25. Una cara bonita
El pelinegro pensó que el día estaba hermoso para pasear por el reino. Le dijo a Rafael que no se preocupara, que acompañara a Iván en lo que él iba a pasear, no fue nada fácil hacer que aceptara sus ordenes pero luego de una larga suplica decidió dejarle y aceptar sus ordenes.
Lo primero que hizo fue ir a el establo, le gustaba ir ya que la pasaba muy bien con su amigo Roberto cada que le veía. Se quedaban hablando y de él aprendía muchas cosas, era realmente divertido.
"¡Hola, guapo!" Sonreía Alexis al ver a su corcel, mismo que relinchó al verle y escucharle.
Este caballo frisón tenía varias trenzas en su crin y una trenza en su cola, misma que tenía una cinta roja amarrada como lazo, en semanas hizo que este se encariñara enormemente con su jinete, esto provocó que le tuviera confianza para dejarse hacer cualquier cosa.
"Ya se le dió comida." Escuchó a sus espaldas mientras acariciaba al caballo.
"Roberto, hola." Sonrió el rey al girarse un poco para verlo. "¿Se ha portado bien?"
"¿Tilín? Siempre sí." Dijo acercándosele para también acariciar al animal. "Desde que comenzamos a trabajar con él. Ah, cierto..." el chico tomó una pequeña bolsa de tela de su bolsillo y se lo ofreció a su rey. "Tenga, es azúcar."
"¿Azúcar?" Alexis la aceptó sin dudarlo y la abrió viendo muchos cubos de azúcar. "¿Es bueno para los caballos comer tanto azúcar después de comer?" Preguntó volviendo a mirarle.
"Claro, pero no son para él." Dijo antes de señalarle. "Son para usted."
"¿Para mí?"
"Claro, pensé que si le daba cubos por separado iban a poder disfrutar cada uno con sus respectivos azucares." Explicó con una sonrisa sin problema alguno. Esta misma explicación hizo que Alexis se volviera completamente rojo, pensó que nadie le veía las veces que se comía parte de los cubos de azúcar.
"Gracias." Murmuró con vergüenza.
"Vino a montarle, ¿no es así? Le preparé todo enseguida." Antes de que pudiera decir algo el joven chico moreno se fue corriendo a buscar una silla y otras cosas dejándole solo.
No era su intención, pero despejarse un poco no le vendría mal. Esperó sentándose en un pequeño banquillo que estaba cerca y el corcel al verlo se acercó para acostarse a su lado recostando su cabeza en las rodillas de su amo, era como tener un cachorro. Mientras esperaba escuchó gente pasando, asumió que eran los que trabajaban con los caballos y todo eso, iba a levantarse para saludarlos pero se detuvo al escucharlos.
"¿Y ese caballo?" Comenzó a hablar uno de los dos hombres.
"Es del otro rey, lo movieron hacia acá cuando su majestad Buhajeruk volvió."
"¿El otro rey?" Se notaba su curiosidad en su voz.
"Sí, el rey Buhajeruk se casará con uno de sus concubinos. ¿Cómo no sabías?"
"Yo trabajo fuera del castillo, ¿qué iba a saber de eso?" Dijo. "¿Cómo es eso que se casará con un simple concubino?"
"Bueno... Es raro."
Alexis sintió interés a lo que hablaban, se sintió incómodo pero continuó escuchando.
"Todos pensamos que es por su cara y cuerpo."
"¿Es lindo?"
"Lindo es poco, escuché que es un sangre pura."
"¡¿Enserio?!" Exclamó.
"¡Sí! Pero desde hace un tiempo el rey no le deja vestir como concubino y debe usar velo, casi nadie le ha visto el rostro." Suspiró con evidente decepción.
"No veo razón para que un concubino sea rey. Debe ser eso de su rostro y cuerpo."
"Claro, una cara linda hace cualquier cosa."
Las voces se alejaban cada vez más hasta que ya no escuchó nada más. Alexis se levantó y con sus mejillas húmedas comenzó a salir del lugar donde siempre descansaba su corcel. Su corazón estaba destrozado, ¿solamente era una cara linda para su rey? ¿Nada más?
Roberto regresó con una montadura y unas cosas más, en su rostro se veía una sonrisa que se esfumó al ver a su rey con sus mejillas rojas.
"¿Su majestad?" Preguntó con preocupación dejando todo de lado para ir a él rápidamente.
Alexis no se quedó allí, rápidamente comenzó a caminar, esa caminata cambió y pronto se encontró corriendo al castillo. Su corazón se rompía lentamente al solo pensar que Iván le quería por su físico, quería reclamarle todo y decirle que era un idiota.
Recorrió los pasillos en busca de su prometido, pero no le encontraba. Pensó que podría estar en sus aposentos así que fue hacia allá. Al abrir la puerta le vió en el sofá tranquilamente leyendo unas cartas, atrás de él un poco lejos estaba Sebastián y Rafael, quienes le miraron nada más abrir la puerta.
"¿Es cierto?" Preguntó Alexis con una suave voz que temblaba llamando la mirada y la atención de su rey. "Te quieres casar conmigo solo por como me miro." La mirada de Iván se volvió dura, su ceño se frunció y no dudó en ponerse de pie.
"¿De dónde escuchaste eso?" Preguntó sin pelos en la lengua con un evidente coraje que le hizo sentir escalofríos.
"Yo— Perdón..."
"No eres de desconfiar sin razones y estás enamorado de mí." Pareciera como si se creyera mucho, pero era cierto.
"Yo..." Alexis tartamudeó nervioso y comenzó a acariciar sus propias joyas en su cuello con estos mismos nervios. "Yo..."
"¿Quien te metió esas boludeces a la cabeza, Alexis?" Volvió a preguntar pero alzando un poco su tono de voz.
"Algunas personas del reino..." Murmuró bajando la mirada.
Iván gruñó queriendo ir a reclamarles a todos los responsables, pero no lo hizo al ver la cara triste de su prometido. "Alexis..."
"Si lo dicen tanto es porque es verdad..." dijo el pelinegro sintiendo sus mejillas rojas por las ganas de llorar. "Sólo soy eso, una cara bonita y nada más. No tengo nada más... Cuando se de cuenta se va a arrepentir de haberse casado conmigo."
En chico comenzó a sollozar sintiendo las lagrimas salir y rápidamente tomó aquella tela de su bolsillo para limpiar sus mejillas con suavidad sin dejar de hipar. El más alto le miró con una expresión más suave y con algo de tristeza al verle así, no iba a callarse al ver como se rompía frente a él.
"Alexis, eres como una gota de pintura color negra en un charco de pintura blanca." Dijo el rey con suavidad mirando a su prometido y llamando su atención. "Solo un poco de ti fue suficiente para que resaltaras y cambiaras todo en mí." Con el dorso su mano acarició su rostro con delicadeza apreciando esa belleza extrema que tenía el chico.
"Iván..."
"Por nada del mundo me arrepentiría de nuestro futuro matrimonio." Afirmaba con suavidad. Alexis sollozó y asintió para abrazarse a él. Su calidez le calmaba enormemente. "¿Te gustaría algo en específico como regalo de bodas?" Preguntó el mayor mientras acariciaba el cabello de el contrario.
"Uhm, yo..." Alexis pensó un poco y luego respondió. "Quiero un lugar propio para mis animales." Dijo separándose un poco para verle a el rostro. "Quiero tener mi propia pequeña granja."
Iván pensó que era un regalo un poco raro pero no le dijo que no, por supuesto que asintió. "Si es lo que quieres, bien."
El menor se aferró a el pecho ajeno una vez más para cerrar sus ojos con una pequeña sonrisa.
"Sebastián, Rafael." Ambos chicos le miraron atentos. "Retírense." Ante la orden ambos chicos hicieron una reverencia para salir rápidamente, Alexis les vió irse al abrir los ojos y una duda recorrió su cerebro.
"Sebastián y Rafael..." Murmuró mirando al rey.
"Sí." Respondió el rey con firmeza.
El chico rápidamente se separó y le miró con el ceño fruncido por su curiosidad. "No sabe qué le voy a preguntar."
"Ibas a preguntar si Sebastián y Rafael traen algo entre ellos." Respondió bajando su mirada hacia él, al ver su rostro esbozó una sonrisa arrogante. "Estoy en lo correcto, ¿no?"
"Uhm, sí, era eso." Murmuró sorprendido.
Iván retrocedió para volver a sentarse en el sofá, luego atrajo a su prometido de la cintura para que se sentara junto a él, o sobre él, no le importaba dónde. Alexis fue rápido en sentarse en sus rodillas y prestarle toda su atención ante lo que le iba contar, genuinamente quería escuchar esa historia.
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Si hay faltas de ortografía o un error, por favor déjenme saber.
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