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32 | BAD ROMANCE

Quiero tu amor y quiero tu venganza

HEATHER
EVANS

No saludé a Bruce al llegar.

Cuando pasé cerca de él no me molesté en hacerle saber mi llegada, y por suerte tampoco lo notó debido a que estaba muy entretenido hablando con Matt sobre algo que tenía que ver con mi fiesta de esta noche. Lo cual agradecí ya que de tener que cruzar palabras con él en ese momento no me habría podido contener de dejar salir mi enojo a flote.

Crucé por el jardín delantero y fue un poco inesperado ver a muchas personas decorándolo. Pero fue más sorprendente entrar a la mansión y toparme con muchísimas más gente yendo de un lado para otro con comida, postres y mesas; todos recibiendo órdenes de mi madre. Ella estaba en medio del salón moviendo sus manos mientras daba algunas indicaciones a gritos. Me acerqué a ella esquivando a las personas hasta situarme a su lado:

—¿Qué es todo esto?—pregunté con sorpresa.

—Tu fiesta de cumpleaños—respondió con obviedad. Luego gritó a alguien—: ¡No, no, no! ¡La fuente de chocolate va en el jardín!

—¿Cómo para cuántas personas es todo esto, madre?—miré la cantidad de sillas y mesas que transportaban por el salón principal hasta perderse en las puertas que daban a la sala de estar. Supuse que se dirigían al jardín.

—Tu padre dijo que para unas cuarenta personas por lo menos. ¡El pastel en la cocina, muchachos! ¡¿Y ustedes a donde van con eso?! ¡Esas botellas de champagne son para el brindis!

Rodé los ojos y decidí subir a mi habitación dispuesta a no salir de allí hasta que fuera necesario. Caminé por el pasillo solitario del segundo piso pensando en que esta noche la tendría muy ocupada atendiendo a las personas.

Sí tan solo hubiera escuchado las palabras de Bruce en el auto… ¿como rayos no le escuché preguntarme si quería una fiesta de cumpleaños de este tamaño? Estoy segura de que no desaprovechará la oportunidad de anunciarles a todos que su “querida” hija, Heather Evans, seguirá con la tradición de la familia. La cual era trabajar en esta estúpida empresa.

Para colmo siendo la asistente de una mujer que se cree inferior a mí.

Aunque ahora lo que más me importaba era: ¿cómo se supone que actuaría normal frente a Bruce sabiendo que me había mentido? Que me había ocultado cosas. Y no me sorprendería tanto sí no supiera que el día del funeral le había llorado al cuerpo inexistente de mi hermano en aquel ataúd, cuando en realidad estaba en ese frío lugar siendo revisado.

De tan solo imaginármelo me recorría un escalofrío.

¿Dónde estaría en este momento? ¿En el cementerio?

La tarjeta que Marylin me había dado estaba en mi bolso. Y prometí que cuando ordenara mis pensamientos le mandaría un mensaje y acordar una fecha para vernos.

Solté un grito ahogado cuando, luego de entrar a mi habitación, unos brazos me apresaron por detrás, pegando mi espalda a un pecho duro.

—Por favor dime que no me harás vestirme de traje—murmuró la voz grave de Andrew en mi oreja, provocándome una sonrisa.

Me giré hacia él luego de arrojar mi bolso hacia el escritorio, sonriente de pronto. Claramente tuve que elevar la vista para poder encontrarme con esos ojos azules que tanto lograban hacer que me olvidara de lo malo.

—No pensaba hacerlo realmente—me coloqué de puntitas para poder dejarle un casto beso en los labios—. Pero de hecho no sería mala idea verte con corbata.

—Sabes que no pasará eso, ¿verdad?—colocó sus manos en mi cintura, pegándome más a su cuerpo. Su perfume fuerte me golpeó con fuerza.

No sabía bien como describir lo que Andy y yo teníamos. Y creo que a ninguno de los dos le importaba en ese momento porque sentíamos algo en común: atracción. Y eso para mí era más que suficiente.

Tanto que no pensé en las consecuencias que aquello podría traernos a ambos.

—¿Qué haces en mi habitación, Andrew?—pregunté, curiosa.

—Te estaba esperando simplemente—se encogió de hombros y se separó de mí—. Dime algo, muñeca: ¿cuál es el punto de contratar un guardaespaldas y mantenerte encerrada sí luego te harán una fiesta con cincuenta desconocidos rodeándote?

Solté un suspiro y me encaminé hasta mi cama, sentándome en ella. Observé a Andrew con obviedad—: No son desconocidos, Andy. Son familiares y también socios de mi padre.

—Técnicamente son desconocidos—corrigió ante lo último. Se tomó la libertad de acostarse en mi cama, boca arriba. Lo miré con una ceja alzada, pero decidí ignorar aquello. —. ¿A dónde fuiste con él?

Hice una mueca sin poder evitar rodar los ojos. Claro que Andrew no perdería la oportunidad de preguntar aquello.

—Se llama Egan, Andy—reclamé—. Y lo que yo haga no te incumbe.

—¿Por qué no? Soy tu guardaespaldas, ¿no? Necesito saberlo todo—dijo con cierta burla.

—Eres mi guardaespaldas, no mi amante—señalé, repitiendo sus propias palabras con una sonrisa triunfante—. Y no te debo explicaciones.

Andrew soltó una carcajada sarcástica. Aunque aquello no se lo esperaba. Se incorporó en la cama y clavó sus ojos penetrantes en mí, con una sonrisa astuta.

—Sí fuera solamente tu guardaespaldas, muñeca—hizo enfásis en la ante-última palabra, burlón—, no estaría devorando esa linda boca tuya a cada rato, ¿verdad?

Lo admitía, tenía su punto. Anoche nos la habíamos pasado entre besos y caricias. Pero nada más. Luego de eso él había vuelto a su habitación.

Lamentablemente. Dijo una parte de mí.

Abrí mi boca para refutarle algo inteligente, y un par de segundos después dije rápidamente.

—Aún así. No creas que por un par de besos significa que deba decirte a dónde voy cuando no estoy contigo.

Andy se puso de pie luego de rodar los ojos. Sonreí, victoriosa. Lo cierto era que me encantaba verlo… celoso. Era agradable saber que no era la única que se enojaba al verlo sonriente con alguien más (cómo con esas empleadas). 

Creí por un momento que se había enojado y que saldría de la habitación. Pero me sorprendió cuando se acercó a mí y tomó mi rostro firmemente entre sus manos, y pegó sus labios contra los míos bruscamente. Sí algo caracterizaba mucho a aquel chico de tatuajes era la poca delicadeza que tenía para besar. Y no era que me estuviera quejando.

Correspondí el beso luego de salir de mi ensoñación; Andrew encajó con más profundidad sus labios contra los míos, sin soltarme. E introdujo su lengua inesperadamente rozándola con la mía. Eso me calentó por completo. Sentir y escuchar la humedad de nuestras bocas juntas fue algo que hizo nublar mi mente. Inconscientemente coloqué mis manos en su pecho, sintiendo la dureza y firmeza de este. Emití un pequeño gemido sin poder evitarlo cuando al finalizar, mordió mi labio inferior bruscamente pero sin llegar a hacerme daño. Entonces me permití tomar aire cuando se apartó de mí, sin dejar mi rostro.

Me obligó a verlo.

—Entonces quieres que todo esto sea un juego, ¿no?—sonrió, malicioso—. Está bien. Será nuestro pequeño y sucio juego, muñeca. Los celos y el drama están prohibidos.

»Quién pierda los nervios primero, pierde.

—Hecho—sonreí del mismo modo.

Lo que Andrew no sabía era que yo tenía bastante experiencia jugando al “te quiero, no te quiero”.

Por favor. Soy Heather Evans.

****


Andrew me había regalado un vestido.

Era un precioso vestido negro con un gran escote en la espalda. Se amoldaba perfectamente a mi cuerpo y de frente poseía un escote cruzado que rodeaba mi cuello por detrás. Además era un vestido tan largo que cubría mis pies y una cola que se arrastraba por el suelo.

Lo usaría en la fiesta junto al collar que Egan me había regalado.

Ahí, frente al espejo, maquillé mi rostro sin llegar a lo exagerado. Pinté mis labios de un color carmín y delineé mis ojos con tonos oscuros para que mis ojos resaltaran lo suficiente. Dejé mi cabello castaño oscuro y lacio cubrir parte de mi espalda.

Estaba lista.

Miré por el balcón y me encontré con una gran cantidad y variedad de autos lujosos aparcados en la acera frente a la mansión. Algunas personas se dirigían hacia la entrada y eran atendidos por los hombres de seguridad. Incluso desde de aquí podía escuchar en forma de murmullos a la gente que ya se encontraba en el salón principal y el jardín trasero. Todos aguardando por la entrada de la cumpleañera.

Lindsay me había dado indicaciones para cuando tuviera que hacer acto de presencia y me permitió elegir a tres personas (una de ellas debía ser Bruce) para que me acompañarán durante el recorrido hasta llegar al jardín trasero, lugar donde se realizaría la cena, brindis y la hora de apagar las velas del pastel. Así que sería así:

Andrew me acompañaría hasta llegar al principio de las escaleras de caracol (a petición mía ya que quería pasar un momento a solas con él), y Egan estaría esperándome allí para que juntos bajemos por las escaleras hasta encontrarme con Bruce. Y de ahí nos encaminaríamos hasta el gran jardín.

¿Estaba nerviosa? Para nada. Ya estaba acostumbrada a este tipo de celebraciones en mi honor. Mis padres se habían encargado de darnos a Daryl y a mí las más grandes fiestas de cumpleaños. Más que nada para alardear sobre la cantidad de dinero que teníamos.

Miré la hora en mi celular y supe que era hora de salir. La fiesta comenzó a las ocho y a las ocho y media ya debía estar bajando las escaleras (orden de Lindsay). Por lo mismo que me di una última mirada en el espejo antes de escuchar unos toques en mi puerta.

No me esperé encontrarme con tal escena atractiva al abrir la puerta:

—¿Estás lista?—preguntó Andrew apenas abrí la puerta. Aunque rápidamente sus ojos me recorrieron de arriba a abajo y una sonrisa lasciva se curvó en sus labios, entonces añadió—. Demonios, debí haberte regalado algo más corto. Pero que deleite, muñeca.

Reí ante eso último y salí de la habitación—Tú tampoco te quedas atrás, guardaespaldas.

Andrew no usaba traje, tal y como había dicho. En cambio portaba una camisa blanca con los primeros botones desprendidos, dejando ver el inicio de los tatuajes en su pecho y cuello. Y encima de la camisa un saco formal de color negro el cual estaba sin prender. Su cabello estaba perfectamente peinado aunque sin perder esa forma ligeramente despreocupada, con algunos mechones de su frente cayéndole al costado Su pantalón también era negro y sus zapatos formales. Y aunque admitía que sus chaquetas de cuero y botas al estilo militar le quedaban bien, verlo con camisas que se amoldaban a su torso y pecho trabajados era un entretenimiento infinito.

Sus ojos azules me observaron con un aire depredador y me contestó:

—No creo poder ser tu guardaespaldas esta noche, muñeca—admitió casi en un tono lascivo—. No puedo protegerte de mí mismo.

—No lo hagas—indiqué sin perder la sonrisa. Me posicioné a su lado y Andrew me ofreció su brazo para que comenzáramos a caminar por el pasillo desolado e iluminado. Apenas se escuchaban a las personas hablar y la música suave sonar.

Me  agarré de su brazo y emprendimos un recorrido despreocupado hasta las escaleras. La verdad era que me sentía muy cómoda estando con Andrew. Y el hecho de que él haya correspondido lo que sea que ahora teníamos, me ponía feliz de algún modo; ya no tenía que disimular las ganas de besarlo, tocarlo y fingir que tenerlo cerca no me desagradaba para nada. Al contrario.

Y ahora lo entendía: me encantaba la sensación de sentirme protegida por él. Deseada en cada mirada que me dedicaba.

Resultaba irónico pensar que odié la idea de que se convirtiera en mi guardaespaldas la primera vez que lo conocí, y que ahora sentía todo menos odio. Y amor, claro.

Porque lo de nosotros era un secreto, ¿no? Un juego en el que nos dejábamos llevar por la atracción, deseo y la adrenalina de no ser descubiertos. Un juego en el no había espacio para amor, celos y drama innecesario.

Y me encantaba.

Pero claro, no era lo más importante. Porque lo único que vi necesario en estos momentos era descubrir la verdad sobre Daryl y el asesino. Y algo me decía, como una fuerte corazonada, que las cosas se pondrían muy perturbadoras de ahora en adelante. Sin embargo llegaría al final de todo esto, tomara el tiempo que tomara. Y que nadie, excepto Egan y yo, podría enterarse que habíamos comenzado una investigación exhaustiva; partiendo desde un punto que no sabíamos sí era el correcto, pero decididos a llegar a la verdad.

—Te ves muy hermosa esta noche—mencionó Andrew, sereno—. Pero supongo que eso ya lo sabes, ¿verdad?

Sonreí, complacida por sus palabras.

—¿Qué te digo? Alguien tiene muy buenos gustos para obsequiar vestidos.

—Y no sabes lo aliviado que me siento de que te haya quedado como guante—guiñó un ojo hacia mí. Y añadió repentinamente—: Haz cambiado mucho, muñeca.

Lo miré con curiosidad.

—¿Por qué lo dices?

Andrew no me dio una respuesta inmediata. Se encogió de hombros apenas y respondió sin apartar la mirada del frente:

—Ya no lloras tanto, ¿no? Tampoco te he notado tan depresiva cómo cuando te conocí. Hasta podría decir que has vuelto más fuerte mentalmente.

Si tan solo Andrew supiera lo diferente que me sentía. Sin saber aún si mi cambio implicaba algo bueno o malo. Si tan solo supiera que, de forma inconsciente, había pasado de un estado de absoluta depresión a uno de venganza…

Si tan solo supiera yo lo que me esperaría luego de esa fiesta, ¿habrían cambiado mis decisiones?

Ignoré todos esos pensamientos y me limité a mirar hacia el frente. Ya estábamos llegando a las escaleras.

—Supongo que la terapia está dando frutos, ¿no?—dije simplemente—. A ti te ayudó.

Aquello había salido inevitablemente de mí, recordando sus palabras cuando me acompañó por primera vez al consultorio de Marlon Malak. Cuando él dijo que la terapia había servido para… ¿aliviar la pérdida de un ser querido? Ya no lo recordaba mucho. Pero sí recordaba sus palabras aquella noche en la que fue a buscarme a la casa de Jack, y habíamos tenido una conversación íntima en su auto.

Cielos. Tan solo pensar en el hecho de que lloré incontables veces frente a él la vergüenza me consumía.

Pero Andy en ningún momento me había juzgado. Solo me escuchó.

Pese a que pude haber sonado muy imprudente ante eso último que dije, él no se había inmutado. Tampoco tuvo oportunidad de responder algo sobre eso porque ya habíamos llegado hasta las escaleras.

Y ahí, yacía esperando por mí un chico de ojos azules, que a diferencia de Andrew, expresaban todo el tiempo una cálidez reconfortante. Egan me sonrió al verme, y cuando su mirada notó su regalo en mi cuello, sus ojos expresaron satisfacción y admiración. Contento con lo bien que me quedaba tal vez.

Correspondí su sonrisa al llegar hasta él. Y agradecí enormemente el hecho de que Andrew y Egan no compartieran una sola mirada de odio; por el contrario, solo un asentimiento de cabeza. Me solté del brazo de mi guardaespaldas y tomé el de Egan, sonriente.

—No sé que me gusta más—dijo él—: si el hecho de que esas esmeraldas relucientes te queden maravillosas, o la manera en que hacen juego con tus ojos. Tal vez ambas.

Reí ante eso y nos giramos hacia la escalera, posicionándonos al principio de estas para que todos pudieran vernos. Entre la multitud sonriente que comenzó a aplaudirnos, identifiqué un par de rostros conocidos: el de mis padres, algunos miembros de la empresa que había visto hace poco, y el de esa mujer que estaba rodeada de un aura misteriosa: Elowen.

Todos atentos a nosotros, viéndonos bajar las escaleras de caracol juntos y sonrientes.

—Desearía que Daryl estuviera aquí—dije de pronto. Pero a diferencia de otras veces, solo con un deje de melancolía.

—Estoy seguro de que, donde quiera que esté, querría patearme el trasero por estar tan cerca de ti—dijo él en un intento de hacerme sonreír.

Y lo consiguió. Apenas golpeé mi brazo con el suyo de forma amistosa.

Llegamos hasta el final de las escaleras y un leve sentimiento de rechazo se hizo presente en mi pecho ante la sonrisa de Bruce, quien ya estaba esperándome para que tomara su brazo. No quería tener que hacerlo, pero dadas las circunstancias supe que no tenía más opción. Así que, disimulando muy bien una mueca, acepté su brazo y sonreí ante los invitados. Mi padre los miró a todos y habló:

—Estoy muy feliz de que hayan podido asistir a la fiesta de mi preciada hija—agradeció—. Heather es uno de mis más grandes tesoros y sin duda lo más importante para mí; su felicidad es la mía. Y poder estar aquí, junto a ella y celebrando su cumpleaños número veinte, es todo un honor. Más el compartirlo con ustedes.

»Por lo mismo que les pediré que nos acompañen esta noche al gran jardín para dar verdadero inicio a la celebración.

Muchos aplaudieron y otros soltaron felicitaciones hacia mí, por ende les sonreí con agradecimiento. Sin embargo no podía evitar sentir cierto desprecio ante las palabras de mi padre. Lo peor era que sabía que en algún pasado, aquello que dijo me habría puesto realmente contenta.

Pero ahora no lo conocía. Y tal vez nunca lo había hecho.

Me sorprendí mucho al ver los rostros de mis mejores amigas entre la multitud cuando nos dirigimos hacia el jardín trasero. Yo no las había invitado. Y no porque no quisiera, sino porque se me había olvidado completamente debido a todo lo nuevo que estaba sucediendo en mi vida. De todos modos me alegré por ver a Taylor, Leila, Alexa y Sabrina sonriéndome y felicitándome.

Los demás nos siguieron hacia el exterior; donde las estrellas y la enorme luna nos recibieron. El jardín estaba enteramente decorado por luces, las mesas llenas de todo tipo de comidas y postres sofisticados, incluso algunas fuentes de chocolate. Habían hecho funcionar las fuentes de agua.

Y en una gran mesa estaba el pastel de tres pisos, uno más grande que el otro, que mamá había pedido para mí.

Bruce me dirigió ante mi lugar en la mesa para dar inicio a la cena, explicándome que luego me llevaría a conocer a algunas personas importantes. Fingí escucharlo, pero la verdad era que mi mirada estaba posada en un hombre de tatuajes y mirada azul.

Andrew intercambiaba algunas palabras con Matthew, y por un momento se le veía feliz y relajado. Fue lindo ver como padre e hijo estaban pasando un buen momento, sentados en una mesa aparte a la de nosotros.

Entonces no pude evitar preguntarme, ¿su padre sabía que su hijo era un asesino a sueldo?

No lo parecía.

Por otro lado, Egan no había venido con su familia. Lo cual era de esperarse debido a las diferencias que tenía con la mía. Logré interceptarlo en una mesa más lejos, hablando animosamente con mis amigas. Pero de algún modo lo noté más cercano a Taylor, ya que a veces se murmuraban cosas, confidenciales.

¿Acaso tendrían algo? ¿Por qué no me lo había dicho?

Aunque sabía que mi amiga sentía cierta atracción por mi mejor amigo desde hace años. Pero Egan no le había prestado atención ya que no le interesaba ser una noche de diversión.

Sin embargo ahí estaban; intercambiando palabras que parecían ser secretas.

En mi mesa se encontraban desde mis padres hasta tíos, primos y abuelos más cercanos a la familia. No crucé mucho palabras con ellos ya que no los conocía del todo, y que la última vez que vi un par de rostros conocidos fue aquella noche en el hospital, esperando alguna respuesta por parte de los criminalistas. Luego jamás. Después de todo, la familia Evans eran personas ocupadas, y quiénes no tenían el apellido (familia por parte de Lindsay), no solían querer venir a visitarnos o tener mucho contacto con su familia ya que Bruce era muy reservado y serio con ellos.

Algo me llevaba a pensar que él no los quería cerca porque no eran de su entorno.

De todas formas, y contando lo más importante del momento, la cena terminó con normalidad. Y mientras los empleados se encargaban de limpiar algunas cosas tales como platos y copas vacías, llegó el momento del esperado brindis (por mi padre).

—Su atención, por favor—su voz grave se alzó por encima de algunas, de pie y con su copa elevada. Las miradas se dirigieron a él—: Me gustaría hacer un brindis por mi querida hija, Heather, quién ha demostrado en una oportunidad única tener la responsabilidad y determinación suficientes para ser parte de Solutions Evans.

»Como todos ustedes saben, hace un par de meses mi hijo mayor, Daryl, dejó de existir lamentablemente. Dejó un vacío irreversible en nuestros corazones y estoy seguro de que jamás olvidaremos a ese chico agradable y de buen corazón. Sin embargo, mi hija Heather decidió no estancarse en el dolor y por el contrario pensar en el brillante futuro que le espera.

»Hoy estoy muy contento de anunciarles que mi hija consiguió un puesto en la empresa familiar, y que estoy seguro de que trabajará duro para poder llegar a dónde estoy yo algún día.

Paso. Fue lo que pensé pero disimulé bien. Muchos aplausos y silbidos se escucharon y entonces todos alzaron sus copas:

—¡Por la empresa Evans!

Evité rodar los ojos.

Media hora después ya sonaba una música muy lenta. Las personas estaban en medio del jardín bailando o simplemente hablando con otras personas. Por mi parte, busqué con la mirada a Andrew pero no lo encontré por ninguna parte. Eso me desánimo un poco, pero supuse que era muy probable que le haya tocado vigilar la entrada por un par de horas ya que Matthew tampoco se encontraba.

Quería bailar con Andrew. Pero también supe que no era lo indicado ya que mi padre podría malinterpretarlo. Y no nos salvaríamos de estar en su mira.
—¿Me concede esta pieza, linda enana de medio metro?—escuché una voz masculina detrás de mí. Giré y me topé con los ojos azules de mi mejor amigo, extendiéndome una mano.

Sonreí y tomé su mano.

—Creí que me habías olvidado—le reclamé posando una mano en su hombro mientras que él la colocaba en mi cintura. Entrelazamos nuestros dedos libres y comenzamos a movernos lentamente.

—No quería tener que saludar a tu familia—defendió haciendo una mueca—. No me iban a soltar en toda la noche.

—Les agradas, Egan—solté una risa—. Sueñan con que seamos pareja.

Él no dijo nada. Solo sonrió y seguimos bailando. Pude notar varias miradas puestas en nosotros, y sonreían con ternura. Hasta que mi mirada enfocó a cierto hombre de expresión dura y molesta. Bruce.

Sabía que Egan no le agradaba de un momento para otro. Incluso cuando lo invité a la fiesta y no tuvo derecho de negarse, se mostró en desacuerdo.

—¿Dónde está Andrew?—preguntó Egan con una nota de curiosidad en su voz.

—No lo sé realmente—admití—. Supongo que cumpliendo con su trabajo.

—Creí que solo tú eras su trabajo.

—Mi padre piensa que, ahora que no quiero que me acompañe a todos lados, podría hacer de seguridad por las noches como los demás—expliqué recordando sus palabras.

—Escucha, linda—cambió de tema a uno más importante, su rostro tornándose serio—. Hablé con Taylor y me dijo que la policía investigó la escena del crimen y que también interrogó a las personas que estuvieron con Isaac aquella noche.

Mi rostro debió expresar la preocupación absoluta. ¿Eso quería decir que…?

—Pero por suerte nadie supo que tú e Isaac desaparecieron. Y tus amigas te cubrieron—tranquilizó—. De lo contrario se habría hecho un buen escándalo.

—Ya lo creo—concordé—. Nadie aquí sabe nada de eso.

Egan me hizo dar una pequeña vuelta y mi espalda quedó contra su pecho un momento. Su boca se acercó a mi oído:

—¿Pudiste recordar algo más de esa noche?

—Solo lo que te conté—me lamenté—. ¿Sabes? Hay unas palabras que me dijo… algo que me dejó pensando.

»“Soy el hombre que más amarás en un futuro” o algo así fueron sus palabras.

Egan se mantuvo en silencio y volvió a girarme. Ahora mis brazos rodeaban su cuello y sus manos agarraban mi cintura suavemente. Su rostro se mostró pensativo, como si estuviera creado alguna teoría.

—¿Crees que el asesino tenga alguna obsesión contigo?—preguntó, frunciendo sus cejas levemente.

—No lo sé, Egan. Tal vez—suspiré—. Pero no entiendo porqué mató a Daryl si ese fuera el caso.

—Esa es la verdadera pregunta, Heather.

La música terminó y mi madre les indicó a todos que se acercaran a la gran mesa. Aquella donde yacía el pastel con varias pequeñas velitas. Ella quería que me cantasen el feliz cumpleaños. Yo solo me pregunté: ¿cómo haría para soplar las velas?

Entonces sentí como mis manos eran tomadas a la misma vez por unas manos diferentes, una suave y la otra fuerte. Entonces observé con curiosidad y me sorprendí al ver que de un lado tenía a Andrew y del otro a Egan.

Ambos sujetando mis manos para ayudarme a subir al pequeño banco blanco que me ayudaría a alcanzar el pastel.

No pasé desapercibido la mirada molesta de mi mejor amigo hacia él, y la sonrisa arrogante de Andrew hacia Egan.

Con algo de dificultad debido a mi vestido, subí al banquillo y todos comenzaron a cantar el típico feliz cumpleaños. Sonreí forzosamente, ligeramente incómoda. Las luces se habían apagado tenuemente para que sobresalieran las luces de la decoración del jardín y las velas. Soplé éstas y todos aplaudieron escandalosamente.

Los flashes de las cámaras profesionales hicieron acto de presencia y entonces me percaté de que habían algunos periodistas y otros fotógrafos contratados por mi padre probablemente. Tuve que mantenerme en mi lugar sonriendo ante las cámaras por orden de mi padre. Y cuando bajé del banquillo con su ayuda, comenzaron las fotos familiares. Posé con cada uno de mis familiares y fue realmente cansino.

Perdí a Andrew y a Egan de vista debido al amontonamiento de personas.

—No creí que fuera posible que hubiera algo más hermoso que una luna llena—escuché una voz femenina pero distintiva a mi lado. Levanté la mirada de mi pedazo de pastel a medio terminar—. ¿Qué tal, Heather?

Le sonreí a Elowen, algo extrañada por sus palabras. Pero halagada.

—Hola, Elowen—saludé—. No creí encontrarte aquí.

—Bruce me invitó—tomó asiento en una silla libre mientras sostenía una copa con un líquido amarillento—. Quiere tener cerca a las personas que le convienen.

La miré con curiosidad.

—¿Entonces trabajarán juntos?—pregunté.

Elowen tomó con elegancia un sorbo de su copa. Me fijé en su vestimenta, como siempre traía un traje negro que la hacía diferenciarse de las demás mujeres de alguna forma. Y su cabello estaba recogido en una coleta bien peinada, dejando apreciar su rostro perfilado.

—Lo estoy pensando bien aún—me respondió finalmente—. Quiere que financiemos un proyecto de expansión de nuestras empresas. Pero ciertamente no me convence.

—¿En qué empresas trabajas?

—Una fuera del país. Estoy de visita por negocios.

—¿Eres socia?

—Soy la jefa.

Abrí mi boca y ojos con sorpresa. No me lo esperaba. Pero no era para menos. Elowen tenía todos los requisitos para ser la dueña de una empresa importante: expresión dura y seria, caminar elegante y seguro, palabras filosas.

Pero no lo era conmigo. A mis ojos, Elowen era una mujer muy agradable.

—Waoh—pude soltar simplemente. Ella sonrió con suficiente, y le dio otro trago a su copa.

—Vi como Bruce te medio obligaba a hablar con esas personas—se refirió a cuando mi padre me llevó a conocer algunas personas importantes—. ¿Y te digo algo? No pareces ser una chica de negocios.

Solté un resoplido—¿Tú crees?

—Dudo que este mundo sea para ti, ¿sabes?—opinó, clavando sus ojos grisáceos en mí, neutros—. Sé como es Bruce. Y se nota que quién quiere que trabajes en Solutions Evans es él, no tú. ¿O me equivoco?

No dije nada. Desvié la mirada de su rostro y observé a lo lejos a mi padre hablar entretenidamente con unos hombres que aparentaban su edad, de trajes costosos. No ví a mi madre por ningún lado. Así que supuse que estaba por ahí con sus viejas amigas del trabajo.

Elowen era muy inteligente. Se daba cuenta de las cosas rápidamente. Y por mucho que ella me agradara, no podía simplemente afirmar que sus palabras eran correctas. Porque a pesar de que ella no demostraba ser bocazas o parecido, no me convenía decirle a alguien que solo acepté trabajar en la empresa para quitarme de encima a Bruce.

—Trabajo en Solutions Evans porque es mi responsabilidad como una Evans—setencié, tratando de sonar convicente—. Quiero que mi padre se sienta orgulloso de mí.

Elowen soltó un suspiro y asintió con la cabeza. Pero era obvio que no me creía.

—Adelante entonces.

Un momento después me disculpé con ella y me levanté de mi asiento para dirigirme al baño. Aunque también lo usé como excusa para ir a buscar a Andrew y poder pasar un momento a solas. Subí dificultosamente las escaleras sosteniendo mi vestido negro, y caminé por el pasillo para ir hacia mi habitación y tomar un poco de aire fresco en el balcón. Quería estar a solas unos minutos.

Pero todo eso se vio interrumpido cuando, al pasar por la puerta que daba hacia la habitación de mis padres, un sollozo me alertó.

Un sollozo lastimero, femenino.

Me acerqué a la puerta y la abrí lentamente, dejándome llevar por mi curiosidad. Mi sorpresa fue grande al ver una figura muy reconocida para mí, tirada en su cama y con el rostro completamente arruinado por el maquillaje arruinado.

Era Lindsay.

—¿Madre?—llamé, incrédula. Recibí otro sollozo de su parte. Cerré la puerta detrás de mí y me acerqué a ella rápidamente, preocupada—. ¿Por qué lloras? ¿Qué te pasa?

Me percaté de algunas finas botellas de alcohol y una copa en la cama y el suelo. Entonces lo entendí.

Ella se había estado embriagando.

¿Pero por qué justo ahora? ¿Por qué cuando hay una enorme fiesta allá abajo?

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