24
El rumor de una boda se hizo presente en el pueblo, no se trataba de la boda de Dolores, y, aunque si se habla de ello, el nombre de mi hermano se escuchaba más alto.
La rutina de nuestra amistad estaba a salvó, una ves más volvíamos a ser los tres mosqueteros, y aunque no lo pareciera poco a poco comenzaba a sentirme cómodo con la compañía de ambos.
Aún me resultaba extraño, aún me dolía ligeramente en el pecho que fuera Carlos quien la tuviera, podía vivir con la idea de quién compartiera su vida fuera con el, sabía que estaba en muy buenas manos, que junto a él no le faltaría nada, y el era feliz, poco a poco se notaba un poco mas expresivo, solo un poco, lo suficientemente como para que los demás notarán que no estaba fastidiado de solo verles la cara como siempre pasaba. Ellos en verdad se estaban complementando, haciéndose bien el uno al otro, dolía, claro que lo hacía, pero también estaba feliz, después de sacar todos esos pensamientos y sentimientos que intente reprimir, después de hablar con Carlos, después de tomar el valor suficiente para hablar con ella, de decir todo lo que sentía y cuánto me había dolido una parte de mi se sentía mejor consigo misma.
¿Que me había dado el valor de confirmar a ___? Carlos, la noche anterior de hablar con ella, en la habitación de el, escabulléndose como el pequeño Antonio, mirando como leía una de las libretas que le había entregado, no quería que me descubriera fisgoneando o me costaría caro, y quién mejor que nuestro hermano para poder entrar y curiosear sin ser detectado..
—¿Que haces?—. Pregunté en ese tono suave que el niño tenía, sin moverme de la puerta.
Recibiendo una mirada y una señal con la mano de que me acercarla, haciéndose a un lado para dejarme un espacio en ese inmenso bulto de almohadas en dónde solía ponerse cómodo y leer.
—¿Que haces aquí Antonio?—. Pregunto revolviendo mi cabello al sentarme a su lado, mostrando los apuntes que le había dado —¿Quieres escucharlos?.
Asentí, actuando como creí que lo haría mi hermano, Carlos tenía algo peculiar, y es que, desde hacía un par de días lo miraba observar atento no solo a su ahora novia si no también a los niños, analizando su comportamiento, y disimuladamente buscando un poco más a Antonio, y no solo buscarlo, cuidarlo, lo comenzaba a cuidar un poco más, mas que cuando era un bebé, más que cuando se derrumbó la casita, lo procuraba tanto o más que yo, y lo veía con curiosidad, con una mirada tranquila, una mirada que transmitía paz y afecto.
Comenzando a leer lo que ya sabía, cambiando siempre su tono de voz, de grabé hasta el más agudo que podía, con algo que parecía una sonrisa amplia, que mas que sonrisa parecía un dolor completo de muelas.
Observando lo mas que pudiera de su habitación hasta dar con la cajita que le había dado, donde en el se encontraba el anillo, y a su lado una completamente igual.
—¿Que es eso?—. Pregunte señalando las cajitas y prestando atención a su rostro, a esa expresión que había cambiado por completo, mostrando una mas seria y nerviosa, con mejillas coloradas y buscando en que desviar la atención.
—Son anillos—. Típico de el, por mas vergüenza que le diera, por mas pena que sintiera, por mas humillante que fuera, Carlos no estaba dispuesto a mentir, a el no le gustaba eso, y jamas lo haría con nosotros, al menos que yo supiera —Algún día le propondré matrimonio a ___.
—¿Y porque no lo haces ahora? la quieres ¿No?
—Si, pero.. no lo entenderías Antonio, solo diré, que, algún día lo hare, cuando las cosas estén bien...
Ahí supe que el si quería hacerlo, y que el único impedimento, la única causa que le impedía estar cómodo y feliz con su amada era yo, su hermano, después de todo, después de lo que le dije, parecía que no podía separar esa parte de el, el amor y la lealtad, y sabia que en el fondo, el sentía que me estaba traicionando. Si me seguía viendo infeliz el también lo seria aunque no lo quisiera, ese egoísmo que tenia, el se había sacrificado en primer lugar por mi, y necesitaba regresar la moneda, el necesitaba ser feliz, ambos se hacían ese bien, se complementaban.
Después de que el mencionara eso me fui poniendo la primera escusa que se me ocurriera, refugiándome en Mirabel, fue así como es que me había decidido hablar, como les había dado el pase libre a ser felices de una vez por todas.
Aquella mañana otoñal, el sonido de las aves retumbando por todo el lugar, el olor a comida recién hecha y café, la risa escandalosa de Mirabel e Isabela burlándose de algo que no estaba muy claro aun, y un gran arcoíris el cielo azul
—No creo que sea mala idea—. Se escucho la voz de mamá proveniente de la cocina, donde no solo ella figuraba, si no la tía Julieta quien también parecía estar de acuerdo con no se que cosa, ___ sentada en la mesita junto a mi mamá mientras que Carlos ayudaba a preparar el desayuno, la camisa remangada mas allá de los codos, el mandil de color tinto que Mirabel le había bordado con un par de franjas en zic zac, el cabello sujeto con un bonito moño en color gris y las mejillas rojas, una expresión nerviosa, mientras hacia su labor.
La risa de ___, también apenada, con esas mejillas rojizas que la hacían ver tan dulce, odiaba la idea de seguir pensando en ella como lo hacia en ese momento, ella ya no me pertenecía, y estaba con mi hermano, en verdad hacia lo que estaba en mis manos para no sentir nada, pero.... parecía que era imposible, aun estaba enamorado de ella.
—En realidad..—. Dijo ella sin percatarse de mi presencia aun —. Pensaba en algo mas pequeño.
—Totearías, debe de ser grande, es un día muy especial—. Fue mamá quien hablo ahora dándome señal para que entrara y no me quedara ahí parado, estorbando la entrada a los demás.
—¿De que hablan?—. Pregunte al fin, recibiendo la mirada alegre de ___junto a una casi respuesta de no ser interrumpida por la abuela.
—A desayunar—. Hablo la abuela caminado a la mesa principal.
La casita haciendo lo suyo, mi hermano despojándose de todo menos del moño que llevaba en el cabello. La comida en la mesa, los vasos con jugo, agua y café, todo se veía estéticamente ¿Perfecto? La mirada de mi padre vagando por todos lados nervioso, ansioso, feliz y extrañamente entusiasmado ¿Acaso ellos sabia algo que yo no?.
Incluso el tío Bruno se notaba confundido por todo, pero tampoco se atrevía a decir algo hasta que mi abuela no fuera capaz de hablar primero, sentándome junto a Carlos, escuchando el susurro de sus voces, escuchando el susurro de la voz de ella quien dulcemente decía alagas.
—¿Seguro que no quieres que te quite el moño cariño?—. La escuche decir, por mas bajo que lo intentara, seguía escuchándola.
—Estoy bien, quizá mas tarde ¿Esta bien?.
Su mano acariciando por dejando de la mesa la de ella, intentando no mostrar mas allá se un rostro frio, desinteresado en lo que tuvieran que decir los demás, intentando actual normal, como si no pasara nada, algo que detestaba, que se limitara a demostrar lo que sentía, que se ocultara bajo la mesa para acariciar su mano cuando estaba claro que prefería mil veces apapachar su hombro, o dejar caer la cabeza en su hombro como otras veces lo llegue a ver sin querer, todo porque el sentía pena, y no se sentía del todo confiado a mi lado.
—Como ya saben, hay un rumor en el pueblo, hable con los padres de ___ quienes piensan que aun están muy jóvenes pero no se reúsan a la posibilidad de que esto ocurra, y dado a que nuestro Carlitos esta demasiado decidido como para hacerlo ahora, oficialmente ___ sera para nosotros y para el pueblo la prometida de Carlos.
—Ya se había tardado—. Comento Isabela ocultando se tras su taza de café.
—Después de la boda de Dolores podremos ver los preparativos para la boda, no saben lo feliz que me hace que nuestro Carlitos este feliz y que ___ finalmente pueda ser parte de nuestra familia de manera oficial, es algo que, ya todos sabíamos que pasaría, mas aun con eso, me hace realmente feliz.
No necesitaba ser telepata para saber lo que pensaban esos dos, para saber que ___ se estaba muriendo de la pena mientras se preguntaba si realmente era necesario ese discurso, mientras a Carlos le cruzaba por la cabeza que la abuela estaba loca, que era... hipócrita, que detestaba la exposición inapropiada de los temas que se tocaban y que el asunto de su boda solo debía de importarles a ellos y que debía ser como ellos consideraran mejor y no como aquella "Vieja Dragona" como le escuche decir una vez, dijera.
—Carlos quiere hijos ya—. Fue el turno de Mirabel hablar, con una risa por lo bajo, recibiendo la mirada de todos en la mesa, y una risita de unos cuantos como lo era Antonio, Isabela y nuestra madre también.
—Mirabel...
—¿Que?—. Interrumpió a la abuela —Es verdad, lo vi, últimamente ve mucho a los niños, a Carlos no le gustan los niños que no sean Antonio, y ahora intenta... convivir mas con ellos, y la única razón lógica por la cual puede hacer eso, es tan simple como que se quiere preparar para decirle a __ que quiere hijos, y conociéndolo el no querrá dos... si no todos los que se puedan.
En es momento Isabela no soporto la risa, esculpiéndome sin querer el jugo, Carlos comenzaba a irritarse, el temblor en su ceja lo delataba, uno pequeño, que casi no se notaba a menos de que estuvieras sentado junto a el.
—Si—. Respondió ___ —Yo le dije que lo hiciera... yo quiero hijos.
Ahí todos se quedaron callados, creyéndose por completo la mentira piadosa que ella había dicho para defender a Carlos, Hijos, quien lo diría, el estaba yendo demasiado rápido a mi parecer, mas si ellos se sentían cómodos, no tenia problema, no por ahora.
por ahora eso solo se quedaba como una anécdota graciosa mas.
.
El tiempo pasaba, las noches llegaban y se despedían con la llegada del sol, las estrellas brillaban y las nubes bailaban con el aire, las caricias, los halagos, las risas entre ellos, poco a poco la confianza se ganaba, lo suficiente como para, entre tareas poderlos ver en una de las bancas de la plaza, o bajo algún árbol, tomados de la mano mientras Carlos tomaba una pequeña siesta, o simplemente conversando, quizá comiendo galletas o un helado, se veían... como sacados de un libro de romance, siendo tan perfectos que parecía que todo mundo los volteaba a ver, poco a poco esos momentos románticos salían a la luz, dejando en claro a todo el pueblo que ellos estaban juntos y que justo como mi padre una vez nos dijo, siempre siendo caballeros.
Sacando los suspiros de un par de chicas que se preguntaban si yo seria igual de caballero que el con alguna chica si la tuviera, sin darse cuenta de que estaba ahí gracias a que permanencia oculto tras una transformación, siempre siendo alguien mas, pues, desde que eso pasaba, no falta quien intentara seguirme, solo para cumplir el sueño de estar con uno de los gemelos, algo que terminaba pasando de ser gracioso a molesto.
Quizá en un futuro intentaría algo con alguien, ya que mi corazón no doliera al verlos besarse...
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