5. Sacrificio
Universo de TLC.// Headcanon.
•=•=•=•=•=•=•=•=•=•
— ¡Sasha!
Enfurecido, entró a la sala patriarcal, azotando las puertas con todas sus fuerzas, haciendo retumbar todo el lugar.
Poco le importaron las palabras del Patriarca, intentando calmarlo. Nada consiguió impedirle llegar hasta Sasha, encarandola sin temor alguno.
— ¡Kardia, tranquilízate, por favor!
— ¡No se meta!- Gruñó, zafandose del agarre del pontífice en su brazo.
Sasha permanecía callada, sentada en el trono, sosteniendo su báculo con una mano, y la otra descansando en su regazo.
— ¡¿Por qué permitiste esto, Sasha?!- Siguió reclamando a la joven diosa.- ¡Eres una idiota, Sasha!
La doncella apretó ligeramente los labios, agachando la mirada, a la par que apretaba el agarre en su báculo. Kardia no paraba su ataque de palabras, ignorando completamente cualquier palabra del Patriarca, importándole muy poco si alguien escuchaba.
— ¡Lo dejaste ir directo a su tumba!
Sin poder soportarlo más, el nudo en su garganta le quebró la voz, haciéndolo derrumbarse frente a la diosa. Llorando sin control, sintiendo sus ojos arder por las incesantes lágrimas.
Sabía que al aceptar unirse al ejército de Athena, aceptaban vivir para morir.
Sus vidas dejaban de ser suyas, y pasaban a ser de su diosa. Debían estar listos para sacrificarse en cualquier momento. Estaba bien con eso, era la razón por la que había accedido a formar parte de las filas, como el Santo dorado de Escorpio... Pero no estaba listo para ver morir a alguien tan importante para él.
No tenía miedo a la muerte, estaba listo para perder la vida luchando contra un digno oponente. Pero nada pudo haberlo preparado para el golpe de perder a quien más amaba.
Asmita... Ese rubio descarado, sarcástico, arrogante y cínico. De cabellos dorados como los rayos del sol y sonrisa encantadora...
No, todo menos él. Estaba listo para dejar ir todo, menos a él. Lo amaba demasiado para siquiera imaginar eso.
— Lo siento mucho, Kardia.- Fue lo único que murmuró Sasha, manteniendo baja la mirada.
Kardia solo pudo sollozar, cubriéndose la cara en un vano intento de detener su llanto. Saber que quien más amó se había ido para siempre y no volvería jamás... Era incluso más doloroso que cualquier crisis sufrida en toda su vida. Sentía que su corazón se despedazaba, su alma se desangraba, y cada célula de su ser lloraba.
— Deja de llorar.- Escuchó una imponente y experimentada voz frente a él.- Deberías saber que las muertes en una guerra son inevitables... Y no es culpa de nadie. Algunas son necesarias.
— ¡¿Y por qué él?!- Cuestionó al anciano de Jamir.- ¡¿Por qué no cualquier otro?!
— Fue Asmita quién tuvo la idea, y quien decidió entregar su vida.- Respondió el mayor, encarandolo sin basilar ni un momento.- Deberías saber que aunque te amaba, él no te pertenecía.
El anciano sacó un extraño collar de cuentas doradas, mostrándoselo, y entonces lo pudo sentir... Ese calor, esa suavidad, esa fuerza... Ese cosmos solo podía ser de él, lo reconocería en cualquier lugar.
— Asmita dió su vida para crear este rosario, que nos permite sellar las almas de los espectros.- Explicó el anciano, mostrando unas cuantas cuentas ennegrecidas.- De esta forma, podemos pelear en igualdad de condiciones, sin necesidad de arriesgar a Athena... Lo hizo por ella, por todos.
Aún hipando, buscó tomar el rosario con sus manos, y el anciano de Jamir no se lo impidió, permitiéndole sostenerlo por unos segundos.
Era tan confuso...
Ese rosario les daba una oportunidad de salvación, era un símbolo de esperanza, no solo para ellos, sino también para las futuras generaciones que lo heredarían. Pero también fue lo que le arrebató repentinamente a su amor.
Aún podía sentir un poco de la esencia del cosmos de Asmita, pero cada vez se desvanecía más y más. Pronto no quedaría nada...
Devolvió el objeto a las arrugadas manos del anciano, dió media vuelta, y se retiró sin decir nada.
Apenas hubo iniciado su descenso por las escaleras, pudo sentirlo... Su cosmos, ¿acaso...?
— ¡Kardia!
Yato, y aquel discípulo de Dohko con el que se la pasaba peleando todo el tiempo, y una chica, aparecieron frente a él,
Vaya... Así que Asmita se compadeció de ese pobre diablo al final.
— No molestes, Yato.- Respondió al rubio, pasando de largo.- Y tú, mocoso... Más te vale cuidar bien esa armadura.
El santo de pegaso parecía entender a lo que se refería, ya que sus ojos se aguaron y solo pudo asentir con la cabeza.
En fin... No tenía más opción que tragarse su dolor y continuar, hasta que la muerte viniera a reclamarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro