Capítulo 2
Su pierna se movía de arriba a bajo sin cesar, estaba inquieto, ¿Ansioso?
Tenía que haber sido un nuevo día, borrón y cuenta nueva dijo.
¿Por qué? ¿Por qué había soñado con él? Más importante aún, ¿Acaso era el mismo con el que había estado soñando? ¿Qué le estaba pasando? ¿Y quién era ese que estaba con el castaño? Rin lo sintió como si hubiera sido él porqué ciertamente lo vio y sintió todo desde esa perspectiva pero definitivamente no era él. ¿Cómo podía siquiera algo así suceder? No entendía nada.
Joder, esto era el colmo.
"Bachira", estaba seguro que había dicho su nombre. Aunque intentara negarlo también pudo verlo, su rostro. Era él, el chico de la jodida salida.
Y el mismo de sus anteriores sueños. ¿Cómo no lo había notado antes? Esos ojos eran inconfundibles. Estaba seguro, debía ser él.
¿Esto era normal? ¿O se había vuelto esquizofrénico? Menuda molestia.
El timbre del recreo sonó y otra vez, no había estado prestando atención. Dos horas seguidas perdidas.
Tenía que pensar en algo más, se negaba a pedirle ayuda a su hermano, tampoco es como que le fuese a ser de ayuda.
Se pasó los 20 minutos de recreo machacándose la cabeza para llegar a una conclusión: Debía devolverle el tupper y cerrar el ciclo.
Buscaría el nombre del centro en google, se apuntaría la dirección e iría.
Por otra parte, Bachira caminaba por los pasillos con su típica sonrisa que hacía brillar el lugar por donde pasaba.
Había pasado un año ya, pero la gente lo seguía mirando con pena y susurrando cosas.
Entendía que se sintieran mal por él, pero si realmente quisieran ayudarlo dejarían de mirarlo así, realmente no le ayudaba a deshacerse del dolor.
Un brazo se pasó por sus hombros y Bachira volvió en si, era Chigiri.
— ¿Que hacías ahí parado? ¿Se te ha caído algo?
Negó retomando su sonrisa.
— Me he distraído. ¿Que clase nos toca ahora?
— Lengua —bufó, el más bajito le imitó.
Nada más sentarse en clase, se dio cuenta de que no había cogido el libro de texto y salió hacia su taquilla esperando que la profesora no llegara antes.
Los pasillos estaban desiertos, claro. Aprovechó ese momento de soledad para mirar hacia su taquilla.
Rosas y otras flores ocupaban el suelo y en la puerta, fotos suyas y con él, con Bachira.
Te echo de menos, a veces aún me haces mucha falta. Pensó.
La presión en su pecho le hizo caer en que ya iba tarde y no tardó mas en coger su libro y volver a clase.
Claro que llegó tarde y le pusieron falta, pero el castaño tenía la cabeza en otro lugar.
Chigiri le miró al llegar, conocía esa expresión.
Al salir de clase, finalizadas otras dos horas más, Chigiri y Bachira se sentaron en su usual puesto debajo del árbol en el patio.
Meguru, quien usualmente hablaba hasta por los codos estaba callado y distraído. El pelirosa le apretó la mano para captar su atención y sacarlo de sus pensamientos.
— Te has quedado viendo las fotos, ¿verdad?
El más bajo asintió.
— Pero no es solo eso, ¿me equivoco?
A Bachira se le aguaron los ojos y negó nuevamente sintiendo el nudo en su garganta romperse.
Chigiri lo abrazó cuando el primer sollozo salió de su boca.
— Últimamente sueño mucho con él, p-pero son cosas que ya han pasado, c-como recuerdos —confesó, el pelirosa acarició su espalda mientras escuchaba atentamente—. P-Pero eso no es lo que me agobia, sino que n-no puedo ver bien su cara en mis sueños, aparece borrosa.
Chigiri no supo que decir pero lo abrazó más fuerte para hacerle entender que estaba ahí.
— ¿Y ahora? ¿Puedes recordar bien su rostro? —el castaño asintió— Entonces no te preocupes, todo esta bien, ¿si? No hay de que preocuparse.
Bachira se dejó consolar por su amigo y eventualmente se calmó.
— Gracias.
— No me las des, eres muy fuerte solecito.
Yu supo que algo mal estaba con su niño cuando no la recibió con una sonrisa y un beso en la mejilla.
Su instinto de madre no la engañaba, sabía lo que le pasaba.
— ¿Quieres pintar conmigo bebé? O puedes solo mirar, ¿que te parece?
Encajaron miradas y Meguru tuvo que aguantarse lagrimas que amenazaban con salir. Su madre lo hacía sentir totalmente vulnerable, pero no quería llorar más. Asintió.
Empezó a pintar con Summertime Sadness de Lana del Rey de fondo y cuando volvió en sí y observó su propia obra, lo había pintado a él.
Pero no lloró, se sintió más ligero, agradeció a su madre. Ésta miró el cuadro hecho por su hijo con cierta tristeza y orgullo mezclados y lo abrazó felicitándolo.
Esa noche Bachira se durmió sin cenar, alegó no tener hambre y aunque a Yu no le pareció correcto, tampoco quiso forzarlo.
Le gustaba mucho el mar, siempre había sido de mar, las montañas no le gustaban nada.
Hacía calor pero estaba bien porque estaban en la playa, la brisa marina ayudaba también.
El castaño podía sentir la tranquila respiración de su novio en su pelo y el tranquilo subir y bajar de su pecho bajo su cabeza, estos momentos así eran de sus favoritos.
Tenía su mano en su pecho y los ojos medio cerrados, el contrario los tenia totalmente cerrados, parecía que durmiese.
Empezó a trazar figuras aleatorias en su pecho y su novio se removió.
— Me haces cosquillas.
Bachira sonrió.
— ¿Qué dibujas?
— Un delfín.
— A mi no me parece un delfín.
El castaño se hizo el ofendido y le hizo cosquillas en las costillas, con lo que el contrario se echó a reír pidiéndole que se detuviera.
— Cretino, ¿quién es el artista aquí? ¿Que sabrás tu de si es un delfín o no?
— Está bien, está bien, disculpa a este humilde siervo.
Fue el turno de Bachira para reír, parando el acto.
— Te perdono si me llevas de viaje.
El contrario se incorporó medianamente para verlo a los ojos, apoyándose de sus codos y obligando al castaño a separarse de su cuerpo.
— ¿De viaje? —alzó una ceja.
— Si, solo tu y yo, cuando hagamos los 18.
Su novio sonrió, alargó una mano a su mejilla y acarició.
— ¿Dónde?
Ante la aceptación, Bachira se emocionó y se tiró a sus brazos haciéndolos caer en la toalla.
— Grecia —respondió finalmente, escondiendo el rostro en su cuello.
— ¿Por qué Grecia, mi amor? —preguntó dando leves caricias a su cuero cabelludo.
El aludido se subió de hombros.
— Siempre he querido conocer el país, sabes que amo la mitología griega.
— De acuerdo, entonces es una promesa —Bachira se separó de su cuello para mirarle a los ojos y vio como ponía el meñique delante de él, soltando una risilla porque su novio hacia esas cosas infantiles por él.
Entrelazó el suyo con el contrario y ambos dijeron al unísono:
— Pinky promise.
Bachira se despertó llorando, sus mejillas estaban empapadas de lágrimas.
Recordaba el sueño, no hacía falta preguntarse el porqué había amanecido así.
Ya había cumplido los 18, nunca llegaron a hacer el viaje.
Había pasado una semana desde la salida escolar. Una semana y Rin aún no había reunido el valor para ir a ese condenado instituto.
Los sueños persistieron, con la diferencia de que ahora podía ver su rostro claramente, y más que sueños se sentían como recuerdos... pero no suyos, claramente no. Era extraño y agobiante.
Se sentía como si estuviera invadiendo el cuerpo no físico de alguien, el lugar de otra persona pero que a la vez le correspondía. Ah, ¿eso tenía algún sentido siquiera?
Que alguien le ayude, porfavor. Esto era ridículo.
Vagó por las calles mientras salía de la escuela, vacilando en volver a casa.
En un escaparate de una tienda algo le llamó la atención, un llavero con una abeja y un girasol. Inmediatamente le recordó a aquel chico.
O tal vez había aprendido a relacionar el color amarillo a todo lo que tuviera que ver con él. Joder, se estaba volviendo loco.
Rin quiso pensar que fue la impulsividad lo que lo llevó a entrar y comprarlo. Se lo guardó en el bolsillo y siguió su camino.
Una vez en su cuarto, mirando el llavero en la palma de su mano, admitió que tal vez tenía algún interés en volver a verlo. Aún no sabía porque pero esperaba que la sensación en su pecho desapareciese pronto.
Por primera vez en su vida, Rin se saltó la última clase del día para ¿qué? Para invertir tiempo, esfuerzo y voluntad propia en devolverle un puto tupper a un chico del que solo sabía su nombre y con el que había soñado, extrañamente.
Okay pero, ¿entendéis su situación, verdad? Que estamos hablando de Rin, Itoshi Rin. Su interna reputación se estaba desmoronando.
Por suerte no estaba tan lejos como se hubiera esperado, a unos 20 minutos de su escuela. Aunque desde su casa eran unos 40.
Le preguntó al conductor del autobús si había parada directa hacía la escuela y por suerte si había, genial, la suya no tenía, estaba mas lejos y tenías que caminar un poco.
Con el primer pie en el asfalto le vino una crisis existencial y se cuestionó seriamente todo lo que estaba a punto de hacer.
— Joder —masculló sintiéndose completamente fuera de si, como si alguien estuviera controlando sus actos.
Desde que empezó a tener esos sueños, su vida había dado un giro brusco.
El timbre de la escuela lo descolocó y vio a centenares de personas con el uniforme de dicho centro salir.
Oh no, ¿qué iba a hacer ahora? ¿Buscarlo como demente entre toda la muchedumbre? Bufó irritado ante sus propias decisiones.
10 minutos y no lo había visto aún. ¿Se le habría escapado? Como fuera eso Rin iba a cometer un crimen de odio ante él mismo. Definitivamente no había hecho toda esta gilipollez para nada.
La gente pasaba mirándolo y cuchicheando Dios sabe qué y le empezaba a sacar de quicio.
Mientras las últimas personas salían, la vena en su sien palpitó y enfadado, camino hacia la puerta de entrada decidido a buscarlo. ¿Que si podía hacerlo? Seguramente no, pero al pelinegro le daba exactamente igual.
Nada más abrir la puerta, alguien que por lo que se ve iba saliendo, chocó con su pecho casi cayéndose porque iba corriendo. Rin tuvo que aguantarse de la puerta.
Hubiera sido la gota que colma el vaso si no hubiera encajado miradas con el sujeto y encontrado al que estaba buscando.
Debería, debería haber desatado su ira pero en cambio, lo calmó. Se desinfló como un globo.
— Rin-chan —susurró con estupefacción, pero el total silencio le permitió a Rin escucharlo—. Has venido —sus grandes ojos amarillos lo miraban fijamente y el más alto sintió ese cosquilleo que sintió cuando lo conoció.
— Yo... —quiso decirle que no, que solo había venido para devolverle el condenado tupper, pero en verdad sabía que no era así— Toma —sacó el objeto de su mochila, entregándoselo.
Algo debió parecerle gracioso porque se puso a reír y Rin volvió a cuestionarse el porqué de todo.
— ¿De que te ríes enano?
— Ah, solo estoy feliz —no supo si lo que le dejó mudo fueron sus palabras o su dulce sonrisa pero el resultado fue el mismo.
El castaño se acomodó la mochila en la espalda después de guardar el tupper y se puso a su lado.
— ¿Vamos?
— ¿Huh?
— A mi casa bobo, ¿no habrás venido aquí solo para eso, no? Imagino que no quieres haber perdido tu tiempo solo para darme esto y marcharte.
Rin no se opuso.
El camino fue Bachira hablando todo el rato, sobre como le había ido el día y más cosas sin ninguna relación entre ellas.
Volvió a prestar atención a todas y cada una de sus palabras.
El más bajito paró delante de una vieja casa de un solo piso, todo lo contrario a su moderno duplex. Aunque tenía jardín, él no.
— ¡Mami, estoy en casa!
Volvía a sentirse nervioso pero esta vez era diferente.
Observó a una mujer de coleta asomar el rostro y oh, sus ojos eran idénticos a los de Bachira. Aunque los del castaño eran más vivos y brillantes, más amarillos, como el sol.
La vio abrir la boca en una pequeña "o" y hacer una reverencia a la que el respondió del mismo modo.
— Soy Bachira Yu, llámame solo Yu —sonrió, Rin inmediatamente identificó todas las similitudes de madre e hijo.
— Itoshi Rin...encantado.
— Meguru, cariño, ¿porqué no lo llevas a tu habitación? Yo prepararé algo que podáis comer —Rin no se dio cuenta de la mirada cómplice que le dedicó a su hijo, el nombrado asintió corriendo a su habitación con el más alto siguiéndole por detrás.
Su habitación estaba echa un desastre.
— No pongas esa cara, has venido de sorpresa, no me has dado tiempo a ordenar —Rin no tenía que mirarlo para saber que estaba puchereando.
— Mi habitación siempre esta ordenada.
— Okay, don limpio —lo escuchó decir con un resoplido mezclado con una risita.
— ¿Dónde se supone que vaya a sentarme entre tanta porquería?
— ¡No te pases! Solo no está hecha la cama y hay ropa en el suelo, déjame un segundo —frunció el ceño estúpidamente adorable e hizo lo dicho mientras el pelinegro observaba unas fotos que le habían captado la atención.
Eran fotos suyas con su madre, con uniforme de fútbol, un chico pelirosa, otro pelimorado, algunas con un rubio y sobretodo un pelinegro. Las de este último eran un tanto diferentes, se sentían más... íntimas, más importantes...
¿Huh? Se estaba mareando. ¿Porqué se estaba mareando? Solo alcanzó a escuchar su nombre antes de que todo se volviera negro.
Edit 27/04/23: No es q nadie quiera q la continue pero como ha pasado una semana, he decidido publicarlo igualmente pq he obtenido algunos comentarios y una personita me ha dicho q escribo bastante bien (espero q no haya sido por pena) asi q bueno :)
Porfavor, si veis incoherencias y faltas de ortografía y eso, no dudeis en comentarlo pq escribi los capitulos en dias diferentes y tal vez me olvide de cosas o no se.
Me vuelvo a disculpar, me siento super patetica e inutil
Edit 30/4/23: he corregido más errores ^^
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