29
Jimin miró el lugar, intentando que sus recuerdos fueran capaces de decirle a donde debía ir. Tenía que actuar con cautela o cualquiera se daría cuenta de que no era de allí.
Caminó por toda la ciudad, Seúl era realmente hermoso. Sonrió al recordar que estaba al fin, en dónde debió estar siempre. Aquél era su hogar, y sentía que lo reclamaba a gritos.
— Buenos días joven — alguien lo detuvo, y su corazón palpitó rápido asustado. Era demasiado pronto para que lo atraparan. Se giró y observó a una mujer que no conocía. — Sea bienvenido.
Le entregó un panfleto y el pelinegro suspiró aliviado leyendo lo que decía este. Solo era propaganda de un lugar de belleza, había pasado un susto por nada.
Siguió su camino intentando no ser notado por los demás. Pero como siempre, no lo logró. Jimin era demasiado hermoso para no ser notado por aquellos ojos que lo observaban desde lejos, demasiado hermoso y demasiado extraño.
La persona que lo había visto comenzó a seguirlo, Jimin entró a un callejón cuando se dió cuenta de que lo estaban siguiendo y suavizó sus pasos haciendo su caminar lento, frunció el ceño cuando comprobó que eran verdaderas sus sospechas de que había alguien detrás de él. Se escondió tras una pared y esperó a que quién fuera que estuviera allí pasara por su lado.
— Sal. — dijo ella. Sabiendo muy bien donde estaba el chico. Había sido entrenada para sentir caer hasta la más leve pluma y Park Jimin no era algo que se le pudiera escapar.
— ¿Quién eres? — preguntó este, intentando ver la cara de la desconocida mas esto le fue realmente difícil porque llevaba un abrigo con capucha.
— Eso debería de preguntarlo yo, ¿quién eres y qué haces en Seúl? No sé de donde vengas, pero estoy segura de que sabes lo que te pasará por haber irrumpido en nuestra ciudad.
— Yo no creo en esas leyes, he venido aquí para romperlas. Todas y cada una de ellas — sentenció, y salió de donde estaba para darle frente.
Había ido allí con un propósito, dejar de huir. Se enfrentaría a todo lo que se pusiera en su camino, comenzando por aquella chica frente a él. Jimin sintió su olor, y se maldijo a sí mismo cuando captó el olor de una alfa. No le temía, pero sí sabía que aquella chica podría ser fuerte. Incluso mucho más fuerte que él.
— ¿Romperlas? — preguntó esta, mirando al chico para luego bajar su capucha.
El pelinegro se impresionó, era casi una niña. Por su apariencia no debía tener más de quince años. Su voz y sus palabras lo habían confundido.
— ¿Cómo planeas hacer eso, omega? — alzó una ceja mientras lo observaba.
— Hablando... — respondió. Sí, parecía una idea de locos. Pero Jimin realmente había ido allí con la intención de resolver las cosas hablando en vez de pelear.
— Vaya, que impresionante.
Se burló la menor y ladeó la cabeza observando a Jimin.
— ¿Quién eres?
— Park Jimin. — dijo. — Soy hijo de Park Jinhyung, el alfa jefe de ésta ciudad.
Hizo brillar sus ojos. Les mostraría a todos que no había nada de malo en ser como él, que no era una vergüenza tener los ojos de color azúl. Que la razón de su existencia fue la traición sí, pero también fue prueba de un amor verdadero. ¿Que importa quién seas o de donde vengas cuando amas de verdad? Nada, nada importa.
— ¿Qué? — la chica abrió mucho sus ojos. — Mientes...
— No — dió un paso hacía ella. — Estoy diciendo la verdad y tienes que creerme.
— ¿Por qué?
— Porque lo he visto, quieres cambiar las cosas también. — sonrió — Estoy vivo aún, no hemos peleado porque me escuchas, quieres escuchar porque piensas como yo. ¿No es así?
— Tal vez... — susurró dudosa en si creer lo que aquel extraño le decía. — Soy Park Jaemin, hija del alfa de Seúl.
Jimin la observó y sus ojos se cristalizaron, ella era su hermana. No podía creer que estaba frente a ella, la vió una vez cuando eran pequeños. Pero nadie lo dejó acercarse.
— Eres muy hermosa... — se acercó más y la abrazó, apretándola entre sus brazos.
— Para. — lo separó haciendo una mueca — Aunque digas ser mi hermano sigues siendo un extraño para mi. No me abraces o te rompo un hueso, sígueme.
— ¿A dónde? — cuestionó y la siguió cuando comenzó a caminar.
— Te llevaré a mi casa, no te vas a creer la suerte que tienes, ahora mismo están teniendo una reunión. Podrás hablar con todos ellos e intentar convencerlos de que olviden una tradición y sus creencias que romomtan de siglos y siglos. — se detuvo y lo miró — Pero tranquilo, no te pongas nervioso.
Rió y volvió a retomar el paso. Jimin suspiró y continuó caminado tras ella, tenía razón. Convencerlos de algo así iba a ser difícil. Pero no creía que imposible, ellos tenían que escuchar y entender. Tenían que comprender que aveces lo diferente era un nuevo comienzo, una nueva forma de vida.
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