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15

Ella se había marchado, dejando atrás el corazón de ambos, ella sufría, por mi culpa, por culpa de Camilo ¿Era necesario tanto dolor solo por tener a quien amar?.

¿Era justo el dolor que los tres nos estábamos ocasionando solo por destapar nuestras almas y dejar expuesto nuestro sentir?

Ella tenía razón, los tres teníamos algo especial, una amistad de años que se se hundía en el mar tormentoso del Pacífico.

En mis pensamientos estaba ella, caminando descansa sobre la arena que formaban mis recuerdos de todos aquellos bellos momentos que comenzaba a olvidar, que comenzaban a ser reemplazados por cristales finos de los sucesos recientes.

Mi corazón que se marchaba con ella al mismo tiempo que la rosa comenzaría a marchitarse al tocar el suelo, este era el final de la interpretación más importante que alguna vez tuve.

El telón comenzaba a cerrarse para este joven que mutaba solo para ella, que buscaba son parar las historias de amor más bellas solo para ver sus ojos brillar, interpretando aquello que anhelaba mi corazón y era incapaz de decir.

La voz de Camilo llamándome, temeroso de mi, temeroso de lo que diría.

Estaba decepcionado, pero al mismo tiempo, no me sorprendía que el fuera quien se acerca sin importar que, no me sorprendía que fuera el quien le besara con ese cariño cínico, sin importar lo que estuviera a su alrededor.

Pero, a la vez estaba admirado de todo lo que el podía hacer y yo no me atrevía, como podía ser capaz de tomar su mano, de besarla y dejar expuesto lo que es, lo que siente sin miedo al rechazo instantáneo, peleando por lo que quería, peleando por quién el quería sin que le importara lo demás.

—¿Que?—. Respondí acercándome a la casa, sin gritar, sin mostrar un solo rastro de furia, de celos, solamente, siendo yo, intentando enterrar en lo más profundo de mi aquello que necesitaba sacar, y que no podía, aquello que solo ciertas personas podrían lograr ver en mi interior, personas que, más que Camilo, podrían entender mi pesar, mi pena y mi dolor sin exponer los sentimientos de los demás.

—¿Estás bien? Yo no creí que tú....

—No importa —. Interrumpí sujetando la mano que tenía como objetivo sostenerme, impedirme el paso. —Ya no importa, ella se fue, que más da, sabes... No planeo seguir con esto, tu.. la amas y es claro que yo también, pero no quiero lastimarla...

—No entiendo—. Fue su turno de interrumpir, mirando profundamente mis ojos, esos mismos que el tenía, esos mismos a los cuales podrías verle el brillo de la alegría mientras en los míos no veías nada más que un verde opaco.

—Nunca entiendes animal—. Quería hacer esto más ameno, quería que nadie si tierra culpa por lo que estaba pasando —A lo que me refiero es que... No seguiré, la lastime, y no puedo permitirme eso, quizá... En otro momento, pero no ahora, me rindo, dejaré de pelear por su amor, dejaré que su corazón hablé sin temor, porque... No planeo amarla más, te amo más a ti, aunque me cueste aceptarlo, porque eres mi hermano, y prefiero tener su amistad y saber que está feliz a seguir mirando como sufre en silencio, seguir mirando como te desmoronar por su amor mientras yo sigo intentando con todo lo que tengo, hablaré con ella, mañana, ahora hay que volver ¿Si?.

Su rostro... Parecía culpable, parecía triste ¿Porque está triste si le dejé el camino libre? ¿Porque había culpa en su mirada? Es claro que quién la amaba más era el, lo demostraba sin taboo, y ahora me miraba de esa forma.

No entendía el amor, no del todo, solo entendía que mi cariño por mi hermano era aún más grande, y que no estaba dispuesto a perderlo.

"El amor de un tercero va y viene, altas y bajas, parten, regresan, hay despedidas y bienvenidas, pero el amor de una familia siempre perdura, y nadie mejor que tu propia familia para estar contigo hasta el último de tus días"

Recordé decir al padre de ___ en una de aquellas charlas que teníamos; Charlas dónde solo el hablaba. Mientras esperábamos que el pan saliera del horno.

Ahora con lo ocurrido, no sabía si estaba realmente preparado para regresar a ese lugar, pues, es su casa, y si la veía no creía poder lo suficientemente fuerte, no creía ser tan fuerte para mirar esos ojos cafés, no estaba totalmente preparado para dejarla ir, pero si decidido a verla a ella y a mi hermano feliz.

—Carlos yo n....

—No digas nada mocoso, vamos, actúa como si nada o preocuparas a mamá y recuerda que los dones volvieron.

Mi sonrisa, tan falsa como el sol saliendo por las noches, arrastrando conmigo la pesadez del amor descontinuado.

Silencio, solo había silencio entre los dos, solamente mirándonos sin saber que es lo que pasaría, sin saber si nuestra unión estaba fracturada.

  —¡CARLOS, CAMILO!—. El grito de mi abuela se escuchó, haciéndose presente, llamando nuestra atención.

Esa vieja anciana que con una sonrisa suave se acercaba a nosotros, acomodando nuestro cabello al a par, sus manos firmes y suaves a la vez, sujetando nuestro rostro junto a un beso en la frente, un beso que ciertamente era desconcertante, pues, jamás fue del tipo cariñosa, jamás fue de mostrar ese afecto que demostraba solo en Isabela

—Vamos adentro, hay demasiado de que hablar...

Sanar, perdonar, no había nada mas que eso, solo de eso se hablaba una vez la gente estaba fuera, dar a conocer todo eso que ocultábamos en nuestro interior, y que, por temor a la decepción no decíamos, por el miedo a ser tachados, a ser excluidos, poco a poco las voces se fueron alzando, los miedos se exponían, dejando a quien hablaba tan frágil tan voluble a un sube y baja de emociones, emociones que no estaba aun listo para decir, aun no era mi momento de hablar...

—¿Si no me dices como sabre que es lo que te  pasa?—. Recuerde la voz de una ___ de trece años parada frente a mi, con el cabello hecho una maraña, el rostro rasguñado al igual que sus rodillas, el vestido blanco manchado de polvo, lodo, suciedad, sujetando el gato que, desesperadamente intentaba escapar de sus brazos, gato que ella se había esforzado en atrapar y rescatar de aquellos perros que lo perseguían.

Recuerdo bien ese día, estaba molesto con ella, por exponerse de esa forma, los perros pudieron morderla, pudo haber sufrido un riesgo mayor, ya no solo un brazo roto como cuando era niña, pero, no podía decirle que estaba molesto con ella, no sabia como, pues estaba mas preocupado, mirando su rodilla sangrar, con Camilo corriendo a la casa por una arepa.

—Ash—. Renegó tirando de mi mejilla sin lastimar —Carlitos, yo te quiero mucho, te amo, pero...—. Silencio, guardo silencio un segundo coloreando sus mejillas con ese gesto particular que hacia al molestarse —¿Como podre ayudarte si no me dices nada? Necesito saber que es lo que pasa en tu corazón si  en algún momento seguiremos adelante...

Seguir adelante, esa era la forma en la que ella decía al referirse a seguir siendo amigos hasta envejecer, era una lastima que en ese momento no tenia en claro lo que sentía por ella, creía que solo se trataba de una amiga, no de la chica a la que amaba, la chica con la que me abría gustado pasar todos los días, despertando junto a mi, de ser yo quien la hiciera feliz.

—¿Que hay de ti Carlos?—. Pregunto la abuela, haciendo que recibiera las miradas de todos, algo que no me gustaba, algo que me incomodaba demediado.

—No tengo nada que decir—. Respondí levantándome del lugar, para terminar a dar en la cocina.

Mirando todo como si de una película se trata, como si mis recuerdos intentaran decirme algo, golpeándome como si fuera el ultimo de mis días, como si este fuera mi adiós definitivo, viendo pasar todas los recuerdos de las travesuras que ahí se cometieron.

Mi padre, mi madre, Dolores, todos querían acercarse a mi para saber lo que tenia, para preguntarme que es lo que pasaba por mi mente, cuando estaba claro que jamas les había importado  ralamente, todo lo que yo era e ese instante, es, exactamente igual a lo que fui, con la única diferencia de que en esa ocasión, tras lo ocurrido, intentaban acercarse a mi, acercándose cuando, antes, me veían así todos los días, todo el día, y a nadie le importaba, ¿Hipocresía? ¿O verdaderas ganas de cambiar?, cual fuera de esas opciones no estaba interesado en saber cual era, prefería concentrarme en mis propios asuntos, sacado de la alacena todo lo que necesitaba, din decir una sola palabra.

—No tengo nada, ¿Porque insisten en preguntar? Jamas lo hacen, siempre me encuentro del mismo modo ¿Les preocupa que no sonría? Jamas lo hago ¿Que si no comparto lo que siento? Eso mucho menos, si no se los dije antes ¿Que les hace creer que ahora que no tengo nada si lo hare?

No lo decía de mala gana, aunque pareciera, en realidad, mi voz era muy tranquila, muy neutra, y estaba seguro de que mi mirar era el mismo de siempre.

El trueno de mi madre siendo apaciguado por mi padre quien les decía que me comprendiera, que un cambio así de radical en cuanto a nuestras personas, quizá, solo quizá estaba siendo demasiado para mi, dejándome solo, o casi en su totalidad, con Camilo sentado en un banco mirándome, observando atento sin decir una sola palabra, harina, leche, huevos, todo lo que necesitaba, con el cabello sujeto en una coleta, el mandil de la tía Julieta, sabia que el moría por preguntarme, pero, por alguna razón no lo hacia, solo me miraba con esos ojos deprimentes, y aunque quisiera, por mas que intentara imaginar que es lo que estaba pensando, simplemente no podía, lo que si podía asegurar es que, en esos ojos verdoso no había felicidad, se notaba triste, se notaba... Infeliz.

¿Hasta que punto el amor podria pasar a ser un suplicio?

Podía sentir como es que la gente se acercaba a nosotros, asomándose por las losetas, para asegurarse de que estuviéramos bien, hasta que la tarde cayo, el atardecer pintando el cielo en tonos cálidos, en esos rosas y naranjas que con forme los minutos pasaban el cielo se convertía en un incendio primaveral, con esos colores tan vibrantes, esos naranjas y rojos que se ocultaban tras la montaña, mientras mis manos tomaban ese pan en forma de concejo, quizá no era igual que hacia su padre, en definitiva este no lo era, este era especial por una sola razón.

En ese pan estaba dejando de lado todos mis sentimientos por ella, aun si eso significaba ser destruido, ¿Porque siempre era mas fácil amar que olvidar?....

Un conejo... Un pan de conejito, de ojos y nariz de chocolate, sobre una servilleta de color rosa pastel, de ese mismo color que era su vestido cuando la conocí.

Dejando a toda la familia atrás para ir hasta esa casa, hasta la casa de mi amada, en donde la luz de la vela ya comenzaba a figurar, la oscuridad estaba presente.

La puerta abriéndose con cuidado, dejando ver a du madre con una sonrisa, dándome pase libre hasta la habitación, dejándonos hablar solos.

Su silueta postrada en la cama, mirando el peluche rosado que años atrás le había dado, un conejo de peluche que aun guardaba, y que, según Antonio utilizaba para dormir.

—Hola—. Me anuncie sentándome en la cama a su lado, solo para recibir un hola de saludo, un hola triste y deprímete, con una mirada opaca, tan apagada como las noches sin estrellas —Estuve pensando, y... Me di cuenta de que, tu no me gustas, y antes de que digas algo, solo déjame terminar.

Su mirada asombrada, posada en mi y en mi perfil, no atreví a mirarla a los ojos, si lo hacia perdería el coraje que había tomado en esa decisión 

—Tu no me gustas, no solo es eso, yo te amo, y, pensando las cosas, recordando, yendo años atrás, me doy cuenta de que siempre te ame, y me arrepiento de no decírtelo antes, me arrepiento de no darme cuenta antes, pero.. también amo a mi hermano, y no quiero verlos sufrir.

El pan, extendido a su cuerpo, si mirarla aun.

—Es por eso que renuncio a ti, renuncio a mis sentimiento, a tu amor, renuncio a la posibilidad de que algún día, tu y yo pudiéramos ser mas, renuncio a seguir peleando por una batalla que esta perdida, pero, porque te amo, y porque lo amo a el, es que les doy el pase libre, no es necesario que lo digas, se que amas a Camilo, siempre lo hiciste ¿No es así?, Tranquila, estoy bien, aun puedo ser feliz mirando tu sonrisa, contemplando lo que pudo ser y jamas podrá, pero... quizá, en otra vida, en otro tiempo, tu y yo podremos estar juntos, y te juro que... te juro que no descansare en ninguna vida hasta encontrarte de nuevo, y lograr que me ames, lograr crecer a tu lado y poder ser yo quien te pida sea mi esposa, creí que inicie ayudándole a tu padre porque me gustaba aprender, cuando.. ahora que crecí, me doy cuenta de que todo lo que hice, lo hice por ti, por enamorarte y yo no sabia así que te pido que...

Sus ojos, por primera vez me había atrevido a mirarla, y ella estaba ahí, con las mejillas coloradas y los cojos cristalinos, cubiertos por una película clara que derrábame el sentimiento atrapado, sentimiento que al igual que ella yo tenia atorado con una soga que ahorcaba mi garganta.

—Te amo... Permíteme seguir ser tu amigo, estar a tu lado y cuidarte, Quizá en algún fututo amada mía podamos ser felices.

Y sin permitirle hablar, si permitir que pronunciara mi nombre completamente bese su labios, esos labios cálidos, esa era una despedida al amor que le tenia, a un amor imposible, un amor que, por mas que lo anhelara jamas podria ser.

—No te abandonare, pero... tampoco quiero que olvides esto, es una promesa, Tu y yo seremos felices cuando el tiempo, cuando la vida nos lo permita, eres... mi alma, mi ser, y mi aliento, y siempre sera así, te amo.

Dije como ultimo dejando un beso en su frente para salir de la habitación, secando las lagrimas que llamaban la atención de los que pasaban hasta la casa, donde Dolores me miraba con tristeza tomando la mano de Mariano, pasando de largo, hasta dar con mi puerta donde Camilo esperaba sentado e el pasillo.

—¿Puedo dormir contigo como cuando eramos niños?

Como cuando eramos niños.. como cuando había pesadillas, dándole paso a la habitación y dando un vistazo a Isabela quien me pedía hablar el día de mañana. Por hoy mi corazón tenia mas que suficiente.

Esa noche dormí como cuando eramos niños, frente a frente, sin decirnos nada, tomándonos de la mano, una mano que cada vez se aferraba mas a mi con fuerza y su rostro se ocultaba tras la sabana sin decir una sola palabra.

O al menos por ahora...

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