Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo único

Cursi.

Kai me había acusado de ser cursi por guardar todas esas cosas.

Logré mantenerlo en secreto durante mucho tiempo, pero después de la fusión bajé demasiado mis barreras. El ninja del fuego se burló en mi cara, claro que no de una manera cruel, nada más allá de su característica sonrisa fanfarrona mientras veía mis manos hábiles trabajar, acomodando algunas de mis más preciadas pertenencias dentro de una cajita de cartón.

—¿Y eso? —preguntó, inclinándose sobre mi hombro para arrebatarme un objeto, mis dedos lo dejaron ir con facilidad, delatando que a él no podía negarle nada.

Se trataba de una tapa rosca de un envase de refresco. Una sensación tibia recorrió mi estómago al ver sus dedos callosos jugar con el pedazo de plástico gastado.

Dejé escapar una risa, ahora distraído de mi tarea a causa de la interrupción del castaño. No le pregunté si ya había terminado con sus tareas —ahora que estábamos solos dividir los deberes fue un acuerdo implícito, aunque sospechaba que había sobornado a Arin y Sora para hacer la limpieza por él— en su lugar me acomodé mejor en mi asiento, disfrutando de que la presencia de Kai invadiera cada milímetro de mi espacio.

—¿Siquiera lavaste esta chingadera?

—Sí, claro. —declaré al verlo acercar la tapa a su nariz, seguro de que el olor a la bebida de cereza era una prueba de mi mentira —Y no hables así, es más que una ch… cosa.

Rio ante mi evidente intento de evitar replicar su pintoresco vocabulario —porque maldecir no es lo mío, por supuesto que sé pronunciar una simple palabra— y desvió su atención al resto de miniaturas que tenía extendidas frente a mí.

—Ni siquiera recuerdo de dónde salió esto ¿Para qué necesitas toda esta basura?

Me gustaba creer que yo no era propenso a sobre pensar, quizá el repentino cataclismo que azotó nuestro mundo tenía algo que ver. De cualquier modo, no pude detener el chispazo que se encendió en mi mente al notar que Kai ya había sostenido aquel objeto por mucho rato y se me ocurrió que, entre broma y broma, podría botarlo sin más.

—Patrullábamos la ciudad juntos, hacía calor y compraste bebidas —lo interrumpí sin mayor detalle, arrebatándole el objeto antes de que hiciera alguna locura —Es especial.

Y, como hacía como parte de ese pequeño ritual, observé con cariño la tapa vieja de un color verde brillante, antes de meterla a la caja junto con el resto de las cosas que se escondían ahí dentro.

De acuerdo, cursi podría ser la palabra perfecta para describirme.

Jamás me deshice de una sola cosa que Kai me hubiera regalado. No importa cuán pequeño y objetivamente insignificante fuera.

Lo primero, fue una liga para el cabello. Él estaba jugando con ella cuando salió del baño esa mañana, francamente no estoy seguro de dónde salió, y tomando en cuenta que eran pocas las veces había visto a Kai recoger sus mechones rebeldes, el hecho de que fuera suya me resultó raro, pero no imposible.

Al cabo de un rato, la impulsó con su pulgar en un hábil —y molesto— juego de dedos, y la liga salió catapultada por los aires hasta golpear mi brazo.

Me negué a entregársela durante un rato, con la intención de que le bajara dos rayitas a su chiste.

—Nah, quédatela —murmuró dándome una mirada.

La única razón por la que no la mantuve en mi muñeca era para evitar que al verme supiera qué tipo de idiota enamorado era.

Lo siguiente fue una pluma de tinta azul. Entré corriendo al puente, sosteniendo el celular entre mi mejilla y mi hombro, gesticulando histéricamente que me pasaran algo para anotar. Kai fue el único que se puso de pie, como manipulado por una fuerza externa, y miró en todas las direcciones a la vez palpaba sus bolsillos.

Nuestras manos se tocaron cuando me pasó la pluma, las suyas firmes y las mías temblorosas por las prisas.

Al terminar la llamada, revisé dos veces la información que escribí en una servilleta antes de extenderle de regreso su pluma. Se burló de mí por no tener una a la mano, y se marchó.

No le pregunté por qué él de entre todas las personas tenía una en primer lugar, y me limité a mantenerla cerca de mí siguiendo su consejo. Desde luego, no me puse triste cuando la tinta se acabó, no escribí con ella solo para sentir que me atacaba una fuerte ola de serotonina, no la guardé en mi bolsillo a diario solo para mantener una parte de Kai cerca de mí. Nada de eso.

Es sarcasmo, ¿Sí? Ese hombre me tenía con la cabeza en las nubes.

Después vino ese dulce para aliviar el dolor de garganta. Me comí el caramelo, pero alisé el envoltorio con cuidado y lo puse dentro de uno de mis libros de lecciones para conservarlo intacto.

Un centavo, un par de boletos del metro, un clip para papel, la fortuna de una galleta —que él decidió ignorar porque no cree en esas cosas— el paraguas de papel de alguna bebida, la tapa rosca, y un dibujo que se cayó de entre su pila de pertenencias.

A Kai le gusta dibujar, pero no esperes que lo admita a los demás.

—Es basura —dijo despreocupado cuando lo recogí para devolvérselo.

—No, no lo es —murmuré lo suficientemente bajo para que él no pudiera escucharme. Tracé con dedos cuidadosos el contorno de su creación, líneas torcidas que se encimaban y encontraban entre sí para formar un dragón.

—Oh, esto sí lo recuerdo —Kai señaló, sacándome de mis recuerdos.

Sonrió con ternura, una expresión no muy habitual en él.

—Mhm, —asentí —es mi favorito.

La destrucción de todos y todo como lo conocía terminó por hundirme en el sofá en lugar de dormir en mi propia cama, tenía la esperanza de que si alguien regresaba podría oírlo irrumpir en la tranquilidad del monasterio abandonado desde ahí.

Esa noche no pude conciliar el sueño, la oscuridad de mis párpados se sentía tan aterradora como la soledad.

Una vez en el exterior la brisa fría me picó en la nariz. Permanecí en silencio, encorvado en mí mismo por lo que pareció una eternidad.

—¿Sucedió otro fusisismo mientras dormía como una piedra?

Mis dientes chocaron entre sí por la sorpresa cuando mis hombros saltaron. Miré sobre mi hombro al dueño de esa voz ronca.

—No, —suspiré componiendo mi postura en las escaleras —y espero que así se mantenga.

El ninja rojo se sentó a mi lado, bostezando. Los fusisismos eran cada vez más fuertes y destructivos. El vacío que irrumpía en las alturas revelaba un pozo sin fondo que me resultaba más aterrador cada vez que el suelo bajo nuestros pies se sacudía sin previo aviso. Aunque Kai no me lo había dicho, sospechaba que usar su poder elemental para cerrar las grietas lo agotaba más de lo que aparentaba.

La luz de la luna —lunas, había dos de ellas ahora— dibujó su perfil, un halo de luz que hacía más evidente cuan rizadas eran esas pestañas oscuras que coronaban el par de orbes marrón, ojos tranquilos posados en el cielo nocturno que se extendía sobre nuestras cabezas. Su cabello cobró vida con el viento, lo que finalmente me hizo preguntarme si aún lo miraba de forma discreta.

Desde luego que no, fijamente y sin aliento era la única forma correcta de apreciar a alguien tan maravilloso.

—Ah, toma, —estiró los brazos sacándose su chaqueta para extenderla sobre mis hombros —hace frío.

Agradecí con una sonrisa. Apreté la prenda sobre mi pecho, bajando la barbilla para inhalar larga y profundamente el rastro de colonia que conocía perfectamente.

Silencio.

—Escupelo, Garmadon —el castaño giró su rostro para verme —puedo oír tus pensamientos hasta acá.

Dejé escapar un suspiro tembloroso.

—¿Y si los demás no lo lograron? —expresé la idea que me quitaba el sueño —¿Y si somos los únicos?

En un parpadeo, la mano de Kai encontró la mía.

Una nueva calidez ardió en mis dedos, era un tacto cariñoso y real de una persona que indiscutiblemente tiene intenciones de entregarte una parte de su corazón.

Pero no era su corazón. En su lugar, deslizó una roca brillante y oscura sobre mi palma.

Al levantar mi mirada, su rostro estaba sobre el mío, y el primer maestro sabe que en esa situación solo hay una cosa correcta por hacer.

—Entonces no quiero desperdiciar más tiempo —respondió.

Él susurró, una suave petición que yo respondí con un sí.

Lo guardé todo. Aun después de que nos besamos por primera vez.

Después de que Kai me dio —lo que podrían llamarse— verdaderos regalos.

No creí que pudiera ponerlo en palabras, pero había algo en la cotidianidad de esas cosas a las que Kai llamaba basura que me hacían sentir en casa. En nuestro trabajo no había cabida para demasiados tintes de tranquilidad, pero todo lo que estaba dentro de esa caja era una prueba tangible de que esa paz existía.

De regreso al presente, deposité mi pequeña caja fuerte en el hueco que le había designado en un cajón debajo de mi cama, el lugar perfecto. Al verla, sana y salva, un suspiro de alivio se escapó de mi pecho antes de empujar el cajón para cerrarlo.

Mis labios se curvaron en una sonrisa sin que pudiera evitarlo, pero me encontré a mí mismo riendo al toparme la expresión burlona de Kai.

—¿Algún problema?

—Yo guardo mis boxers ahí, y… —la seguridad abandonó la voz de Kai —B-Bóxers…

—Jay tuercas y basura, Cole probablemente esconde comida dentro —señalé las camas de mis hermanos.

—Esconde comida —afirmó el hombre frente a mí en un parpadeo —Lo he escuchado abrir envoltorios a horas raras de la madrugada ¿Por qué no puede ir a la cocina como un ser humano normal?

—No juzgues los hábitos alimenticios de las personas, ni qué deciden poner en sus cajones. Eso es privado.

—Pero eso no hace que sea menos raro, y…

Me apresuré a encarar un poco más las cejas cuando Kai abrió la boca para continuar, sintiéndome orgulloso de una forma extraña cuando sus labios se cerraron nuevamente sin pronunciar palabra alguna.

—A ti nadie te dice nada, cabezón —resoplé, mi gesto cambió a uno juguetón —Bóxers y condon…

—¡Escúchame bien, mocos!

No pude evitar reír a carcajadas, más por el rostro enrojecido de Kai que por el apodo ridículo, que estaba lejos de aceptar de nadie que no fuera el cara de tomate que tenía delante.

Por una fracción de segundo, tan solo una, pude jurar que el moreno lucía genuinamente preocupado.

—¿Revisaste ahí? ¿Dónde queda mi privacidad?

—Tú y yo no nos guardamos secretos —sonreí, pretendiendo inocencia.

—¡No, no! ¿Qué viste?

—No creo que necesites saber.

Parpadeé un par de veces, apretando los labios en una fina línea en señal de mi silencio inquebrantable.

Ambos gravitamos demasiado cerca del otro, a una distancia perfecta para que Kai pudiera analizar mi rostro —una especie de hábito adquirido— y descubrir el brillo juguetón oculto en mis ojos.

—Lloyd, basta.

No estoy seguro si negué con la cabeza, o alcancé a decir algo más, pero Kai no dudó en actuar ante mi negativa.

—¡Ah! —chillé cuando sentí sus manos atacar mis costillas.

Ni siquiera con mis instintos ninja era capaz de predecir, y mucho menos hablemos de defenderme, de esos ataques suyos. O puede que no quisiera hacerlo.

—¡Kai, para! —logré articular entre risas, pero él solo me ignoró, sosteniéndome de las caderas cuando curvé la espalda en un tambaleo.

—¡No hasta que me digas qué encontraste ahí, tramposo!

—¡Que te lo diga el Primer Maestro!

Jadeó, ofendido —no entiendo por qué, si el de ascendencia divina era yo— y ese fue su único aviso.

Continuó haciéndome cosquillas mientras me colmaba de besos. Presionó sus labios contra mi mejilla una y otra vez, con tanta rapidez que mi cabeza se aplastó contra mi hombro.

Mal movimiento. Le había dado justo lo que él quería, una invitación.

—¡Kai! —llamé su nombre por segunda vez al sentir sus labios presionarse en la curva de mi cuello.

Me estremecí, riendo, quizá rogando un poco.

—Ahora tendrás que pagar por meter las narices dónde no te importa.

Suspiré, cerrando mis ojos.

El ritmo disminuyó hasta convertirse en una pausa, un silencio dulce que se coló debajo de mi piel, expulsando por mis poros el deseo burbujeante de tener a Kai aún más cerca, que me llevara al borde e hiciera de mí y conmigo lo que quisiera.

Me exalté. Esperen un segundo.

—Kai, los niños…

Lo sentí sonreír contra mi piel.

—La cocina era un desastre, se van a entretener.

Por el Primer Maestro del Spinjitzu, —intenté sonar molesto —son mis estudiantes, no tus sirvientes.

Innecesario decir que ignoró mi protesta. Continuó besándome, su nariz paseándose libremente en movimientos serpenteantes sobre la piel expuesta de mi cuello, ahora extrañamente húmedo.

Oí su respiración y me concentré en ella, en la oscuridad, ahí donde éramos interminables.

—Eres un cursi sin remedio.

Me rendí.

—Lo acepto, pero es tu culpa. Si no te gusta que sea tan cursi, entonces deja de ser tan empalagoso.

—Ah, ¿Preferirías que besara a alguien más? —bromeó para molestarme.

—No —protesté enredando mis dedos en el frente de su camisa, por lo que sentí su pecho hincharse con orgullo.

Kai Smith me tenía justo donde quería.

—En ese caso no vuelvas a revisar mis cajones.

—Intenta detenerme.

—Con mucho pinche gusto, cursi.

Y me besó, ocultos a puerta cerrada en nuestro camarote en el navío, dejando entrever ese lado cariñoso suyo que solamente yo conocía.

·────── ·𖥸· ──────·

Al despertar me encontré con un desastre, nuestro desastre de cubrecamas y ropa extendido por todo el lugar.

La sensación de mis extremidades débiles como gelatina me golpeó, haciéndome girar sobre el colchón para ocultar mi rostro enrojecido en la almohada, aunque nadie más estuviera ahí para verme.

Rodé un rato entre las sábanas, disfrutando de la calidez que había dejado Kai, su aroma aun abrazándome, por lo que intuí no hace mucho abandonó su sitio junto a mí. Probablemente, solo estaba en el baño y estaría sentado ahí viendo videos hasta aburrirse y tirar de la cadena.

Lo cual era bastante tiempo, ¿Cierto?

Miré su cama. Su cajón, y no pude pasar por alto la mirada recelosa que me lanzó al confesarle que revisé ahí un par de veces antes.

Miré a la puerta del camarote que no dio señales de abrirse.

Ya pensaría en una buena excusa para convencerme de que echar una tercera miradita no era violar su privacidad, de momento solo importaba encontrar la punta de la sabana para cubrirme con ella e incorporarme de forma torpe.

Me mordí el labio inferior, mi mano a punto de abrir ese lugar supuestamente prohibido.

—Solo vamos a ver, por encimita. Una miradita no le hace daño a nadie...

Conté rápidamente hasta tres y lo abrí de un tirón.

Bóxers y nada más. Claro, después de anoche definitivamente no había nada más.

—Kai tenía razón, —sentí vergüenza de mí mismo —soy un metiche.

Empujé el cajón de regreso a su lugar, y la única razón por la que mi mano alcanzó algo fue para mantener su contenido dentro. Quería dejarlo todo tal y como lo encontré.

Hasta que lo toqué. Algo pequeño. Aterciopelado. Y cuadrado.

Me derrumbé en el centro del camarote en cuclillas, sosteniendo el objeto.

Era una caja de anillos.

No me atreví a abrirlo, no es como que lo hubiera pensado de todas formas, no cuando estaba concentrado en llorar.

Golpeé mi boca con la mano libre, tragando un sollozo cuando me di cuenta de lo que había hecho.

—¡Mierda!

Levanté mi mirada borrosa al escuchar la voz de Kai, de pie en la puerta, vistiendo una playera arrugada y con el cabello demasiado lacio cayendo por su cuello, enmarcando los rasgos de su cara pálida por la impresión.

Sus ojos abandonaron lo que sostenía, la caja, para reparar en mi rostro con una expresión amplia y desconcertada. Sus nudillos, por lo general bronceados, eran de color blanco con el fuerte agarre que tenía alrededor del marco de la puerta.

Nos vimos un segundo, hasta que su agarre se relajó y mis hombros cayeron en un suspiro que se convirtió en más llanto.

Entre lágrimas pude ver cuán asustado se veía el ninja rojo, la misma cara que ponía cada vez que mis emociones lo atacaban y su corazón abandonaba su pecho para migrar hasta algún otro lado.

—¡Mierda! ¡Lloyd! —repitió preocupado.

Él caminó en largas zancadas hasta mí, y se desplomó a mi lado para inspeccionarme con urgencia, como si me hubiera roto una pierna en lugar de haber descubierto su mayor secreto, incapaz de apartar la mirada de la caja de anillos a la que me aferraba.

Algo en mis ojos debió decirle lo mucho que me arrepentía de mis acciones, porque de inmediato dos manos grandes y cálidas se acercaron y acunaron la mía.

—¿Esto es…?

Todavía sujetando mi mano, abrió la caja del anillo.

Era una banda de oro blanco. Fuerte y duradera. Como si pudiera sobrevivir a los golpes debajo de los puños enguantados de un héroe.

Estaba trenzado con gemas alternas de rubíes y esmeraldas que acentuaban el centro.

Era bellísimo.

—Lo conseguí en mi viaje por las tierras fusionadas, —confesó Kai con la voz demasiado suave, propia de alguien que permite que el alma se le escape por los labios —esperaba el momento perfecto para dártelo, para que cambiaras esa fea roca.

Esa declaración me sacó de mi trance.

Me moví sin previo aviso, arrastrándome hasta mi propio escondite apresurado por sacar mi caja y todo en su interior.

Ahí estaba, la roca.

La extendí para que Kai pudiera verla.

Ahora fui yo quien alcanzó su mano libre, la otra aun sosteniendo la caja.

En ese entonces, él susurró, una suave petición que yo respondí con un sí.

Intenté sonreír, mi expresión rota por el llanto.

—Cásate conmigo —repetí como él declaró esa noche, entregándole la roca de la misma manera que él había hecho antes de nuestro primer beso, hace más de dos años.

Kai me observó, sus cejas estaban juntas, luchando contra una avalancha de emociones y lágrimas intentando desbordarse de sus ojos dulces como la miel.

En un segundo, sacó el anillo de la caja.

—Sí —respondió.

Y lo deslizó con firmeza en mi dedo anular izquierdo.

Contuve la respiración.

Oh. Primer. Maestro.

Contemplé la joya un segundo antes de lanzarme a abrazar a Kai. El peso de mi cuerpo nos derribó pero no pudo importarme menos, él cayó sobre su espalda y yo me relajé de buena gana sobre su pecho.

Mi nariz se acomodó en la curva de su cuello, ante el íntimo contacto de sus brazos con mi espalda desnuda, rompí en llanto nuevamente.

Su pecho se agitó contra el mío, una mano firme recorrió mi nuca, dibujando círculos con el pulgar.

—Aparte de metiche, tramposo.

—Perdón, —sollocé esbozando una sonrisa, su cabello cosquilleando mis mejillas—no esperaba que ocultaras algo así.

—Se suponía que yo te pidiera matrimonio.

—¿De nuevo?

—Las veces que sean necesarias, con tal de que te deshagas de esa patética roca.

Reí.

—Lo hice. Ahora es tuya.

·────── ·𖥸· ──────·

[

Cabezón] Mocos
[Cabezón] Mocoooos
[Cabezón] M o c o s

[Enano] No te voy a contestar si sigues llamándome así

[Cabezon] Entonces no quieres la roca chistosita que junté para ti o k???

[Enano] Sí quiero casarme contigo <3

[Cabezón] Cursi

[Enano] Dice el que me propuso matrimonio antes de nuestro primer beso

[Cabezón] La mejor decisión que he tomado en mi perra vida

[Enano] Empalagoso

·────── ·𖥸· ──────·












¡Nos encontramos otra vez! ¿Me han extrañado?

La primera parte de Dragons Rising son básicamente Greenflame criando a Arin y Sora así que, como el Primer Maestro manda, tienen que formar a su familia bajo el matrimonio (⁠≧⁠▽⁠≦⁠)

Amé poder explorar un poquito de cómo percibo su relación en está nueva era, es decir…

¿VIERON SU REENCUENTRO? COMO KAI LE DA VUELTAS Y LLOYD SE ABRAZA MÁS A ÉL AAAAA ಥ⁠‿⁠ಥ

Conclusión: los dos son unos cursis.

Esperemos más de nuestra parejita pronto, ¡Un abrazote y nos leemos luego frijolitos! ♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro