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24. Despedida

Universo Alternativo.// Normal AU.// Fantasía histórica.// Genderswap.

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Otro año... Otra vez estaba en ese cementerio, caminando hacia esa fría tumba.

— Hola, Kardia.- Murmuró, arrodillándose frente a esa lápida cubierta con flores.- Felíz aniversario, amor.

Miró la fría lápida, recubierta en su totalidad por un bello arbusto de gardenias blancas, recordándole los años que su amado llevaba durmiendo ahí. Y sin poder evitarlo, cientos de recuerdos invadieron su mente.

Cómo lo conoció hace años, cuando siendo una de las hijas del rey, fue presentada ante la sociedad como una doncella soltera y disponible para ser cortejada.

Su padre había seleccionado a algunos candidatos, que le fueron presentados a lo largo de la noche. Fue durante ese baile que lo conoció.

Aún recordaba cómo todos estaban vueltos locos buscando al joven conde, y cómo al final lo vió aparecer irrumpiendo al salón, y corriendo a presentarse bastante rápido, con el corazón latiendole a mil por hora por la carrera que había emprendido.

Aún recordaba cómo Kardia le sonrió con coquetería, además de besar su mano, y sacarla a bailar ante la mirada confusa y algo indignada de su padre y todos los presentes... Pero ese toque pícaro fue lo que la cautivó por completo.

El muchacho tenía agallas, no cualquiera tendría el valor suficiente para comportarse de esa forma con la hija del rey, en su presencia. Sin contar lo bien que bailaba, el delicioso aroma de su perfume y su belleza física... No tuvo más qué pensar para dar a conocer su decisión a su padre esa misma noche.

El rey no se mostró particularmente entusiasmado, pero conocía lo suficiente a su hija para saber lo terca y decidida que podía llegar a ser. Además, el muchacho provenía de una buena familia y posición. No tuvo más opción que aceptar y entregar a su princesa en el altar.

Contrario a lo que le habían contado varias mujeres casadas de su entorno, su matrimonio fue lo más bello de su vida.

Su esposo la enamoraba cada día más, y Asmita lo amaba del mismo modo. Los cinco hijos que nacieron como fruto de su amor podían dar testimonio de ello.

Tras el fallecimiento de su hermano mayor y la abdicación del segundo, su padre decidió entregarle a ella el puesto como heredera de la corona. Y así lo hizo.

No fue un proceso nada fácil, el dolor de la pérdida de su hermano, después de su padre, cargar con el peso de un reino entero en sus hombros, y todas las críticas de sus opositores, que no aceptaban a una mujer como gobernante...

Pero Kardia siempre estuvo ahí. Siempre siendo su escudo y su espada, brindándole consuelo y apoyo, luchando sus batallas con ella, y siendo incondicional como un rey consorte... Todo eso les hizo poco a poco ganarse la simpatía de su reino.

Cómo el rey consorte amaba a su reina y siempre le fue completamente fiel, y cómo la reina era capaz de enfrentarse a todo con valor, sin perder la elegancia.

Pero nada bueno podía ser eterno...

Kardia enfermó repentinamente, y ningún médico era capaz de tratarlo. Simplemente, no había nada qué hacer por él, más que esperar su muerte.

Asmita no pudo hacer más que verlo morir lentamente, pero su amado rey siempre tuvo una sonrisa para ella y sus hijos, hasta el final.

Esa era hasta ahora la despedida más dolorosa de toda su vida...

— Te amo, mi reina. Te prometí que te amaría intensamente hasta mi último aliento, y eso he hecho, mi amor.- Le dijo Kardia ese trágico día, con su voz cansada, pero manteniendo su sonrisa.- Pero... Creo que cambié de opinión, Mita. Porque no creo que ni siquiera la muerte sea capaz de hacer que yo deje de amarte... Así que te espero del otro lado, mi amada reina. Ahí te seguiré amando.- Añadió.- Te amo, Asmita.

Después de ese discurso, Kardia soltó su último suspiro, y cerró sus ojos de forma permanente.

Asmita solo hasta entonces pudo replicar, en forma de un desgarrador grito de dolor, abrazándose al cuerpo de su esposo, ante las miradas cristalizadas de sus hijos y todos los demás testigos, conmovidos por tal muestra de amor.

Diez años habían pasado desde ese doloroso día. Diez años desde que había comenzado a vestir únicamente de color negro y mantener su cabello corto y su cabeza cubierta en público con un velo, como muestra de su luto por su esposo. Diez años en los que cada día acudía al mausoleo para visitar a su amado y hablar con él.

Su corte, sus familiares, sus hijos, incluso su familia política, todos, le habían dicho que debía dejarlo ir. Volver a casarse, conseguir otro rey consorte, terminar el luto, dejar de visitar esa tumba... Pero no lo haría en lo que le restara de vida.

Eso sería decirle adiós a su esposo, despedirse de forma permanente de él... Y no estaba lista para tal cosa.

No estaba lista para despedirse de su esposo. Simplemente nadie se compraría a él ni en un millón de años.

Estaba dispuesta a esperar pacientemente su reencuentro en otra vida. No amaría a nadie ni siquiera la mitad de lo que aún seguía amando a Kardia.

Él jamás la dejó sola, nunca se rindió con ella, nunca abandonó el barco a pesar de la turbulencia, nunca dijo "adiós"...

Ella no iba a despedirse de él y abandonarlo.

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