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Capítulo 16 | RIDE

(***)

Estoy cayendo, entonces
Me estoy tomando mi tiempo en mi camino

Pagué con la tarjeta de crédito las prendas que había comprado en mi tienda favorita. Solía venir aquí con Taylor, Sabrina, Leila y Alexa cuando queríamos ir a alguna fiesta o simplemente para pasar el rato. Nosotras solíamos ser muy insistentes en vernos bien a donde sea que fuéramos. Por algo nos habíamos ganado el título de las divas del colegio. Y honestamente me encantaba la atención. Bueno, cuando era buena claro.

Pensé en que quizás la decisión de salir y divertirme como antes era la mejor. Después de todo, mi mente se mantendría ocupada y estaba segura de que tendría que dejar todo esto de lado en cuanto mi padre insistiera de nuevo en prepararme para la empresa. Pero, maldición, no quería nada de eso. ¡No quería que me obligasen a eso!

—Muchas gracias por su compra, jovencita —agradeció la empleada entregándome las bolsas con ropa, accesorios y zapatos que había comprado con la tarjeta de crédito que mamá me había regalado tiempo atrás.

Tal vez el dinero no compra la felicidad. Pero sí que te hace ser una infeliz bien vestida, ¿no?

—Gracias a ti —sonreí recibiendo las bolsas. Salí de aquella tienda con aires de diva y caminé hasta mi auto para dejar las bolsas en el asiento del copiloto. Me subí y cuando estaba por arrancar mi celular sonó indicando un mensaje.

Fruncí el ceño al ver que se trataba de ese número que tanto me costó conseguir.

Andrew.

S: ¿Dónde carajos estás? ¿Por qué te has escapado?

Oh, vaya. Al parecer le llegó la noticia.

Le respondí.

Yo: Volveré pronto Andrew. No soy una niña.

Sin embargo no me respondió. Por el contrario, mi celular vibró e indicó con una canción de Doja Cat que estaba recibiendo una llamada. Rodé los ojos y llevé el celular a mi oído en cuanto deslicé el icono verde.

—¿Qué pasa? —contesté empezando a manejar. Sí, no debería estar haciéndolo mientras sostengo el celular con una mano y con la otra manejo. Menos sí no era una experta en el tema de la conducción.

¿Y lo preguntas así nada más? —su tono de voz indicaba que no estaba para nada contento.

—Ya te dije que volveré pron...

¡Es ahora cuando quiero que vuelvas!

Apreté los labios en una mueca, molesta por su actitud demandante. ¿Pero quién rayos se creía? ¿Mi padre?

—No me grites, Andrew. Recuerda tu puesto, no eres más que yo.

No sé de dónde saqué esas palabras. Pero sí algo sabía era que estaba muy molesta.

Su risa sarcástica se escuchó al otro lado de la llamada.

Escucha, mocosa. En este caso yo soy el que manda, ¿de acuerdo? Soy tu guardaespaldas pero también tu estúpido niñero por desgracia. Así que sí algo malo llega a sucederte y tu padre se entera, me cortará los huevos. Así que sí, muñeca. Creo que eres tú quién no está en posición de dar órdenes.

Otra vez ese estúpido apodo. ¿Por qué demonios lo hacía sonar tan bien pese a que estaba enojado? Y un momento, ¿me llamó mocosa?

—Pues sí tanto te preocupa lo que me pueda pasar no debiste haberme dejado sola todo un día —reclamé de forma inconsciente—. ¡Te estuve esperando todo el día! ¡Pero ni te dignaste a aparecer!

—¿Qué? —sonó sorprendido de pronto. Y entonces supe que había dicho algo que se pudo malinterpretar.

Es decir, ¿yo? ¿Esperando a Andrew como si fuera su perro? ¡Por favor! Si él podía hacer lo que quisiera. Y yo también.

No me di cuenta de que había pasado un semáforo en rojo hasta que escuché los bocinazos de los demás autos, y junto a ellos algunos insultos. Quise frenar en vano, pues no podía detenerme a mitad de camino o provocaría un accidente. Por lo mismo que las llantas del auto chillaron sobre el asfalto en cuanto pisé el acelerador de nuevo.

Mi celular terminó en mis piernas.

¿Heather? ¿Y ese ruido? —escuché la voz preocupada de Andrew—. ¿Estás bien?

Estacioné el auto cerca de la acera y solté un suspiro lleno de alivio. Mis piernas temblaban debido al susto de hace un momento. Demonios pude haber tenido un accidente.

Sin embargo eso no permitió que el enojo que comenzaba a sentir se opacara.

¡Heather! ¡Contéstame, maldita sea! 

Tomé el celular de nuevo y lo llevé hasta mi oído, furiosa.

—¡Cállate, Andrew! ¡Cállate ya! —le grité de forma descontrolada—. ¡Puedes decir todo lo que quieras pero tú no tienes ningún derecho sobre mí! ¿Entiendes? ¡Ni tú ni nadie más!

—¡Solo trato de protegerte!

—¿Protegerme de que? ¡No necesito que nadie me proteja, Andrew! —pasé mi mano libre por mi rostro y me eché en el asiento, intentando calmarme—. Escúchame, no quiero discutir contigo. No quiero problemas. Lo único que deseo en este momento es estar sola, ¿bien? No me pasará nada por estar unos minutos lejos de ti.

—Heather, entiende que tú eres mi prioridad en este momento—dijo él en un tono de voz que dejaba notar su frustración —. Bruce fue muy claro conmigo el día en que me contrató para protegerte. Si algo te pasa, si tan solo tienes un solo rasguño, será el fin, ¿bien? Me despedirá.

—Ese no es mi problema —solté sin pensarlo. Lo cierto era que la idea no me era indiferente porque en el fondo, yo no quería que Andrew fuese despedido y que nunca más volviera a verlo.
Extrañamente sentía un amor-odio hacia mi guardaespaldas.

Sin embargo estaba segura de que en este momento el odio era mutuo. Y que mi respuesta no pareció caerle nada bien al chico de tatuajes.

¡Maldita sea, Heather! ¿Por qué tienes que ser tan...?

—¿Tan qué, Andrew? —insistí, retadora.

¡Tan malcriada! ¡Eso eres! ¡Una chica que solo quiere llamar la atención de sus padres! ¡Pero no eres más que una niña caprichosa y malcriada!

Sin duda alguna eso había dolido. ¿Lo peor? No podía responderle a eso. Me había quedado completamente muda, incrédula.

¿Llamar la atención de mis padres? ¿En serio? ¿Cree que todo lo que he pasado, mi sufrimiento por la pérdida de mi hermano y la falta de sensibilidad de mis padres es parte de mi berrinche para llamar la atención de mis progenitores? Oh, no. Andrew realmente no sabía de lo que estaba hablando.

Y en cuanto se dió cuenta de lo que había dicho, ya fue muy tarde.

—Muñeca, yo... —soltó un suspiro lleno de arrepentimiento.

Pero yo no estaba dispuesta a escucharlo.

—¿Sabes una cosa, Andrew? —lo interrumpí en un tono de voz firme—. Sí tanto miedo tienes de que te despidan, ven a buscarme.

—¿Qué? —dijo con incredulidad.

—Así es —levanté la barbilla sin perder el tono de voz—. Intenta encontrarme antes del anochecer y entonces habrás ganado y no tendrás problemas con mi padre.

Heather...

—Pero —volví a interrumpir—si no me encuentras para cuando mami y papi hayan llegado de su viaje, tendrás serios problemas en cuanto pregunten por mí y no tengas ni idea.

Casi pude ver su rostro expresando perfectamente la irritación e ira.

No sabes con quién te estás metiendo, muñeca. —aseguró en un tono de voz que no supe descifrar.

—Tú tampoco, Andrew —reí solo para molestarlo—. ¿Qué pasa? ¿No puedes con la niña caprichosa?

—¿Qué si no puedo? —soltó una risa sarcástica pese a que se notaba lo irritado que estaba—. Escucha, mocosa, en cuanto te pille desearás no haberme reta...

Y colgué.

Oh, eso lo pondría furioso.

Dejé mi celular dentro de una bolsa de mis compras en el otro asiento junto a mí, y procedí a encender el auto y seguir manejando como si nada malo hubiese pasado. Cómo si no supiera en el problema en que me metería en cuanto mi guardaespaldas me encontrase.

No obstante había algo que me había dejado un poco extrañada. ¿Era mi imaginación o Andrew se escuchaba un poco alterado? Entendía que su trabajo estaba en juego y que lo que yo había hecho tal vez estuviera mal, pero, ¿eso justificaba la forma en que me había hablado? Normalmente era él el último en perder los estribos entre nosotros dos.

Tal vez yo también me pasé, ¿no?

—No. Se lo merece —me respondí a mí misma recuperando la sonrisa.

Si Andrew creía que solo era una niña malcriada y caprichosa, ahora le daría más motivos para creerlo. Porque yo no dejaría que nadie me humillase ni hablase de esa forma. Menos Andrew.

Muñeca.

¡Demonios! ¿Cómo hacía para sacarme eso de la cabeza?

Solté una maldición y me contuve de arrojar el celular por la ventanilla del auto en movimiento. ¡Me había colgado la muy...!

Tranquilo, Andrew. Lo resolverás. No pierdas la calma o todo puede irse al cara...

—¡MALDICIÓN! —pisé el acelerador y las llantas rechinaron contra el asfalto en cuanto salí disparado hacia la mansión. Debía encontrar a Matthew urgente.

Fue una maldita suerte que ninguna patrulla de policía haya estado vigilando o de lo contrario era seguro que terminarían deteniéndome debido a la gran velocidad en que conducía. Esquivé los autos con facilidad y maniobré el volante perfectamente para doblar en las esquinas, llevándome varios bocinazos a su vez.

Pero no me importaba. De todas formas tenía experiencia manejando a gran velocidad.

En cuanto llegué a la mansión visualicé a Matthew en la entrada junto a otros hombres. De pronto los nervios me atacaron. ¿Y si Bruce ya había llegado? Eché una mirada por los alrededores para verificar que el auto que les pertenecía no esté. Me sentí un poco más tranquilo en cuanto no lo ví. Aunque eso no quisiera decir que no estuvieran ya que podrían estar dentro de la mansión ya.

—¿Y Heather? —preguntó Matthew acercándose a la ventanilla del auto. Frunció el ceño con extrañeza al no verla en ninguna parte.

—No lo sé —respondí tajante sin apagar el motor del auto. Tampoco pensaba entrar a la mansión todavía—. ¿Los Señores Evans llegaron? —pregunté con disimulo ya que habían otros hombres de seguridad a unos metros de nosotros, atentos a la conversación de "padre e hijo". Probablemente estaban pensando en las consecuencias de mi descuido con Heather. Y lo único que deseaba era que no abrieran la boca frente a Bruce.

Matthew negó con la cabeza, aunque preocupado.

—Llegarán dentro de cinco horas —informó. Miré mi celular y eran las tres de la tarde.

Era imposible que no encontrara a Heather dentro de cinco horas, ¿verdad?

—¿Tienes el contacto de Leo?  —pregunté asegurando que los demás no me escucharan. Matthew me observó con el ceño fruncido.

—¿El amigo de Chris Campbell? —asentí con la cabeza, serio—. Claro. ¿Para qué lo quieres?

—Para rastrear el celular de Heather.

Matthew no pareció muy convencido de hacer tal cosa. Pero, ¿qué otra maldita opción tengo?

Anoté el número del chico rubio experto en rastreo cuando Matthew me lo dijo y entonces lo guardé dentro de mis contactos. Le dije a mi tío que si los Evans volvían antes de tiempo que les dijeran que Heather y yo habíamos salido al centro comercial a petición suya y que regresaríamos pronto. Solo espero que todo resulte bien.

Y luego encerraría a Heather en su cuarto, la ataría a la cama y la dejaría ahí lo que restaba del día hasta que sus padres llegaran.

No le di oportunidad de a Matthew de decir algo más ya que hice rugir el motor del auto y di media vuelta hasta salir de la residencia a gran velocidad una vez más. Mientras conducía marqué el número de Leo y llevé el celular hasta mí oído, impaciente.

Luego de tres tonos respondió.

—¿Hola?

—¿Leonardo Hopkins?

—El inigualable. Pero sí eres algún enemigo entonces no soy yo.

Rodé los ojos. En otra situación no estaría lidiando con personas que no se toman las cosas en serio (como lo era Leo) pero en este caso en serio lo necesitaba. Por lo mismo que me dije a mí mismo que no debía perder la paciencia fácilmente por cualquier tontería, y que este niño (cómo yo le decía) me podría ser de mucha ayuda.

Soy Foster —dije de forma seria mientras doblaba una esquina—. Trabajé para tu amigo Chris una vez, ¿recuerdas? Nos conocimos en un club de Miami.

El chico se mantuvo en silencio un momento, tal vez haciendo memoria.

Después de salir de la cárcel hice unos cuantos trabajos como sicario, asesinando a personas por dinero. Entre ellas, trabajé para el hijo de un mafioso y asesiné a un tipo con el que tuvo problemas. Coincidimos en un club ilegal de Miami y así fue como nos conocimos. Aquel chico de ojos azules y castaño, acompañado de sus dos amigos y ebrio hasta el culo, dijo haberme reconocido por mis trabajos gracias a los hombres con los que su padre negociaba. Y allí mismo me confesó que quería deshacerse de un hombre con el que había hecho una apuesta la cual había perdido, para evitar pagarle una gran cantidad de dinero.

No obstante ahí no terminó todo. No nos hicimos amigos, pero si alguno de los dos necesitaba alguna vez al otro por temas de trabajo o algo así, nos mantendríamos en contacto. De todos modos sabía que si algún día me metían de nuevo a la cárcel injustamente, él podría darme una mano.

Matthew también los conoció y fue él quién obtuvo los contactos de Leo y Ryan (un tipo de piel oscura también amigo de Chris).

—El sicario, ¿verdad?

—Así es, Leo.

—Ya veo. ¿A qué se debe el honor, fortachón? ¿Necesitas a Chris?

—Sí te he llamado a ti, ¿por qué buscaría a Chris? —cuestioné con hastío sin dejar de conducir. Tuve que bajar la velocidad al darme cuenta de que no tenía ni puñetera idea de a dónde me dirigía. Solo me había adentrado más a la ciudad con la esperanza de poder identificar a Heather en algún auto.

Pese a mi tono brusco el chico no pareció inmutarse para nada.

Es una buena pregunta, F —rió, divertido—. ¿Qué necesitas?

¿Puedes rastrear el móvil de alguien? —pregunté, ansioso.

—Claro. Solo pásame el número de celular. Y si tienes algún mensaje enviado de esa persona que sea reciente será más rápido todo.

—Ahora lo hago.

Tuve que estacionarme en algún lugar y así poder reenviar el mensaje de Heather hacia el celular del chico rubio que me estaba ayudando. Una vez lo hice se lo hice saber, a lo que me respondió que le tomaría unos cuantos minutos y que debía ser paciente.

Se escucharon unos ruidos al otro lado de la llamada, como si estuviera tecleando algo en una computadora.

—¿Puedo saber a quién quieres rastrear, Foster? —preguntó mientras tanto, curioso—. ¿Otra víctima?

—Para nada, Leo —solté un suspiro frustrado al recordarlo—. En realidad es la hija de una. Y mira tú qué irónico, estoy haciendo de su guardaespaldas.

El rubio soltó una risa llena de diversión. Para ser alguien que pertenecía a la mafia era un crío bastante... ¿Cómo decirlo? ¿Simpático? ¿Risueño? Bueno, algo todo lo contrario a lo que hacía.

—Ya veo.

Esperé impaciente a que terminara su trabajo. Estaba tan cerca de poder atrapar a Heather y meterle la regañada de su vida...

¡¿Qué mierda?! ¡Hablo como si fuera su padre!

No obstante estaba bastante seguro de que esto ella no se lo vería venir. Y demonios, solo esperaba que en cuanto la tuviera enfrente no perdiera la cabeza debido al enojo o de lo contrario podría acabar golpeándola. Y definitivamente hacerle daño no estaba en mis planes. Tal vez sí se llevaría unos buenos gritos de mi parte y quizás, solo quizás, un buen castigo que no estaría de más. No lo sé realmente. Ya lo pensaría luego.

—Listo, campeón —dijo Leo, soltando un suspiro de alivio—. Ha costado un poco debido a la distancia, pero ya te mandé la dirección en la que se encuentra. Y será mejor que te apresures porque en cuanto se mueva de allí no podré localizarla de nuevo hasta después de media hora.

Miré el mensaje que me había llegado de Leo. Leí la dirección y la reconocí al instante. Era una suerte que tuviera excelente memoria para localizar calles.

—Eres un puto genio, Leonardo —sonreí inconscientemente.

—Ya lo sé —casi pude ver su sonrisa llena de arrogancia al otro lado de la pantalla —. Pero dime Leo.

—Te debo una.

—Claro que sí. ¡Dime sí necesitas otra cosa, Foster!

Nos despedimos y colgué tan rapido como lo fui al hacer rechinar los neumáticos y salir escopetado hacia la dirección en que la chica rubia se encontraba. Anduve unas cuantas calles y me obligué a mí mismo a controlar la velocidad para no tener ningún problema, y después de unos veinte minutos aproximadamente mi atención se dirigió a una patrulla de policía.

Bajé la velocidad para poder observar mejor: la patrulla parecía estar lista para partir con un auto enganchado atrás, y adelante de éste un oficial de policía anotaba algo en una libreta mientras una chica parecía estar discutiéndole de algo mientras sostenía algunas bolsas de marca en las manos. No obstante reconocí esa cabellera rubia y gritos histéricos rápidamente. Probablemente aquellos ojos protegidos por unos lentes de sol oscuro expulsaban llamas.

—¡Es mi auto! ¡No puede llevárselo!

—Señorita, su auto está estacionado en zona para discapacitados. Claramente dice el cartel que está prohibido estacionarse aquí —el hombre le señaló un cartel hacia un lado con el bolígrafo, frustrado.

Me encargué de aparcar mi auto negro cerca del lugar correctamente. No quería que Heather me viera aún. Salí de él y caminé lentamente hacia ella por detrás a unos cuantos metros considerables.

—¡Pero ya estoy aquí! ¡Lo he dejado aparcado solo unos minutos para poder comprar algo!

—Lo lamento, Señorita. Pero varias personas se han quejado ya de su auto y dicen que ha estado allí una hora por lo menos. ¿Tanto ha tardado en comprar esos lentes?

Heather parecía furiosa por la manera en que elevaba sus brazos son soltar las bolsas.

—¡Pero...!

Me quedé en mi lugar, expectante y divertido ante la situación. Ella no parecía quedarse de brazos cruzados.

—Escuche, no tengo ni el tiempo ni la paciencia para lidiar con usted —el oficial de tránsito le tendió un papel que Heather tomó de malas ganas—. Así que puede pasar a retirar su auto por la estación de policías luego de pagar la multa sí tanto lo quiere.

—¡¿Pero como regresaré a casa?! —le gritó en vano ya que el hombre subió a la patrulla y arrancó, llevándose el auto de Heather consigo detrás—. ¡Usted es un...! ¡Agh!

Solté una risa por lo bajo. Sin embargo supe que era momento de hacerme notar; por lo mismo que volví a mi semblante serio para que ella supiera que el juego había terminado. Comencé a caminar a ella a paso firme.

—¡Eh, muñeca!

La rubia se dió media vuelta rápidamente, curiosa ante el llamado. En cuanto notó que era yo se tensó por completo y quitó sus lentes tal vez para asegurarse de que realmente estuviera ahí y que la había encontrado.

Y no estaba para nada contento. Y eso lo notó en seguida.

Entonces hizo algo que no esperé; tiró las bolsas de compras que poseía y comenzó a correr hacia el otro contrario. ¡¿Qué edad tenía?! ¡¿Doce?!

—¡HEATHER!

Y no tuve más opción que correr detrás de ella.





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Leonardo Hopkins es uno de los personajes secundarios de mi otra novela llamada "Cede Ante Mí".

Esa novela fue la primera que hice y por lo mismo tiene muchísimos errores y cosas que me dan cringe JAJA.

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