1. El sangre pura
"Ya casi es hora de partir." Dijo un viejo hombre que a simple vista se notaba que no le quedaba mucho tiempo de vida. "Hay que hacer la entrega lo más antes posible. Subid el encargo." Ordenaba libremente mientras terminaba de darles agua a los caballos.
Pequeños pasos se escucharon ir de aquella taberna a el carruaje, mismos pasos que no se escuchaban tan emocionados por irse. Una vez se cerró la puerta del carruaje guardaron las últimas cosas que necesitaban para emprender el viaje.
"El reino no queda tan cerca, será un viaje largo." Dijo aquel viejo subiéndose a la parte de al frente para tomar las riendas. No recibió respuesta y tampoco esperaba hacerlo. Con una última mirada hacía la taberna comenzaron a marchar en camino a el reino. "No vale la pena sentir lástima, esta es tu vida pasada, no necesitas nada de ella." Hablaba sin apartar la vista del camino por unos momentos, luego ladeó la cabeza y con una mano apartó la pequeña cortina de la ventana que lo mantenía apartado de el interior del carruaje.
Al apartar la cortina pudo ver a un joven chico sentado mirando hacía afuera. Se veía triste y hasta solitario. Vestía con una camisa blanca y algo pomposa con algunos hilos saliendo de el escote en V que tenía, un corset café amarrado firmemente, unos pantalones negros con grandes botones a sus costados y unas botas cafés con casi nada de tacón. Su largos cabellos caían sobre sus hombros opacando el hecho de que no tenía joyería. Vestía con la ropa más elegante que su madre le pudo hacer. La buena mujer tejió tanto por años para que su hijo se viera elegante este día tan esperado. No eran las mejores telas, no eran ni buenas, pero la finura del tejido no dejaba ver esto. Eso sí, no había forma de camuflar esas botas desgastadas.
"Escucha, no había nada que pudieras hacer para cambiarlo, este día estuvo designado desde el inicio." Le volvía a hablar el viejo para soltar la cortina y seguir agarrando las riendas. "Lo único que puedes hacer es no abrir la boca, tus preguntas es lo que te arruinas, si no dices nada te aseguro una vida larga." Viejo no era sinónimo de bueno.
"Gracias, eso me hace sentir mejor." Dijo con sarcasmo y sin nada de ánimos el joven chico.
En la época en la que vivían había gente con gran riqueza que se dedicaban a unir familiar que buen ver para que siguieran un perfecto linaje de personas hermosas. Si veían una familia pobre con una hija agraciada del rostro la compraban para buscar un chico igualmente agraciado en otra familia, de esta forma los casaban y los hacían tener hijos para venderlos cuando llegaran a los dieciocho años. En resumen, compraban personas para ganar más dinero, era una inversión ya que vendían estos jóvenes por incluso más dinero. ¿El por qué hacían esto? Las grandes familias con dinero y hasta incluso la realeza compraban estos jóvenes por lo hermosos que podían llegar a ser. Usualmente, usaban estos jóvenes para mejorar la raza o para tenerlos por satisfacción sexual.
Hace aproximadamente tres años un hombre de un reino algo lejano vino a la taberna anteriormente mencionada junto a un hombre que ya era muy bien conocido en el lugar desde hace dieciséis años atrás. Luego de una charla y ver "el producto" pagó una bolsa de monedas de oro para marcharse con la promesa de que volverían en tres años para llevárselo al reino del rey Buhajeruk. Y así fue, hoy se cumplían justamente tres años.
Alexis había sido hijo de una hermosa mujer agraciada en todo, desde su rostro y su cuerpo hasta su personalidad. Su padre era un apuesto hombre fuerte que tenía un talento nato con el arco y la flecha. Ambos habían sido separados de sus familias hace diecinueve años atrás. Actualmente tenían una pequeña y humilde taberna que compraron con todos sus ahorros, allí fue donde se crió el hijo de estos hasta el día en el que se tuvo que ir.
Es decir, Alexis había nacido para satisfacer y cumplir. Un hombre lo había comprado para llevárselo a un reino que no conocía para ser algo así como un concubino para el rey. Se debía recalcar que no sabía ni como se veía. Posiblemente tendría que cumplir con lo que le pidiera un posible hombre viejo y desagradable.
Todo el camino al reino se mantuvo aburrido y mirando todo el camino. Pasaron hermosas praderas, bosques, hasta pudo ver el mar de lejos. Al llegar al reino quedó boquiabierto cuando abrieron las puertas. Era enorme y habían miles de personas por todos lados. Habían alguna que otra gallina por ahí, aveces veía a niños corriendo y a muchas personas trabajado. Al vivir en una taberna en un pequeño pueblo realmente no veía tanta población, era genial ver tanto movimiento, por un segundo olvidó para que venía.
Cuando llegaron al castillo se quedó boquiabierto. Era enorme y se veía que muchas personas trabajaban alrededor para mantenerlo todo perfecto. Una vez se detuvo el carruaje sintió su corazón detenerse. El viejo se bajó y le dió algo a un hombre, recordaba a ese hombre, era el que había venido a su hogar hace tres años a comprarlo en nombre del rey. Rápidamente y con desagrado cerró las cortinas para no ver nada.
"Su padre es un excelente arquero y su madre una pastelera con manos hechas por los cielos." Hablaba el viejo explicándole cada detalle de su vida, como si fuera algo importante. "Dieciocho años desde hace unos meses y sabe desde cocinar hasta la literatura." Momentos después abrieron la puerta del carruaje haciendo que entrara luz, pudo ver una vez más cara a cara a ese hombre que se veía que tenía dinero y que era parte de la realeza, no de la familia real, pero sí que trabajaba para ellos.
El viejo que le trajo le extendió la mano y le ayudó a bajar. Una vez fuera y con la luz dándole al rostro se pudo ver su belleza y todos sus detalles, desde sus hermosos ojos con pestañas largas y su perfecta nariz hasta su cintura acentuada con aquel corset.
El hombre que vestía con joyas le tomó el rostro y le alzó la cabeza para mirarlo fijamente. "Es ciertamente una hermosura." Dijo más para el otro hombre que le acompañaba que para el viejo que le trajo.
"Será un perfecto concubino para el rey." Dijo el otro hombre mirándole con una sonrisa que le daba escalofríos.
Poco después se volteó para llamar a una mujer mayor, le dió unas indicaciones y ella tomó del brazo al Alexis para llevárselo mientras tras suya le daban otras monedas al viejo.
Se adentraron al castillo y caminaron por los pasillos mientras la mujer le hablaba sin mirarlo. "No hables cuando no se te pida. No mires a su majestad al rostro. No causes problemas." Le hablaba diciéndole miles de cosas, mismas a las que él no le prestaba tanta atención, estaba más ocupado en mirar todo. "El desayuno es luego de que salga el sol y no puedes comer si no están los demás."
"¿Los demás?" Preguntó curioso.
"Los otros concubinos." Le dijo para detenerse en una puerta y abrirla enterando. Era una habitación enorme y con varias camas y se veía todo muy organizado. Habían otros chicos allí dentro que estaban haciendo distintas cosas. "Chicos, el es..." por un momento le miró.
"Oh, uhm, Alexis." Se presentó haciendo una pequeña reverencia.
"Es el nuevo concubino del rey. Muéstrenle respeto y todas las cosas alrededor." Les ordenó para salir y cerrar la puerta con fuerza dejando al chico allí.
"Uhm.." Alexis miró todo raro. Se sentía incómodo y quería irse, quería volver con sus padres a trabajar en la taberna.
Los demás siguieron haciendo sus cosas, no eran muchos chicos como imaginaba, eran dos solamente, era raro que fueran tan pocos. Tenían diferentes vestuarios y eran iguales en físico. El primer chico era incluso más bajo que él con unos ojos enormes y claros, se veía fuerte y su ropa dejaba ver sus brazos fornidos. El segundo chico se veía muy bien de físico y era casi igual de bajo que el primero. Se notaba que hacían ejercicio para mantenerse firmes y fornidos.
"¿Qué debería..?" Preguntó nervioso mirándolos.
"Puedes usar la cama de allá." Le dijo el primer chico señalando una cama tras una mampara.
"Gracias." Dijo y rápidamente fue hacía allá. Era una cama mil veces mejor que la suya y se veía muy cómoda. La mampara le daba privacidad de los otros chicos y lo agradecía demasiado. Retrocedió un poco y volvió a mirar a los chicos con timidez para preguntar. "¿Hay algo que deba hacer o saber?"
"Sí, de hecho." Dijo el segundo chico para señalarse. "Soy Tomás. Eres mi remplazo porque me mandaran a otro reino." Avisó y señaló a el primer chico. "Él es Rodrigo." Señaló al otro chico.
"Un gusto." Dijo acercándose para darles la mano. Se sintió aliviado de recibir un apretón de regreso. "¿Puedo preguntar porqué son sólo dos? Imaginaba que serían más.."
"Éramos más pero...El rey pidió que todas las mujeres fueran aniquiladas." Explicaba Rodrigo mientras se terminaba de arreglar. "Los otros hombres que habían fueron yéndose poco a poco, o eran asesinados o los mandaban a otros reinos como a Tomi." Le explicó. "Las tareas son simples, el rey no pide mucho." Le dijo.
"¿Por qué te mandarán a otro reino?" Preguntó a Tomás.
"Bueno, me iban a asesinar pero su majestad decidió echarme." Sonrió. "Estoy tan agradecido por eso, después de todo, parece que debajo de toda esa fachada de hombre duro hay un corazón." Bromeó haciendo reír al otro chico, quien le decía que callara.
"¿Cómo...es el rey?"
"¿No haces más que preguntas?" Preguntó de regreso Carrera mirándolo raro. Alexis se encogió de hombros sentándose en un sofá cercano de la habitación. "El rey es joven pero no quita que sea de malas pulgas." Le dijo. "No hay más que debas saber."
"¿Qué es esta ropa?" Preguntaba ahora el otro chico con diversión mientras tomaba la manga de la camisa blanca y pomposa del chico nuevo. "¿No se supone que seas el nuevo favorito? Eso dicen por los pasillos. Debes vestirte bien." Criticaba.
"La hizo mi madre.." murmuró algo penoso quitando su brazo.
"Bien." Le miraba raro. "Empecemos por darte un baño y cambiarte de ropa. Es la primera lección."
No eran tan desagradables como pensó que serían. Ambos chicos eran de familias con dinero y no eran considerados un rubí por los otros como lo hacían con él. Le enseñaron las cosas básicas, el vestirse elegante con joyería, los modales, las normas, etc. Le colocaron telas preciosas y caras, joyas costosas y un corset que pegaba con todo esto, los colores eran cálidos y su vestimenta no era llamativa pero si muy costosa. Era demasiada tela, eso sí, se sentía como una princesa más que nada y no era justamente que le gustase. Lo que menos le gustaba era que debía decirle "mi señor" todo el rato.
Había conocido poco a poco cada vez más sobre el rey. Para ser sincero, no le gustaba lo que sabía. Era un hombre frío sin corazón con grandes victorias en las guerras. Él mismo podía con un ejercito completo y más de una vez lo demostró. Era una verdadera amenaza para cualquiera que se atreviera a traicionarlo y por esto mismo nadie le decía que no. Sí el rey decía algo nadie le llevaría la contraría. Él lo sabía y por eso mismo era un tirano. Lo único normal que sabía de él era que hablaba...raro, distinto, vaya. Sólo le pidieron que lo ignorara.
Una vez listo y preparado para su primer día la misma señora de antes fue a buscarlo con una bandeja y algunas cosas sobre esta. Tragando fuerte tomó la bandeja y siguió a la mujer por el pasillo. Llegaron a una gran puerta y tocó, luego le abrieron. Tan pronto las puertas fueron abiertas se escucharon gritos, cosa que asustó al pelinegro.
"¡Son unos inútiles!" Gritaba el rey con una copa en la mano, misma fue luego tiraría contra una pared justo a un lado de la puerta. "¡¿De qué poronga me sirve si no puede ni ver bien?!"
"Lo lamento mucho, su majestad, le suplico que me perdone." Decía un hombre de rodillas suplicando con todo su ser.
"¡¿De qué me sirve, ah?! ¡¿De qué?!" Con su mano le agarró de la cabeza para alzarle la cabeza.
"¡Era una leyenda en su época, pensé que—"
"¡Pensaste mal!" Le soltó y no dudó en darle una cachetada que resonó por toda la habitación y misma que hizo al hombre temblar de impotencia. Fue entonces que vió a la señora parada frente a la puerta.
"Su majestad." Dijo la señora haciendo una reverencia y manteniéndose así, Alexis la imitó cerrando los ojos.
"Ya era hora." Dijo para acercarse y tomar un cuchillo de la bandeja, ni siquiera los miró al principio, pero luego se detuvo para mirar al chico de cabello largo extrañado.
"Es el nuevo concubino, su majestad." Explicó ella. "Llegó hace dos horas."
"¿Porqué carajos trajeron a otro? No lo necesito." Dijo mirándolo de arriba hacía abajo. Pero no podía ver su rostro.
"Es un sangre pura, su majestad. Su padre lo compró hace tres años antes de fallecer." Le explicó con calma y detenidamente.
"¿Mi padre? Se la re vivía el viejo." Dijo sin interés en el joven frente a él, sólo en lo que se le decía y dicha interés también era poca.
"El señor Turrents pidió que lo trajeran luego de que su majestad despoblara a el joven Tomás del reino ya que cubrirá su puesto." Señaló a Alexis con su palma abierta y justo cuando comenzó a explicar sus talentos y demás fue interrumpida. "Es bueno en la literatura y—"
"Me importa un choto en lo que es bueno. ¿Es un sangre pura?" Preguntó a si mismo para alzarle el rostro con su mano en su mentón. Alexis le miró algo temeroso pero sin decir nada. Había entendido que lo peor que podía hacer era contradecirle o evadirlo si quería tocarlo. "Mm.." algo agresivo ladeó su rostro a la derecha y luego a la izquierda para ver cada rincón de su rostro. Alexis notó en medio de todo esto que el rey era muy guapo y era joven, muy joven. "Ven acá." Le ordenó agarrándolo del collar para atraerlo hasta donde estaba el señor de rodillas. "Y tú.." dudó un poco mirando a la mujer mayor. "Lárgate." Esta asintió, hizo una reverencia y se fue deseándole lo mejor al chico pelinegro que dejó solo con el tirano.
Alexis le siguió difícilmente al rey, no quería tirar nada de la bandeja y mucho menos esta. Al llegar frente al hombre le miró confundido y temeroso. Tenía demasiado miedo de lo que podría suceder.
"¿Qué crees que debo hacer con él?" Le preguntó señalándolo con el cuchillo.
"¿Disculpe?" Dudó en un murmuro con nervios por todo su cuerpo.
"El inútil este trajo a un arquero retirado que apenas y puede ver." Le explicó sin mucha interés. "¿Qué crees que merece? ¿Crees que deba morir?" Preguntaba hostil.
Alexis miró a su alrededor nervioso sin saber que decir. "Eh..No— No lo creo." Susurró con miedo.
"¿Qué? ¡Alza la voz!" Ordenó.
"No creo que deba morir." Repitió más alto y con miedo.
"Mm." Murmuró el rey para mirarlo a él y luego a el hombre en el suelo. "¿Lo escuchaste? No quiere que mueras." Dijo para mirar el cuchillo en su mano mientras acariciaba la hoja de este. "Pero...No lo sé, no me convence." Se notaba a leguas que se divertía, era un simple juego para él. "¡Guardia!" Llamó con fuerza haciendo que otro hombre rápidamente entrara a la habitación. "Prepara el campo de tiro y llévate a este imbecil hacía allá. También al viejo arquero ese."
"Por supuesto, su alteza." Dijo el guardia. "¿Puedo preguntar para qué?"
"Vamos a jugar un juego." Dijo dejando el cuchillo en la bandeja para ir a la mesa de la habitación donde estaban sus cosas puestas, muchos papeles y demás.
"¿Y qué hago con él, su alteza?" Preguntó unas vez más para señalar a el nuevo concubino.
El rey volteó a verlo y se mantuvo en silencio unos momentos para hacer una mueca. "Déjalo, se me antoja un té." Dijo tomando una pluma para escribir algo en un papel. El guardia asintió y entre él y otro guardia más tomaron al hombre del suelo para llevárselo cerrando la puerta tras él. Alexis se quedó en su mismo lugar sin hacer nada, fue entonces que el rey alzó la cabeza y lo miró. "¿Porqué sigues parado ahí sin hacer nada? Sirve el puto té." Ordenó algo brusco. "Tres hojas de peperina, taza a más de la mitad, dos y medio de azúcar, tres cucharas de miel y casi nada de crema. ¡Ya!" Ordenó todo rápidamente, no le dió ni tiempo al pobre chico contrarío de procesarlo todo.
El chico rápidamente fue a la mesa del centro para colocar la bandeja. Primero dejó la taza en la mesa e hizo todo lo que se le pidió, de algo servía que era mesero en la taberna. Al segundo de terminar la gran mano con anillos de aquel chico tomó la taza desde arriba para alzarla, este movimiento tan rápido le hizo chillar un poco al pelinegro, no sabía ni que estaba tan cerca.
"¿Porqué estás hablando?" Preguntó cuando chilló en una clara orden de que no hiciera ruido. Alexis le miró esperando con todo su ser que estuviera justo como lo pidió y que le gustara. "Mm." Esa mueca que hizo lo hizo asustarse, automáticamente pensó que lo había hecho mal. "Tú.." murmuró para mirarlo por encima de sus pestañas. "Mm." No dijo nada, sólo asintió y siguió tomando su té para seguir con lo que escribía.
Alexis no supo que hacer luego de sentirse orgulloso de si mismo. Se mantuvo quieto con sus propias manos entrelazadas frente a si mismo. Quería hacer miles de preguntas, desde la razón por la que asesinó a todas las concubinas hasta la razón por la que estaba allí si no quería otro concubino.
"Mi señor." Llamó queriendo preguntar lo que pudiera. Cosa que no pudo hacer.
"No hables." Le dijo ordenando con una voz fuerte. "Si no tienes que decir nada, no hables."
"Pero, mi señor, sí tengo algo que decir." Dijo rápidamente.
"¡Cerrá el orto!" Volvió a decir alzando la voz aún más. Fue entonces que entendió que solamente no le quería escuchar. "No sé donde vienes o qué, pero te puedo asegurar que acá no es así." Le dijo levantándose de su silla para acercársele. "Acá se hace lo que yo diga, acá se hace cómo yo diga." Le dijo acercándose cada vez más cerca. "Si yo digo que dejes de respirar, lo harás y punto final, ¿entendes?" Alzó sus cejas mirándolo fijamente, era como si le penetrara el alma. "¡¿Entendes?!"
"Sí, mi señor, lo lamento. Estuve fuera de lugar, no volverá a suceder." Dijo agachando la cabeza para que no le viera, era señal de sumiso, así le dijeron Rodrigo y Tomás. "Le ruego que me perdone." Murmuraba.
"Por creerte listo te haré ver las cosas como son." Alzó la taza y la dejó caer a los pies del chico. "Levántalo." Y justo como ordenó fue lo que pasó, Alexis se agachó para tomar la copa agrietada. Justo como se agachó pudo ver como su rey alzaba la pierna. El mencionado poco después colocaba su zapato en la cabeza de el concubino haciéndolo agacharse aún más. "Este es mi reino y yo soy tu rey. Conoce tu lugar." Dijo entre dientes con ira.
"Lo lamento, lo lamento, mi señor, lo lamento." Se mantuvo así murmurando una y otra vez que le disculpara, rogándole que le perdonara por ser grosero y miles de cosas más. Justo en ese momento tocaron la puerta haciendo que el rostro de Alexis estuviera rojo de pena, el rey permitió que abrieran la puerta y entró un guardia.
"Su alteza, todo está organizado y listo. Le esperan." Dijo bajando su mirada un segundo al chico en el suelo.
"Bien." Se reincorporó y le miró. "Fuera." Le ordenó, una vez se fue volvió a mirar a Alexis. "Levántate." El chico no dudó en obedecer y levantarse, fue entonces que el rey le agarró de el rostro para alzarlo. "Soy tu rey, el rey Buhajeruk. Tú vives por mí, para mí y gracias a mí. No dudes en obedecerme o voy a hacerme cargo de que la razón por la que vives sea lo último que veas." Le dijo con seriedad. "¿Lo entiendes?"
Alexis asintió queriendo llorar. "Sí, mi señor.." murmuró al borde de las lágrimas. Quería irse. No quería estar cerca a este asqueroso hombre nunca más. Extrañaba a sus padres y a la taberna.
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