4. Lágrimas y Llanto
"Hay que buscarlo, no voy a pegar ojo hasta que lo traigamos de regreso." Dijo el rey Iván, quien estaba con vendas y sin su armadura o ropa real, solo ropa cómoda y sentado en una de las camas de aquella enfermería del reino.
"Señor, con todo respeto..." Sebastián igual estaba en una de las camas, pero acostado con todo su torso vendado. "No se puede armar una expedición, no hay suficientes hombres como para hacer una búsqueda. Tampoco se sabe quién fue el enemigo, los hombres que encerró no quieren decir nada por más que se les torture."
El rey frunció el ceño, era verdad, no había ni pies ni cabeza en esta situación. Realmente estaba frustrado, le habían quitado su bien más preciado y no sabía dónde estaba, le tocaba esperar que nada le pasara en el tiempo en el que estuviera lejos. "Nadie va a descansar mientras él esté desaparecido." Murmulló con el ceño fruncido, estaba decidido.
"Su alteza, no puedo apoyarle en eso." Respondió Sebastián con un tono suave, pero con dolor.
"¿Qué? ¿Porqué no?" Se sorprendió al escucharle, no era normal en su sirviente real no estar con él en cada paso que daba, era la primera vez en años que esto sucedía.
El moreno suspiró con suavidad y negó, no sentía ganas de nada, absolutamente nada. "No quiero actuar sin Rafael..." murmuró.
"Sebastián, no puedes rendirte así cómo así." Exclamó Iván levantándose de la cama para mirarle con el ceño fruncido, aunque esto poco le importó al otro chico, que ni se veía con fuerzas para responder. "¡Sebastián!"
"Su alteza, lo perdí por segunda vez... Él murió en mis brazos." Soltó el chico alzando la mirada a él. "Vi como la vida se le escapaba de las manos, ¿cómo quiere que no me rinda? ¡¿Cómo voy a despertar todos los días sabiendo que el hombre al que amaba murió sin que yo pudiera hacer nada?! ¡Y ni pude cumplir con su ultima petición!"
El joven rey le miró en silencio, nunca le había visto tan roto, tan perdido. Genuinamente sintió lástima por él, pero de todas formas no iba a dejar que se fundiera en su depresión. "Esa es una de las razones por las que no deberías rendirte. Alexis sigue vivo en algún lado, ¿crees que Rafael estaría tranquilo sabiendo que te rindes en su búsqueda?"
"Yo... No..."
"¿Entonces? ¿Qué harás?" Preguntó con el ceño fruncido mirándole hacia abajo. "No puedo hacer todo esto sin ti, Sebastián." El moreno le miró en silencio, en su mirada se vió como lo iba pensando hasta decidirse, era verdad, no podía rendirse, Rafael hubiera hecho lo imposible para mantener a su rey a salvo.
[...]
Alexis abrió los ojos con dificultad, su cuerpo dolía demasiado, no había un pelo que no le doliera. El sol le golpeaba en el rostro haciéndole fruncir el ceño, normalmente sus ventanas estaban cubiertas con cortinas gruesas para evitar este tipo de cosas... Fue ahí que recordó todo y se sentó de golpe con un grito que rasgó su garganta más de lo que ya estaba. Miró a sus alrededores rápidamente buscando alguna pista de dónde estaba, no esperó ver una habitación bien acomodada como lo era la suya. "¿Qué?" Susurró confundido, lo último que recordaba era a hombres enmascarados que le metían a un carruaje para taparle la cabeza, luego lo llevaron a algún lugar donde lo bajaron y le pegaron dejándolo inconsciente, recordando eso ya sabía porqué le dolía el cuerpo. "¿Dónde...?" Mirando al rededor bajó la mirada a su ropa, usaba un camisón largo y las partes heridas en su cuerpo fueron curadas, más confundido no podía estar.
Un chico entró a la habitación con algo de prisa, vestía con ropa elegante, usaba lentes y se peinaba elegantemente hacia al lado. "¿Está bien?"
"¡Atrás!" Gritó Alexis retrocediendo en la cama asustado.
"Calma, calma, no le haré nada." Dijo alzando las manos mientras se acercaba lentamente para no estresarlo más, cosa que no sirvió, Alexis le comenzó a tirar los cojines y todo lo que encontrara a su paso. "¡No le haré daño!"
"¡Maldito mentiroso!" Gritó con la poca voz que le quedaba. "¡Ya me hicieron daño!"
"¡No fuimos nosotros!" Exclamó el joven tratando de esquivar lo que le tiraban.
"¿Qué?" Alexis se detuvo con el jarrón que le iba a lanzar, pero sus palabras le llamaron la atención. "Entonces, ¿quién fue?"
"¡No lo sé, no lo sé! ¡¿Podría bajar el jarrón?!"
El pelinegro lo dudó un segundo, pero decidió bajar el jarrón, no soltarlo, solo bajarlo. "¿Dónde me encontraron?" Preguntó con el ceño fruncido.
"Nuestro rey fue quien le encontró." dijo. "Estaba en su caballo dando un paseo y le encontró. No sé nada más." Alexis suspiró y soltó el jarrón decidiendo creerle. "Debe tener hambre, le traeré algo de comer." Y desapareció tras la puerta con rapidez.
Alexis se tomó la panza dándose cuenta de que era cierto, aparte de dolor, sentía hambre. Quería volver a su hogar, quería saber si sus padres e Iván estaban bien, estaba demasiado nervios, esperaba volver lo más pronto posible. Se sentó en la cama sintiendo su cuello doler, odiaba con todo su corazón a esos hombres, solo esperaba que no tuviera cicatrices. La puerta se volvió a abrir, el mismo chico entró, pero no solo, estaba acompañado de un hombre con un gran porte, su presencia se hacía notar enormemente sin siquiera mirarle.
"Qué bien que hayas despertado." Dijo el hombre mientras el chico dejaba la bandeja con comida en la mesa de la habitación para hacer una corta reverencia y marcharse. "Llevabas muchas horas inconsciente."
"¿Usted fue quién me encontró?" Preguntó Alexis retrocediendo en la cama para alejarse un poco.
"Así es." Dijo con calma acercándose para sentarse tranquilamente en el sofá. "Unos hombres hablaban de venderte. Creo que eran de un reino enemigo o algo así, no estoy seguro. Lo que sí sé es que no tenían buenas intenciones." El cuerpo del chico tembló, esas palabras le hacían tener nauseas.
"Quiero volver a casa..." Alexis sintió sus lágrimas acumularse en sus ojos. "Quiero ir a casa."
"Por supuesto, no le detendré. ¿De dónde es usted?" Preguntó con genuina curiosidad en su rostro.
"De... de Eryndor." Era el nombre de el reino de los Buhajeruk, obviamente sabría de dónde hablaba, todos lo conocían. Esta teoría fue afirmada al ver su rostro sorprendido, poco a poco se convirtió en una expresión de lástima. "¿Qué? ¿Qué pasó?"
"Entre sus cosas vi que usted es un rey, si usted lo es, significa que está comprometido a Iván Buhajeruk, el rey de Eryndor, ¿no es así?" Alexis asintió dudoso, no sabía a donde iba todo este tema. "Al detener a esos hombres se les interrogó, dijeron que venían de Eryndor y... Bueno, dijeron que no nos deberíamos meter con ellos, que ellos asesinaron al rey Buhajeruk."
"No, eso no puede ser verdad..." El chico comenzó a sollozar ante la noticia. ¡No puede ser verdad!"
"Lo lamento." El hombre se levantó y comenzó a dejar los cojines del suelo en la cama para que estuviera cómodo. "Le dejaré a un momento a solas, creo que lo necesita. Cualquier cosa mi sirviente estará afuera de la habitación, no dude en llamar." Dijo con suavidad antes de darse la vuelta para marchar a la puerta.
"Espere..." Hipó Alexis bajando un poco las manos de su rostro, casi al instante el hombre se detuvo, para mirar por encima de su hombro.
"¿Sí?" Le sonrió con suavidad, aunque el otro chico casi no podía ver su rostro.
"¿Quién...?" Volvió a hipar. "¿Quién es usted?"
Ante la pregunta el hombre se dió la vuelta para mirarle mejor, fue entonces que se llevó su mano al pecho haciendo una pequeña reverencia para después mirarle. "Borja Luzuriaga, el rey de Karmarion." Dijo con una sonrisa tranquila. "Tómese todo el tiempo que necesite, no hay prisa para que se vaya." Y esta vez sí se retiró dejando a Alexis solo con sus lágrimas y sentimientos.
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