemente hacia atrás para poder mirarlo debido a la gran diferencia de altura.
—¿Quién te dijo eso? —demandó saber con voz dura.
—Nadie —respondí rápidamente, jugando con la tela de mi ropa y evitando ponerme nerviosa frente a él.
—Heather —insistió, exasperado—, ¿quién demonios te dijo la situación de la empresa?
Me sorprendí al escuchar lo contrario a lo que esperé. Mi padre no lo había negado de alguna forma y eso provocó en mí mucha curiosidad sobre la empresa por primera vez. No obstante entendí que no era momento para averiguar el porqué del estado actual de la empresa familiar.
—Fue... —hice un esfuerzo por encontrar una excusa rápidamente —... solo lo escuché por ahí. Los empleados hablaban de... eso.
Debí suponer que no me creería.
—Fue el hijo de los malditos Gray, ¿verdad?
Cometí el error de mirarlo con pánico y tragar saliva. Eso fue suficiente respuesta para él.
—No quiero ver a ese chico en la mansión, Heather. Jamás me convenció del todo —miró a Andrew—. ¿Escuchaste eso, Foster? Egan Gray tiene la entrada prohibida a la mansión desde ahora. Y Heather tampoco puede verlo.
—Entendido, Sr. Evans —Y como era de esperar mi guardaespaldas obedeció sin poner objeción alguna. Pero yo no pensaba dejar las cosas así porque ya estaba harta de que mi padre me controlara en todo. ¿Y ahora quería prohibirme ver a mi mejor amigo de la infancia, la única persona que demuestra preocuparse realmente por mí?
—No puedes hacer eso —murmuré, apretando mis puños y con la mirada en el suelo, molesta.
Bruce, quien ya estaba camino hacia su silla detrás del escritorio creyendo que la discusión había terminado, paró de caminar y giró su rostro sobre su hombro.
—¿Qué dijiste?
Sabía que tenía poca probabilidad de ganarle a mi padre en una discusión ya que cuando él decía que algo sería de una forma, es porque así sería. Además podría ganarme un buen castigo si lo hacía enojar. ¿Pero qué importaba eso? Estaba cansada de las órdenes. Y de él. Por lo mismo que se lo hice saber al mantenerme firme en mi decisión:
—No voy a dejar que me prohibas ver a Egan, padre —repetí clavando mis ojos en los suyos, fríos como el mismo hielo—. No tienes derecho a decirme a quién puedo ver y a quién no.
—Claro que sí y ya lo he hecho, Heather. Soy tu maldito padre.
—¡Me importa una mierda que lo seas! —grité, furiosa. En otro momento jamás habría sido capaz de alzarle la voz de esa forma y decir alguna grosería. Pero es que no me importaba siquiera hacer un escándalo frente a Andrew, quién miraba la escena quieto y sin decir nada, pero con una expresión que dejaba claramente ver su incomodidad de estar presente.
—Ten cuidado con la forma en que me hablas, Heather —mi padre tomó asiento y sacó otro cigarro el cual no tardó en encender bajo mi mirada molesta.
Me crucé de brazos, desafiante.
—¿O sino qué? —lo reté con la mirada—. ¿Acaso me golpearás como lo hacías con Daryl cuando te contradecía? No me sorprendería si lo hicieras.
»Dime, Bruce, ¿ahora que mi hermano no está me harás la vida miserable a mí?
Mi padre rió secamente y sin gracia, expulsando el humo de su boca.
—Tienes una mansión, vives rodeada de lujos, tienes dinero de sobra para gastar como quieras y estudias en uno de los mejores institutos del país, ¿Y...—me miró con una ceja alzada, burlón—... te atreves a decir que quiero hacer tu vida miserable cuando lo que hago es mantener nuestro apellido como uno de los más exitosos y pasarte el mando de la empresa familiar a ti para que seas igual de exitosa que toda la familia Evans?
Solté un suspiro lleno de frustración y con ganas de soltarme a llorar. Incluso mi labio inferior tembló, pero supe contenerme.
¿Por qué parecía que lo único que le importaba era el dinero? ¿Por qué siempre terminaba por echarme en cara todo lo que teníamos?
—¿Al menos... —tragué saliva para deshacer el nudo en mi garganta y bajé la mirada—... te causó algo que mencionara a mi hermano?
Ya era tarde para aparentar valentía. Las lágrimas habían comenzado a caer lentamente por mis mejillas y me abracé a mí misma en busca de auto-consolación. Entonces recordé que Andrew seguía en la oficina en completo silencio, detrás de mí a una distancia considerable, tal vez disfrutando de ver lo patética que era.
La habitación se llenó de un silencio torturoso, en el cual lo único que se escuchaba eran mis intentos fallidos por contener los sollozos que amenazaban con escaparse. No fui capaz de levantar la mirada y por ende no supe sí mi padre me estaba mirando molesto o... triste. ¿Pero eso sería posible? Cuando varias veces había demostrado ser un hombre ambicioso y frío.
—Ya dije lo que tenía que decir —dijo finalmente en un tono de voz neutro que no me dejó saber lo que sentía—. Retírate y vete a tu habitación. Andrew, tú te quedas.
Apreté mis labios, saboreando las lágrimas saladas y miré a mi padre en silencio, sintiendo un dolor inexplicable en mi pecho y una impotencia que quemaba cada centímetro de mi piel. Tragué saliva y no me moví de mi lugar; mi mente estaba hecha un desastre por el enojo y el odio que comenzaba a crecer en mí hacia mi padre, hacia el maldito apellido Evans, hacia mi vida.
—Te odio —formulé lo suficientemente alto para que mi padre me escuchara. Él levantó la mirada y me observó con una ceja alzada, fumando en silencio—. Eres el ser más repugnante y cruel que he visto y solo espero que te mueras.
—Heather —y por primera vez en bastante tiempo, el llamado de Andrew llegó hasta mí en un murmuro suplicante. Como diciendo "no lo hagas enojar. Fue suficiente".
Lo ignoré y seguí lanzándole dagas a mi padre a través de mi mirada, llena de desprecio.
—Cierra la maldita boca, Heather. No me hagas hacerlo por ti.
—¡Entonces deja de controlar mi vida como si fuera tuya! —le grité a mi padre y me acerqué al escritorio—. ¡¿Acaso no te quedó claro que te odio y odio que seas mi padre?! ¡Ni siquiera te importa que tu hijo esté bajo tierra pudriendose en este momento! ¡Solo te importa el dinero y mantener las apariencias!
—¡BASTA! ¡CIERRA LA BOCA, INSOLENTE! —su grito me hizo sobresaltar y temer un poco cuando se puso de pie rápidamente y golpeó el escritorio con fuerza.
—Te molesta que te diga la verdad, ¿no? —sonreí sin gracia—. Ojalá lo pierdas todo, Bruce. Ojalá pierdas todo aquello por lo que te esforzaste en tener.
—Si yo caigo, ustedes también lo harán, ¿recuerdas eso, Heather? Si no fuera por mí, estarían en la calle tú y tu madre.
En un arrebato de furia tiré todo aquello que estaba encima del escritorio y grité toda clase de insultos hacia su persona, enojada y dolida.
—¡¡Tú deberías estar pudriéndote bajo tierra, no mi hermano!!
—¡Insolente desgraciada!
Entonces abrí los ojos con sorpresa y miedo al ver como mi padre levantaba su mano y su rostro se desfiguraba por la ira, su mano con toda la intención de dañarme. Retrocedí asustada y cubrí con mis brazos mi rostro de un golpe que... nunca llegó.
Aparté apenas mis brazos y lo ví.
Andrew se había colocado frente a mí y sostenía la muñeca de mi padre, protegiéndome del golpe. Su mirada seria y fría sobre la de mi padre, sorprendida y furiosa.
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