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3. El plan del concubino


En la mañana al despertar Alexis se sentía demasiado cansado, nadie le dijo que se durmiera tan tarde, el mismo lo eligió y ahora estaba sufriendo las consecuencias. Una sirvienta se hizo cargo de entrar a sus aposentos para abrir las cortinas y despertar a los concubinos con los rayos del sol, en el proceso se le entregó al pelinegro unas palabras del rey, parecía ser que luego de haberle ayudado no recibiría una reprimenda, se sentía enormemente aliviado luego de esto.

No quería vivir así. Tener que estar protegiendo cada detalle que dice o hace por más mínima que sea no era algo que quisiera seguir haciendo. Si era honesto, quería huir y planeaba hacerlo. No quería accidentalmente hacer enojar al rey Buhajeruk en medio de las prácticas haciendo que lo asesinara, sus padres no merecían esto luego de tener que ver como se llevaban a su hijo.

Mientras se colocaba esas telas preciosas se miró al espejo deteniéndose por un segundo. Parecía ser que parte de ser concubino era vestirse visiblemente elegante y con telas que resaltaran todas sus virtudes físicas. No sólo sus joyas que hacían resaltar su cuello, dedos y orejas. Sus pantalones eran algo ajustados, sus zapatos tenían tacón haciéndole ver fino, sus camisas tenían algo de escote y todas las joyas ya mencionadas que lo hacían ver demasiado elegante y fino. Claro que resaltaba el doble por sus rasgos, no sólo su rostro, su cabello, sus manos, todo su cuerpo era hecho a la perfección para ser hermoso. Pensó por un momento que podría usar esto en su plan de escape.

"¿Rodrigo?" Llamó volteando a verlo. "¿Tienes hilo y una aguja?"

"En la caja de allá." Señaló el chico terminado de vestirse. "Yo ya estoy listo. Nos vemos en la noche." Dijo para salir de la habitación caminando tranquilamente.

Alexis asintió sin más. Fue a tomar la caja y al abrirla pudo ver muchas cosas que podría utilizar para su plan. Tomó todo y fue corriendo a su cama para tomar la ropa que utilizaría. Si ya de por si era llamativa, la haría aún más llamativa.

[...]

Salió de sus aposentos caminando como si nada hubiera sucedido. Su cabello estaba atado dejando ver su hermoso cuello blanco y sus orejas, ambos adornados con joyas y una cinta negra en este primer mencionado que simulaba ser un collar de tela ajustado. Su camisa era igual de pomposa que aquella que su madre le tejió, la única diferencia era que tenía una apertura un poco más grande dejando ver parte de su clavícula y pecho, si hacía un mal movimiento era seguro que revelaría sus hombros y hasta su estomago si alzaba el brazo a la altura de su cabeza. Sobre la camisa tenía un pequeño chaleco negro que se notaba que no era de su talla pero igualmente le quedaba bien. Su pantalón lo dejó igual pero le añadió unos botones de oro a los costados. Sus zapatos igualmente era iguales, era lo único que dejó justo como estaba, le gustaba como se veían.

Mientras caminaba por el pasillo se aseguró de verse bien haciéndolo. Incluso habían sirvientes que se le quedaban mirando y lo mismo con los guardias, se atrevía a decir que si salía a donde entraban los caballeros igualmente se robaría sus miradas y posiblemente, también sus corazones.

Se había creado todo un plan de escape antes de dormir la noche anterior y en la mañana aún terminaba de pensar los últimos detalles. Y no parecía que iría mal. Era simple, bueno, no tan simple. Primero, quería verse no sólo bien, quería verse genial, de esa forma podría seducir al doctor del rey. ¿Para qué seducirlo? Pues, la segunda parte de este plan era dejarlo tan tonto por su belleza que haría lo que él quisiera, en ese estado le pediría alguna tontería para despistarlo y en ese momento tomaría uno de esos pequeños botecitos de veneno producentes para la salud. Tenía unos pocos conocimientos sobre los venenos y las medicinas, era de las cosas que le había mostrado su madre. Había un veneno en especifico que era utilizado para dormir y era justo lo que quería. La tercera parte de su plan era ir a donde el rey, ahora lo seduciría a él y en el proceso utilizaría el veneno en él. Si el rey estaba dormido, no podía dar ordenes ni decir nada, Alexis podía fácilmente decir que el rey le pidió que fuera a los campos de arroz o algo así. La cuarta parte de su plan era la huida, de algo servía que había visto todo un mapa del reino y más lejos en la pared de la habitación donde conoció al rey.

Era un plan complicado pero estaba seguro que lo conseguiría.

Luego de preguntarle a un sirviente la dirección al doctor real se encaminó hacia allá. No fue difícil, tuvo que hacerse el lindo y rápidamente recibió las respuestas en segundos sin dudar. Cuando llegó entró luego de tocar, vió al instante al señor mayor sentado leyendo unos libros, casi al instante alzó su mirada y al verle puso una cara que le decía a Alexis que iba a triunfar.

"Permiso, doctor." Dijo con su voz dulce cerrando la puerta tras él. "No quería molestar pero tengo un recado." La lástima se fingía perfectamente.

"Oh, no, no, no se preocupe." Se levantó para sonreírle sin dudarlo. "¿Qué necesita?"

"Necesitaba unas hiervas medicinales." Dijo acercándose al escritorio. "Últimamente me duele mucho el pecho y pensé que me podría ser muy util." Una de sus manos se encaminó a su propio pecho para tocarlo bajo su camisa.

"Bueno, de algo sirve que soy doctor." Dijo riendo como viejo verde acercándosele, por un segundo Alexis quiso salir corriendo, pero eran más grandes sus ganas de huir del reino en general. "¿Dónde le duele?" Preguntó.

"Aquí." Le indicó el pelinegro inclinándose a él para mostrarle su pecho.

Mientras el viejo asqueroso le revisaba fingiendo que, evidentemente, tenía algo, Alexis miró los muebles con medicamentos en otro lado de la habitación. Con un vistazo rápido pudo encontrar que era lo que quería y fingió tropezarse tirando uno de los libros sobre la mesa.

"¡Oh, lo siento!" Dijo rápidamente retrocediendo unos pocos pasos.

"No se preocupe." Dijo el señor agachándose para tomar aquellos libros uno por uno. "Los accidentes suceden." Volvía a reír.

Mientras el doctor tomaba las cosas del suelo tomándose su tiempo Alexis se alejó un poco más para ir a tomar aquel pequeño bote. Lo escondió en una de sus mangas y volvió a acercarse al escritorio justo a tiempo cuando el viejo se enderezaba para colocar los libros y pocos papeles sobre la mesa una vez más.

"Me siento mucho mejor ahora." Dijo repetidamente el pelinegro con una sonrisa para tomar las manos arrugadas del doctor disimulando su asco. "Usted tiene unas manos magnificas." Y sin más las soltó y se fue casi que corriendo a la puerta para salir.

Una vez la puerta cerrada tras él hizo una mueca de asco para sacudir la cabeza. Ahora debía ir a donde su rey. Era la parte que más miedo le daba y posiblemente la más difícil. Asumió que estaría en aquella habitación donde le conoció pero al llegar y entrar no fue así.

"¿Busca algo?" Escuchó a sus espaldas haciendo que volteara algo espantado. Sintió alivió al ver que era un sirviente.

"Sí, eh, ¿dónde está su majestad?" Preguntó algo nervioso tratando de ocultar esos mismos nervios.

"Ahora mismo se encuentra en una reunión con los mayores." Dijo para señalar una dirección. "Siga al final del pasillo y baje las escaleras hasta llegar a una enorme puerta de madera." Le dijo paso a paso todo lo que vería y hasta donde estaría la puerta.

"Muchas gracias." Dijo con una sonrisa para partir su camino hacia allá.

El camino era largo, luego entendió que era porque nunca había ido y estaba demasiado atento a los detalles que se le habían dicho. Cuando llegó a la gran puerta vió que tenía bastantes guardias protegiendo la entrada. Desde donde estaba se escuchaban como muchos hombres discutían a voces. Si afinaba el oído podía deducir que discutían tácticas de guerras y demás. Cosas que él no entendía.

"¿Necesita algo?" Preguntó un guardia mirándolo desde arriba.

Alexis no esperaba la pregunta. Su mente pensó demasiado para saber lo que debía responder. Ya sabía que no le dejarían entrar así que negó rápidamente. "No, no, sólo quería saber si el rey está aquí."

"Sí, lo está." Dijo con seriedad. "¿Para qué le necesita? Está ocupado."

"Es su hora de té, quería saber donde estaba primero para traerle las cosas después." Dijo explicándoles esperando que le entendieran y permitieran entrar.

"El rey no puede ser interrumpido en estos momentos." Dijo firmemente el hombre.

"Pero...Es el té." Dijo el otro guardia volteando a verlo con preocupación. "Sabes que el rey lo necesita, si no le dejamos pasar se enojará mucho."

"Tienes razón.." murmuró el otro sudando frío. "Bien, traiga el té y le dejaremos pasar." Exclamó volteando a ver al concubino.

Los guardias le hicieron una pequeña reverencia al chico antes de que este agradeciera y se fuera casi corriendo. Ahora debía ir a la cocina y eso sí que fue una tarea difícil. Al llegar vió que era todo un ambiente distinto. Olía delicioso a comida. Fue ahí donde se dió cuenta de algo: podía echarle el veneno en el té. Originalmente había pensado en usar el alfiler que escondía en su chaleco para inyectar el veneno, pero era mil veces mejor usar el alimento.

"Permiso, vengo a buscar el té de su majestad." Dijo Alexis a un hombre que iba pasando. Este asintió y fue a buscar una bandeja y luego todo lo demás.

Mientras esperaba miró al rededor y se le hizo agua la boca por todo lo que vió. Las palabras de Rodrigo resonaron en su cabeza y recordó que él básicamente era realeza allí, podía pedir cualquier cosa y se le daría.

"Disculpe." Llamó tímido a un cocinero que lo volteó a ver. "Lamento molestar pero, ¿de casualidad tendrán algo rápido para comer?"

El cocinero lo miró raro unos segundos pensando en quien era este para preguntar por algo así como así. Otro cocinero se acercó y le susurró al oído quien era el joven frente a ellos, fue ahí donde el hombre abrió los ojos sorprendido y asintió.

"Claro, ¿qué quiere?" Preguntó con rapidez para atenderlo.

"Cualquier cosa rápida estaría bien, no pido mucho." Dijo algo avergonzado de pedir comida. El hombre asintió y fue a agarrar unas cosas para prepararle un plato, mientras esto sucedía miró como preparaban la bandeja del té. Tenía de todo, desde dos tazas hasta diferentes tipos de cosas para añadirle. Algo le habían dicho de que la segunda taza era de respuesta, parecía que el rey tenía un hobby de tirar tazas.

"Aquí tenga." Le dijo el cocinero dándole un plato con comida, se veía delicioso y hasta tenía un pequeño panecillo de postre.

"Muchas gracias." Le sonrió Alexis para tomar el plato. Otra persona le trajo una silla y le indicó que se sentara en lo que terminaban de preparar todo para el rey. "Muchas gracias." Repitió para comenzar a comer. Sabía delicioso cada cosa que probaba y agradecía por un momento que fuera parte de la realeza para comer este manjar.

Mientras comía habló con los cocineros. Esa manía que tenía de preguntar y preguntar como loco hizo que hablara con estas personas y hasta rieron unas cuantas veces. Al terminar agradeció por todo tomó la bandeja y se marchó satisfecho con la panza llena. En mitad del pasillo se fijó en si había alguien y al no ver a nadie vertió todo el bote dentro de la tetera.

Ahora sí, a enfrentar al rey.

Una vez llegó lo dejaron pasar abriendo las puertas y fue de golpe que todos los hombres callaron para mirarlo, hasta el rey desde su trono lo miró con esa expresión de coraje que parecía pegada a su rostro. Alexis caminó hasta su rey en silencio e hizo una reverencia al llegar a él.

Parecía que no le hacía tanta gracia al joven rey que estuviera allí, pero al ver la bandeja no dijo mucho. "Sírvelo." Ordenó en corto para mirar la gran mesa con todas las cosas encima. Alexis hizo lo pedido en silencio bajo la mirada de los hombres y le preparó su té justo como le gustaba con todas esas cosas complicadas. Pensó que era mejor dárselo desde ya pues tardaba un poco el proceso de efecto en el sistema, cuando terminara la reunión estaría somnoliento.

Ahora, el rey no era una persona que se caracterizaba por amoroso o algo similar. Pero las miradas insistentes de los hombres sobre su concubino le hizo hervir de la ira que sintió. Por que no era celoso en sentido romántico, pero era egoísta y codicioso, lo suyo era suyo y de nadie más.

Alzó su puño y lo dejó caer en la mesa llamando la atención de todos los presentes, hasta Alexis dió un salto de sorpresa. "¡Me haré cargo de sacarle los ojos yo personalmente al que siga mirando a mi propiedad!" Dijo mirando a todos y cada uno de los presentes, a excepción de su concubino, hasta los guardias presentes lo habían estado mirando. Pero al decir aquello todos miraron a la mesa o hacia al frente para evitar mirar al chico que desbordaba hermosura.

Alexis trató de esconder su sonrisa, algo en la situación le hizo sentir poder. Al terminar de preparar la taza se la acercó y este la tomó desde arriba con la yema de sus dedos como siempre solía hacer para llevarla a sus labios. El pelinegro lo miró en silencio y no fue hasta que vió su manzana de Adan bajar y subir que relajó sus músculos. Fue el único trago que hizo y fue uno grande, luego de eso dejó la taza en la bandeja para seguir escuchando todas las sugerencias de las que se hablaban, no sin antes pasear su mirada por el cuerpo del joven a su lado, parecía que su vestimenta sí le llamó la atención aunque sea por algunos segundos.

El de cabello largo se quedó a un lado en silencio viendo todo. Ahora sólo faltaba esperar.



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Si hay faltas de ortografía o un error,por favor déjenme saber.
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