O4
Narrador omniscente.
Tres jóvenes envueltos en más que un silencio incómodo, rotos por la misma razón, visto por tantas perspectivas, mezcladas con sus sentimientos, esto solo podía terminar de una manera: en un caos.
Contaron los minutos para llegar al colegio, cuando llegaron se dispersaron lo más rápido que pudieron, e hicieron todo lo posible para no verse en la jornada escolar.
Almorzaron por separado, se evitaron en las clases e intentaban no mirarse de reojo.
Pero Heather tenía una tarea, y tuvo que renunciar a su estado para hacerle un favor al hermano de su mejor amigo.
— ¿Chris? —la pelirroja le tocó el hombro al mencionado.
"Si no la veo, no me ve, si no la veo, no me ve" pensó Chris, pero tuvo que voltear al fin y al cabo.
—Heather, hola. Yo de verdad lamento lo de esta mañana, sé que no es correcto, en serio, sé que hice mal y que mis disculpas no sirven de nada, pero- —genial, ahí estaba lo que Heather no quería, una mención al beso que los dos chicos que más quería compartieron.
El nudo en sus gargantas se intensificaba a medida que las palabras de Chris salían, volviéndose incontrolable.
—No es algo que crea debamos discutir, y tranquilo, sé que no fue tu culpa, no estoy molesta contigo —ella intentó regalarle una sonrisa que se convirtió en una mueca sin gracia—. Como sea, no vengo por eso, tu hermano vendrá por ti, supongo que debes esperarlo afuera.
Chris se alejó luego de asentir con la cabeza, caminó hacia las afueras del colegio y en poco tiempo halló el auto de su hermano mayor, al que subió con rapidez.
Después de saludarse, Colhen arrancó, y decidió que era el momento de hablar con Chris.
— ¿Por qué tus ojos están enrojecidos? —Christopher volteó al oír las palabras de Colhen, podría mentirle, pero ¡vamos! Su hermano lo conocía muy bien, y además era pésimo mintiendo.
—Estuve llorando, ¿no es muy obvio? —Chris se burló, Colhen rodó los ojos.
—Mucho más de lo que tú crees —contestó el mayor—. La pregunta es por qué, ¿te hicieron algo en el colegio?
—Oh, ya quisiera que así fuera —habló Chris—. Es la adolescencia, tú lo sabes mejor que nadie, señor lee-mentes.
—Quisiera yo saberlo por la carrera y no por cuenta propia. ¿Qué ocurre? ¿Hay algo que quieras contarle a tu fabuloso hermano mayor? Puedo darte consejos. "Más sabe el diablo por viejo que por diablo".
—Ay, no empieces con las palabras de la abuela, por favor —Chris rogó riéndose—. ¿Cómo hago para desenamorarme de alguien sin alejarme, pero tampoco quedándome tan cerca?
—Pides cosas que no son fáciles, Chris —murmuró Colhen—, ¿por qué quieres desenamorarte? ¿acaso esa palabra existe? ¿no te corresponde? ¿no eres su género preferido? Cuéntame, eh.
Chris siempre amó la forma en la que Colhen se expresaba, como si no le interesara su orientación sexual o la forma en la que vestía con la única condición de que fuera feliz.
—No sé si exista, y no sé si me corresponde, tampoco sé si soy su género preferido, a veces actúa como que sí y otras como que no.
Y así, nuestro joven protagonista le contó a su hermano todo lo que había pasado, cambiando todo por pronombres neutros para intentar no ser descubierto. Pero Colhen no era idiota y sabía de quienes hablaba.
Aún así, escuchó la historia atentamente mientras conducía sin rumbo.
—Tu vida es como un cliché de wattpad invertido, en serio —se burló Colhen—, pero creo que tengo algo bueno que decir.
Y Colhen lo aconsejó como sólo un buen hermano puede hacerlo, y luego le dijo que para la próxima no se metiera en tantos líos amorosos.
Mientras tanto, Thimotee estaba llegando a la casa de Heather con un discurso preparado para disculparse por ser un idiota, y para él fue una sorpresa cuando ella le cerró la puerta en la cara.
— ¡Heather, no seas inmadura, por favor! —habló Thim golpeando la puerta.
— ¡A la mierda contigo, Thimotee! No te soporto más, no quiero seguir quedándome como el mal tercio de una relación que ni siquiera ha nacido ¡mucho peor! No pienso dejar que juegues con él y juegues conmigo porque no sabes lo que quieres —ahí fue cuando Heather abrió la puerta, para encontrarse con Thimotee estático, sus miradas se encontraron, una adolorida y la otra decidida— Te amo y tú lo sabes muy bien, pero no quiero herirme a mí misma viendo como lo miras. Lo siento, pero no voy a ser tú segunda opción.
Y con ello volvió a cerrar la puerta, empezando a pensar en ella misma antes que en nadie más, porque lo merecía.
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