CAPÍTULO 11 | NEVER ENDING NIGHTMARE
(***)
Cada vez que cierro mis ojos está ahí esperándome
Siempre me encuentra
Ese mismo día por la tarde aparecieron personas que seguirían investigando la habitación de mi hermano. Hasta ahora habían encontrado varias cosas que podrían ayudar a descubrir quién era el asesino, sin embargo no querían decírmelo. Ni siquiera Andrew.
¿La razón? Dijo que necesitaba ocuparme de mi salud mental primero. Y que lo demás se lo dejara a los profesionales.
Por otro lado, mis padres no habían dado señales de vida. No a mí personalmente, por lo menos. Al parecer no planeaban volver tan pronto por lo que Andrew me hizo saber que ahora estaba enteramente a su cargo. Pues él sería el principal responsable si algo malo me llegase a suceder. Además de que mis padres se comunicaban conmigo a través de Andrew.
Ni siquiera eran capaces de llamarme o algo similar.
—La semana que viene retomarás tus clases en casa —Mencionó mi niñero-guardaespaldas desde la puerta de mi habitación.
Yo me encontraba en mi cama, dibujando un boceto cualquiera en mi libreta.
—No, gracias —negué con desinterés.
—No fue una pregunta.
Levanté la vista hasta que mis ojos chocaron con los suyos. Él estaba apoyado en el marco, de brazos cruzados y observándome de forma neutra pese a que su voz demandaba seriedad y autoridad. Portaba una camisa negra que se amoldaba perfectamente a su cuerpo, junto a unos pantalones cargo de igual color y unas botas de hombres. Su vestimenta me recordó a los militares.
—Dile a mis padres que no me siento lista —ordené con notable molestia en mi voz.
—De hecho ellos quieren que ocupes tu tiempo en algo productivo.
—¿Dices que se cansaron de ver cómo me deshidrato en lágrimas?
Andrew rodó los ojos ante mi tono sarcástico y se dio media vuelta para irse de mi habitación.
—Quiero que bajes en menos de cinco minutos. Me acompañarás a tu escuela —sentenció para finalmente irse sin dejarme oportunidad de quejarme. Por lo mismo que solté un bufido y me levanté de la cama a regañadientes. No era cómo si me gustara hacerle caso, mucho menos cuando se creía mi padre, pero entendía que solo seguía órdenes. Y también sabía la cantidad de problemas que le traería con mi padre si no lo obedecía.
Así que busqué un suéter y acomodé un poco mi cabello rubio con mis dedos antes de salir. Caminé por el pasillo de forma despreocupada hasta llegar a las escaleras, lugar donde ví a Andrew al final de éstas. Él se estaba colocando su típica chaqueta de cuero cuando me vio.
—¿Esperas una tarjeta o qué? No tengo todo el día —Se quejó apresurandome.
Comencé a bajar las escaleras y le miré de mala forma.
—De hecho —sonreí de forma cínica —, tu trabajo es ser mi sombra. Así que sí, querido guardaespaldas, tienes todo el día. Pero para mí solamente, ¿entiendes? —reí para molestarlo. Me sentí orgullosa cuando lo conseguí ya que por su mirada supe que en cualquier momento me tiraría con ese florero que estaba en la entrada. O al menos se le cruzaría por la cabeza aunque no lo hiciera.
Él comenzó a caminar hasta la entrada principal aplicandome la ley del hielo al parecer. Y cuando me dispuse a seguirlo, paré en seco al recordar que había olvidado mi celular en mi habitación. Así que di media vuelta y emprendí camino de forma apresurada hasta subir las escaleras. Cuando Andrew se percató de esto me gritó.
—¿A dónde vas? ¡Llegaremos tarde! —intentó detenerme con sus palabras. Sin embargo lo ignoré y le dije que iba por mi celular—. Pero... —dejó la palabra en el aire, rindiendose.
No entendía porqué tenía tanta prisa por irse. Pero decidí ignorarlo y pensar en que su personalidad era así. Tal vez quería ser puntual. Así que cuando llegué hasta mi cuarto y tomé mi celular, salí de la habitación y caminé-corrí por el pasillo. Fruncí mis cejas con confusión cuando pasé por la oficina de mi padre y ví la puerta entreabierta. Por lo mismo que me volví hacia mis pasos y me asomé son sigilo.
—¿Qué...? —abrí la puerta completamente y la persona al otro lado se sobresaltó y se giró a verme rápidamente —. Matthew, ¿qué haces en la oficina de mi padre?
Él balbuceó algunas cosas sin sentido y miró las hojas que sostenía en sus manos, para mirarme de nuevo a mí.
—Srta. Evans —carraspeó y dejó las hojas en el escritorio de mi padre —. Su padre me pidió que le enviara algunos documentos de su trabajo. ¿Necesita algo?
—Oh. —tenía sentido—. ¿Pero por qué te pusiste nervioso?
—No es así, señorita. Solo me tomó de sorpresa —se acomodó la corbata y caminó hasta mí —. ¿Dónde está Andrew?
Ah, cierto.
—Me está esperando abajo para irnos a mi escuela de hecho —respondí y salí de la oficina con Matthew detrás.
Aunque se me hizo raro que él no estuviera con mis padres y se haya quedado en mi casa, no pregunté nada. Después de todo ya me estaba tardando con Andrew y sé que si no bajo yo él vendrá a buscarme con sus aires de "yo mando aquí". Así que me despedí de Matthew y me fui de allí. Al no encontrarlo en la entrada principal de la mansión supuse que ya estaba esperándome afuera de ésta. Y lo confirmé cuando salí y lo vi a unos metros atravesando la reja de la entrada de la casa para dirigirse a su auto. Ni siquiera saludó o le dirigió la palabra a los demás guardias de allí.
Cómo siempre tan amable.
Andrew abrió la puerta del auto para subirse, sin embargo al verme llegar hasta él soltó un bufido y rodó los ojos antes de rodear el auto y situarse frente a mí, abriendo la puerta del copiloto sin quitar su mirada molesta encima de mí.
—Qué caballero —solté con burla. Mi guardaespaldas tenía una forma rara de actuar; a veces se molestaba conmigo y me lo hacía saber mediante sus expresiones, sin embargo siempre hacía este tipo de cosas como abrirme la puerta del auto pese a que yo me resultara un problema últimamente.
Pero me agradaba de alguna manera.
—Intenta guardar silencio durante el camino y no hagas o digas nada que me moleste —advirtió cuando subió al auto y lo puso en marcha.
Lo observé detenidamente.
—¿Por qué estás de mal humor? Sé que no es costumbre tuya tener una sonrisa más grande que la del guasón, pero hoy especialmente te noto molesto.
—Tú me molestas.
Lo miré ofendida.
—¡Pero ni siquiera he dicho o hecho algo malo para molestarte hoy! —exclamé cruzandome de brazos.
Andrew negó con la cabeza sin quitar su mirada del camino. Finalmente soltó un suspiro y me miró de reojo unos segundos antes de responder.
—Solo no estoy de ánimos, ¿bien? No tuve una buena noche. —respondió con simpleza.
—¿Por qué? —quise saber a la vez que lo miraba con suma curiosidad.
¿Qué podría pasar por la cabeza de un chico como Andrew? ¿Qué preocupaciones tendría? De pronto me vi interesada en él y en su vida. Cómo por ejemplo; qué cosas hacía cuando no estaba trabajando, qué cosas le gustaban, cuáles no, sí tenía hermanos o él era el único, sí tenía otro trabajo aparte del que implicaba cuidarme.
Bueno, aparte de ser un sicario.
Una fuerte punzada de curiosidad me invadió ante ese pensamiento. Quería, no, necesitaba saber más de él respecto a su vida. ¿Cómo fue que llegó a eso? ¿Hace cuánto lo hace? ¿Tiene muchos clientes?
Sin embargo, sabía que no me respondería a nada de eso. O al menos costaría sacarle más de un monosílabo.
—¿Siempre eres así de chismosa o solo yo tengo ese honor? —preguntó con una sonrisa ladina.
—Tú tienes ese honor —le respondí —. Y también Egan. Aunque él es mi mejor amigo.
—¿Entonces por qué quieres saber de mí si yo no soy tu amigo? —atacó él.
—¿Tú no querrías saber más de la persona a la que estás a cargo? —fruncí el ceño levemente —. Pongamoslo así —carraspeé mi garganta—: tu vida es una mierda...
—¿Es una suposición? —lo ignoré.
—Y de pronto llega un chico que jamás habías visto en toda tu vida y te salva de caer de la azotea de un hospital...
—¿Caer? —frunció el ceño.
Volví a ignorarlo.
—Y ese chico se convierte en tu guardaespalda y luego descubres que tiene doble vida. Y qué, irónicamente, casi te quita la tuya —fijé mi vista en él, esperando una respuesta o que dijera algo. Sin embargo, solo obtuve un encogimiento de hombros. Solté un fuerte suspiro y rodé los ojos —. ¿Tú no querrías saber más de esa persona?
Los ojos azules de Andrew chocaron contra los míos, transmitiendome cierta seriedad y frialdad. Un claro mensaje de que yo no le sacaría ninguna palabra que pudiera perjudicarlo. O al menos no le sacaría una respuesta que antes estuviera fríamente calculada.
—No cuando esa persona ya ha dado claras señales de que no le gusta que se metan en su vida —respondió con un tono de voz que me envió escalofríos por toda mi espina dorsal. Luego volvió su vista al frente y una pequeña sonrisa astuta se dibujó en sus labios—. Sin embargo, ya que estamos hablando de esto yo también podría aprovechar y preguntarte, ¿cómo consiguió contactarme, Srta. Evans? —pronunció lo último con un deje de burla.
Abrí mi boca; las palabras atascadas en mi garganta. Solo logré soltar penosos ruidos con la letra "M". Eso me había tomado desprevenida.
¿Qué como lo había contactado? No se lo diría. Sí él no quería responderme, yo tampoco lo haría. No le diría que había conseguido su contacto por medio de malas juntas fuera de la escuela, mucho menos lo que hice para conseguirlo.
—Sin preguntas. —me rendí desviando mi mirada hacia la ventana, resignada.
Una vez llegamos hasta la que era mi escuela, me ví obligada a bajar del auto ante la mirada de Andrew. No quería hacerlo, porque eso implicaría ver a mis viejos amigos y gente que nos conoce a Daryl y a mí. Probablemente harían muchas preguntas e incluso me mirarían con lástima. Y yo lo que menos necesitaba ahora era que me mirasen con lástima o que me dieran su pésame.
¿Dónde estaban los mejores amigos de Daryl? ¿Donde estaban todos los que lo perseguían de aquí para allá, con sonrisas falsas? Ni siquiera habían ido al funeral.
Daryl, yo siempre te dije que eras muy ingenuo por no darte cuenta de que ellos solo te usaban.
Conocía los horarios obviamente, así que cuando Andrew y yo entramos al enorme edificio privado, supe que todos estaban en clases al ver los pasillos vacíos. Pocas personas eran las que caminaban por ahí, y todos eran profesores, los de servicio o preceptores.
Una mujer alta y de mirada seria se acercó a nosotros apenas nos vio entrar.
—¿Puedo ayudarles en algo? —nos miró a través de sus lentes, alzando una ceja.
Conocía a esa preceptora; era una de las más fastidiosas de toda la escuela. Siempre iba caminando por los pasillos asegurándose de que todo funcionara correctamente y que cada uno de nosotros hiciéramos lo que debíamos. De lo contrario nos llamaba la atención o nos bajaba puntos.
—Buscamos al director —respondió Andrew con educación pero sin perder ese tipico semblante serio.
—¿Puedo saber quiénes son ustedes?
—Ella una estudiante de aquí y yo soy su tutor.
—¿Y por qué buscan al director?
Quise rodar los ojos.
—Debo hablar con él —y luego añadió con un tono de voz significativo—. Urgente.
Entendí entonces que él también estaba perdiendo la paciencia. Y la mirada llena de desconfianza de esa preceptora no ayudaba. Aunque eso en parte lo entendí, ya que mi guardaespaldas portaba el típico estilo de badboy; lleno de tatuajes, un piercing en la nariz, y sus ropas negras. Además de que su mirada irritada no ayudaba mucho. Por un momento creí que estaba teniendo una especie de pelea mental con la preceptora.
—Síganme —aceptó de malas ganas y me echó una mirada de desdén antes de darse la vuelta y comenzar a caminar.
—No quiero estar aquí —le dije a Andrew en un murmuro, asegurandome de que la mujer no nos escuchara.
—Solo será un momento.
—Te dije que quería quedarme en el auto, Andrew. Ahora sonara el timbre y todos me verán.
—No sabía que tenías pánico social.
—No lo tengo —fruncí las cejas hacia él —, pero...
—Aquí está la oficina del director. Esperemos que no esté ocupado —nos dio una mirada significativa antes de darse vuelta hacia la puerta y tocar esta con su puño dos veces.
Era una molestia. Daryl y yo solíamos odiar mucho a esta preceptora porque siempre solía bajarle puntos a mi hermano por cosas muy tontas. Y a mí solía regañarme cada vez que llegaba un poquitín tarde a mis clases, o cuando me veía mascar chicle por los pasillos. ¡Era una tontería y ella una amargada!
Si no mal recuerdo, se llama Viviana, aunque le decíamos "vigilante".
Luego de que un "pase" se escuchó del otro lado, la preceptora fue la primera en entrar, seguida de Andrew y finalmente yo, que miré con recelo todo el lugar, impaciente por irme de allí. Miré mi celular; faltaban diez minutos para que el timbre del receso sonase de forma escandalosa por todo el pasillo.
—Señor, lamento quitarle su tiempo, pero estas personas dicen querer hablar con usted de forma urgente —lamentó Vi-gilante.
Por lo menos mi sentido del humor vuelve, aunque sea pésimo.
Quise rodar los ojos por sus palabras, ni que fuera el mismísimo presidente. Estaba segura de que, lo único que hacía el director, era sentarse en esa enorme silla acolchonada detrás de su escritorio y darle play a vídeos de YouTube mientras comía rosquillas y tomaba café.
Al menos eso dijo Daryl una vez.
—Está bien, Viviana —el director nos saludó a Andrew y a mí con un leve asentimiento de cabeza—. Puede retirarse.
Tanto para eso. Miré a la preceptora con una sonrisa burlona, disimulada, que borré al instante cuando me fulminó con su mirada antes de desaparecer por la puerta.
—¿Puedo saber qué eres de mi estudiante, joven? —preguntó el director con amabilidad luego de sonreírme.
—Andrew Foster, Señor, estoy a cargo de Heather por petición de sus padres —mi guardaespaldas le tendió su mano a modo de saludo y el director la aceptó, entendiendo. Luego nos pidió tomar asiento y así lo hicimos.
—Ya veo, ¿están de viaje de nuevo? —me preguntó.
—Así es —contesté, incómoda. Por favor que no vaya a decir lo que creo.
Sin embargo, él pareció recordar algo y su expresión tranquila y amable cambió por una de lástima y pena.
—Me enteré lo de Daryl, Heather —y lo dijo—. Lamento mucho tu pérdida. Mi más honesto pésame para ti y tu familia.
—Gracias. —forcé una sonrisa. Andrew giró un poco la cabeza hacia mí. Sin siquiera mirarlo supe que percibió mi incomodidad, y que tal vez lo poco que duraría sin que mi voz se quebrara y llorara de forma ridícula. Lo cual yo esperaba que no pasara frente al director ni a nadie. Mucho menos frente a Andrew.
—Debes estar sintiéndote fatal —siguió el director, compadeciendome—. Daryl era un buen estudiante, un muchacho bastante educado e inteligente —le dijo a Andrew.
—No me cabe duda, señor —dijo el de ojos azules intentando no tocar mucho el tema.
Sin embargo, mis penosos intentos por controlar mis emociones, resultaron fallidos. Y poco a poco comencé a sentir un nudo en la garganta.
—La pérdida de un ser querido es muy difícil de sobrellevar, mucho más si se trata de un hermano. Yo también me sentiría fatal, pero estoy seguro de que podrás sobrellevar...
—Disculpe —me levanté de un salto de la silla, casi tirandola a un lado. Mis ojos habían comenzado a escocer —. Te espero afuera —le dije a Andrew y sin siquiera esperar una respuesta salí de aquel lugar.
¡Pero que patética había quedado! Es decir, sí estaba bien llorar. No digo que no. Pero por favor, si me iba a largar a llorar con tan sola mención de mi hermano por cualquier persona, preferiría evitar a todos. Y aprender a controlar mis emociones, porque dolía, sí, pero quería aprender a controlar el nudo en la garganta y las lágrimas que siempre amenazaban con salir y ahogarme en ellas.
Definitivamente no estaba preparada para hablar de Daryl. Era todo muy reciente. Y... tal vez nunca pueda recuperarme.
Por un momento ese pensamiento me provocó algo horrible en el pecho. Una sensación de desespero; desesperación por sentirme bien.
Desesperación que podría haber acabado con mi dolor aquella noche en la azotea del hospital.
¿Y si...?
El timbre del receso sonó de pronto, provocándome un susto de muerte mientras caminaba por el pasillo con intención de salir de allí. Sin embargo, el pelotón de estudiantes me obligó a quedarme en mi lugar; todos pasaban por mi lado y me golpeaban el hombro sin darse cuenta, reían y hablaban entre ellos de forma escandalosa. Algunos, para mi mala suerte, me dedicaban miradas curiosas y cuchicheaban entre ellos. Otros solo me ignoraban y pocos me sonreían con compasión.
Intenté esquivarlos para poder llegar hasta la salida. Sin embargo mi altura no ayudaba mucho a que me tomaran en cuenta y me dejasen pasar.
—¡Heather!
Me giré rápidamente, curiosa por la mención de mi nombre proveniente de una chica cuya voz se me hacía muy conocida.
Oh, no.
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