𝘁𝗵𝗿𝗲𝗲. bitter meeting
003. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗥𝗘𝗘| 🐝•˖*
❛ 𝖻𝗂𝗍𝗍𝖾𝗋 𝗆𝖾𝖾𝗍𝗂𝗇𝗀 ❜
Alaska se había dormido en el asiento de atrás; había intentado no hacerlo pero estaba muy cansada. A Leo le había gustado aquella idea; al final del día ella era una pequeña niña que se enfrentaba a un nuevo mundo, y aunque todos tenían que hacerlo, para los más pequeños debe ser más difícil y agotador.
Miro de reojo hacia atrás: la niña usaba sus propios brazos a modo de almohada, y usaba la chaqueta que él le había puesto a modo de cobija. Aun restaba pasar por un par de calles para llegar a su casa, y aun llegando ahí, no planeaba despertarla. En caso que Brooke regresara y tuvieran otro enfrentamiento.
─ Ella no se parece a ti.
─ ¿Y ahora harás chistes sobre que Alaska es más bonita que yo?
─ Odio que me conozcas.
Él iba a responder a eso, pero en su lugar solo se quedó callado. Todo aquí estaba muy tranquilo, quizá demasiado tranquilo. Pero eso no lo alarmó o algo por el estilo, porque sabía que aunque el mundo está colapsando y la mayoría probablemente ya salía de la ciudad, en este barrio la mayoría son personas ancianas. Este era un lugar donde las familias venían a vivir para llevar una vida en paz, alejados del bullicio de la ciudad, pero no lo suficiente como para estar desconectados.
Era un lugar perfecto.
─ Llegamos. ─anunció.
─ Iré contigo.
─ Cierra las puertas, que Kie siga durmiendo.
Ambos bajaron, asegurándose de dejar el auto cerrado. De todas formas, no se demorarían mucho como para que esto se vuelva peligroso.
Rosita apenas sabía usar un arma. Leo no le había enseñado lo suficiente; sin embargo, la chica estaba segura que podía protegerse si eso era lo que necesitase. Así que siguió al chico Miller, quien caminaba hacia su casa, con un fusil en mano. Abrió la puerta con cautela, apuntando a todos lados, y aunque no había peligro y la casa parecía no haber sido saqueada, las fotos familiares fueron puñaladas en su corazón. Fotos de su madre, de sus hermanas, de su padre... fotos de todos ellos juntos. Una familia feliz.
─ ¿Estas bien?
─ Si.
Responde secamente, y luego de inspeccionar el primer piso, decide subir al segundo. De inmediato va a la habitación de su hermana menor. No había nadie en casa, el auto de Brooklyn no estaba, las luces estaban apagadas y si en todo caso ella hubiera estado, ya hubiera salido de su escondite. Así que tomaría cosas que le servirían a su hermana menor y luego se iría a dar unas vueltas de la ciudad, intentando encontrar al resto de su familia.
─ ¿Qué se supone que buscamos? ─preguntó Rosita, mientras miraba la habitación.
─ Un peluche de tortuga.
─ ¿Alaska?
─ Adora ese peluche con su vida.
Buscaron durante un tiempo aquella tortuga, pero en ninguna de las habitaciones estaba. Leo atribuyó a esto que Nirvana o Brooklyn se lo habían llevado. Así que sin más opciones, en su mochila, él comenzó a poner un poco más de ropa para Alaska. La necesitaría. Así que después de terminar, decidió buscar en la oficina de su padre (que era una pequeña habitación en el primer piso de la casa). Ahí debe de haber una pista o algo que pueda ayudar.
─ ¿Vas a leer ahora?
─ Lo haré rápido. ─aseguró él.
Alaska se había despertado. Ella se frotó los ojos y luego sonrió cuando se dio cuenta que estaban en su vecindario, y que probablemente su hermano y Rosita deben estar dentro de su casa. Si Brooklyn está dentro, ahora saldrán junto a Nirvana y papá y podrán irse juntos de aquí.
Apoyó su cabeza contra la ventana, esperando el momento preciso donde su familia saldría, pero algo más llamó su atención: la señora Harlan, aquella mujer a la que nunca había visto fuera de su silla de ruedas. Eso le parecía muy extraño, quizá se trataba de un milagro, es decir, ella caminaba muy lento, pero quizá era porque recién había logrado mantenerse en pie. ¡Incluso tal vez necesitaba ayuda!
La niña bajó rápidamente del auto, corriendo hacia la casa de aquellos ancianos. Ella solo había logrado ver a la mujer dentro de su casa, gracias a una de las ventanas. Pretendía tocar la puerta, pero esta estaba abierta, así que entró sin miedo alguno. Desde que tenía uso de razón, conocía a aquel matrimonio; aquella casa era como su casa; siempre iba a acompañarlos y así.
Al entrar, no encontró a la señora Harlan en la sala, así que luego fue al estudio y finalmente pasó a la cocina. Apenas se adentro en aquel lugar, llevo sus dos manos a la boca al ver lo que tenía al frente. Su labio inferior comenzó a temblar y abrió sus ojos de par en par.
El señor Harlan estaba en el suelo, completamente lleno de sangre. Su esposa estaba a un lado... ¿Comiéndoselo?
─ C-corré...─tartamudeó aquel hombre, con una mano en su cuello, donde tenía la herida.
Cuando la mujer giró al escuchar los sollozos de Alaska, ella se dio cuenta que parecían aquellos loquitos que había en el centro, aquellos que atacaban a otras personas.
Aquella criatura la comenzó a perseguir, así que la niña por fin reaccionó y comenzó a correr, aunque por el miedo se cayó, tropezando con un mueble. En ese momento no se preocupó por si tenía una herida o algo por el estilo, solo corrió. Salió de la casa, viendo de reojo como esa cosa la seguía.
Se tropezó una vez más, solo que esta vez en el cesped del patio, esa cosa estaba mucho más cerca de ella. Si se levantaba la atrapaba, así que atinó a arrastrarse sobre sí misma, retrocediendo lo más rápido que podía.
De pronto, ella giró cuando vio que la señora Harlan estaba apunto de lanzarse sobre ella. Miró hacia otro lado, ahogando un grito, pensando que pronto sería su cena. Sin embargo, eso nunca pasó. En su lugar, escuchó un fuerte sonido (un disparo). Intento cerrar sus ojos para no ver el cadaver de lo que alguna vez fue una abuelita para ella, pero no pudo. Su vista estuvo clavada en ese punto por varios segundos, al menos hasta que escuchó la voz de Rosita.
─ Alaska... ven aquí.
La latina la levantó en brazos, acurrucandola contra su pecho.
─ Tenemos que salir de aquí, vendrán más como eso. ─advirtió Leo, dejando una pequeña caricia en la cabeza de su hermana pequeña.
Alaska no preguntó si dentro de la casa estaban sus hermanas y su padre; era obvio que no. Solo se dejó llevar hasta el auto por Rosita.
Leo, por su parte, no sabía qué decirle a su hermana; solo fue hasta el asiento del conductor y giró la llave. Se quedó un segundo ahí, mirando por el espejo a la niña, quien sollozaba en silencio. Él giró, llevando una de sus manos hacia la mejilla de Alaska, secando sus lágrimas.
─ No tenías que ver eso, peque.
─ Y-yo... yo conocía a esa mujer...─balbuceó, mirando sus manos, las cuales estaban con pequeñas heridas por sus caídas.
─ Lo sé, lo sé.
─ Siempre me regalaba galletas...
Se tomó un par de segundos para calmar a su hermana, y cuando por fin vio que ella podía escuchar las cosas con más tranquilidad, le dijo:
─ Kie, tomaremos cada decisión juntos, ¿está bien? ─preguntó, y la niña asintió una y otra vez ─. ¿Crees que ellas se fueron de la ciudad si no encontraron a papá?
Alaska miró sus zapatillas, jugando un poco con sus cordones mientras pensaba en sus hermanas. Repasó en su mente todo lo que había pasado esta noche, como Brooke se fue, como luego Nirvana se fue tras ella para buscar a su padre...
─ Papá llamó a Brooke mientras yo dormía. B estaba cocinando nuestro almuerzo. Nirvana fue quien me avisó. No sé si ellas están con papá, pero sé donde estará él.
─ ¿Cómo?
Ella se quedó en silencio unos segundos.
─ Papá me dijo que habían tomado un buen proyecto, y que celebraría con sus trabajadores.
─ Y ya sé cual es su concepto de celebración. ─soltó Leo, rodando los ojos, pero luego recordo que su hermanita menor aún veía a Derek Miller como su héroe ─ ¿Sabes el nombre de la constructora?
─ No, y aunque me lo hubiera dicho, no recuerdo calles.
─ Creo que ya sé donde es ─aseguró de pronto, haciendo que Alaska lo mire con confusión ─. No me aleje demasiado de la familia, Alaska.
Alaska se había quedado dormida una vez más, solo que esta vez en el regazo de Rosita, quien le había tarareado una canción y le había dejado caricias en su cabello. Leo había quedado satisfecho con lo bien que la chica trataba a su hermana, y como ellas se llevaban tan bien. Ambas se veían tan tranquilas ahí atrás, y deseaba que eso siga así. Incluso cuando ahora aquello es solo una fantasía.
Siguió manejando, apretando el agarre del timón y pensando en formas de mantener la calma si llega a encontrar a su padre ahí, porque el último encuentro que tuvo con aquel hombre... no fue el mejor. Sabía que él era su padre, pero eso no le impedía tener un gran resentimiento contra él aún.
Cuando llegaron al lugar, detuvo el auto lentamente, con cautela, como si cualquier movimiento brusco pudiera romper esa paz tensa. Miró a Alaska y Rosita. Dormían profundamente. Decidió dejarlas descansar un poco más. Cerró las puertas suavemente, asegurándose de no despertarlas, pero Rosita abrió los ojos en el último segundo, sus dedos rozando el revólver a su lado. Vio a Leo alejarse y, aunque la preocupación cruzó por su mente, decidió quedarse con Alaska, asegurándose de que la niña siguiera a salvo. La sangre fría de Rosita era algo que siempre había admirado, aunque a veces también la inquietaba.
Leonard, por su parte, tomo su arma en manos. Ya había escuchado algunos de esos rasguños, pero no estaba seguro si estaban lejos o cerca. De todas formas, adentro hay caminantes.
Apenas cruzó las puertas, el impacto repentino de algo golpeando su cabeza lo sacó de sus pensamientos, haciéndolo mirar hacia arriba alarmado. "¿Qué demonios...?" .
Entonces la vio. Nirvana, desde las plataformas de metal, le lanzaba pequeñas pelotas de papel, con una sonrisa divertida que apenas duró un segundo antes de que ambos recordaran el peligro. El alivio que sintió al verla se desvaneció en un instante cuando notó las sombras que se movían a su alrededor. No estaba sola. Y entonces, vio a Brooke. Las dos estaban atrapadas, rodeadas por un grupo de caminantes que amenazaba con derrumbar la estructura en la que estaban.
Leo se pegó a la pared más cercana, su mente trabajando a toda velocidad. No había tiempo para formular planes. Las balas contadas, la distancia, los caminantes que seguían moviéndose... Todo jugaba en su contra, pero ya había estado en situaciones tensas antes.
Tomó una bocanada de aire y salió de su escondite, disparando hacia los caminantes. El ruido de las balas llenó el lugar, atrayendo la atención de las criaturas. Sus disparos daban en el pecho, pero las criaturas seguían avanzando, cada vez más cerca. El pánico comenzaba a crecer en su interior, cuando escuchó la voz de Nirvana gritar desde arriba.
─ ¡A la cabeza! ─grito Nirvana, había visto un patrón en aquellos que ya habían caído.
Leo se aferro más a su fusil, comenzo a disparar a las cabezas mientras intentaba retroceder sin tropezarse con algo y sin dejar que lo atrapen.
Los errantes estaban tan cerca de él que por un momento creyó que saltarían en su dirección, sin embargo, ese momento nunca llegó, pero sí vio como dos de ellos cayeron (y no por sus balas). Miro hacia arriba y se encontró a su padre, quien desde donde estaba, y con ayuda de un revolver, lo estaba ayudando.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, los últimos caminantes cayeron al suelo, inertes. Leo se dejó caer contra la pared más cercana, tratando de recuperar el aliento, viendo como sus dos hermanas bajaban. Nirvana corrió hacia él, saltando a sus brazos y murmurando un gracias. Brooklyn también se acercó; murmuró un gracias que apenas podía escucharse, pero lo hizo.
─ ¿Alaska? ─preguntó Derek Miller, acercándose a sus hijos.
─ Esta afuera, en el auto, con una amiga.
Brooklyn iba a decir algo más, pero entonces el sonido de algo acercándose llamó la atención de todos. Los cuatro se giraron hacia la entrada, donde apareció una figura pequeña. Era Alaska. Pero algo estaba terriblemente mal.
La niña tenía la ropa empapada en sangre. Sus ojos, normalmente brillantes y llenos de curiosidad, estaban ahora cargados de terror. Todos sintieron un frío helado recorrerles la espalda.
─ Rosita... ─fue lo único que dijo, con la voz temblorosa.
El silencio que cayó sobre el grupo fue insoportable.
¿Qué había pasado allá afuera?
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