26. Una Historia de Amor
"Como ya sabes, hace unos años Rafael trabajaba para la familia real." Alexis le miraba atento. "Hubo un corto tiempo donde no se supo qué se haría luego de la muerte de mi padre. Mi hermano no era un candidato a rey por su poca capacidad para manejar situaciones, mientras se decidía mi tía tomó el mando y fue entonces que hizo que Rafael se fuera a trabajar para otra familia, no eran realeza, pero la riqueza abundaba."
"¿Por qué le desterrarían de esa forma?" Le preguntó el menor. "Usted dice que es muy bueno en su trabajo y lo he visto con mis propios ojos." Dijo recordando hasta la forma en la que mentalmente apuntaba pequeños detalles para satisfacer perfectamente las peticiones de su rey.
"Sebastián y Rafael estaban enamorados." Le dijo. "No era evidente, pero una vez les atrapé besándose, no había duda de que se amaban. Yo no dije nada, pero parece que el amor que se tenían creció tanto que no podían mantenerse alejados uno del otro. Poco tiempo después mi tía los sorprendió en la misma situación y aferrada a que debían ser profesionales los obligó a separarse sin que supieran el por qué o..." Calló unos segundos.
"¿Ó?"
"Sebastián no sabe la razón por la que Rafael le abandonó." Dijo cayendo en cuenta para mirarle.
"Pero—" Rápidamente se notó su desesperación en Alexis. "¡¿Y Rafael no le ha dicho nada?!"
"Deduciendo por el lenguaje físico, parece que ninguno ha tocado el tema." Murmuró el rey encogiéndose de hombros.
"¡Eso no puede ser posible!" El pelinegro de levantó para colocar ambas manos en su pecho con desesperación. "¿Cómo puedes sentir un amor tan grande y fuerte por alguien al que te obligaron a abandonar y al volver no le hablas?"
"Alexis..."
"¡No se puede ignorar a lo que pide el corazón por más que quieras!" Exclamó. "¡Deben hablarlo y— y—"
"Alexis." Iván se levantó para tomar las mejillas de su prometido haciendo así que le mirara directamente. "Todo sucede en su respectivo tiempo y todo ocurre por una razón." Le dijo con suavidad acariciando sus mejillas con sus pulgares.
"Pero..."
"Si no fuera así, no te hubiera conocido." Le dijo con dulzura y una suave sonrisa. "Además, no todos tienen nuestra suerte." Las manos de Alexis subieron para encontrar las ajenas y sujetarlas con suavidad.
"Iván..." su voz hizo que el rey sintiera su corazón ablandarse, sucedía muy seguido desde que el chico entró a su vida.
"Vamos a merendar, ¿sí? Hay unos detalles del compromiso que quiero dialogar contigo." Ante eso Alexis asintió sonriente aceptando la mano que le ofrecía Iván para caminar fuera de los aposentos.
Afuera les esperaban ambos sirvientes reales, mismos que no se miraban ni por accidente. Por la petición silenciosa que le dió Alexis a Iván este les hizo una seña para que le miraran y así poder hablar.
"Alexis y yo vamos a dialogar unos asuntos de suma importancia, tómense el día como les plazca." Les ordenó recibiendo una reverencia.
Al retirarse los sirvientes se quedaron solos y sin órdenes directas de qué hacer, el silencio era pesado y aún más la tensión. Los reyes se alejaron lo suficientemente lejos para que ya no se vieran o escucharan con claridad, fue entonces que Rafael decidió hablar.
"Sebastián."
"No." Fue la dura respuesta del moreno a la vez que se daba la espalda.
"Déjame explicarte, por favor." Insistía el de ojos claros persiguiéndole. Ambos habían escuchado algo sobre lo que el rey habló y eso sólo despertó el coraje que Sebastián había olvidado.
"No quiero escuchar tus explicaciones. Tengo trabajo que hacer." No era tanta mentira, su costumbre era limpiar la oficina de su rey cuando le ordenaba que se retirara, le ayudaba a matar tiempo.
Rafael persiguió a Sebastián hasta la oficina, no dijo nada pero el ruido de sus pasos lo delataban. A pesar de esto, el moreno quiso ignorarlo y comenzó a hacer su trabajo en esa desordenada oficina. Cada paso que daba, allí estaba Rafael para seguirle de cerca, si no le quería escuchar, por lo menos recibiría su presencia de muy cerca.
"¡Basta!" Exclamó el moreno volteando para empujarle.
"¡Me detendré cuando me des la oportunidad de explicarte todo!" Le regresó el grito, pero a diferencia de el menor, su grito era de dolor y no coraje.
"¡No me importa lo que haya pasado, no me importa lo que tengas que decirme!" Le dijo para señalarle amenazantemente. "¡Yo ya te dejé en el pasado!"
"Pudiste haberme dejado en el pasado, pero ahora estoy en tu presente y no puedes ignorarlo." Su pensamiento iban firmes y su actitud igual, no titubeaba ni un poco.
"Me abandonaste." Murmulló Sebastián con desprecio. "Me hiciste a un lado, nunca me enviaste una carta, nunca diste señales de vida, nada. Casi como si ni te importara." Sus puños se cerraron con fuerza haciendo que sus nudillos se tornaran blancos, quería golpearle hasta cansarse, pero no podía.
"No es así."
"¡Mentiras!" Escupió una vez más. "¡Te marchaste como un cobarde! ¡Si nunca me amaste no tuviste que tomarte las molestias de hacer todo lo que hiciste!" Rafael le miraba con dolor en su mirada, pero no le interrumpía en ningún momento. "¿Y sabes qué? Yo ya no te am—" las palabras fueron interrumpidas por los labios ajenos que se aplastaron con los finos labios del moreno.
Las manos de Rafael le agarraron con fuerza sin dejarlo ir, no quería perderlo una segunda vez. Al separarse pudo ver que la expresión de odio y coraje de Sebastián se había calmado, su mirada se había suavizado y su ceño ya no estaba fruncido, un beso bastó para hacerlo calmarse.
"No te abandoné. La señora Giovanna me obligó a irme luego de vernos besándonos. No me dejó despedirme y menos verte una última vez." Le dijo Rafael con suavidad. "Sabes todos mis sentimientos por ti y también sabes que ninguno es fingido, te amo, Sebastián, realmente te amo."
Los ojos de el moreno se cristalizaron, algo raro en él, pues estaba entrenado para no mostrar sus sentimientos, pero Rafael con unas simples palabras lo desmoronaron. "¿Por qué no enviaste una carta?" Preguntó con suavidad.
"Lo hice, envié muchas a pesar de que nunca recibí respuesta." Confesó sintiendo como Sebastián le acercaba de la cintura.
"Nunca llegó nada..." murmuró el menor con confusión.
"Ya lo noté." Con un suspiro el castaño lo atrajo para aferrarse al cuerpo ajeno con firmeza. "Pero ya estamos juntos. No permitiré que me vuelvan a alejar de ti." Le dijo con su corazón, mismo que latía con desesperación y amor. Sebastián asintió y lo agarró con fuerza contra su propio cuerpo para no dejarlo ir nunca.
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Si hay faltas de ortografía o un error, por favor déjenme saber.
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