17. Objetos personales
Universo Alternativo.// Normal AU.// Modern AU.
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Jamás imaginó que algo así podría llegar a pasar. Jamás pensó siquiera en encontrarse en esa difícil y dolorosa situación...
¿Qué iba a hacer ahora?, ¿cómo seguía adelante?, ¿cómo continuaba con su vida?, ¿cómo detenía el dolor?
Los últimos dos años de su vida habían sido sumamente difíciles y agotadores. Desde el día en que le dieron ese diagnóstico fatal, todos los intentos por una solución durante un año entero, antes de que les dijeran que todo había sido en vano y no había nada más por hacer.
Kardia, a pesar de todo el dolor que experimentaba, siempre tuvo una sonrisa en sus labios para él. Siempre le decía que todo estaría bien, que sería fuerte y lucharía hasta el final...
Incluso cuando lo declararon desahuciado, él no perdió la cabeza, incluso fue él quién terminó calmándolo después de que casi estrangulara al médico, antes de estar a punto de desmayarse.
— Mita, está bien...- Le dijo con una sonrisa, a pesar del cansancio en su mirada, aquel día.- Vamos a casa, ¿sí?
Él solo pudo hipar y asentir, con las lágrimas escurriendo por sus mejillas.
Ese día volvieron a casa, y lloró como nunca antes en su vida. Kardia, a pesar del dolor físico que experimentaba, y el cansancio que lo aquejaba, lo abrazó diciéndole que todo estaría bien.
Eso era algo que hasta el presente le seguía doliendo... Se suponía que era él quién cuidaba de Kardia, era él quién debía mantener la calma, quién debía animarlo, quién debía tranquilizarlo... Y Kardia era quien terminaba tomando ese estandarte, a pesar de estar tan enfermo.
— Mita... Está bien, amor.- Le susurró con una sonrisa.- Mientras estés a mi lado, podría morir sin miedo alguno.
— ¿Por qué...?- Sollozó con dificultad.- ¿Por qué tú?
— No lo sé, Mita.- Suspiró Kardia, sin perder su sonrisa.- Solo sé que así sea un día o un año lo que me queda, quiero estar a tu lado.
— Yo jamás te dejaría sólo.- Afirmó, con el rostro mojado de lágrimas.- Te amo, y si pudiera, daría mi vida para salvar la tuya...
— Pero no es posible, Mita.- Le interrumpió, acariciando su mejilla.- Ya sé que parece injusto, que la vida se nos vaya en un segundo, y no podamos hacer nada... Pero, quiero que sepas, que no me arrepiento de nada, amor.- Añadió.- Te amo, y eso nunca cambiará, así muera y renazca mil veces. Ni siquiera la muerte podrá borrar lo que siento por ti.
Esa ocasión, igual que ahora, solo pudo sollozar, abrazándose a su amado. Con la diferencia, de que ahí todavía lo tenía con vida, y ahora solo lloraba abrazando un frío ataúd.
Sentía cómo sus amigos y parientes lo sujetaban, intentando apartarlo, diciéndole frases que no lograba entender y simplemente no le importaba.
Nada de lo que dijeran podría aliviar el dolor de su alma y corazón, expulsado mediante gritos y llantos desesperados, llamando a su amado, como si con eso pudiera ser capaz de despertarlo de entre los muertos.
De un momento a otro, sintió su cabeza dar vueltas, y el aire escasear en sus pulmones, haciéndolo perder la consciencia por unos segundos.
— Sé que es duro, Mita, pero debes ser fuerte.- Le dijo con dificultad su mejor amigo, sosteniéndolo en brazos.- Por él, debes serlo.
Tenía tantas cosas qué decir... Pero al mirar de reojo el ataúd, solo pudo romper en llanto, escondiéndose en el pecho de Defteros, mientras el peli-azul intentaba calmarlo, sobando su espalda.
Al menos no era el único con el corazón y el alma destrozados en esa fría sala. Manigoldo, quién solía considerar a Kardia su mejor amigo; Degel, su amigo de la infancia; Sísifo, un amigo de la familia; y la hermana menor de Kardia también lloraban amargamente su partida.
— Cálmate un poco, Asmita.- Le dijo Defteros.- El abogado dijo que es necesario leer el testamento, y pidió tu presencia y a los demás también.
Sabía que Kardia había dejado un testamento, pero menos no podría importarle en ese momento. Nada le regresaría a su amado y esa era la amarga realidad.
Solo quería quedarse abrazando su ataúd todo el día, antes de tener que dejarlo para siempre en un frío cementerio. Pero al final, terminó yendo a la sala con el notario, prácticamente a rastras de Defteros y Sísifo.
El hombre comenzó la tediosa bienvenida, expresando sus respetos por su pérdida, y todo eso... Sí, claro. Ese idiota no lo sentía en lo más mínimo.
En fin... Afortunadamente, inició la lectura de lo que Kardia había dejado escrito, efectivamente, nombrando a todos los ahí presentes.
"Manigoldo, gracias por haber sido uno de mis mejores amigos y mi mayor cómplice en más locuras de las que puedo recordar. Fuiste como un hermano al que llevaré en el corazón por siempre, y para asegurarme de que nunca me olvides, quiero que conserves el álbum de fotos que hicimos juntos con todas nuestras aventuras de adolescentes."
Manigoldo mostró una tenue sonrisa, levantándose solo para recibir el objeto de manos del abogado, y firmar una hoja. No era sencillo asimilar que lo que ayer te hizo sonreír, hoy te hacía llorar a mares.
"Degel, gracias por haber sido uno de mis mejores amigos, y siempre haber estado conmigo a pesar de todo. Lamento todos los enojos que te hice pasar, pero en compensación a todo eso, y para que puedas recordarme, quiero que conserves mi colección de cómics. Confío en que quedarán en buenas manos."
El peli-verde sintió un nudo en la garganta al escuchar aquellas palabras. Jamás imaginó perder a un buen amigo de esa forma, simplemente, nada fue capaz de prepararlo para ese momento. Igual que Manigoldo, solo se levantó y firmó las hojas necesarias, para volver a su lugar, limpiándose las lágrimas.
"Sísifo, de verdad lamento todos los sustos y enojos que te hice pasar cuando mis padres me dejaban bajo tu cuidado. Pero te agradezco por haber sido como un hermano mayor para mí, y también, por ser el puente que me permitió conocer al amor de mi vida. Y Sasha, gracias por haber llegado a mi vida, por haber sido mi pequeña hermana, y por siempre estar a mi lado. Por eso, Sísifo, quiero que conserves el brazalete que Sasha me regaló mientras estuve en el hospital. Y Sasha, conserva el collar que Sísifo me regaló cuando me gradué. Para que ambos puedan recordarme, y sepan que no están solos. Aún se tienen el uno al otro, como hermana menor y hermano mayor."
Sísifo, y la pequeña Sasha de apenas 12 años, se pusieron de pie y se acercaron para hacer aquel movimiento y recibir los objetos que les correspondían.
Sasha no pudo resistirlo, y terminó llorando, abrazada a Sísifo. El castaño también rompió en llanto, abrazando a la niña... Ninguno podía asimilar lo que estaban viviendo. Era demasiado doloroso para aceptarlo.
"Y Asmita... Mi amado Asmita. Simplemente no me alcanzan las palabras para expresar todo lo que siento por tí, amor. Gracias por llegar a mi vida y darle un giro total, por haber sido mi mejor amigo, mi cómplice, mi consejero, mi amor y mi más grande motivación. Te amé toda mi vida, Asmita, hasta mi último aliento, y lo seguiré haciendo por toda la eternidad, Mita. Ni siquiera la muerte podrá borrar todo lo que siento por ti, ¿recuerdas?"
Asmita sintió su corazón hacerse un nudo ante tales palabras. Casi podía escuchar la voz de Kardia pronunciarlas. Y era lo que más dolía, saber que él se había ido para no volver.
"¿Tuviste suficiente amor, cielo?, ¿por qué lloras?... Y lamento muchísimo haberte dejado, pero fue para mejor, aunque nunca se sintió así, mi amado tesoro del cielo. Para tí reservé algo muy especial: el anillo de matrimonio que jamás logré entregarte."
Eso fue el último golpe a su herido corazón... No pudo más y estalló en desgarradores sollozos.
Tenía él un anillo de compromiso, que compraron el mismo día que Kardia recibió esa fatal noticia, un año atrás. Kardia también tenía uno, pero jamás se entregaron los de matrimonio, no llegaron a tener una boda... Ni siquiera sabía que Kardia le había comprado uno.
Degel y Manigoldo tuvieron que sostenerlo para tranquilizarlo, así como ayudarlo a caminar para firmar los papeles correspondientes y recibir la pequeña caja, perfectamente sellada.
No se atrevió a abrirla, solo la apretó contra su pecho, llorando con amargura que ahora eso era lo único que tendría de Kardia para recordarlo. Pasaría el resto de su vida añorando todo lo que pudo ser y no fue... Todo por culpa de esa maldita enfermedad.
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