14. Rojo Intenso y Líquido
Todo lo que anteriormente estaba sobre el escritorio ahora estaba en el suelo, hasta la taza y el contenido dentro de esta.
El hermoso concubino estaba sentado sobre la superficie plana con sus piernas abrazadas las caderas de su rey, este último estaba devorando su cuello y pecho desnudo sin dejar de embestir su interior con su miembro.
Llevaban en ello bastante rato, de hecho, la piel de Alexis estaba manchada gracias al contrario, misma que estaba descubierta con la tela cayendo a los lados de su cuerpo. A pesar de tener la ropa puesta nada le cubría, estaba casi totalmente descubierto. Iván, por otro lado, solo tenía la camisa algo abierta y sus pantalones un poco abajo.
Los gemidos del concubino se escuchaban con fuerza por toda la habitación y eso le encantaba a Iván. Era un momento que, si bien no estaban hablando, se notaba que no era simple y solamente sexo. La sensación iba más allá. Alexis se sentía deseado y querido, lo cual era demasiado para si mismo pues siempre fue visto como un objeto ante los ojos de todos, pero no de su rey. Iván le cuidaba y se preocupaba por él en todos los pequeños detalles, no como otros.
Estaba consciente que el rey iba a ser la única persona que le tocaría en toda su vida, pero no le importaba, se sentía bien saber que esa única persona le deseaba a más no poder.
"Majestad..." Murmuró Alexis bajo su aliento y contra el cuello de el mencionado.
"Vamos, llámame Iván.." ordenó con suavidad sin detenerse ni un segundo. "Vamos, bonito, hazlo."
"No puedo... No está bien." Hablaba entre gemidos y jadeos.
"Es una orden, nene." Declaró bajo su aliento. Alexis no ocupó más, le bastaba con saber que era una orden.
"Iván..." gimió.
"Más fuerte."
"Iván."
"¡Más!"
El concubino sintió su interior contraerse al estar cerca de su climax. "¡Mhg¡ ¡Iv— Iván! ¡Aah!"
Se sintió tan placentero que no pudieron no querer más. Se repitió una y otra vez hasta que el rey se sintió satisfecho al cien por ciento. Se aseguró de quitarse todas las ganas que le tenía hasta que volviera, estaba seguro de que su concubino también pensaba igual que él.
[...]
Luego de toda esa pasión el concubino se encontraba en su nueva cama con su mascota sobre sus piernas y una expresión desanimada en su rostro. Por alguna extraña razón, el rey le dejó en sus aposentos y luego de estar un buen rato con él en la oficina, se fue sin más.
"¿Por qué no puedo salir?" Preguntaba Alexis mientras acariciaba a su gatita. "Sé que es una orden pero... odio estar encerrado." Gruñía a la vez que suspiraba. "¿Y tú por qué estás aquí?" Preguntó haciendo un puchero aburrido.
"¿Disculpa?" Sebastian yacía pocos metros de la cama haciéndole compañía sin moverse ni un poco.
"Llevas todo el rato ahí parado. Ni siquiera has tomado asiento." Explicó. "Él te mandó, ¿no?"
El moreno suspiró un poco a la vez que asentía dándole la razón. "Sí, su majestad dijo que le hiciera compañía mientras no estuviera presente. También recalcó que no debía relajarme, que no estoy aquí por que sí."
"Eso no es justo." Gruñó otra vez dejando que la gatita recorriera y explorara la cama. "¿Y qué está haciendo? Es su último día en el reino y no la está pasando conmigo." Sebastián guardó silencio, parecía que estaba haciendo berrinche. "Quiero pastel y algo para entretenerme, estar aquí solo es muy aburrido."
Miles de pensamientos pasaban por la cabeza del sirviente real, el primero era que Alexis se había puesto muy cómodo en su posición como el favorito del rey.
"Y quiero mis— ¡Ah! ¡Dejé mis libros en la otra habitación!" Exclamó para levantarse rápidamente de la cama y colocarse sus sandalias.
"¡Espere!" Sebastián rápidamente abandonó su puesto para seguirlo, pero el concubino fue rápido en abandonar la habitación con tan solo abrir la puerta levemente. "Maldición.."
[...]
Alexis corrió hasta su antigua habitación con el pensamiento de que allí estaban esos libros que tanto le gustaban. Al abrir la puerta no le gustó en lo absoluto la escena que vieron sus ojos.
"Mi señor..." murmuró.
El suelo se teñía de rojo, rojo intenso y líquido, el causante de este color era el cuerpo sin vida que estaba entre este charco de color fuerte.
Cuatro personas aterradas se aferraban a una esquina de la habitación, tres chicas y un chico que no dejaban de temblar del miedo que les provocaba aquel hombre con la espada en la mano, una reacción bastante natural ante la situación.
Alexis no podía moverse ante la escena. Él le había dicho que no mataría a los nuevos concubinos, o por lo menos eso le hizo saber.
"¿Qué mierda haces aquí?" escupió el rey tan pronto le vió y vió cuando poco después llegó el moreno. "¡Te dije que lo mantuvieras ocupado!"
"Lo lamento, su alteza." Decía algo cansado de correr tanto. "Es escurridizo."
"¡¿Qué está haciendo?!" Exclamó Alexis con una expresión de terror. "¡Dijo que no les haría nada!"
"Yo nunca dije que no les haría nada." Devolvió con esa expresión que daba miedo, pero ahora, solo le causaba de decepción a su concubino.
"Pero..."
"Tú asumiste eso a base de mis palabras." Le recalcó señalándole con la espada manchada en sangre. "Ahora, Sebastián, llévatelo de aquí."
"¡No, no me iré!" Alexis avanzó torpemente haciendo que se le salieran sus sandalias, hasta ponerse frente a los concubinos, no le importó manchar sus pies de sangre. "Si los quiere asesinar... Entonces— Entonces me tendrá que cortar la cabeza a mí también." Dijo y extendió los brazos para cubrirlos.
Sus acciones sorprendían al rey Buhajeruk, pero no se detuvo allí.
"Muévete, Alexis." Le ordenó furioso.
"No."
"¡Quítate del puto medio!"
"¡No lo haré!" Alzó su voz aterrado, no podía dejar de temblar. "¡Ellos no tienen la culpa de nada! ¡No puede simplemente asesinarlos!"
"¡Claro que puedo! ¡Soy el rey!"
"¡Yo también lo soy!" Le devolvió sin pensarlo. Desde el mismo Buhajeruk hasta Sebastián se sorprendieron con sus palabras, sobre todo por que en parte era verdad, no era oficial al cien por ciento pero sí que era oficial. "¡No voy a permitirle asesinar a mis concubinos!" El joven rey le observó con el ceño fruncido y hasta parecía querer escupir espuma.
"Y yo soy tu rey." Recalcó. "Muévete o los mataré a los cinco por igual."
"No me mataría." Aseguró el chico con firmeza, hasta le aguantaba la mirada, pero no duró por mucho tiempo, el temor le invadió una vez más. "...¿No?"
El cuerpo de Iván temblaba de ira y no pudo seguir apuntándole con la espada. Era cierto, no podría asesinarlo.
"Tú lo has dicho." Dijo aún molesto. "Son tus concubinos, mantenlos fuera de mi vista, si los veo no dudaré en matarlos." Y le dió la razón, después de todo, era el futuro rey. No, la verdad era que no podía matarlo y simplemente quiso tomar eso como excusa para no reconocer en voz alta su favoritismo por él.
Alexis sintió una enorme sensación de alivio cuando le vió dar media vuelta para irse. De todas maneras, Sebastián se quedó bajo la orden de estar con el de greñas para vigilarlo.
Cuando volteó a los concubinos notó que le miraban desde hace bastante, se sintió un poco avergonzado por esa escena que hizo pero ya había sucedido. "¿Están bien? Disculpen a su majestad, está muy tenso con el tema de la guerra y... bueno, no es su intención." Dijo con suavidad.
"Muchas gracias..." dijo el chico con suavidad.
Extrañamente, a pesar de ser un hombre y todo ese tema, quien estaba frente a ellos era una de las chicas, él estaba detrás con sus brazos pegadas a su pecho.
"No se preocupen." Respondió con tranquilidad tan pronto los vió sin heridas. "Les pido que me perdonen las molestias." Insistía para mirar a Sebastián. "¿Puedes pedir que... hm, limpien es desastre? ¿Por favor?" Él no dudó en hacer una reverencia para irse a buscar a alguien que limpiara todo.
"Disculpe, ¿pero usted es...?" Preguntó otra de las chicas mirándole.
"Oh..." En ese momento Alexis notó que estaba con sus pijamas y su cabello alborotado, nada presentable. "Lo lamento, soy Alexis y el chico que se fue— él es Sebastián, es un placer conocerlos." Explicó con algo de vergüenza por sus fachas.
"Yo soy Abril, ella es Samantha, ella es Amairani." Señalaba la chica a cada una. "Y él es..." Calló un momento dudando un poco.
"Llámeme Molly." Se presentó con nervios de alguna reacción rara, pero no, Alexis asintió e hizo una reverencia.
"Un gusto conocerles." Dijo con suavidad.
Una vez todo fue limpiado como era debido los concubinos escucharon las palabras de Alexis, quien les dijo justamente lo que le dijeron a él cuando llegó. Explicó algunas cosas y luego pidió que se sintieran cómodos en los aposentos, luego se despidió pidiendo disculpas una vez más por los problemas ocasionados.
[...]
Alexis volvía a sus aposentos que compartían él y el rey, no fue de su agrado verle allí sentado en la gran cama. Dejó sus libros en la mesa y fue directo a el cuarto de baño que le pidió a su sirviente que por favor preparara. No podía cruzar palabras con él luego de romper su confianza, era triste.
Una vez con la puerta cerrada, el pelinegro se comenzó a desnudar a la luz de las velas para entrar a la tina con agua tibia. Al tocar el agua esta se tiñó de un rojo leve, el causante era la sangre seca en los pies de Alexis. Miles de cosas pasaban por la cabeza de el chico, tantas que no notó cuando la puerta se abrió y entró el verdadero rey.
Algo de temor recorrió el cuerpo del concubino cuando le vió, pensó que le iba a asesinar ahogándolo cuando le acercó sus manos, pero no. Las manos del rey tomaron las piernas de su concubino y con un trapo mojado comenzó a limpiar los rastros de sangre en estas sin previo aviso.
"Dejaste un camino de sangre por todo el pasillo..." dijo Iván de la nada.
"Y usted dejó un charco de sangre en los aposentos de los concubinos." Susurró Alexis entre dientes en respuesta, ni siquiera le miraba. Mismas palabras hicieron que el rey le soltara para mirarle.
"Escucha, lo siento, ¿sí? Pero yo no quiero que hayan otros concubinos en este reino. No importa las circunstancias." Dijo.
"¿Por qué? ¿Teme remplazarme?" Preguntó con dolor y molestia en su rostro.
"No dije eso." Suspiró. "Alexis, esos concubinos los trajo mi tia, ¿quien sabe lo que querrá hacer con ellos? Posiblemente es un plan de mierda para arruinarme la vida. Lleva años intentándolo."
"Pero ellos no tienen la culpa de nada." Dijo Alexis con rapidez. "Fueron alejados de sus familias como a mí. Les obligaron a abandonar todo lo que amaban para venir a un reino desconocido. ¿Todo para qué? ¿Para morir?" Las palabras del chico mostraban su dolor.
Iván guardó silencio y suspiró para levantarse de donde anteriormente se había sentado para retirarse. No iba a seguir discutiendo del tema con él y se notó. El de greñas le vió marchar y no hizo nada para evitar que se fuera, no quería seguir con esa conversación sin rumbo.
Una vez Alexis terminó su baño se colocó su camisón que usaba para dormir y muy en su contra fue a la cama junto al rey. Al acostarse le dió la espalda para cerrar sus ojos esperando caer dormido, poco después le acompañó aquella pequeña peludita con bigotes y manchas blancas. Por lo menos tenía el amor de su mascota, misma que decidió llamar Micha.
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Si hay faltas de ortografía o un error, por favor déjenme saber.
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