18
Siempre creí que debía cuidar a todos, que no debía dejar que nadie pasara un mal momento, pues, después de todo, para eso estaba, para eso era mi don, mas que para ayudar, para divertir a todos, quizá si, Carlos era el hermano artístico, aquel a quien todo mundo iba a ver por algo de entretenimiento, para mirar, escuchar y deleitarse con esas historias infinitas, de gente mas que extraordinaria, creando en su mente aquello que podria hacer, y aunque no lo notara, aunque no pudiera verlo, la gente lo amaba, le tenia un gran afecto a ese chico que con trabajo te saludaba, aquel chico que al salir de la casa Madrigal no paraba su paso ni un segundo hasta llegar a donde sea que tuviera que dirigirse, hasta su objetivo.
Dos años, dos largos y tortuosos años habían pasado después de que Carlo sacara toda esa rabia oculta que tenia rompiéndome la nariz, las cosas paresia que fluían con total normalidad, no había mucho que tuviera relevancia en ese tiempo, los cumpleaños pasaban, los días, las noches, mas rápido de lo que creía la gente cambiaba, Antonio ya no era mas ese niño de cinco años, ahora era un niño mas alto, de mejillas menos pintadas pero igualmente adorable.
Un niño de ocho años que comenzaba a ser mas independiente, que de pronto solía desparecer, y que regresaba de la mano de ___, riendo por lo bajo, su confidente, mientras que yo que soy su hermano no sabia que es lo que le pasaba.
La mañana de un día antes del cumpleaños numero dieciocho de ella todos se notaban raros, nadie decía nada, la abuela permanecía callada, disfrutado de su café en espera a que la tía Julieta terminara de cocinar.
—Sigo sin entender porque tengo que hacerlo yo—. Se escucho la voz de Carlos en la cocina, la tía Julieta no se encontraba en ningún lado.
Mirabel se veía feliz, extrañamente feliz, bailoteando por todo el lugar, canturreando, parecía una niña.
—Deja de quejarte Carlos—. Esa fue mi abuela, la voz tan fría que tiene es indistinguible.
Al pasar de los años, la gente cambia, eso es mas que claro, se vuelve mas madura, aprende cosas nuevas, su actitud cambia, pero.. Carlos Madrigal seguía siendo el mismo malhumorado de siempre, con esa mirada tan seria, tan fría y carente de emociones, incluso ella había cambiado, su cabello ya no lo recogía de la misma forma, su ropa no era mas la misma, ahora, llevaba consigo detalles menos sutiles en su ropa, como dos camaleones bordados en su ropa, uno de color rojo y uno naranja, y usaba un color carmín en sus labios, pocas eran las horas de diversión que teníamos, ya no es lo mismo...
Ahora ella ayudaba a el maestro del pueblo, ayudándolo con los niños, siendo la maestra mas joven y la mas amada de entre los niños, la princesa, la reina de los ojos de muchos, ella que los trataba con dulzura, y sobornaba con panes.
—¿Que se supone que hace aquí?—. Pregunte a la abuela entrando a la cocina, acercándome para ver sobre el hombro de Carlos. Olía bien, se veía bien —¿porque estas cocinando tu? ¿Y la tía Julieta?—. Pregunte tomando una arepa directamente del calor, maniobrando con ella para que no se me cayera.
—Porque si tu lo haces destruirías la casa—. Respondió el sin retirar la mirada de la comida.
—¿Alguna vez viste la cocina incendiándose? ¿o la casa?
—No, y eso es porque nadie te deja acercarte aquí, de ser así volveríamos a construir la casa desde cero, solo que esta vez, tu serias el burro de carga.
—JA, JA, JA, Que gracioso bestia desgraciada, ¿Donde esta mi tía? tenemos que irnos...
—¿Irse? ¿A donde van si se puede saber?—. Por un segundo había olvidado que ella se encontraba ahí, mirándonos con el seño fruncido, esperando a que Carlos me regresara el insulto para darnos un gran sermón.
Pero como siempre, ese mocoso siempre se salia con la suya, evadiendo por completo el tener que responderme el insulto, aunque así lo quisiera, solo para mencionar que mi tía estaba comprando algunos vegetales para la cena.
La cena de hoy era quizá, una de las mas importantes para la familia, o mas precisamente para Dolores, el día de hoy seria la fecha de compromiso, hoy ese mastodonte le propondría matrimonio a mi hermana, todos en la familia lo sabia, todos menos ella, intentamos ser lo mas discretos posible, Mariano nos lo había hecho saber, a todos y cada uno de ellos, con una nota donde se podía leer lo que tenia planeado y pidiendo ser lo mas discretos posibles, en cuanto a la escusa de porque demasiada comida, y sobre todo porque una de esas cenas que no normalmente teníamos, tuvimos que usar a ____ como chivo expiatorio, una cena sorpresa ya que el día de mañana estaría toda la tarde con los niños ayudándolos con el ABC, ella lo sabia, Carlos se encargo de decirle.
En cuanto a nuestra situación amorosa... Todo seguía su curso, un año nos costo tener que acostumbrarnos al hecho de saber que ella sentía algo por uno de nosotros, pero que no seria capaz de decirlo, un año nos costo, o por lo menos a mi, actuar de manera normal, o al menos disimular que todo estaba bien conmigo, que no me moría por dentro, y que, en ocasiones, repetía en mi mente esos escasos besos que tuvimos, logrando hacer que la sensación de jugueteo, del hormigueo, de la emoción volviera a mi, como si estuviera pasando, repitiéndome siempre al dormir que no faltaba mucho para saber la verdad, que no me desanimara, que aun había una oportunidad de estar a su lado.
Buscando entre mis cosas siempre cosas que me dieran esperanza, lo ultimo que encontré fue un dibujo que había hecho, uno que ingenuamente había hecho de niño, cuando creí que vivir con una chica era porque se trataban de mejores amigos, una hoja vieja y arrugada de colores gastados, un jardín con flores moradas, el sol brillante, arboles, pájaros y un arcoíris en el cielo, ella y yo con unos cuantos conejos en nuestra casita.
Era inocente, pero ahora... que lo miraba de nuevo cada mañana, me daba cuenta que era mas que vivir con una amiga, que era un deseo reprimido que no pude detectar hasta que la edad de dieciocho años no me golpeo en la cara.
—Vieron a Antonio?—. Pregunto Bruno, acercándose a nosotros, esperando que tuviéramos la respuesta, estaba a punto de responder algo como "vez el futuro ¿y no puedes buscar a un niño de ocho años?" pero solo se quedo en el intento, negando repetidas veces con la cabeza.
Horas, minutos y el no terminaba, Julieta no llegaba y yo comenzaba a desesperarme, quería salir de casa lo antes posible, correr por los prados hasta llegar a esa pequeña escuela donde podria verla a ella, rodeada de niños, con una sonrisa maternal, y esa coleta que se hacia cuando estaba ahí.
—Vamos ya—. Fue la voz de Carlos llamándome, dejando caer sobre mi cara el mandil, recibiendo un beso de mi tía a manera de agradecimiento, un beso que no lo inmuto, en verdad, dicen que la gente con alma de ancianos desde niños, esos que son mas amargados terminan siendo unos viejos cascarrabias con forme los años pasaba y eso lo estaba experimentando y comprobando con mi retrato, mi hermano maligno y cara de bulldog francés.
Sacudiendo la ropa, alzando la ruana y mirando que el cabello estuviera perfecto, siempre que se acercaba su cumpleaños nos permitíamos ser tan atentos como pudiéramos, ser tan amorosos como quisiéramos, y porque no, un poco coquetos, o al menos eso es lo que Isabel solía reprobarme, decir que soy lo demasiado coqueto con ella como para poder hacerla confundí, cuando no lo era, si tan solo ella no se hubiera dado cuenta de que sentía algo por ella, que ella sentía algo por mi, si la familia no supiera nada de eso, lo verían ta normal, porque ese era mi trato desde que tengo memoria, y no, no lo hacia por coqueto, simplemente lo hacia porque quería, porque me nacía, porque así la trate en un inicio y no pensaba cambiar ese trato con ella, es eso justo lo que __ quería, que no cambiáramos y es justo eso lo que estaba haciendo ahora.
Transformándonos en dos par de niños del pueblo solo para no ser intersecados en el camino por nadie y mirar cuanto es que ella tardaba en darse cuenta de que nos encontrábamos ahí.
—Se dará cuenta—. Hablo Carlos corriendo a la par, solo para darnos cuenta de que la gente nos miraba, dos par de niños con voces masculinas...
Había una que otra persona que nos identificaba y solamente reía, dos adultos jóvenes aun transformándose en niños.
—Tengo una duda—. Dije al casi llegar a nuestro destino, arrancando las flores que podía y como podía sin detener mi paso —Si uno de los dos se transforma en mujer.. y bueno ya sabes... ¿Crees que podamos terminar embarazados?
Pregunte con una pequeña risa nerviosa al llegar al ese pequeño salón de clase donde ella no prestaba atención a su alrededor, concentrada en los niños, repasando lo ultimo antes de dejarlos marchar.
—¿Que?—. Pregunto confundido —Camilo... ¿Cuantos años tienes?
—Dieciocho, los mismos que tu bestia —. Respondí apretando su mejilla recibiendo un manotazo.
—Tienes dieciocho años y aun piensas en idioteces.
—Solo responde...
—No lo se, quizá, yo que se, ¿Porque no lo intentas y me dices como salio?
—¿Crees que soy tonto?—. Respondí tirando su cabello.
Una pelea infantil así es como comenzaba todo siempre, con un tirón de cabello por aquí y una apretada de mejilla, quizá un pellizco, como si jamas hubiéramos crecido, escuchando a un niño de fondo gritar que había dos extraños fuera del salón
—¡EL PRINCIPE Y EL REY!—. Grito una niña, la voz de Tania, esa pequeña niña que ahora llevaba dos largas coletas y mejillas pintadas.
Sin soltarlo, no lo pensaba soltar hasta que el no me soltara.
—Niños... ya se puede ir—. Esa era la voz suave de ___, parada mirándonos con una sonrisa nerviosa. —¿Ese es Antonio? —. Pregunto señalando en dirección al camino al pueblo, donde un Antonio nervioso con una flor se acercaba a Tania, mostrando una sonrisa gentil.
Fue en ese momento en que ambos le soltamos para mirarlo, mirar como ese niño que años atrás nos había mencionado que le gustaba Tania, o que al menos eso parecía, los tres atentos a loa movimientos de esos dos, llegando a casa le preguntara a Dolores, no podía quedarme con la duda de saber lo que estaba pasando.
—Así es como se hace—. Dijo ella caminando entre los dos sin mirar atrás, tirando de nuestra ropa.
—Te traje unas flores que Carlos mato—. Respondí entregando el tallo de las flores que había arrancado.
Recibiendo a cambio un pequeño beso en la mejilla que lograba hacer que mi corazón bailara de alegría y la sonrisa se acentuar.
Desde hace un par de semanas me había dedicado a examinarla, a mirarla, a detectar cualquier señal extraña, a grabar cada gesto de ella, solo para darme cuenta de que, le dedicaba miradas muy fugaces a Carlos, a igual que sonrisas, lo que solo me hacia pensar aun mas en que nos diferenciábamos en su trato, pues, ante los ajenos ella hacia exactamente lo mismo con albos, pero estaba seguro de que, algo, tenia que haber algo que me diera la señal que tanto esperaba para poder estar con ella, de poder tomar su cintura sin problemas y poder besarla.
Caminando con rumbo y sin desviaciones a nuestra casa, a la casita que nos abría las puertas con alegría, mirando en primera instancia las flores, las plantas tan diversas y enredaderas que adornaban la casa, junto a un beso de la abuela en las mejillas de ella.
Ahora cada vez estaba mas con nosotros, cada vez pasaba mas en nuestra casa, un poco mas y vivía con nosotros, o al menos eso es lo que decía Isabela, quien siempre que eso pasaba se llevaba lejos a Carlos y no lo dejaba escapar hasta no pasado un rato, un rato donde siempre tenia el impulso de apretar esas mejillas rosadas y besarla, besarla como si fuera la ultima vez que o hiciera.
Esperando a que todo saliera perfecto, caminando en dirección a la cocina donde ella se había ofrecido a ayudar, sujetando su cabello, y por sujetar era dejarme que lo trenzara. Tirones te cabello, quejas y pequeños golpes de plantas me costo aprender hacerlas, solo para poder sujetar ese cabello, solo para poder pasar tiempo con ___, tiempo que me tarde en convencer a Isabela de que me mostrara, de que me dejara hacerlo con ella, pues su cabello siempre era similar, o al menos en la forma.
Todo tenia que salir perfecto esa noche ¿No es así?
O al menos eso es lo que quería pensar, eso es lo que se tenia planeado, eso es lo que se tenia que hacer, pero no contaba que la noche se arruinaría un poco, o al menos solo para mi, si tan solo no hubiera escuchado, si tan solo no hubiera visto nada....
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