chapter one
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── I ──
«From a normal life into the Field»
¿Alguna vez escuchaste un sonido tan espantoso que deseaste que te sacaran las orejas? ¿Un sonido en la que hasta un bebé lloraría desconsoladamente? Bueno, aquel espantoso sonido era la alarma. Una máquina tanto buena como mala. Buena en el sentido de que te despierta temprano, la mala es que te despierta.
Ella siempre había odiado despertarse temprano, lo hacía desde que tenía uso de razón. Clara amaba dormir hasta altas horas de la mañana, incluso había llegado a despertarse a las dos de la tarde. Pero a pesar de aquella dulce fantasía, su trabajo impedía que esta pudiera cumplirse.
Se levantó con pereza de su cama, casi negándose a levantarse de allí y abandonarla, se acercó hacia su armario en donde su ropa para aquel día ya estaba lista. Unas calzas térmicas negras junto a unas zapatillas deportivas del mismo color, una remera de tiras blanca y un suéter gris oscuro. Su cabello, el cual estaba trenzado, lo soltó y lo peinó para luego volver a hacerse una trenza más arreglada.
En la esquina de la habitación, junto a su cama -el cual ya había arreglado- se hallaba una cuna en el cual en su interior había sabanas blancas los cuales envolvían a una dulce niña de dos años, el cual seguía durmiendo plácidamente.
«Santo Dios, lo que daría por volver a ser un niño» pensó al verla tan relajada.
Preparó la pequeña mochila de su hija con pañales, ropa extra, toallitas de bebé algodón y crema humectante. Llevaría a su hija a la casa de su madre, la cual vivía a tres calles de la suya, ya que era muy pequeña aún para llevarla a la escuela infantil, apenas tenía dos años recién cumplidos.
La tomó con cuidado de su cuna y la vistió con paciencia, su hija no se inmutó en ningún momento. La vistió con un hermoso vestido de jean azul y mangas finas y debajo de esta una camiseta de mangas largas blanca, una calza térmica negra y unas medias blancas con unas botas marrones cubierta en su interior con lana. Clara amaba mucho a su hija, y no negaría que su pequeña de dos años tenía su encanto. Era hermosa a sus ojos y sabía que sería toda una rompecorazones en el futuro.
Se abrigó con su chaqueta deportiva de color azul oscuro y colgó su mochila en su hombro, cargó con cuidado en sus brazos a su pequeña bebé y la arropó con una sabana de lana antes de salir de su apartamento, era un día muy helado y la llegada del verano no se hacía esperar.
Caminó por unos minutos hasta llegar a la casa de su madre la cual, en el momento en que ella hizo sonar el timbre, esta salió recibirla con una pequeña sonrisa.
── Buenos días – saludó la muchacha en un susurro cuando ella la dejó pasar. La casa estaba calentita y su madre estaba apenas abrigada con un chal blanco.
«Gracias a Dios que existen las estufas» pensó al instante en que dejó de sentir el frio recorrer su cuerpo y suspiró de placer.
── Si todavía está dormida, la podes llevar a mí cama – habló por lo bajo su mamá a lo que ella asintió. Llevó a su hija a la habitación de sus padres y la recostó con cuidado sobre la cama, rápidamente la bebé se volvió a acomodar antes de seguir soltando aquellos leves ronquidos que daban ternura a cualquiera.
── Buen día profe – dijo su papá en cuanto ella llegó a la cocina en donde desayunaban sus padres. Sonrió antes de tomar su bolso y la taza térmica de café que le extendía su mamá – ¿Qué escuela te toca hoy?
── La diecisiete por dos horas y después a la escuela número cuarenta hasta las tres – informó acomodando el gorro de lana que llevaba en la cabeza.
── Cuídate hijita – se despidió su madre en cuanto se acercó y besó su cabeza.
── Tranqui ma, cualquier cosa me avisan – dijo besando la cabeza a su papá antes de irse de la casa.
Otro día más de trabajo.
Clara era profesora de Educación Física, y cómo tal era su labor ella iba en camino a su trabajo. Ella siempre amó enseñar, y también amaba mucho el handball, un excelente deporte el cual también era jugadora en el club de Boca Juniors. Por lo que, a la hora de decidir que hacer con su vida, no le fue tan difícil unir los cabos sueltos y saber que sería profesora.
La escuela número diecisiete estaba a diez minutos caminando desde su casa, por lo que iba a ser inútil tomarse un colectivo hasta allá. Tenía que entrar a las diez de la mañana para la hora de educación física de los estudiantes.
Llegó rápidamente a la escuela, firmó los papeles que constaban su asistencia y fue al patio en donde dejó su bolso en la esquina y fue en búsqueda de la bolsa de pelotas. Dos minutos tardaron los chicos en llegar hacia el patio, todos con caras cansadas y bien abrigados.
Ella, ya en su rol de docente, hizo que todos se sentaran en un semicírculo y empezó a tomar lista, una vez hecho eso les informó que debían entrar en calor antes de empezar. Estiraron y trotaron por diez minutos antes de empezar con lo divertido. Vóley.
Ya había preparado la red de Vóley, por lo que muchos se alegraron de que jugarían y se relajarían por unos minutos luego de una larga mañana encerrados en libros y textos. Algunos prefirieron no jugar, los cuales tuvieron que hacer algunas actividades ya que ella no les iba a permitir que no hicieran nada.
Luego de unos buenos cuarenta y cinco minutos, y con un partido de tres sets ganados para el equipo azul, el timbre sonó por toda la escuela. Era tiempo del recreo. Los estudiantes que no habían jugado le entregaron la tarea, los que jugaron dieron las pecheras rojas y azules y se fueron a disfrutar de aquellos quince minutos de tiempo libre antes de volver a sus salones de clase.
Clara se puso su barbijo y se dirigió hacía la sala de profesores, el coronavirus a pesar de que ya había pasado más de un año desde que la pandemia empezó, seguía repercutiendo en todo sentido. Existían protocolos para evitar contagios y uno de los reglamentos era el constante uso del barbijo. Aunque para ser sincera, ella siempre se lo sacaba para sus clases ya que estaban en el aire libre y sus estudiantes no tenían problema con eso.
En la sala de profesores apenas había tres personas, los cuales estaban en silencio y encerrados en su mundo. Clara no se relacionaba mucho con ellos, nunca se sintió cómoda ya que no había buena conexión entre ellos, ella era joven; tenía veinticuatro recién cumplidos y los demás docentes lucían mayores de cuarenta años.
── Buen día – saludó una vez que entró. A pesar de que no hablaban y no existía relación entre ellos más allá de lo laboral, ella no era ninguna mal educada. La profesora de Literatura, una señora mayor y muy agradable, fue la única que respondió; los demás estaban encismados en su mundo.
Recargó su taza térmica con agua caliente y puso un saco de té que siempre llevaba en su bolsito de té. A ella le encanta el café, pero el té era una de las infusiones con el cual era indispensable para su día a día.
El recreo terminó en cuanto la campana sonó con fuerza en toda la escuela. Se dirigió hacia el patio una vez más aún con su taza con la mitad de la deliciosa bebida y esperó allí con su mano dentro del bolsillo de su abrigo y dándole sorbos al té. Diez minutos más tarde sus estudiantes aparecieron, algunos reían entre ellos, otros mantenían conversaciones sobre algún examen que habían tenido la hora anterior y otros pocos estaban en su soledad, escuchando música en sus audífonos y leyendo o viendo alguna serie en sus teléfonos.
Aquella hora pasó bastante rápido; los chicos entraron en calor y trotaron por diez minutos por el patio, luego la mayoría se animó a jugar al vóley mientras que los otros que no querían hacían las actividades que les había dado. Y sin darse cuenta ya estaba guardando todo lo usado en la cancha y cargaba con su mochila para ir hacia la segunda escuela.
Esta estaba algo lejos, por lo que debía de tomarse un autobús hasta allí, el viaje fue tranquilo y pudo escuchar música con sus audífonos. Coldplay era una banda que amaba con todo su ser, sus canciones eran bellísimas y no había día en la que no escuchaba sus maravillas.
Las horas que quedaban por dar clases se pasaron rápidamente, ya eran las tres y media de la tarde cuando estaba en camino hacia su casa. A pesar de que amaba dar clases, era totalmente cansador.
Al llegar a la casa de su mamá, esta le abrió la puerta con una persona muy alegre en sus brazos.
── ¡Mama! – gritaba la pequeña Luz a la vez que extendía sus manitas hacia su madre. Ella la tomé en sus brazos y entró a la casa.
── Se portó muy bien mi dulce nietita, pero me hizo un berrinche que casi me lleva con Dios – comentó su madre en broma haciendo que la muchacha se riera.
── ¿Quién es la bebé más loca del mundo? – murmuró haciéndole cosquillas en su cuello haciendo que se riera. Besó su frente antes de dejarla en su silla especial para comer.
Su mamá le ordenó que se sentara en la mesa en donde ya había un plato con guiso de lentejas. Su guisado era una maravilla, y era perfecta en esta temporada de bajas temperaturas. Mayo había llegado con un gran viento del sur, por lo que ella y su pequeña siempre íban muy abrigadas si es que debían ir a la calle.
── Hijita ¿Hoy vas a entrenar? – preguntó su mamá posando en la boca de Luz un biberón con leche, el cual ella gustosa aceptó.
── Si, a las cinco y media tengo que estar. Vuelvo a las ocho – informó zampándose la ultima cucharada del guiso antes de levantar su plato y llevarlo a la cocina para limpiarlo.
Eran las cuatro de la tarde, ella se iría en quince minutos, por lo que decidió pasar los últimos minutos con su hija antes de irse a entrenar. Su hija era brillante, a sus apenas casi dos años ya podía llamarle mamá (la primera vez Clara se echó a llorar de la emoción), llamaba a sus abuelos Tata y podía conjugar algunas palabras como quiero, upa, mira y no me gusta.
Ella era madre soltera, por lo que criar a Luz no fue fácil, pero gracias al apoyo incondicional de sus padres pudo seguir adelante. Ellos le ayudan mucho cuidando a Luz, entre su trabajo y el club era algo difícil tener que llevar a su hija a todos lados, más en las condiciones en la cual estaba el mundo entero. La pandemia seguía vigente y las cosas normales que se hacía antes como viajar están limitados gracias a permisos especiales que tenías que tener.
Se despidió con pena de mi hija y fue hacia la parada de autobuses, había uno que la dejaba en la bombonera, lugar en donde entrenaba, por lo que llegaría en unos cuarenta minutos. Afortunadamente había algunos asientos vacíos, por lo que pudo sentarse en el asiento junto a la ventana y poder descansar por unos minutos.
Rápidamente el sueño le ganó y la oscuridad la atrajo con alegría a ese sueño que tanto anhelaba.
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Cuando llegó a la Bombonera se quedó embobada con su belleza, los colores azul y amarillo resplandecían por todos lados al igual que el escudo del equipo. Ella era bostera desde la cuna gracias a su papá, quien es fanático desde que era niño de Boca, así que se imaginarán los gritos que ella dio cuando calificó como arquera para el equipo de Boca de handball. Su papá había llorado y gritaba a los cuatro vientos que era el padre más afortunado del mundo.
A pesar de estar en el equipo por más de cinco años, la maravillosa vista la dejaba tan embobada como la primera vez que llegó al estadio.
Entró y al instante se dirigió hacia los vestuarios, estaban algunas de sus compañeras las cuales saludaron al verla llegar. El equipo era muy unido, todas eran como hermanas gracias a la camiseta, estaban siempre para la otra si era necesario.
Se vistió con su ropa de entrenar, el cual consistía de una calza y una camiseta de mangas cortas blanca con el logo del equipo en el pecho. Tomó mis guantes y salió a la cancha para entrenar. En el camino se topó con algunos rostros familiares, Russo que era el director técnico de futbol masculino, Román Riquelme, un antiguo jugador de Boca que se retiró del futbol y viene de vez en cuando a ver los entrenamientos, parte del equipo de handball masculino y algunas compañeras.
Muchas de ellas las encontraba en el gimnasio en donde entrenaban, otras ya estaban en la cancha de handball trotando o lanzando pelotas al arco.
Marcela apareció en su vista en cuanto llegó, era su entrenadora y directora técnica del equipo. Apenas la saludó y la mandó a que trotara por la cancha por unos cinco minutos antes de ir al arco y atajar los tiros que hacían sus compañeras.
Pasaron las horas y el fin del entrenamiento llegó. Todas se reunimos en torno a Marce, quien tenía una pizarra en sus manos y mostraba la estrategia que habíamos practicado.
── Mañana a la misma hora de siempre vienen para practicar de nuevo, el domingo la tenemos que romper ¿ok? Así que mentalícense para ganarles. Confío en ustedes, se que vamos a poder – exclamó ella como una orden, aquel domingo se jugaría el partido contra River, el cual era un rival bastante bueno y que, cada vez que jugaban contra ellos, era considerado uno de los clásicos en toda argentina.
La ultima vez que jugaron contra este equipo lamentablemente perdieron por apenas dos goles, por lo que se podía entender la insistencia de Marcela para entrenar.
── Tranqui Marce – calmó Valentina, una de las delanteras – El domingo le vamos a llenar de goles al arco.
Todas concordaron con ella y, tras unas ultimas palabras alentadoras de su entrenadora, se fuimos cada una por su lado. Clara se dirigió hacia los vestuarios en donde tomó una relajante ducha de agua caliente que relajó sus músculos, tras unos largos minutos en donde ella se quedaba debajo del agua, salió para vestirse. Muy pocas compañeras estaban allí, y la mayoría estaban a punto de irse.
── ¡Chau Clari! Nos vemos mañana – se despidió Agustina y Sofía.
── Nos vemos mañana – saludó antes de que se fueran.
Peinó su cabello y lo trenzó, se puso un jean negro y una playera manga larga del mismo color, las zapatillas que había traído y se abrigó con un suéter de lana marrón y un gorro negro cubría su cabeza del frio. Salió del lugar con su bolso deportivo, en donde guardaba todas sus pertenencias, y su mochila. Se ajustó su abrigo y puso el barbijo una vez que estaba en la calle.
«Que ganas de volver a casa» pensó antes de ir a la parada de autobuses para volver a su casa, quería estar en casa con su hijita y ver una película con ella hasta que ambas cayeran totalmente dormidas.
¡Holis! ¡Bienvenidos sean todos a HEARTSTOPPER! Espero que les haya gustado mucho este primer capitulo. Se que no tiene mucho contenido con Dibu, peor deben entender de que debemos conocer primero a Clarita antes de que venga lo bueno.
¿Qué les pareció el capitulo? ¡Les leo!
Bueno, no quiero robar más su tiempo ¡Nos vemos en la próxima!
RiderStilinski ── 17/01/2023
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