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20. Rey débil, fuerte venganza


Ambos estaban frente a frente vistiendo con ropa sencilla y de tela suave. El mayor usaba un pantalón y una camisa de tela cómoda pero decente, a diferencia de Alexis, quien usaba un camisón sin zapatos y con su cabello sobre sus hombros. Por petición de Iván estaban en sus aposentos compartiendo de una cena en silencio. Alexis pensó que iba a ser distinto, que se mostraría feliz y hasta cariñoso, pero no, le mandó a paseo como si no le hubiera propuesto matrimonio antes de irse.

"¿Sigues molesto?" Alexis no le respondió provocando un suspiro del rey. "Alexis, no me ignores."

"No le ignoro." Dijo aún molesto y sin mirarle, le prestaba más atención a su plato.

"¿Es por lo que te dije?" Otra vez, no recibió respuesta. "Escucha, no podías estar presente para lo que Sebastián iba a decirme, si te pedía por favor que te fueras no lo ibas a hacer por que eres así de terco." Las mejillas de el menor se hicieron un poco rojas de vergüenza, era verdad. "Si quería que te fueras iba a tener que ser duro."

"Aún así, no justifica que me hable así. Se supone que estamos comprometidos... ¿Para qué tener un prometido si no le trata bien y no le da amor?" Alexis volvía a murmurar con tristeza mirándole por debajo de sus largas pestañas.

Con un pesado suspiro Iván se recostó de su espaldar para negar un poco antes de decirle lo que tanto quería escuchar. "Perdón." Fue entonces que el chico le miró con toda su atención. "No fue la mejor forma de hablarte."

Aún así, Alexis se sentía triste y sus palabras huecas no le permitían sentirse de otra forma. Llevaban conociéndose suficiente tiempo como para que el rey supiera lo que le importaba a su prometido, así que se levantó de su lugar, rodeó la mesa y al quedar a su lado le tomó de las manos hincándose en su rodilla con dificultad por sus heridas. Este gesto hizo que el menor se sobresaltara con preocupación al saber lo mal que estaban sus heridas.

"Alexis, perdón." Repitió mirándole directo a sus ojos rasgados. "¿Me perdonarías?"

"¡Sus heridas!" Exclamó el chico soltándose para tratar de levantarle. "¡Se abrirán si hace ese tipo de movimientos!"

"Estaré bien, unas heridas tan simples no me harán nada." Obvio que Alexis no se creía eso.

"Ya terminó de comer, ahora debe acostarse y descansar." Insistió para llevarlo de la mano hacia la gran cama. "El doctor dijo que no debía esforzarse, agacharse o hacer fuerza para evitar problemas a largo plazo." Hablaba haciendo que Iván se sentara en la cama, luego le empujó con cuidado dejándolos recostando sobre las cobijas, mismas que se sintieron como nubes luego de todo lo mal que durmió durante la guerra.

"¿Dormirás a mi lado?" Preguntó una vez estaba acostado.

"Si así usted lo desea..." Iván no era estúpido, sabía que era una indirecta a lo que le había dicho hace unas horas, seguía molesto.

"Podría necesitar compañía." Murmuró con una sonrisa divertida. "Después de todo, la cama es muy grande para mí solo." Alexis le miró abriendo los ojos, fue como ver a un gatito en alerta. "Y podría ocupar a alguien para dormir juntos y acurrucados... Después de todo, tengo un prometido para tratarle bien y con amor, ¿no?" Concluyó devolviendo el gesto de repetir sus palabras en su contra.

El menor se subió a la cama con rapidez y se abrazó contra el pecho de su rey haciéndole reír un poco a la vez que soltaba un gemido de dolor.

"Oh, lo siento..."

"Está bien." Respondió Iván con suavidad para acariciar su cabello.

Alexis le miraba recostado de su pecho y con sus hermosos ojos analizaba cada detalle de su rostro. Tenía una que otra cicatriz y heridas nuevas, pero no eran tan grandes ni rojas como para no dejar ver sus características tan marcadas con masculinidad. Solía fruncir su ceño tanto que no dejaba ver esos detalles que dejaban encantado al menor.

"Me enteré que manejaste todo a la perfección." Dijo Iván mirándole con una sonrisa tranquila. "Probaste que eras digno para ser rey. Te felicito."

"Oh... Uhm, gracias." Murmulló Alex en respuesta. Su rostro no se veía feliz por sus cumplidos o algo parecido, se veía... decaído.

"¿Qué pasa?" La sonrisa en su rostro también desapareció. "¿Qué te preocupa?"

"No enviaste una carta..." soltó de la nada dejando de mirarlo. "No diste señales de vida durante mes, no hiciste... nada..." en su voz se mostraba lo decepcionado y lo triste que estaba al respecto. "Es como si no te— No te importara."

"¿Qué?" Iván volvió a ese tono tosco haciendo que Alexis se reincorporara sentándose. "¿Con qué seguridad dices eso?" Preguntó sentándose con dificultad.

"Oh... Pues, no llegó ningún ave mensajero."

"Mandé muchas." Escupió con el ceño fruncido, no hacía falta recalcar su coraje. "Mandé cada una de mis aves mensajeras a excepción de la que utilicé para avisar que volvíamos." Los ojos de Alexis se abrieron enormemente con sorpresa ante lo que sus oídos escuchaban.

"Eso es imposible, nunca llegó nada." Insistía.

"¡¿Ni una sola ave!?" Gritó haciendo que le doliera su abdomen.

Alexis negó lentamente con un poco de miedo ante sus gritos. "Ni una sola ave.." Repitió.

Fue cuestión de segundos para que el rey se pusiera rojo de ira y se levantara de la cama para encaminarse a la puerta, segundos después, ya no se encontraba en la habitación dejando a un triste Alexis solo.

Horas pasaron y él no volvía, el pelinegro supuso que sería otra noche solitaria en su enorme cama así que se bajó de esta, fue a la cama de su mascota y la cargó forzándola a dormir con él. En la mañana iba a tener que ir a trabajar en el huerto y a hacer unas cosas más, después de todo, seguía siendo un rey.





Una carroza se detuvo y de esta se bajaron Giovanna Buhajeruk y su sirviente personal. Fueron recibidos por Sebastián, quien les sonreían con tranquilidad.

"Bienvenida, su majestad estará con usted en un momento." Saludó el moreno haciendo una corta reverencia.

"¿Tú rey se acordó que tenía una tía?" Preguntó Giovanna con ese tono pasivo agresivo característico de ella y sin saludar se encaminó para entrar por las puertas del castillo. "¿A qué se debe todo esto?" Volvía a preguntar.

Sebastián la siguió con sus manos tras él como era de costumbre. "Su majestad quiso hacer una cena real para celebrar que volvió con la victoria." Le dijo con calma.

"Hum." Murmulló ella continuando con su camino sin mirar a atrás.

Cuando se abrieron las segundas puertas para entrar al comedor no presentó la suficiente atención para darse cuenta que entró sola, totalmente sola, ni se molestó en ver si su sirviente estaba junto a ella.

[...]

Sebastián caminaba por el pasillo con una expresión seria mientras se limpiaba las manos con un trapo húmedo que guardó dentro de su saco al llegar a los aposentos del rey.

"Adelante." Se escuchó al otro lado al tocar la puerta, misma que abrió luego de tener permiso.

"Su majestad." Saludó el moreno haciendo una reverencia. "Su tía le espera en el gran comedor." Iván volteó a él y le miró de arriba hacia abajo.

Con calma se colocó su chaleco y volteó a él para acercársele. A escasos metros le volvió a analizar con la mirada, sólo que esta vez habló.

"Estás manchado. ¿Necesitas algo de ropa de mi armario para cambiarte?" Preguntó.

"Sí." Fue la respuesta que le dió el chico con una cara seria y unos ojos vacíos.

La respuesta fue suficiente para esbozar una sonrisa que le daría escalofríos a quien la viera. Al pasar por su lado Iván le tomó del hombro para salir de sus aposentos. Esa simple respuesta le hizo saber que su sirviente cumplió con su trabajo.

[...]

Sobrino y tía se encontraban en la mesa tomando de los platos que se les traían para ellos escoger tranquilamente siendo Iván en la cabeza de la mesa. Su ropa no era tan pesada como solía serla, su piel se veía pálida y sus ojos cansados, se veía débil.

"¿Dónde está tu...?" La mujer carraspeó para continuar cortando la carne en su plato. "Tu concubino."

Iván no respondió y continuó comiendo con tranquilidad. No pareciera tan siquiera que supiera que ella estaba allí, era totalmente ignorada.

"Te hablé." Insistía ella alzando la voz a la vez que dejaba de comer para mirarlo.

"Ah, ¿hablas de mi prometido, el siguiente a ser rey?" Preguntó él continuando con su comida. "Está en los huertos."

"Ese campesino no debería ni tocar el escudo de este reino. Si fuera siguiente a tomar el trono estaría aquí comiendo con nosotros, gente de realeza y estatus social." Exclamó ella soltando los cubiertos con el ceño fruncido.

"No lo sé." La calma en la voz de su sobrino la hizo sentirse incómoda, normalmente, él estaría gritándole, pronto se enteró de la razón de su calma. "Creo que no está presente por que no le gusta la comida envenenada." Soltó.

Giovanna abrió los ojos enormemente y bajó estos a su plato casi vacío. Quiso gritar o decir algo, pero no pudo, ni siquiera sentía su lengua.

Iván dejó sus cubiertos y la miró. "Lengua dormida, mejillas igual. Pronto comenzaras a ver borroso y tus piernas no podrán moverse en nada de tiempo." Dijo levantándose de su silla con calma luego de limpiar sus labios con una servilleta de tela. "El efecto pasará en unas horas, pero para ese momento, ya estarás... ¿Qué te gusta? ¿Sin piel? ¿Deshidratada? ¿En pedazos? ¿Comida por cerdos? Escoge tu favorito." Comentó dandole la espalda.

Cuando el rey salió de el comedor se encontró con Sebastián, quien le ofreció un balde, Iván no dudó en tomarlo para vomitar dentro de este todo lo que había comido. Al terminar se limpió los labios con una servilleta que le ofreció su sirviente, luego se enjuagó con agua que le ofreció.

"¿Necesita algo más?" Preguntó el moreno.

"Llévenla a el calabozo." Dijo con el ceño fruncido.

"¿Qué quiere que hagamos con ella?"

"Nada, yo me encargaré de ella personalmente." Soltó decidido para darse la vuelta y alejarse, mientras, Sebastián hizo una reverencia despidiéndose de él.

No por que estuviera herido significaba que era débil, justo eso era lo que olvidaba su tia, que pena que olvidar esto la llevaría por el peor camino a su destino.

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Si hay faltas de ortografía o un error, por favor déjenme saber.
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