25. Autolesiones
Universo Alternativo.// Modern AU.// Normal AU.
Advertencia: Mención de trastornos mentales y descripción gráfica de automutilación. Leer bajo su propia responsabilidad.
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La sensación de ardor en la piel de sus brazos, el calor de la sangre brotando lentamente, la culpa haciendo estragos en su mente, y las lágrimas desbordándose sin control alguno, al igual que sus sollozos.
Patético... Era lo único que podía pensar de sí mismo, aún sosteniendo la cuchilla ensangrentada entre sus dedos, igualmente manchados y lacerados, mientras observaba los hilos de sangre manchando su piel.
Estaba lleno de heridas y marcas. Desde moretones, hasta cortadas que él mismo se había hecho.
Golpearse a sí mismo, estrellar la cabeza contra la pared hasta casi la inconsciencia, morderse hasta hacerse sangrar o incluso llegar a arrancarse pequeños trozos de piel, morderse las uñas hasta arrancarse trozos al grado de ser doloroso solo mover los dedos, arañarse, rasparse con un borrador hasta hacerse sangrar, o cortarse la piel con una cuchilla de sacapuntas, una navaja de afeitar o unas tijeras... Cualquier objeto afilado servía.
No quería hacerlo... De verdad que no quería hacerlo. Pero durante las crisis, perdía por completo el control de su cuerpo.
Ante alguna situación estresante o que le recordara alguno de esos malditos días, sentía como si se volviera una marioneta controlada por hilos invisibles por lo que se sentían como segundos, pero para cuando recobraba el control de sus movimientos, era demasiado tarde. Ya estaba manchado con su propia sangre, sintiendo el dolor esparciéndose lentamente por su cuerpo.
Entre sollozos, se levantaba con dificultad, para limpiar sus heridas, tratarlas y cubrirlas. Para después tomar el objeto cómplice de su autoagresión, y arrojarlo al basurero, jurando que era la última vez...
Sí, claro. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces lo había jurado, fracasando miserablemente.
En fin... Al otro día debía presentarse a clases, y solo rogaba que él no se diera cuenta de lo que había hecho, de nuevo.
— Mita...
— Hola, Kardia.- Le saludó con una ligera sonrisa, intentando mantener su fachada.- ¿Pasa algo?
— Eso te pregunto yo a tí.- Replicó el peli-violeta, sentándose a su lado.- ¿Todo bien?
— Por supuesto. ¿Por qué no lo estaría?
Nada en su maldita vida estaba bien. Cada vez se iba más al demonio, cada vez se hundía más profundo, cada vez perdía más el deseo de vivir, cada vez era más difícil levantarse de la cama, cada vez era más difícil resistirse al deseo de hacerse daño, cada vez era más difícil fingir que todo estaba bien...
— ¡Auch!
Cuando Kardia le sujetó el brazo sin aviso, viendo la venda al descubrir su manga ligeramente, no pudo contener aquel quejido. Las heridas aún estaban esforzándose por cicatrizar.
Kardia no dijo nada, solo suspiró, volvió a acomodarle la manga para cubrir la venda, y lo soltó.
— ¿Qué pasó?
No supo qué responder a esa sencilla pregunta, y el nudo que se formó en su garganta no ayudaba, igual que el escozor en sus ojos.
— Ven.
Kardia de inmediato se dió cuenta de su estado, y rápidamente lo sacó del aula, yendo hasta el baño, buscando evitarle una humillación. Él solo pudo agradecerle internamente por eso.
— Mita, ¿por qué no me llamaste?- Preguntó, acariciándole la mejilla, una vez solos.- Pudimos haber hablado, y evitar que volvieras a esto.
— ¿Y de qué habría servido?- Cuestionó con pesar.- No me malentiendas, Kardia. Aprecio tus intenciones, pero... No tiene caso.
Apretó los ojos con fuerza, luchando por contener las lágrimas, dándole la espalda. Realmente no quería hablar más.
Realmente estaba agradecido con Kardia por todo lo que hacía por él, era de las personas por las que se sentía apreciado, pero no podía evitar sentirse una carga para él.
Después de todo, ¿quién quiere pasar horas escuchando a alguien lloriquear y quejarse por todo?, ¿quién quiere aguantar a alguien todo el día lamentándose, y encontrando veinte problemas nuevos por cada diez soluciones que le daban?, ¿a quién le interesaba escuchar cómo se sentía?... A nadie.
Pensó que Kardia se iría, probablemente indignado por su desprecio e ingratitud, pero no.
Kardia se acercó, y sin decir una sola palabra, lo abrazó por la espalda, recargando su mejilla en su hombro, logrando estremecerlo.
— Tú jamás serás una carga para mí. Te amo, y jamás te dejaré sólo.- Le susurró, como si pudiera leer su mente.- Quizás no entiendo exactamente cómo te sientes, pero eso no me da derecho de juzgarte. Así que jamás lo haré, solo voy a quedarme a tu lado para abrazarte y dejarte llorar hasta que saques todo ese dolor que llevas años cargando.
Esas palabras lograron clavarse en su alma como una flecha. Haciendo cortes en su lastimado corazón, haciendo brotar sus emociones como la sangre de las heridas que él mismo se infligía...
Realmente quería creer en las palabras de Kardia. Quería creer que de verdad no lo iba a juzgar, que no era una carga para él, que no lo iba a abandonar... Pero su mente lo traicionaba, repitiéndole una y otra vez lo que ya daba por sentado a pesar de tener un par de años asistiendo a terapia.
— Mita...
No podía decir nada. Solo podía sollozar, escondiéndose en el pecho de Kardia, buscando refugio en sus brazos. Mientras en su mente le pedía perdón por ser tan débil y haber vuelto a fallarle, a defraudar su confianza.
— Mita, no me fallaste. Haces lo que puedes, y eso me basta.- Susurraba bajo el peli-violeta, derramando unas pequeñas lágrimas por verlo así de afligido y no ser capaz de ayudarlo.- De verdad, amor... Siempre voy a estar para ti, para ayudarte en cualquier momento. Te hice una promesa, y no voy a romperla, no me importa si se me va la vida en ella.
— Por favor perdóname...- Murmuraba débilmente, apretando los ojos.
— No tengo nada que perdonarte, cielo.
Aún no... Pero no iba a poder decírselo de frente después de llevar a cabo sus planes. Por eso se lo decía ahora.
Perdón por no aguantar más, por al fin haber tomado el valor de acabar con todo y no pensar en dar marcha atrás. Era la última vez que lo abrazaba, la última vez que miraba sus ojos, el último beso que le daba, y la última vez que lo molestaba...
Al menos, después de ese día, Kardia podría conseguir a alguien mejor, y librarse de una carga tan pesada como él. Era su único consuelo.
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