21. La celebración de una victoria
Alexis volvió del huerto y fue directo a ducharse. Le pareció raro no ver a Sebastián por ningún lado, normalmente le recibía pero asumió que ya no sería así debido a que Iván estaba en el reino.
Habían más sirvientes, por supuesto, pero solo el sirviente real podía ayudar al rey con cosas tan personales como lo era preparar su baño. Alexis sin problema alguno comenzó a preparar todo lo que debía para darse un baño. Al terminar se relajó al sentir el agua tocando su piel, era como un premio por haber estado trabajando en el sol todo el día.
Ahora que tenía silencio y soledad para pensar la idea de una boda real era... terrorífica. En ese tipo de actividades habían muchos invitados, desde el pueblo, hasta reinos vecinos y aliados. El pensamiento de que algo saliera mal le enfermaba el estómago.
Tanto pensamiento y el cansancio se mezclaron haciendo que poco a poco se fuera durmiendo recostado de la tina. Ni notó cuando fue que cerró los ojos.
[...]
Tanto rato en la tina hizo que sus dedos se arrugaran y sus labios se tornaran morados, fue peor cuando salió del agua para ponerse una toalla y caminar fuera del baño. Al secarse tomó una de sus batas para amarrarlas, estaba demasiado cansado como para ponerse más ropa.
Alzando las cobijas subió a la cama y se recostó sobre sus almohadas con una sonrisa tonta del sueño. Amaba la sensación de estar recién bañado y cómodo, era de las mejores sensaciones y pudiera ser aún mejor si la puerta no se hubiera abierto de golpe espantándolo.
Sebastián fue directo a el cuarto de baño y detrás se quedó Iván deshaciendo su camisa con una expresión cansada. Alexis le miró en silencio sin moverse y fue ahí que notó manchas de sangre en su ropa y sudor.
"Sus heridas..." Iván dió un salto sorprendido al escuchar a su prometido, no lo había visto entre tantos cojines y colchas. "¿Se hizo daño?"
Con un suspiro el rey negó relajando los hombros. "No, no es mi sangre." Aseguró quitándose la camisa, Alexis no se atrevió a preguntar más y se limitó a dejarle estar. "¿Ya terminaste con tus deberes de hoy?" Preguntó.
"Sí, ya no tengo nada más por hoy. Mañana quiero ir a recoger frutas." Dijo con una sonrisa feliz y una voz cansada. "Me dijeron que estaban perfectas para ser recogidas..."
"Ya, me daré un baño y me subiré a dormir contigo." Dijo antes de comenzar a caminar a el cuarto de baño, pero fue detenido por la voz de Alex.
"Ahora que volvió... ¿Sebastián siempre estará con usted?" Preguntó con suavidad sentándose para verle.
"¿Es eso un problema para ti?" Le regresó la pregunta volteando a verle por encima del hombro.
"Bastante. Me siento solo." Confesó sin dudarlo. "También quiero tener compañía y poder hablar con alguien de vez en cuando."
Iván escuchó cada una de sus palabras y asintió para avanzar con su camino. "Mañana a primera hora me haré cargo de eso." Y cerró la puerta tras suya.
Alexis se volvió a acostar y se quedó esperando por ser acompañado. La espera fue algo larga pero al escuchar el ruido de la puerta cerrar supo que Sebastián se había marchado. Unos momentos después sintió la cama hundirse haciéndole saber que el joven rey se había acostado en la cama a su lado, ante esto Alexis se arrastró con cuidado a su lado para mirarle fijamente.
"¿Qué?" Preguntó Iván al no poder ignorar su mirada.
"¿Qué hará mañana?" Soltó confundiéndole.
"¿Perdón?"
"Sobre el hecho de que me siento solo al no tener a un sirviente conmigo mientras usted no está." Explicaba mientras acercaba sus manos al cabello de su rey.
"Bueno, es inevitable que esté ocupado. Pensé en escoger a un sirviente personal para ti." Le dijo mirándole.
"¿Para mí?"
Iván asintió. "Conozco a un chico que era sirviente del reino antes de que mi padre muriera, pero que después de su funeral mi tía hizo que se marchara a otro reino." Explicaba teniendo la atención de su prometido, mismo que estaba haciéndole pequeñas trenzas. "Lo poco que recuerdo de él es que era un sirviente excepcional para su corta edad. Estarás bien en sus manos."
"Eso suena a un viaje costoso." Murmuró Alexis.
"Lo es, ¿pero qué son miles de monedas de oro para la familia Buhajeruk?" Dijo con una sonrisa arrogante que hizo que el contrario sonriera un poco.
"Bueno..." el menor alejó sus manos para suspirar un poco. "Espero y sea tan bueno como lo hace ver." Sonreía.
"¿Que es esto?" Preguntó el rey desviando el tema al tocar las pequeñas trenzas en su cabello.
"Trenzas." Dijo con una gran sonrisa. "He leído que los vikingos solían hacerse una trenza por cada victoria ganada. Pensé que usted se merecía tenerlas."
Iván soltó un suave bufido junto a una sonrisa y negó, tomando su mano le atrajo una vez más hacia él para hablarle. "Prefiero festejar mi victoria de otra forma más física." Le dijo con una sonrisa picara y una mano que viajó por la espalda del chico hasta su trasero.
Los ojos de Alexis se abrieron con sorpresa y sus mejillas se acaloraron al sentir su mano, no esperaba eso, pero, si era honesto, no le sorprendía.
Con una sonrisa tímida el chico asintió ante su silencia petición. Sin dudarlo cruzó su pierna por encima de el rey para colocarse sobre este sentado, ante la atenta mirada ajena el de cabello largo comenzó a desamarrar su bata sin romper el contacto visual. Al terminar tomó los extremos de esta y la bajó por sus hombros revelándole su suave, limpia y desnuda piel blanca, los ojos de Iván miraron su cuerpo y con esa sonrisa no dudó en pasar su mano por su cuerpo para acariciar el cuerpo desnudo.
Tan pronto como tocó su piel Alexis sintió escalofríos que le provocaron un jadeo que incendió sus mejillas, esto hizo sonreír al mayor.
"Espero que no hayas permitido que nadie te tocara mientras yo no estuve." Le dijo Iván con un tono bajo y ronco.
"Jamás permitiría tal cosa." Afirmó el chico de cabello largo colocando su mano sobre la aspera mano ajena. "Solo usted puede tocarme, todos lo saben." Le dijo con una voz melosa.
"Así me gusta..." le susurró mientras se sentaba con cuidado quedando a escasos centímetros del rostro ajeno utilizando su mano para agarrar su cuello. "Buen chico." Fueron sus ultimas palabras antes de atraerlo y besarlo con intensidad y lujuria.
Alexis sintió cómo le robaba el aliento, pero eso le gustaba. Amaba sentirse perteneciente del rey, le gustaba que le tocara, que le besara y le dijera que le pertenecía solamente a él. Su mirada en su cuerpo desnudo era suficiente para sentirse excitado, su miembro se sentía erecto y podía sentir algo duro abajo de él que inmediatamente supo que quería dentro suya.
"Muéstrame lo mucho que me extrañaste, nene..." le susurró Iván contra sus húmedos labios hinchados.
[...]
Alexis podía confirmar que el el rey Buhajeruk era un toro. No solo era grande en todas partes de su cuerpo, también era brusco, fuerte y resoplaba como uno. Las manos de Iván le agarraban la cintura como si quisiera arrancar su carne, sus embestidas lo dejaban débil y sin poder moverse, lo único que podía hacer era abrazarse a su almohada, misma que estaba húmeda por sus lagrimas y saliva.
"¡Demasiado fuerte—!" Lloriqueaba el menor con una voz temblorosa, entrecortada y rota. No dejaba de preguntarse cual era la fuente de poder que le daba tanta energía como si no estuviera todo el día haciendo cosas, como si no volviera de una guerra.
La humedad que escurría por los muslos de el menor se hacían escuchar con cada embestida que daba el rey, era una imagen demasiado morbosa a la vista de cualquier, no solo por el hecho de que estuvieran teniendo sexo, si no por todo lo demás dentro de esto. Alexis no dejaba de temblar y lloriquear de placer tan sobre estimulante que estaba recibiendo, su rostro estaba rojo y sus hombros con marcas que decían que este chico tenía propietario. Los glúteos del chico estaban rojos por los golpes de la pelvis ajena contra este, estaban tan rojos que de solo sentir un roce le dolería.
A diferencia de Alexis, Iván estaba perfecto. No bajaba la velocidad ni la rudeza de sus movimientos en ningún momento, era como si lo necesitara tanto como el agua. No le importaba que llevaban varias rondas, él aún no terminaba de saciar su hambruna por el hermoso chico frente a él y se notaba.
"Grita, lindura, quiero que todo el reino te escuche." Le ordenaba por debajo de su aliento y con el ceño fruncido.
"¡Su alteza!" Chilló el chico contra la cama al sentir un azote contra uno de sus ya maltratados glúteos, segundos después ese chillido fue callado por una ola de gritos de placer cuando el rey subió la velocidad y fuerza de sus movimientos.
"Justo así.." Sonrió el mayor con malicia al verle tan agobiado con tantas sensaciones.
Mientras todo esto sucedía, afuera de la habitación a un lado de la puerta Sebastián contaba los minutos para que dejara de escuchar lo que cualquiera en ese pasillo podría escuchar. Lamentablemente para él, no podía moverse de su lugar hasta que el reloj alcanzara una hora en específica, esto se debía a que si su rey necesitaba algo él debía estar allí para atenderle.
Fueron las horas más largas de toda su vida.
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Si hay faltas de ortografía o un error, por favor déjenme saber.
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