12. Flores
Universo de TLC.// Omegaverse.// Headcanon.
•=•=•=•=•=•=•=•=•=•
"El Omega de Athena"... Maldita la hora en que a alguien se le ocurrió crear ese título y las estúpidas reglas que cargarlo implicaba.
Sabía muy bien la historia detrás de eso. Antiguamente, los Omegas y las mujeres no estaban permitidos en las filas, excepto un caso específico: Los portadores de Virgo. Ellos siempre eran Omegas, desde la era del mito.
En los inicios del ejército, Virgo tuvo el papel de sacerdote, compañía y consejero de Athena, más personal que el Patriarca, quién debía dedicarse exclusivamente a ser un intermediario entre la diosa y sus guerreros. Pero posteriormente, después de que alguno se viera en la necesidad de luchar por proteger a su diosa cuando todos los demás fallaron en su misión, Athena decidió dejarlos luchar.
Eso era considerado el primer paso para que el Santuario fuera más tolerante. A partir de ahí, fue que poco a poco fueron aceptándose mujeres, primero solo Alphas y Deltas, y después todas las demás, y finalmente, Omegas y Gammas también. Aunque todos tenían en común estar sometidos a la ley de la máscara. Todos, excepto Virgo.
Los santos de Virgo no estaban sometidos a la ley de la máscara, ni forzados a ocultar su rostro. Pero, a cambio de eso, estaban obligados a conservar su castidad, igual que tener prohibido relacionarse de forma romántica.
Era fecha que seguían siendo considerados una representación de la diosa virgen Astrea, al ser siempre los más cercanos a la divinidad. Haciéndolos "merecedores" de ser "el Omega de Athena".
— ¿Pasa algo, Kardia?- Cuestionó al escuchar sus pasos y reconocer su aroma a manzanas silvestres. Un aroma inusual para un Alpha.
— No.- Respondió, deteniéndose frente a él.- Solo... Solo quería verte.
— Sabes que los Alphas no tienen permitido pisar el templo de Virgo si no es una orden directa de Athena.
— ¿Crees que me importa recibir un castigo?
Debido a la máscara que desde hace unos años, Asmita había decidido usar por voluntad propia, no podía ver su expresión, pero estaba seguro de que sufría también.
— Asmita...
— No insistas más, Kardia.- Interrumpió, levantándose de la plataforma de loto, intentando huir.- Retírate por favor.
No quería hablar de eso, era doloroso, Kardia estaba consciente de eso, y él también se sentía de esa forma. Pero necesitaba decírselo.
— Asmita, los dos sabemos lo que pasó.- Murmuró, sujetando su muñeca.- Asmita...
— Fue un error, Kardia.- Susurró.- No debimos... Pudiste...
— No me importaría en absoluto morir por ti.- Interrumpió, abrazándose a su delgada espalda.- No hay forma de que me arrepienta de esa noche... Ni de amarte como te amo.
Asmita agachó la cabeza, sintiendo como las lágrimas de Kardia comenzaban a mojarle el hombro, sintiendo el cálido aliento y la intranquila respiración ajena en su cuello, haciéndolo estremecerse ante el cosquilleo en su nuca.
— Asmita...
— Vaya que el destino es cruel, ¿no?- Rió con amargura, tomando la mano de Kardia para comenzar a guiarlo.
Kardia se dejó guiar sin resistencia alguna, avanzando en silencio, hasta llegar a ese jardín secreto del sexto templo.
La sala gemela... Un bello y enorme jardín, lleno de flores perfumadas hermosas y árboles de cerezo. Un lugar casi tan bello como los Campos Elíseos, mandado a crear por Athena en la era mitológica, como un regalo para su Omega. Una simple leyenda para muchos, pero no para Kardia, que ya había estado ahí en ocasiones anteriores al lado de Asmita.
Al estar bajo el cobijo del árbol más grande y hermoso de todo el jardín, finalmente se encararon, Asmita aún portando aquella máscara que ocultaba su rostro.
— Asmita... Mi amor, mi Omega...
— Los dos sabemos que esto es imposible, Kardia.- Suspiró el Omega, agachando la cabeza.
— La guerra santa ya comenzó... La muerte nos está pisando los talones.- Insistió el Alpha.- ¿Qué más podemos perder?, ¿qué más nos pueden quitar de cualquier modo?
Asmita mantuvo baja la cabeza, quedándose sin palabras qué decir. Sabía bien que nada podía aliviar el dolor y el pesar que no solo Kardia, sino él también, cargaban.
— Asmita... Nos quitaron el derecho de estar juntos, nos quitaron la libertad de elegir, nos quitaron...
— No lo digas...- Sollozó débilmente el Omega, llevándose las manos al vientre.- Por favor, no lo repitas... Los dos sabemos que fue lo mejor.
— Era nuestro cachorro, Mita...
— Y estoy seguro de que está mucho mejor lejos de todo esto.- Sollozó nuevamente.- A salvo de cualquier castigo... Solo por ser mi hijo.
Desde que se conocieron, cuando Asmita recién había llegado al Santuario y eran tan solo unos niños, se dieron cuenta de que existía algo entre los dos, pero no sabían explicarlo.
El tiempo pasó, Kardia se presentó como Alpha por primera vez... Y solo el aroma de Asmita fue capaz de calmarlo. Fue el único al que Kardia no atacó en ningún momento...
En ese instante lo supieron: eran destinados. Pero jamás podrían estar juntos por el puesto de Asmita.
Aún siendo conscientes del vínculo que los unía, intentaron ignorarlo y seguir como si nada pasara, pero el deseo de estar al lado del otro los hizo buscar convivir y pasar tiempo juntos, sin rebasar jamás los límites. Aunque cada vez era más difícil ignorar sus sentimientos...
Al final, dos años atrás, después de la rebelión de Aspros, finalmente no pudieron controlarse más.
Kardia sintió en todo momento el peligro en el que estuvo Asmita, y apenas lo vio, no quiso despegarse de él, buscando protegerlo. Nada habría pasado... Si Asmita no hubiera decidido ser sincero y confesar que se sentía igual por él.
Un beso que se negaron por años inició un fuego que no pudieron extinguir y que los consumió hasta las cenizas.
Esa noche, Asmita no solo rompió el voto de castidad, sino también la regla de no vincularse con ningún Alpha. Kardia lo marcó, y él lo aceptó.
No conforme con eso, un mes después, la ausencia del celo de Asmita encendió sus alarmas, y poco después, confirmaron sus temores: estaba en cinta.
Kardia estaba dispuesto a decir la verdad, hacerse responsable del cachorro, y enfrentar cualquier castigo del Santuario. Pero Asmita no lo permitió.
Ocultaron el embarazo, y Asmita consiguió ayuda externa al Santuario para entregar al recién nacido a una familia que pudiera cuidar de él. Kardia se opuso tanto como pudo, pero al final, nada consiguió.
Durante ese tiempo, Asmita comenzó a usar la máscara, aislándose aún más de todos, incluso de Kardia. No lo decía en voz alta, pero se sentía culpable por haberle fallado a Athena, y de paso, lastimado a Kardia en el proceso.
— Te sigo amando a pesar de todo, Asmita.- Murmuró Kardia, acariciando su mejilla, mientras olfateaba su cuello.- Ni siquiera la flor más bella de este jardín, lograría igualar tu aroma ni tu belleza.
Asmita tomó un profundo respiro, separándose unos centímetros de Kardia, únicamente por unos segundos, llevándose una mano a la máscara en su rostro, retirando la pieza lentamente.
— Sabes lo que significa que un Omega se quite la máscara frente a un Alpha, ¿verdad?- Cuestionó con una triste sonrisa y las mejillas mojadas por las lágrimas.- También te amo.
Kardia no dudó en abrazarlo y dejar un beso en sus labios, embriagándose con su dulce aroma a gardenias, capaz de opacar a todas las flores de la sala gemela sin el más mínimo esfuerzo.
— Por favor, sigue sin mí. No pierdas la vida en vano.- Murmuró Asmita, acariciando su mejilla, después de explicarle su loco plan.- Lamento tener que dejarte, pero es por un bien mayor.
— Siempre fuiste un Omega inigualable...- Admitió Kardia, intentando sonreír, tomando su mano.- Yo siempre te amé en libertad, Asmita. Siempre supe que eras como una flor... Una que yo amé tanto, que no fui capaz de arrancar y conservar solo para mí. Y por eso preferí limitarme a cuidar, dejando crecer libre y feliz a su deseo...- Añadió, obteniendo una sonrisa de Asmita.- Siempre supe que tu vida no me pertenece, tú no me perteneces... Y ahora entiendo que debo dejarte cumplir tu misión, igual que una flor que cumple su ciclo de vida.
— Tú siempre fuiste el sol que me hizo florecer, la lluvia que calmó mi sed, y la melodía que arrulló mi alma.
Era la última noche que tendrían juntos. Su última oportunidad para ser sinceros, la última vez que podían decir cuánto se amaban...
Igual, que una flor que se marchita después de un tiempo, para, con sus semillas y restos, dar paso a una nueva generación más fuerte, bella y gloriosa. Asmita iría directo a su muerte al otro día, dispuesto a entregar su vida para darle un futuro a las siguientes generaciones.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro