Prólogo
Obito salió hacía la pequeña área de descanso del hospital. Observando el cielo soleado, resopló algo estresado para entonces quitarse su bata que lo identificaba como doctor. Desde que acepto el trabajo en el Hospital General de Konoha, entendió que era un ambiente movido, pero nunca pensó que fuera tanto; podía sentir cada hueso de su cuerpo estrillar en cada movimiento que hacía. O quizás era que ya estaba viejo.
— Debería dejar de pensar en estupideces. Bakakashi se burlaría de mi si me viera así. — se rió para si, al recordar a su mejor amigo de niñez; lo que provocó que su mente recordara una memoria enterrada. Ojos grises con toque parecido al lavanda le devolvían sonriente la mirada. Frustradamente paso una mano en su rostro, lo admitía. Siempre lo haría, la extrañaba y nada cambiaría eso. La culpa, el miedo y algo de su orgullo Uchiha estaban mezclados en esas memorias. El sonido de un mensaje recibido en su celular lo sacó de sus pensamientos.Con una leve sonrisa, leyó el mensaje de Rin que le recordaba su cena semanal en su casa junto con la compañía de Kakashi. El sonido de unos pasos cerca de él hizo que levantara un poco su rostro. Todo a su alrededor pareció silenciarse, podía jurar que sentía el pulso latir en sus orejas mientras sus ojos se abrían desmesuradamente; su piel blanca tomó un color más pálido si era posible y sintió que el aire no llegaba a sus pulmones. Era ella. Y ya no había nada la fémina que pudiera ser llamada estudiante. Había una diferencia notable en su cuerpo y presencia que Obito sólo pudo entender que era el paso del tiempo en ellos.
— Hi-Hinata.— con dificultad el nombre salió como susurro de sus labios. Levantándose de resorte, al intentar caminar hacia ella dió un traspiés; pero pudo mantener el balance con la vista puesta en ella. La cual ya estaba mirándolo como ciervo sorprendido en caza. Pudo notar que de sus labios articulaban su nombre y sin perder tiempo retrocedió unos pasos para entonces voltearse y empezar alejarse con prontitud. Eso despertó al pelinegro de su esturpor y corrió hacía ella. — ¡ Hinata ! — exclamó mientras le agarraba un brazo. Ésta se volteó azorada para mirarlo con incredulidad. Dolió verla de cerca, sentía que una punzada atrevesaba su corazón al mirar los ojos que tengo había extrañado. Un leve, pero imperceptible sonrojo estaba impuesto en sus mejillas blancas. Quería tanto abrazarla y nunca soltarla, pero sabía que no era el momento. No cuando todo estaba inconcluso y remordimientos resurgían de inmediato.
— Suélteme, Sr. Uchiha. — pidió ella, hasta su voz tenía el toque de madurez y sintió algo tristeza al escuchar el desapego en su voz. Como si él fuera un extraño o sólo un conocido.
— ¿ Qué ? — contestó confundido, para sacudir su cabeza. — No, tenemos que hablar; por favor. — suplicó. Hinata lo miraba nada convencida, mientras resoplaba tratando de soltarse del agarre.
— No tenemos nada que hablar. Si es para pedir disculpas, ya lo perdoné hace tiempo. Ya está, ahora suélteme. — Su voz sonaba cansada, como si hubiera repasado la situación en su memoria y ya se sabía el libreto; pero el pelinegro no quería eso. Anhelaba más.
— Si, iba a pedirte disculpas. Porque no pude tener el valor de afrontar una verdad. — Obito se detuvo, no sabía si decirle que estaba enamorado de ella; temiendo que ella lo rechazara. — Por favor, permanezcamos así durante diez segundos ... He esperado diez años por ésto. Lamento no haber estado para ti todo éstos años, perdóname por haberte dejado sin despedirme. — suplicó Obito soltando el agarre levemente para deslizar sus manos en las de ella y sostenerlas con suavidad. Hinata suavizó un poco su mirada, quizás todavía sentía algo de lástima por su antiguo maestro o quizás era algo más. Pero la verdad no estaba dispuesta a investigarlo. No tenía tiempo para eso, había algo más importante que hacer.
— Estás loco. — musitó ella, sus ojos grises se toparon con los oscuros de éste y pareció que el tiempo se detuvo por unos segundos.
— Lo sé, pero dejame volver a compartir a tu lado. Empezar de nuevo. Realmente pido perdón por haberte fallado como mentor y amigo, Hinata. — respondió Obito en un susurro mientras su mirada se suavizaba. Sentía el contacto de la delicada piel de ella y todavía su mente estaba en la diminuta negación de que ella estaba realmente frente a él. Antes de que Hinata pudiera responder ante eso, los dos escucharon pasos caminando en su dirección. Una joven enfermera de piel bronceada, los observaba algo confusa al ver sus manos juntas, para luego dirigir su mirada a Hinata.
— Dra. Hyuga, llegó un nuevo paciente para usted. ¿ Desea que le diga que espere unos minutos más ? — preguntó con cautela al verlos. No quería seguir interrumpiendo algo que se veía importante.
— Gracias, Mabui. Enseguida voy. — afirmó Hinata con una sonrisa amable hacía la mujer. Ésta asintió y procedió a retirarse dejándolos solos una vez.
— Hinata. — el sonido de su nombre se escuchó en un tono de lamento que Hinata sintió que jalaba las cuerdas de su protegido corazón. Quizás no quería ver la actitud deplorable en la que estaba su antiguo maestro o algo que creyó ya inexistente procedía en querer surgir. De cualquier manera tenía que tomar un decisión, tenía que pacientes que atender y el reencuentro inesperado podría esperar; si es que no se arrepentía luego.
— Ésta bien. — aceptó con un deje de molestar resignación, notó que Obito parpadeaba lentamente como si no creyera lo que había escuchado para ver cómo una sonrisa empezaba a nacer de sus labios. Maldición, seguía siendo apuesto. ¿ Acaso es que él no envejecía ? — Pero primero debes soltarme, Dr. Uchiha. Tengo que hacer mi trabajo. — clarificó mientras alzaba una ceja. Obito rápidamente hizo lo pedido algo azorado y avergonzado mientras se rascaba la nuca nervioso.
— Claro, lo siento. — se disculpó con un leve asentimiento de cabeza, Hinata sonrió algo forzadamente, para entonces empezar alejarse. Obito dió instintivamente un paso para ir detrás de ella, pero se detuvo. Ella trabajaba en el mismo hospital, no es que fuera a renunciar y desaparecer de su vida de nuevo. De pronto una idea surgió de sus alborotados pensamientos. — ¡ Un café ! — exclamó, Hinata se detuvo en seco y se volteó a mirarlo confusa. Aclarando su garganta, sus ojos oscuros tenían un brillo decidido. — Te invito a tomar un café mañana. ¿ Aceptas ? — preguntó. — Yo pago. — añadió con ligereza. Observó que está se quedaba en silencio como si sospesara la situación; para luego suspirar profundamente.
— Está bien. — aceptó. — Salgo mañana a las tres por la tarde, te esperaré en la entrada. No llegues tarde, odio esperar.— diciendo ésto siguió su camino dejando al joven hombre con una sonrisa tonta en su labios.
Obito pensó que el destino se había apiadado de él. Que algo bueno volvía a su vida después se sentir que la culpa y un amor que nunca fue lo hundían en la miseria. Una sensación que podría igualarse a una cosquilla se instaló en sus nervios, mientras un aleteo placentero parecía moverse en su corazón. Hace años que no sentía ese sentimiento. Por primera vez en diez años se sintió eufórico. Hinata estaba de nuevo en su vida, algo que creyó imposible y juró por la fortuna de su abuelo que esta vez no dejaría pasar esa nueva oportunidad.
— ¡ Si te fuiste de descanso no era para que te quedarás pareciendo como un idiota allí parado ! — exclamó una voz con fastidio. Obito salió de su trance y observó como Deidara en su uniforme de enfermero lo fulminaba con la mirada. Era un joven dedicado pero algo cascarrabias. Obito suspiro divertido.
— Lo siento, se fue me fue el tiempo pensando. — se disculpó el Uchiha mientras se acercaba al rubio que tenía su largo cabello atado en una dona desordenada.
— Si, si, muévete y salva vidas. Que con lo que me pagan no incluye ser tu niñera. — respondió haciendo una mueca. Obito se rió, para agarrar la tableta de información del nuevo paciente. Amaba su trabajo y ahora tenía a Hinata en éste, no podía pedir más.
Pero semanas más tarde se daría cuenta que las cosas no siempre eran fáciles cuando se trata del amor.
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Aquí tienen ésta excusa de prólogo. Espero que les haya agradado y lamento la demora.
Éste comienzo está dedicado a tres personas que son un buen apoyo y excelentes amigas:
Un pequeño aviso a una persona querida:
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