10
El sol brillaba para todos, la promesa que ambos habíamos hecho, sin hostigar, sin presionar, la cumplíamos, y no es que fuera del todo por un trato ligero, a decir verdad, poco a poco el trato se había acabado a lo largo de la semana, todos estábamos ocupados.
___ había decidido que era mejor para todos si ella permanencia un poco distanciada de nosotros, tomando trabajo en la construcción de la casa, cambiando el rol con un Dolores, quien hasta ahora me había ocultado a mi, que soy su hermano el hecho de haber comenzado una relaciona con el "Chico bonito, alto y musculoso de cabello de ensueños" Bah, puras patrañas, ella lo había ocultado, no solo a mi, si no que también a Carlos, y no, el no estaba para nada feliz, el si estaba verdaderamente molesto.
Esa noche llego molesto, dejando tranquilo la olla con la que había dejado la comida, cerrando la puerta y mirándome fijamente, intentaba leer y el solo me miraba.
—¡¿QUE!? Di algo, me pones nervioso—. Recuerdo decirle a la par que le arrojaba una almohada.
Con el tiempo había descifrado como identificar su molestia en su rostro, con esa cara de pocos amigos que siempre tenia, cada vez que se molestaba tenia una seña en particular, un ligero temblor en la ceja que para mirarlo tenias que prestarle atención, era apenas perceptible, me imagino que eso es lo que veía la abuela para decirle que se calmara, y que, ahora que lo pienso, ella siempre fue la única que podía descifrar esas emociones en su rostro carente de expresiones, no sabia como le hacia para poder detectar en Carlos, el ser mas acartonado del mundo una sola expresión.
Incluso me atrevía a asegurar que ___ siendo la chica que le gustaba podía descifrar que sentía en ese momento si no lo decía.
—Ven conmigo—. Dijo serio tirando de mi brazo con fuerza
—¡ESPERA MI CHANCLETA!—. Este animal no tenia respeto por nadie ni por nada, me arrastraba como si fuera un muñeco de tela, como si fuera tan ligero como Antonio.
—Vamos rápido gusano de tierra puerca, se ira....
—¿Quien se ira? espera, detente quieres, explícame a donde voy, porque me jalas y si me compraras un elote, tengo hambre...
Desde que habíamos perdido nuestro don, nuestro apetito se modero considerablemente, las cantidades de comida que ingeríamos eran mucho menores que de un inicio, en ocasiones incluso teníamos ganas de asaltar la cocina que no era nuestra; Y solo por eso nos deteníamos a no tener un refrigerio de media noche. Pero, ahora comíamos poco a comparación de un inicio.
—Si te mueves rápido te lo compro...
Hablo sin mirar atrás, abriendo la puerta solo para toparse cara a cara con una ___ cansada, de mejillas rojas y un poco sucia, algo que a Carlos no le gustaba pero vivía con ello, a mi solo me hizo recordar la primera vez que la vi, cuando eramos simples niños, llena de lodo y llorando por una paleta, si lo sabia, me lo conto ella tiempo después.
—Hola ¿Como te fue?—. Pregunte aventando a Carlos para que se hiciera a un lado, solo estaba allí, parado sin decir nada, como si se petrificara, seguramente pensando en lo sucia que estaba y pensando si seria prudente tocarla.
Pues hasta ese momento solo en una ocasión la toco cuando ella estaba sucia, y eso fue de niños, y puedo apostar todo mi dinero; Que no eran mas de cien pesos colombianos. y todas las arepas que podía comer, que en ese momento no pasaban de tres a que le dio asco tocarla de niños, y no porque fuera una niña, si no porque su vestido tenia lodo.
—Agotador, no tienen ni idea de lo imperativa que es Mirabel, no podía terminar una tarea cuando ya me llevaba a otra.
Respondió con una sonrisa, dejando una caricia en nuestras mejillas, caminando con pesadez hasta dar en la cocina.
—Saldremos un momento... me imagino que quieres descansar, Carlos me va a comprar un elotito ¿Quieres uno? yo lo pago.
—Si, por favor...
Estaba casi seguro que para cuando llegáramos ella ya estaría dormida y quien terminaría por comerse ese elote seria Antonio, quien la esperaba en el marco de su puerta con una sonrisa nerviosa, jugando con sus manos, ese niño algo estaba escondiendo, y yo descifraría que era, después de descubrir para que piñas me quería Carlos.
Anochecía, la gente regresaba a sus casas, la voz de Mirabel, tan escandalosa como siempre, pero al mismo tiempo alegre, animando a todos, no sabia que tan avanzada estaba la construcción, no me daba el tiempo para voltear atrás y fisgonear un rato, los niños siempre requerían atención, y entre esos niños estaba Tania, que, aunque no fuera traviesa, si la tenia a mi lado todo el tiempo, mayoritariamente en mis brazos, pues en palabras de ella, yo soy su príncipe, y como su príncipe podía cargarla, recibiendo de vez en vez uno que otro pequeño beso en la mejilla, esa niña era atrevida, con agallas, llegaría lejos en algún momento.
—¿La casa de los Guzmán? Carlos, ¿Que pasa?—. Pregunte confundido mirándolo tocar la puerta decidido en espera de que fuera abierta.
—¿Si? Carlos, Camilo.. A que debo su inesperada visita...
—¿Esta Mariano?—. Pregunto el con esa gentileza singular, fría, aterradora y cara de Bulldog, aunque en lo personal no era mas que un Chihuahua, no hacia nada y hacia escandalo de todo.
—Si, dame un segundo, iré por el..
—Gracias—. Intentaba sonreír, pero no le salia, el era un caso perdido cuando de sonreír cuando no quería se trataba, parecía dolor estomacal.
—¿Ya me dirás que hago aquí?
—Mariano y Dolores están saliendo ¿Sabias eso?—. Pregunto mirándome, con los brazos cruzados y ese pequeño temblor de ceja.
—No, pero... ¿Que tiene eso?—. Pregunte mirándolo, algo que solo le hizo sonrojar y a mi reír, reír hasta que me doliera el estomago —¿Estas celoso?—. No podía, simplemente no podía con eso.
Para cuando Mariano apareció por esa puerta el rostro de Carlos ya podía decirte que estabas muerto, había detonado a ese pequeño duende verde que le decía que me matara y mata a todos lo que le hicieran enojar.
—Hola Mariano—. No entendió porque estar celoso, es decir, entendía un poco su molestia, por lo que paso con Isabela, y que ahora este con dolores, pensaría que el piensa que es la segunda opción, el remplazo, pero, al final de todo, Dolores esta feliz a su lado, siempre estuvo enamorada de el y no había mas, por lo tanto si ella estaba feliz y cómoda con el entonces yo también lo estaba.
—Hola Camilo, Carlos.
Pese a todo Mariano es una persona muy gentil, comprensiva, reo, aunque su imagen de niño bonito no le ayude demasiado, a simple vista parece un hombre presumido y egocéntrico, pero en el fondo, cuando lo conoces te das cuenta de que no es así, es como en el caso de mi hermano, puedes pensar que es increíble y misterioso y un imán para las chicas y bla bla bla, pero cuando lo conoces te das cuenta de que en realidad, es un viejo, su alma es la de un viejo amargado, aburrido y nada romántico, entonces perderían el interés por el, pero como el jamas se abre, la gente piensa aun que es misterioso y listo, solo porque lee los libros, o leía, los libros que había en casa solo para buscar historias que interpretar.
—Escúchame bien—. Le hablo con seriedad, con ese mismo tono de voz seco y ligeramente ronco que tiene, señalándolo con el dedo mientras se acercaba a el, solo para dejar a relucir la diferencia de estaturas, un camarón a un lado de un tiburón, y en realidad lo precia, el todo de rojo, el rostro sonrojado y pequeño, y Mariano vestido de azul, confundido sin saber que decir, juro por lo mas sagrado que tengo que hacia lo posible para no reírme. —Si tu lastimas a mi hermana, en cualquier sentido, si la tocas, si me entero que la hiciste llorar solo una vez, que derramo una lagrima por ti, date por muerto.
La cara de mariano, era oro puro, estaba realmente confundido, no entendía lo que estaba pasando.
—Claro amigo... No te preocupes, no pasara eso.
—Te vigilamos—. Continuo Carlos con su gran amenaza.
Y pudo seguir con ella al menos tres horas, de no ser porque me lo lleve arrastrando del lugar, dando las buenas noches a Mariano hasta donde los elotes se encontraban.
Elotes que con fastidio me compro, feliz con mi elote en mano y una bolsa con dos mas, uno para __ y uno para Antonio regresamos a casa en completo silencio, ninguno de los dos decía nada, solo disfrutando de nuestra compañía.
El tema relacionado con ___ pretendíamos no tocarlo, por nuestro bien, acordamos no coquetear con ella cuando el otro estuviera, y sobre todo tratarla como siempre fue, como nuestra amiga y el amor de nuestras vidas, la diosa de mi existencia.
—¡TRAJE ELOTES!—. Grite abriendo la puerta y recibiendo una chancleta en la cabeza, una chancleta de color naranja y roja perteneciente a __.
—Mis papas están dormidos, habla mas bajo Camilo.
—Lo olvide, perdón ¿Y Antonio?
—Ya viene, quiere hablar con nosotros
¿Hablar con nosotros? esas palabras habían encendido un pequeño foco coco rojo en nuestro interior, Carlos incluso quien permanecía con los brazos cruzados y recargado e la pared se enderezo, solo para mirarlo con atención, preocupado.
Aquel niño adorable que todo mundo amaba, mientras comía su elote con paciencia, dando miradas bagas a nosotros y después a __ encogiendo sus hombros.
—¿Cuando eran niños les gustaba ___ o alguna niña?—. Pregunto sin mas provocando que nos miráramos unos segundos.
—Bueno.. no lo se, quizá si—. Intente responder, dejando en claro que eso me tenia nervioso.
—¿A que viene esto Antonio?—. Pregunto Carlos sentándose a mi lado frente a el.
—Es que, creo que me gusta una niña, pero no se que hacer, ella no se fija en mi, siempre esta con otra persona...—. Ese tono de voz, bajo, triste y desanimado, no sabia si me causaba ternura o me causaba amor.
—¿De quien hablas?—. Pregunto Carlos dándole una mirada vaga a ___, mirada que seguí.
—Es que siempre esta con Camilo... no puedo hablarle sin que me hable de el...
Ay no... ya sabia de quien se trataba, y ellos sabia que tenia información, tenia el nombre de a quien Antonio al parecer comenzaba a gustarle, por la forma en que se atoraba mi elote.
—¿Tania?—. Pregunte con nerviosismo.
El solo asintió con un suspiro.
—¿Como hago para gustarle Camilo?
—¿Le preguntas a Camilo? Es tu hermano y no sabes lo bab..... lo tonto que es...—. Carlos, nunca podía faltar la oportunidad para insultarme, ese era su gusto, vivía para eso.
—No le hagas caso a Carlos, el no puede hablarle a una chica sin quedarse quieto como un árbol, solo se tu mismo, eres muy lindo, todo mundo te ama, y mira, tienes a tu pies a ___ , ella se derrite por ti.
Aquello solo logro sacarle una risa tímida a la par que ella le lanzaba un beso —Bien, mañana veremos eso.. ahora, ya es muy tarde, ve a dormir...
El estornudo, esos que tuve dúrate todo el día, como si me molestara algo, el polvo quizá, pero no había, el lugar estaba impecable, pude sentir un poco la incomodad, quería hablar con ella, pedirle una cita pero Carlos estaba ahí, esos eran parte de los líos que habíamos tenido a lo largo de la semana, y también a lo largo del mes.
Impresionantemente el tiempo ya estaba avanzando con rapidez y en ese mes y medio que había pasado desde que nos besamos por primera y ultima vez, que confesamos nuestros sentimientos nada había avanzado, no había momento para citas, no había momento para charlar, no había momento para nada, la construcción de la casa abarcaba todo nuestro tiempo y seguramente así pasaría, como si nada pasara, siendo los mismos amigos de siempre, con la diferencia que los tres sabíamos los sentimiento que habían de por medio, y que, honestamente estábamos en desventajas, ella sabia nuestros sentimientos, Carlos sabia lo que sentía y viceversa, pero nosotros lo que ella sentía no.
Solo había una persona que sabia lo que sentía, Mirabel Madrigal, esa cuatro ojos lo sabia y le sacaría la sopa en el momento en que pudiera, si tan solo Dolores no hubiera perdido su don ya sabría que es lo que ella siente por mi, si en verdad sentía amor, amor mas allá de la amistad, o si esta batalla siempre estuvo perdida desde un inicio.
—Me voy a dormir, mañana tengo que despertar temprano—. Llamo Carlos sacudiendo el cabello de __ y dejando un beso en la misma antes de perderse en la puerta.
—¿Una cita?—. Pregunte con una risa.
—Claro... solo que no es el momento, haremos todo esto cuando su casa este terminada ¿Si? tienes labores que hacer, niños que cuidar y yo una casa que construir.
Su tono de voz era gentil, no como el de aquellas veces que la escuche rechazando a las personas que se le declaraban, su sonrisa era suave, cansada pero amorosa, al igual que aquel beso que dejaba en mi mejilla antes de seguir el camino a su habitación para descansar, aquella pijama en verdad era graciosa y yo, un tonto que Moria de amor.
Un tonto enamorado que estaba a punto de enfermarse...
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