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23

Despertar con Camilo era como despertar con un niño, uno asustado que se aferraba a ti, temeroso, uno que necesitaba protección por mas que dijera que estaba bien, estaba claro que no lo era, lo podías distinguir en la forma en la que te miraba, en la que se expresaba.

Cada palabra que salia de su boca no convencía a nadie, pero tampoco quería hablarlo, por mas que la familia le preguntara el no decía el porque de su sentir, por mas que me preguntaban a mi no podía decir nada, así es como el lo quería, y así es como seria, incluso Dolores, que, aunque no quisiera saberlo lo hacia pero tampoco hablaba, simplemente daba el espacio necesario, el espacio que el quería y requería.

Permaneció esquivo una semana mas, una semana en la cual por mas que quisiera demostrar cuanto quería a __ tomar su mano y caminar de esa forma a su lado, no lo hacia, temía que Camilo nos mirara transformado en alguien mas y el dolor regresara a el.

Ella parecía entenderlo, parecía que no le preocupaba mucho eso, sabia porque no no hacia con la intención de querer sepárame o algo por el estilo, simplemente era el remordimiento, una parte de mi no estaba feliz conmigo mismo, por mas cómodo que estuviera a su lado, Camilo me preocupaba mas, y ver esa actitud lejana era una alarma para mi, de que no estaba haciendo bien las cosas.

Las cosas en casa se estaban volviendo cada vez mas locas, la boda, la gran boda se estaba acercando peligrosamente, poco a poco, y con ella la histeria de la boda de una de las nietas Madrigal, para mi, aun me resultaba hipócrita por parte de la anciana Alma, quizá el cuento de que cambio todo mundo se lo tragaba, pero era testigo que la gente no cambia de la noche a la mañana, y para mi tres años no compensaban toda una vida de desprecios, de ser utilizados como un centro de atracción, de diversión para todos.

Para aquella mañana, después de una noche pesada de pensar, dar mil y un vueltas a esas decisiones por tomar, en si era realmente lo correcto, en dudar, en dar los pros y los contras de todo lo que me acongojaba, sin saber que es lo correcto, sin saber si realmente  estaba dispuesto a sacrificar aquello que tanto se debatía en mi mente, correr sin haber comido absolutamente nada en dirección con el señor juan, el tiempo se había escapado de mis manos, no me gustaba ser impuntual y el necesitaba ayuda, lo había dicho desde un día antes, esquivando a la gente que se atravesaba en mi camino, siendo desde la persona mas alta y ágil hasta el niño mas pequeño, solo para encontrarme con una escena que llamo mi atención.

Solo para ver a ___ y Camilo conversando, parecían afligidos ambos, parecía que finalmente estaban limando las perezas, un callo emocional que comenzaba a sanara, podía verse en la forma en que el le sonreía, con gentileza, con cariño, abrazándola como si de un muñeco de felpa se tratara mientras ella acariciaba su espalda, dando pequeñas palmadas y daba gentilmente mimos en su cabello, jugueteando con los risos, mientras le dedicaba palabras que no podía escuchar.

No quería ser descubierto, no quería que pensaran que los estaba espiando, si no que, simplemente me preocupaba, por el, por ella, por el futuro tan incierto que nos estaba esperando, un futuro donde ella permanecería e la vida de Camilo, mas no de la forma en la que el planeaba, dejándolos un momento a solas para seguir con mi camino, ellos lo necesitaban, necesitaban hablar, necesitaban expresar eso que ellos guardaban en su interior.

Llegando hasta donde el hombre me esperaba sentado en la entrada de su casa, tomando algo de aire, secando el sudor de su frente con un paño, era normal en el aquel sudor, pues, a lo que alguna vez me había comentado, aquel hombre no parecía que alguna vez se acostumbrara al calor de los hornos, y honestamente, yo, después de los años que tenia ayudándole tampoco me podía acostumbrar del todo.

—Lo lamento señor Juan, me quede dormido yo...

—Ya te dije que no me llames señor Juan, aun no soy tan viejo como para que me digas señor, sigo siendo joven—. Hablo el hombre levantándose de su lugar lleno de comodidad y sombra para darme paso a entrar —Ademas, ya eres como parte de la familia ¿No? ¿O acaso no creíste que por el hecho de ser tu o Camilo no pudiera asomarme por la ventana para saber que hacían? Ustedes serian sus mejores amigos, pero yo soy su papá, recuérdalo bien jovencito ¿O debo de decirte yerno?

Su risa, estruendosa, sonora, al decir eso mientras me quedaba estático solo por un segundo, sorprendido, mientras se burlaba de mi, y de mi rubor traicionero en las mejillas en ese rostro inmutable, en esa mirada figa y ojos ligeramente sorprendidos, dando pequeños golpes en mi espalda para que avanzara y entrara de una vez por todas , dejando de lado mi ruana y sujetando mi cabello, podía sentir esa mirada acusadora sobre mi, quizá el no lo aparentaba, pero yo sabia que ese hombre por dentro estaba ideando mil y un formas para matarme.

Siempre fue un padre protector, un padre que buscaba lo mejor de lo mejor para su hija, su mundo, la belleza infinita y la que le daba sentido y brillo a su mundo, para ese hombre que figuraba junto a mi no había una persona que pudiera ser capaz de estar con su hija, pues ella merecía solo lo mejor de lo mejor y eso no lo encontraría con nadie, al menos no mientras el viviera.

Metiendo la manos en mis bolsillos en busca de una señal de refugio sin tener que verme débil, ahí los vi, el anillo que Camilo me había dado, que me pidió le entregara a ella, así como el anillo que yo había comprado ¿Que tan cercanos o parecidos tienen que ser los hermanos para pensar de la misma forma y tan diferente a la vez?

Pues a pesar de que ambos hubiéramos comprado un anillo para un futuro eran tan diferentes, mientras el penaba en ella y e ambos, yo solo pensaba en ella y en el amor que le tenia, recordando el color rosado con una forma de corazón y aquella piedra blanca justo en el centro.

Logrando que un nudo en la garganta se formara, los cargaba conmigo todo el tiempo solo para recordarme seguir sin importar que. Las horas pasaban lento, mas de lo que me hubieran gustado, trabajando en sacar aquel pan que debía de estar listo, casi como para medio pueblo, mientras el hacia la pequeña canasta de sus ya bien conocidos panes de conejos especiales para su hija.

—Te digo algo—. Hablo como siempre —No me gustaría que mi hija crezca mas, ya tiene e dieciocho, no quiero verla crecer y que se marche, me dolería en el alma saber que esta con otra persona y que no podre hacerle mas su pan, que pronto, en algunos años, conocerá a alguien que la haga igual o incluso mas feliz que yo y que me dejara... No me malinterpretes, pero, seamos honestos, las relaciones jamas duran para siempre, tienes que conocer para encontrar a la persona indicada, quizá en este momento seas tu, pero en un futuro, con forme crezcan lo que siente cambiara y quizá no sean el uno para el otro.

Agrego siguiendo con su trabajo, sin esperar una respuesta clara de mi parte como siempre, solo que esta vez si hable.

—Honestamente, no planeo terminar con ___—. Hable sin levantar la vista, concentrándome en lo que estaba haciendo. —Estas noches estuve pensando, en muchas cosas cosas, recordando muchas cosas, y sabe que, me di cuenta que yo sin querer ya sentía algo por su hija desde el primer día, y sin darme cuenta, siendo un niño que se negaba a sentir, que se reusaba a la idea de tener afecto por alguien que no fuera mi propia familia, pero que, al final lo acepto, y si tuve que esperar dieciocho años para poder estar junto a ella y poder decir que es mi novia, no planeo dejarla ir tan fácilmente.

Una mirada figas al padre, su expresión sorprendida mientras yo seguía sin parar, dando uno que otro vistazo rápido.

—¿Tienes algo mas que decirme?—. Pregunto dejando la asa de lado para mirarme

—Si... Tengo una cosa que pedirle...




💮🐇🌸🐇💮





Las horas habían pasado después de esa conversación rápido, la tarde ya estaba presente, la hora de la cena se acercaba, aun tenia que dar una ultima función como se había establecido ante el pueblo, o como se había comprometido Mirabel, detestaba que hiciera eso, que le dijera al pueblo entero que ella me convencería, dándoles una respuesta positiva antes de siquiera preguntarme si podria, no me negaría, era parte de "Mi labor para el pueblo" pero, un poco de consideración en cuanto a mi tiempo no estaría mal, quizá en ese momento no estaba dispuesto, no estaba de humor, o simplemente no quería hacerlo y el pueblo ya en mi habitación esperando, sentados en el suelo como si fuera su bufón real.

En la lejanía podía ver una mata castaña, que tomaba de la mano a Antonio, con una sonrisa, alguien que lo hacia con Tania que se encontraba en el otro extremo, niños de aun conservaban la inocencia y la felicidad que los adultos deseaban tener una vez mas.

La idea baja de que de esa forma podria verse con sus hijos, imaginando que mi hermano y esa niña pudieran ser nuestros hijos mientras que ella los tomaba de la mano en un paseo por el pueblo como hacia mi madre conmigo y mi hermano, eso hijo que mi corazón latiera con tanta fuerza que pareciera que ella estando lejos podria escucharlo, que los nervios y los colores me invadieran, y que la idea de formar una familia, de tener hijos en un futuro no se escuchara del todo descabellada, un futuro que sin dudarlo me gustaría vivir tarde o temprano, con ella...

Saliendo de mi embelesamiento , trayéndome una vez mas a la realidad cuando ambos se alejaron corriendo soltado su mano, dándome la oportunidad de ir con ella, de caminar un poco mas rápido hasta llegar con ella, aclarando mi garganta para hacerme notar.

—Hola Carlos—. Hablo dedicándome una mirada y volver la vista al frente —Hable con Camilo hoy al fin.

Casi siempre, no sabia como responder, se supone que debía ser natural, que ser novios era lo mismo que ser amigos, pero mejor, y de ser así, no entendía porque en ese momento como en cualquier otro cuando comenzamos a salir las cosas se salían de mis manos.

—¿Quieres ir a sentarte?—.  Pregunte recibiendo un si de su parte, sintiendo como su mano sujetaba la mía para guiarme, sin saber que hacer, sintiéndome extraño, el hecho de que la gente pudiera vernos, de que Camilo se encontrara ahí no me dejaba actuar con la libertad que deseaba.

Llegando hasta el lugar donde la conocí, mirando como se adelantaba con una sonrisa, extendiendo su mano para que la alcanzara, sintiendo como podía respirar una vez mas con normalidad

—Creo que las cosas están bien con el, el me dijo que, esperaba fuera feliz contigo, que no sentía rencor, ni tristeza, que estaba feliz por eso—. Comenzó a hablar dejando caer su cuerpo en el pasto en espera de que hiciera lo mismo —Dijo que no debíamos ocultarnos, que no estábamos haciendo algo malo, y prometió que, si se enteraba que nos escondíamos te golpearía.

Golpearme... el había amenazado con eso... vaya tonto...

—Yo hoy hable con tu papá—. Dije besando su mano como siempre hacia 

—No me digas que te dio el sermón de que somos jóvenes aun para tener hijos pero que le gustaría tener nietos y esas cosas—. Dijo entre risas a lo cual yo solo negué, repetidas veces antes de tomar esas mejillas suaves y plantar en sus labios un beso, un beso reconfortante, con una sensación que amaba,

—Fue mas bien... una petición, eso fue, le pedí permiso

—¿Permiso? ¿Permiso para que Carlos Madrigal?—. Su tono de voz, extrañado, curioso y burlón

—Para Casarnos...

Una risa, eso fue lo que recibí, una risa nerviosa que no captaba lo que había dicho, tardando unos segundos en darse cuenta de lo que había dicho, solo para regresarme una mirada sorprendida y mejillas pintadas como las fresas maduras.

Extendiendo mi mano para que pudiera levantarse mejor, sin caer, atrayéndola a mi pecho en un abrazo y un beso en su frente, en ese rostro oculto en mi, llena de pena, obligándola a que me mirara.

—¿Nos casamos?—. Pregunte con una sonrisa gentil solo para ella.

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