03
7 Años
Si en algún momento de mi vida pensé que las cosas no podían cambiar es porque no sabía lo que estaba pasando conmigo.
Los celos de un niño pueden ser malos, tóxicos, y sobre todo, tontos, los celos más tontos del mundo.
Podía jurar que nada de lo que hacía era realmente malo, papá decía que jamás teníamos que decir mentiras, entonces, porque si decía la verdad .. parecía que era hiriente.
Quizá la honestidad no era algo que debía ir conmigo.
Cuando teníamos siete años, el día de la fiesta de cumpleaños de ella fue que el caos se desató por un segundo, la rutina que tenía esclarecida era muy clara, yo por las tardes y partes de la mañana visitaba al padre de ____, mirar a mi tía Julieta hacer de comer ya no era suficiente para mí, hacer esos dibujos y escritos en el cuaderno sobre las recetas familiares ya no me llenaban, necesitaba saber más cosas.
No importaba cuando me quemaba en la cocina, yo aprendía, desde lo más sencillo como era hacer un huevo hasta hacer arepas desde cero, poco a poco mi conocimiento en la cocina era más grande, mientras que mi hermano solo se dedicaba a estar con ella, asaltar la cocina, evadiéndome a mi, a casita, a tía Julieta y a todos, lo único que había hecho ese don era causar un monstruo comelón.
Pero como siempre, me desvío del tema, quiero ser más claro ¿De acuerdo?.
En dónde estaba, su fiesta, mejor dicho, el día de su cumpleaños.
Aquella mañana, el clima era peculiarmente soleado, Camilo se había encargado de que así fuera, pidiendo, rogando a nuestra madre de que hiciera de ese día, un día muy especial, lleno de claridad y arcoíris por todos lados.
Las flores más bonitas que Isabela podía hacer gracias a qué ese mismo niño que se atascaba la boca con arepas había insistido hasta el cansancio, hasta poder desesperar a nuestra prima, el estaba haciendo todo lo posible porque ese día se viera bonito, porque era su amiga, la princesa del grupo, y como nosotros eramos los príncipes teníamos que hacerla feliz, a como de lugar.
—Carlos ¿Que haces aquí? Aun es muy temprano—. Recuerdo decir a la madre de ___, haciéndose a un lado para que pudiera entrar.
En el fondo podía ver a ____, corriendo de un lado a otro con su perro, la pijama aun puesta y el cabello enmarañado, lo que le seguía de enmarañado, era un caos completamente, no podía negar que verla así me desesperaba un poco, me recordaba a Camilo, a mi madre corriendo detrás de el para que se pudiera ver decente, hasta toparse con la abuela, quien con solo verla salia despavorido a su cuarto a cambiarse.
—¿Esta el señor Juan?—. Pregunte sin despegar la mirada de ella.
Compartía la misma neurona de Camilo, no era de sorprender que ella no me notara, o al menos no hasta que el perro ataco, saltando sobre mi junto con una ____ feliz, gritando alegre que hoy era su cumpleaños, que muchos niños asistirían; Si a seis niños incluyendo a mi hermano, Mirabel y a mi le parecían muchos, no podía juzgar. Después de todo, era demasiado traviesa y pocos dejaban que sus hijos se juntaran con ella, y aun mas si estaba en compañía de Camilo.
—Ya se—. Respondí a sus repetidos "Es mi cumpleaños Carlo" acariciando su cabello como siempre hacia —Te traje algo.
Las palabras mágicas que hacían que ella se quitara de encima y sobre todo, que se calmara, dejando, o algo así, pues esas palabras solo le dieron un exceso de energía, lo que me hacia preguntarme, ¿Hasta que punto llegaría mi paciencia con ella? y no solo con ella, si no con mi hermano también, yo se que en algún momento terminaría hartándome de los dos, o eso es al menos lo que yo creía, regresando a la entrada solo para recoger una bolsita que mi abuela me había dado para poner el regalo.
Su expresión, era una genuina sonrisa, estaba feliz, estaba emocionada, sabia cuanto le gustaban los conejos, y por esa misma razón le había pedido por primera vez a mi mamá y a mi papá que me dieran mas dinero para poder comprar algo , algo que era completamente inusual, pues a comparación de Camilo que solía pedir dinero para dulces y juguetes, o que se hacia pasar por mi mamá para convencer a nuestro padre de que le compráramos.
El grito de emoción mientras brincaba en su lugar al ver el conejo, solo quería ver que Camilo pudiera superar eso, desde hacia unos meses atrás me había propuesto en que todo lo que hiciera Camilo yo lo haría diez veces mejor, al inicio no sabia el porque, solo sabia que no me gustaba sentirme menos ante ___ cuando Camilo se encontraba presente, ella, el la hacia feliz, la hacia reír todos los días, la hacia sentir como una princesa, o eso es lo que ella decía, mientras yo solo era el bufón de la corte, aquel que le contaba historias y relatos a los reyes, solo que, en esta ocasión el bufón quería ser parte de la reina.
Fui el primero en hablarle, y el ultimo en hacerla reír, pero ahora con ese peluche estaba feliz, y no podía evitarlo, por primera vez en esos tres años que tenia conociéndola, la abrace, y eso la confundió un poco, pude verlo en su rostro, en como de repente la sonrisa se desvanecía y me miraba extrañada.
—¿Me estas abrazando?—. Pregunto sujetando mas fuerte el peluche.
—Si, es por tu cumpleaños.
—Con razón, a ti no te gustan los abrazos—. Añadió zafándose de mi agarre para ir corriendo a su recamara, seguramente a poner el peluche allí.
Con forme los minutos pasaban, la casa se veía mas colorida, en colores rosas, amarillos, naranjas y rojos, comida que poco a poco se se volvía mas y mas, y el sonido de los gritos de ___ seguidos por los de Camilo sed hicieron presentes, mientras yo estaba con su padre, mirando como es que ese hombre hacia el pastel de su hija, pastel que me había dejado ayudar a decorar, de colores bonitos, blanco y rosas, con unos cuantos dulcecitos de colores del arcoíris, mientras el escribía feliz cumpleaños.
Todo estaba quedando perfecto, todo estaba saliendo justo como había planeado, ser el hermano favorito de ___, pues mientras yo me esforzaba para hacer detalles para ella, y un regalo especia, Camilo no hacia y no haría nada para ella, nada especial que el arcoíris que mi mamá había hecho y colocar flores de todos los colores por su casa.
Mas al salir, allí estaba ella, con un vestido blanco con flores rojas y naranjas y ese moño que hacia juego en su cabello, sosteniendo uno mas grande, junto a un conejito de verdad, uno de color blanco,. ¿De donde había sacado un conejo?.
—¡MIRA CARLOS! ¡CAMILO ME REGALO UN CONEJITO!.
—¿Un conejo? ¿De donde sacaste un conejo Camilo?
El solo se encogió de hombros con una sonrisa ¿Como es que las cosas le salían tan bien siempre? Sin ningún esfuerzo, parecía ser tan... perfecto para ella, el amigo de ensueños.
—¿Verdad que esta bonito?—. Pregunto acercando el conejo a mi.
—No, no es bonito, es una bola de pelos, no me gusta.
—Pero... Es bonito y Camilo me lo regalo...
—Seguramente Camilo se lo robo, es muy feo, no me gusta.
—Claro que no, es bonito... —. Ella era sumamente sentimental y como la chica sentimental que era no fue mucho lo que paso cuando se puso a llorar, la había hecho llorar solo por decir lo que pensaba.
No me gustaba los conejos, los perros si, pero... los conejos, no, no me gustaban en lo absoluto, me resultaban particularmente feos, y claro, como buena niña de sus ojos que era, se aferro a Camilo, quien solo me sacaba la lengua mientras la apapachaba, reprochándome el ser tan grosero con ella.
En ese entonces estaba completamente seguro de que a mi hermano le gustaba, y no es porque hace un año lo dijera, si no porque sentía que en verdad lo dejaba mostrar, aunque el dijera que no, que solo la quería como su amiga y que seria su amiga por siempre, pero patrañas, a mi no me engañaba, sabia que en el fondo, muy en el fondo sentía algo por ella, así como en ese entonces yo lo hacia.
Me preocupaba la forma en la que ella actuaba conmigo, me preocupaba la forma tan torpe en la que yo me comportaba con ella, y me preocupaba la cercanía que tenían ella y Camilo, solo que, no sabia porque, solo sabia que me molestaba, quizá los celos de ser el segundo, quizá no eran los celos que le tenia a Camilo por ser as cercano a ella, si no al revés, si no el hecho de que ella era mucho mas cercana a Camilo, y no solo eso, mis padres también lo creían.
En una ocasión los había escuchado hablar, de como es que ella era importante para los dos, pero que, también nos causaba una rivalidad, no entre hermanos, si no de nosotros contra ella, por buscar el cariño mutuo, antes eramos Camilo y yo contra el mundo, y de pronto, parecía que ellos me dejaban a tras, entonces, mis padres y todo mundo atribuían mi mal humor al hecho de que ella alejaba a mi hermano de mi, y que me quedaría solo, por lo poco sociable que era.
—Discúlpate con __ Carlos, ere muy malo
—¿Yo malo? Pero si no hice nada, solo dije que el conejo es feo, no me gustan los conejos—. Respondí alejándome un par de pasos claramente molesto, mientras ella seguía llorando.
—Ya no te quiero Carlos, eres malo.
Mi corazón, se había roto, y en ese momento ya no era solo un niño llorando, si no dos, mientras ___ lloraba en brazos de Camilo yo lloraba apararte, limpiándome con la ruana, a lo que parecía causarle mucha gracia tanto a mi madre como a los demás adultos que llegaban, dos niños llorando solo porque un conejo era o no era feo.
La madre de _____ intentando calmarla a la vez que lo intentaba conmigo, intentando que hiciéramos las pases, pero yo estaba molesto porque no me quería por un tonto conejo, mientras ella estaba enojada conmigo por ese mismo tonto conejo, y ahora que lo recuerdo, me sigo preguntando ¿Porque aun le hablo?.
Durante toda esa fiesta los pocos niños que asistieron se veían encantados con el conejo, con los dulces, la música, los juegos y el pastel, mientras yo miraba en una esquina molesto mirando a Camilo jugar con __ tomando su mano, no me disculparía, claro que no, estaba muy molesto para eso, quería que ella se disculpara conmigo, y quería que notaran que estaba molesto con ella, con mi hermano y con todos, ni siquiera me había acercado a entregar el pastel como lo había planeado.
Tenia planeado contar una nueva historia de princesas para ella, y ahora no lo haría, no les dará ese gusto de que ___ siguiera haciendo lo que le plazca solo por llorar, no no, conmigo no.
Pero con forme seguía pasando el tiempo y los únicos en quedar eramos nosotros el remordimiento llego, ella me miraba triste, así como a Camilo, acercándose a mi con una pequeña flor que había arrancado de la entrada, de esas que Isabela había hecho.
—Perdón...
Dijo con las mejillas rojas
—No, perdóname a mi—. Respondí acariciando su cabello con una sonrisa.
Un día, solo un día nos duraban esos enojos, enojos que eran mas frecuentes cada ves.
Allí supe que cada vez que me enojara con ella, el remordimiento me mataría hasta que uno de los dos se disculpara, la única diferencia era que, ese día, seria el ultimo en que ella se disculpara primero.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro