Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

17

En el momento en que Camilo comenzó hablar, en el momento en que comenzaba a negarse a quererla, poco a poco mi juicio se nublaba, me molestaba el hecho de que el pudiera hacerle daño, no necesitaba ser yo quien estuviera a su lado, si no ella.

Lo sabia, así estaba destinado a ser, debí de haberlo sabido desde el momento en que ambos ocasionalmente se perdían de niños solo para hacer travesuras juntos, debí de saberlo desde el momento en que ella se había negado a aceptar un obsequio mio.

Solo eramos unos niños, no mas de nueve años quizá, poco mas, poco menos, en ese momento Camilo estaba castigado, la abuela le había prohibido salir de su habitación, pues, aquel niño durante toda la semana no había hecho mas que travesuras, había ocasionado problemas en el pueblo, jugando bromas de manera desenfrenada con un solo propósito.

Hacerla reír.

Su conejito, ese que Camilo le había obsequiado el día de su cumpleaños había fallecido, esa tarde, recuerdo ir a los montes solo para enterrarlo, mientras ella no dejaba de llorar, tomando nuestras manos con fuerza.

Nunca me había sentido tan mal por ella como en esa ocasión, un mes después, su mejor amigo, aquel perro que siempre que nos veía llegar a su casa se acercaba alegre, moviendo la cola de un lado a otro y dejando uno que otro beso perruno en nuestras caras.

Nunca me había sentido tan impotente como en esa ocasión, un niño que no sabia como hacer sentir mejor a su amiga, sin permiso de acercarme a los hornos, sin permiso de estar en la cocina sin superación, y sin nadie que pudiera supervisarme, ¿De que me servia poder hacer el pan de conejo s no podía hacerlo? Siempre detrás de mía padres, de la tía Julieta, de quien fuera con tal de que me dejaran usar el horno, o bueno, casi a quien sea, pues no podía atreverme a decirle al hombre que me había enseñado hacerlo, me daba pena, y en ese momento no hablaba lo suficiente con el, y el no estaba aun acostumbrado del todo a mi presencia, a cambiar de formas, a ser un niño que le ayudaba con el pan, no había temas de conversación.

Así que, la solución de Camilo fue, simplemente hacerla reír con sus ocurrencias, algo que no tenia un resultado positivo, ni para ella, que se preocupaba cada vez mas, tanto como para el quien recibía los castigos, mientras yo, simplemente, me quedaba de brazos cruzados, intentando saber como poder hacerla feliz.

Hasta que en una mañana me decidí, la luna aun no se ocultaba de todo, y por las calles solitarias el frio era envolvente, mirando a todas lados, cuidadoso de no hacer ruido, susurrando una y otra vez a Dolores no dijera nada si es que me estaba escuchando, hasta llegar a los cultivos del señor Pedro.

Cultivos que estaban siendo comidos por una plaga de animales, con medo, con temor recorriendo el lugar entre la oscuridad de la cosecha, el maíz, el trigo, frutas y verduras, esperando paciente, tiritando de frio hasta que, finalmente los vi, unas pequeñas orejas de color café junto a un par mas de color rosado y blanco, saliendo temerosos de la madriguera en donde se encontraban.

Fueron al menos cuatro horas en ese lugar, el pueblo estaba desatado en caos, nadie me encontraba y Dolores había puesto como pretexto que no escuchaba mi voz, cuando mis quejas eran mas que claras, con la ropa sucia, la ruana rasgada, el cabello enmarañado y descuidado y la cara llena de lodo.

Así es como me deje ver en el pueblo, ignorando las preguntas sobre mi paradero hasta mirarla, ahí sentada en el comienzo de la jungla que eran esos arboles inmensos tras su casa, la ultima casa del pueblo, la mas expuesta de todas, pero con mas espacio para jugar, así como lo era la nuestra que es la cabecera de todos en el pueblo, sujetando el collar de su perro con lagrimas en los ojos, junto al bulto de tierra que era su tumba.

Agitado, cansado, pero también satisfecho fue que me miro, sin dejar esa expresión triste en su rostro.

—Te traje algo—. Dije con dificultad hincándome frete a ella, solo para dejar ver un conejito, ese conejo café de ojos claros. —Se que los extrañas, pero... es natural, no siempre estarán contigo.

—Deberían de estarlo—. interrumpió si dejar de mirar al conejo que movía los bigotes de manera nerviosa

—Tómalo, lo traje para ti, para que te acompañe—. Intentaba sonreír, intentaba hacer que ella se sintiera cómoda conmigo, pues, pocas veces nos quedábamos solos ella y yo.

—No...—. Susurro negando con la cabeza —No quiero.

—¿Porque no?—. Pregunte mirando el conejo con decepción para dejarlo ir, mirando como escapaba corriendo de nosotros.

—Porque va a morir también, y no quiero enterrarlo.

No le respondí, tenia un punto uno muy bueno, mas con todo y eso, no quitaba el hecho de que estaba decepcionado, me había esforzado en verdad atrapando ese conejo colo para ver en ella una sonrisa, solo para poder verla feliz después de ese trago amargo que es perder a tus amigos, esos que te acompañaban en todo momento, sea de día o de noche.

—No los necesito... No quiero otra mascota, no quiero ponerme triste.

—Pero son tus amigos...

—Ustedes también, y se que con ustedes jamas estaré triste.

—Si—. Respondí —Somos tus amigos, y jamas te haremos triste, yo jamas te voy a dejar, ni permitiré que estés triste, también prometo hacerte feliz de la manera en que yo pueda.

Una promesa que no había podido cumplir...

Pues ahora, al mirar ese rostro, esa mirada decepcionada sobre mi, ese rostro lleno de preocupación y miedo, de tristeza, mirándola desde el sueño aun siendo ligeramente sujetado por mi padre y mi tío en caso de que intentara golpear de nuevo a Camilo, quien le sonreía con ternura sin parar de sangrar mientras yo no paraba de llorar en silencio.

Observando como ella se acercaba a Camilo, intentando calmar el sangrado, pasándome de lado, sin pena ni gloria, ahí fue cuando un suspiro salio de mi, y finalmente había sido soltero, parándome sin decir una sola palabra, saliendo de casa, ignorando la voz de Isabela y Mirabel que me llamaban con molestia y preocupación.

 Caminando sin mas hasta lo que alguna vez fue la tumba de aquel perro que ella tanto amaba.

—Sabes...—. Dije a la nada —Cuando vivías las cosas eran mas simples, por alguna razón, es raro, pero te extraño amigo...

Si, estaba hablando con lo que alguna vez fue un perro, y que, ahora no eran mas que huesos en el mejor de los casos.

Pude estar ahí por horas, solo, sin que nadie me molestara, intentando calmar las emociones encontradas respecto a Camilo, respecto a lo que había dicho momentos atrás, preguntándome si en verdad valía la pena sentir algo por alguien, haciéndome a la idea deque jamas me amaría, incluso llego a pasar por mi mente que ella, ni nadie estaba hecho para mi, no estaba hecho para ser... alguien especial en la vida de otra persona, justo como me habían dicho en una ocasión. Solo que en esta ocasión parecía ser verdad.

—Toc Toc—. Se escucho la voz suave de ___ tras de mi, tocando mi hombro —¿Puedo acompañarte?

—¿Como diste conmigo?—. Pregunte sin mirarla.

—Bueno.. eres Carlos, no hay forma de que no te conozca, si yo soy el a...

La frase, no la termino, no era ya lo mismo, ya no era igual jugar a decir que era el amor de mi vida comos solia hacerlo antes, pues, ahora sabía que era verdad.

—Lo lamento....—. se disculpo —Yo... Solo supuse que estabas aquí, y al parecer tenía razón ¿En qué piensas?

—¿Porque preguntas si ya sabes la respuesta?

—Claro... AM... Sabes, creo que necesitamos hablar, tu y yo.

—¿Hablar? ¿Sobre qué? Creí que ya se había dicho todo.

Poco a poco el frío se hacía presente por culpa de mi mamá, estaba estresada, seguramente por lo ocurrido momentos atrás, más precisamente conmigo.

—Pues.. tu eres importante para mí, yo, te amo, en verdad te amo...

—Lo se, siempre nos lo dices—. Respondí acariciando su cabello como antes, tenía demasiado sin hacerlo., y ciertamente era reconfortante poder ver esa sonrisa infantil. —¿porque nos mas?

Pregunte mirando la forma en que pasaba su mano  por su brazo, nerviosa, sin mirarme, sin saber que contestar, poco a poco los segundos pasaban, y no tenia respuesta, algo que me desanimaba, necesitaba entender que diferenciaba a cada uno con respecto a su querer, necesitaba entender si realmente la decisión de dejarla a un lado era la mejor, o si seria una decisión que me torturaría, persiguiéndome hasta el final del camino, soñando cada noche lo que pude ser para ella, la familia que pude formar a su lado.

Quizá.. solo quizá era demasiado apresurado en pensar mas allá de un par de meses, pero, es parte de mi naturaleza, siempre me admiraron por eso, por saber lo que quería cuando quería, y tener en claro esa meta hasta tenerla, mas, esta ocasión, esa meta no se cumpliría, desde un momento a otro esa necesidad de tenerla junto a mi, de saber como seriamos al crecer... 

—Once años no pasa en vano—. Hablo finalmente, volteando a verme —Tú, eres... especial para mi, quizá, no siempre pueda saber en que estas pensando, pero, si algo se es que, eres amable, eres gentil aunque Mirabel diga que en ocasiones poder ser cruel con tu indiferencia, me haces sentir... protegida, segura, puedo hablar contigo de cualquier tema y sin importar que tan difícil sea la situación siempre tienes una respuesta para todo, ademas, tus obras son arte, siempre ame esa parte de ti, ese toque tan teatral, tan artístico, siempre buscas la forma mas certera de hacerme feliz, como aquella vez...

—¿El conejo?—. Pregunte extrañado, ese día parecía de todo menos feliz, se veía triste, nostálgica, pasando sobre ella la ruana para que se tapara y así al menos amortiguara un poco el frio que cada vez aumentaba.

—Si, ese día me conseguiste un conejo, todo mundo te estaba buscando, pero no estaba lista para sanar esa herida que mis mascotas dejaron, y aun así, lo hiciste, llegaste justo aquí, sucio y con la ruana rota, y te quedaste aquí, conmigo hasta que no me sentí mejor, por eso y mas cosas te amo, pero.. hay algo que amo mas de ti, y es el amor que le tienes a tu hermano, eres capaz de todo por el, y eso me gusta mucho.

—Recuerdo que te pedí que la tiraras y no le dijeras a mamá porque se enojaría, le dije que te la había regalado..

—Jamas tire la ruana—. Sus ojos brillantes, con una sonrisa gentil, tomando mi mano con cuidado, acariciando el dorso y dejando sobre ella un beso —¿Recuerdas el vestido que use en su cumpleaños el año pasado?

Como olvidar ese vestido, un vestido diferente al que alguna vez estuvimos acostumbrados, fuera de ese blanco impecable que siempre usaba, uno de color negro, con un corazón rojo en el pecho y un lazo amarillo en la cintura, todo en ella se veía diferente, su cabello era mas corto, y no tenia ese distintivo moño.

—¿Que tiene el vestido— Se encogió de hombros con una sonrisa, dando a entender que en ese vestido estaba la ruana que de niño pedí que turara.

¿Cuan encantadora tenia que ser una persona para poder ganar el corazón de alguien? ¿Eran sus acciones las que me hacían amarla? ¿Su belleza singular? ¿El destello de sus ojos al mirarme? o era todo ella lo que provocaba que cada vez que mirara ese color rojo en sus mejillas mi corazón golpeara tan fuerte que podía llegar asustarme.

—¿Y si hacemos una promesa de explorado?—. Pregunto al sentir como poco a poco las gotas de lluvia comenzaron a caer —Déjame ser egoísta, no me odies—. Era una advertencia... siempre que pedía no odiar es porque, posiblemente lo dicho no nos gustaría. —Si aun me amas para cuando tengamos veintiún años, te diré a quien amo...

—¿Veintiún años? es demasiado, quizá para ese entonces tus sentimientos cambien.

—Carlitos... tengo once años enamorada de uno de ustedes.. puedo esperar unos cuantos años mas, pero... mientras el tiempo pasa, también prométeme que volveremos a ser los mismos que eramos meses atrás, esos que se gastaban bromas, que volverás  a ser mi mejor amigo...

—¿Camilo esta de acuerdo?—. Pregunte llevando el cabello mojado tras su oreja, escuchando un si de su parte, un si bajo, unas mejillas rosadas y labios de melocotón, necesitaba amarla, necesitaba que me amara —Te prometo, con mi corazón, que no voy a dejar de amarte... Y... que seré el mismo de siempre, esperare por ti.

Respondí, con la garganta hecha un nudo, sintiendo su maño suave acariciar mi mejilla, agradeciendo, la singularidad de su voz entraba en mis oídos deteniéndose en mi mente, en mis recuerdos, anhelando escuchar mi nombre junto a un te amo, sellando nuestra promesa con un beso, el ultimo beso que podre darle, el segundo beso, uno lleno de amor y esperanza, aferrándome a su vestido mojado, a su mano temblorosa, y a su aliento cálido que chocaba contra mi cada vez que nos separábamos solo para volvernos a encontrar una vez mas...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro