11. Una Súplica empapada en llanto
"¡No!" Exclamó el concubino de la nada, ese grito se escuchó por todo el pasillo espantando a los guardias cercanos y al sirviente personal del rey.
Alexis de pie en uno de los extremos de la mesa se encontró hundido en miedo. Gritar su respuesta no era algo que tenía planeado, sabía que una actitud así podía mandarlo a la tumba, peor cuando los ojos de su rey estaban sobre el chico sin moverse con un semblante serio, demasiado serio.
El rey Buhajeruk le acababa de soltar la noticia de que sus hombres no se irían solos a la guerra, el lideraría, por ende, iba a ir a la guerra contra el otro reino. Esta noticia no le gustó en lo absoluto al concubino.
"Quiero decir..." Alexis tartamudeó. "Mi señor, yo— Si usted se va... ¿Qué sera de mí?"
"Estarás bien." Fue la respuesta que recibió. "Termina tu plato." Era una orden directa, después de todo, estaban en el gran comedor del reino en mitad de la cena, misma que se vió interrumpida por el grito del concubino momentos atrás.
"Le ruego que lo piense una vez más." insistía el de greñas dejando sus cubiertos para inclinarse levemente al rey con una expresión preocupada, asustada y nerviosa. No podía dejar de pensar que Iván podría morir en la guerra, se iba a quedar solo si eso sucedía.
"¿No comerás? Bien." Dijo el rey con tranquilidad para continuar cortando su carne. "Sebastian, retira el plato de Alexis."
El moreno se acercó y tomó el plato con sus cubiertos limpiando el área antes de dárselo a una sirvienta. Alexis no le dió tanta importancia, ya ni tenía apetito.
"Mi señor, por favor, se lo suplico..."
Hubiera sido facil quedarse y ya, eso pensaba Alexis, pero Iván fue criado con mentalidad de rey, si le declaraban la guerra a su reino debía mostrar la cara y luchar por esa victoria, por la dignidad de su gente y mantener su nombre en alto. Sería de cobardes no presentarse ante la amenaza y mancharía su honor, su nombre, su apellido y el recuerdo de su padre.
"No tiene que mostrarle nada a nadie. Todos saben lo fuerte que es usted y—"
"Me estás hartando. Cierra la boca antes de que te corte la lengua." amenazó ya cansado y enojado con sus lloriqueos. Alexis calló pero era obvio que quería hablar, quería desahogar todo lo que estaba sintiendo, sus pensamientos y emociones al respecto. "Sebastián, ¿tengo algo que hacer esta tarde?" preguntó mientras se levantaba de la mesa.
"Sus hombres y los mayores le esperan en la sala de reuniones para discutir las tácticas de guerra, su majestad." le dijo el chico para mover su mano dando la orden de que limpiaran la mesa,y así fue.
"Bien, entonces, iré yendo." finalizó para limpiarse la comisura de sus labios con una servilleta de tela. Al terminar comenzó a caminar fuera de el gran comedor.
Aunque no se le diera la orden, Alexis se levantó para seguirle como cachorro faldero. Ya le había amenazado pero no se podía permitir que fuera a, muy posiblemente, morir.
Era tanto el desespero silencioso que no dejaba de seguirlo por los largos pasillos, como si lo hostigara silenciosamente con sus ojos y sus casi silenciosos sollozos. Palabra clave: Casi. Iván podía escucharlo a la perfección.
"¡¿Qué quieres de mi?!" Gritó el rey volteando a su concubino ya desesperado. "¡No voy a cumplir tu capricho por que sí! ¡Eres un concubino y nada más, no me mandas y aunque llores no voy a cambiar mi decisión!" esos gritos hicieron que el chico por fin se rompiera en llanto en mitad del pasillo sorprendiendo al rey.
"¡Mi señor, no se vaya!" Lloraba Alexis cayendo de rodillas y a los pies de el rey. "¡No me abandone!" Rogaba agarrando las finas y costosas vestiduras de el chico frente a él.
"¿Pero quien dijo algo sobre abandonarte?" Dijo Iván en un chasqueó con la lengua suspirando.
"Si se marcha— estaré solo." Sollozaba mirándole desde abajo. "No me deje solo, usted es lo único que tengo."
No solo era la unica persona que estaba pendiente a él, estaba consciente de que muchos al rededor lo odiaban por ser como es, no solo físicamente, odiaban cuando abría la boca, no se callaba con sus dudas y preguntas que parecían infinitas.
Iván le miró llorar. Nunca antes lo había visto llorar tanto como ahora. Aunque no quisiera admitirlo, le rompía el alma en pedazos verle así, tan... vulnerable.
"No te abandonaré." Dijo seguro para agacharse, agarrarle y levantarlo con cuidado. "Ganaré la guerra y volveré al toque." Aseguró.
"Nadie me asegura eso." respondió entre lágrimas y espasmos de llanto.
Era tanto el llanto que no podía aguantarse. No quería escuchar como sufría, no podría irse y dejarlo así. Peor fue verlo llorando a sus pies mientras le rogaba tanto.
"¿Recuerdas cuando estudiaba en la biblioteca y estabas allí leyendo un libro de fantasías?" Le preguntó el rey con suavidad llamando su atención.
Alexis le miró con sus ojos humedos y sus labios temblorosos. Quiso hablar pero su voz estaba demasiado rota. Se limitó a asentir.
"Dicen que cada vez que un bebé ríe.." Le volvió a hablar y con su mano comenzó a limpiar las lágrimas de su concubino. "..nace una." El rostro del chico se frunció un poco de la confusión sin dejar de sollozar. "Las hadas." Le especificó el rey.
"¿Cada— Cada que un bebé ríe nace una?" Le repetía en un susurro roto.
"Así es. Aunque.... Creo que cada que tú ríes nacen miles de hadas." Con su dedo índice le levantó la cabeza y le miró con unos ojos blandos y llenos de ternura. "No dejes de reír. Alexis. Es una orden." Dijo con firmeza pero suavidad.
"Pero... mi señor." No se rendiría. "Por favor, no me deje solo. Si se va- por favor, lléveme con usted."
"Tus manos no están hechas para matar. Tus piernas no aguantan ni un kilometro. Tu rostro se dañaría y te ensuciarías con cicatrices por todo tu cuerpo." Dijo seriamente. "Y eso no va a suceder. No bajo mi mando." aseguro con firmeza mirandolo directamente a los ojos.
El joven rey estaba consciente del tema, muchos odiaban a su concubino y ni hablar de las veces que casi muere por cosas tan tontas y por gente que le querían matar por X o Y, como la vez que le creían bruja o cuando su otro concubino le tenía tanta envidia que le intentó asesinar. No iba a dejarlo así, ya había pensado anteriormente en lo que haría para mantenerlo seguro, no era idiota, claro que pensó en que su ida a la guerra podía significar un posible asesinato a su concubino favorito.
"No moriré. Eso te lo aseguro." dijo limpiando la ropa del chico, misma que se ensució un poco al agacharse. "Y estarás bien. Sebastián se quedará aquí, te cuidará y créeme que no dejará que nadie te toque."
"Pero... El debe estar con usted." murmuró limpiando sus lagrimas.
"El estará con el rey. Ese es su trabajo." Dijo sin más antes de soltarlo para seguir su camino a la sala de reuniones con Sebastián siguiéndole desde lejos.
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Si hay faltas de ortografía o un error, por favor déjenme saber.
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