Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝘁𝗲𝗻. dale

010. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗘𝗡 | 🐝•˖*

❛ 𝖣𝖺𝗅𝖾 ❜

Las cosas habían cambiado drásticamente desde que Hershell y los hombres regresaron a la granja. Lo que alguna vez fue un refugio temporal ahora se sentía más permanente. Rick y su grupo habían sido promovidos de simples huéspedes a residentes oficiales. Las tiendas de campaña que antes se alineaban en la parte trasera de la granja habían desaparecido, reemplazadas por una invitación de Hershell para ocupar la casa principal y las dos habitación fuera de la granja (lugar donde estaban los Miller). Esto había traído cierto alivio, al menos para la mayoría.

Sin embargo, Brooke no podía evitar sentirse atrapada. Se había distanciado de Glenn, algo que le resultaba tan extraño como incómodo. Él había sido su confidente, alguien con quien podía compartir sus pensamientos más oscuros y encontrar consuelo. Aunque ahora no tenía tiempo para pensar en otra cosa, la convivencia con su hermano apenas resucitado había sido complicada.

Mientras tanto, Alaska luchaba por conectar con Carl. Aunque el niño parecía interesado en sus intentos por entablar amistad, la barrera de la edad y las circunstancias los mantenía en una relación tensa. Nirvana, en cambio, se había entregado por completo a cuidar de Beth. La veía como una hermana menor, alguien frágil que necesitaba apoyo constante en medio del caos.

Por su parte, Leo había encontrado en Rick a un hombre digno de admiración. A lo largo de su vida, había conocido a líderes formados en academias militares y personas que parecían moldeadas para comandar, pero Rick era diferente. En él veía algo innato, una cualidad que no se podía aprender: Rick Grimes no había sido enseñado a liderar, había nacido para ello. Y Leo, aunque reservado, había tomado una decisión: si alguien podía mantener a sus hermanas a salvo, ese hombre era Rick.

El ambiente en la granja estaba tenso aquella tarde.

─ Amistosa charla, ¿no? ─preguntó Alaska con ironía al ver a Daryl acercándose. Él se limpiaba las manos en el pantalón antes de apoyarse contra un árbol cercano.

─ Fui muy amable. ─respondió Daryl, con una falsa sonrisa.

Nirvana y Hershell estaban ausentes, ocupados con algo relacionado con Beth, así que fue Rick quien tomó la palabra.

─ Tienen una banda ─dijo Daryl con voz grave ─. Unos treinta hombres. Tienen armas pesadas. Y no quieren amigos. Si nos encuentran... los hombres moriremos. Y las chicas... bueno, querrán estar muertas.

Un silencio helado cayó sobre el grupo. Cada palabra era un golpe en el pecho.

─ ¿Y cómo supiste eso? ─preguntó Carol.

Daryl alzó una ceja, como si la respuesta fuera obvia.

─ ¿Es en serio? ─Alaska no pudo evitar murmurar.

─ Alaska, cállate. ─dijo Brooke, regañándola. La menor solo se encogió de hombros, sin ánimo para discutir.

Leo, que había estado escuchando en silencio, dio un paso al frente, su rostro tenso.

─ Que nadie se le acerque. ─advirtió, cerrando el círculo de adultos como si su mera presencia bastara para excluir a los más jóvenes.

Alaska, sintiendo la exclusión como un golpe, miro a los niños Grimes.

─ Tengo que alimentar a las gallinas, ¿me acompañan? ─preguntó.

Las tres comenzaron a caminar hacia el gallinero. La conversación quedó atrás, pero Alaska no podía dejar de sentir la opresión en el ambiente, como si las palabras de Daryl se hubieran impregnado en el aire.

Estaban a mitad de camino cuando la voz de Dale los detuvo.

─ ¿Entonces lo matarán?

Alaska sintió cómo el estómago se le retorcía al escuchar aquellas palabras. Su respiración se volvió pesada, y por un instante pensó que iba a vomitar. Había visto a gente morir antes, pero esto era diferente. No era una muerte en el fragor de la lucha, no era un accidente. Esto sería un asesinato. Randall seguía vivo, respirando, tan joven como ellos.

El simple pensamiento la llenó de un terror visceral.

─ Anda, vamos. ─Aleen colocó una mano firme en su espalda, empujándola suavemente hacia adelante.

Alaska asintió, obligándose a seguir caminando, pero su mente no podía evitar pensar en eso.

¿Matar o no matar?

¿Qué es lo correcto?





















Alaska caminaba despacio, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, pateando de vez en cuando una piedra del camino. El aire olía a tierra mojada y hojas viejas, y aunque el sol intentaba colarse entre las ramas, no lograba calentar mucho. Carl iba adelante.

─ Cuidado con el tronco. ─dijo él, señalando con la barbilla el enorme árbol caído que bloqueaba el sendero.

Carl lo cruzó de un salto, girándose de inmediato hacia Alaska con una mano extendida. Ella se detuvo frente al tronco, observándolo con cierta duda.

Podía hacerlo sola. Claro que podía. Pero verlo ahí, con esa sonrisa medio burlona y medio amable, hizo que dudara. Además, ¿por qué no?

─ Gracias. ─dijo, tomando su mano por un instante.

Su mano era suave, aunque el tirón que le dio para ayudarla fue más fuerte de lo que esperaba. Al otro lado, Alaska soltó un pequeño resoplido, acomodándose la chaqueta. Miró de reojo a Carl, que ya había retomado el camino como si nada.

─ ¿Por qué no vino Aleen? ─preguntó ella al cabo de unos minutos.

Carl se detuvo un segundo, girando la cabeza hacia ella con una sonrisa que le hizo sentir como si hubiera dicho algo que no debía.

─ ¿Extrañas a tu novio?

─ ¡No es mi novio! ─exclamó, rodando los ojos.

─ Claro, claro. ─Carl alzó las manos, como si quisiera calmarla ─. Pero admito que fue gracioso ver cómo Shane lo atrapó esta mañana. Yo logré escabullirme, pero Aleen no tuvo tanta suerte. Ahora está atrapado ayudando a Randall con las tareas.

Alaska asintió, mirando el suelo mientras caminaba. Las ramas caídas y las raíces traicioneras parecían multiplicarse, y no quería arriesgarse a tropezar frente a Carl. Lo último que necesitaba era darle una razón para burlarse.

─ ¿Por qué te importa tanto Aleen? ─preguntó de repente Carl, rompiendo el silencio de una forma tan brusca que Alaska tuvo que detenerse para procesarlo.

─ ¿Qué?

─ Sí, ¿por qué te importa tanto? Siempre estás con él, pero cuando quiero pasar tiempo contigo, parece que quieres huir.

Ella parpadeó, sorprendida.

─ Eso no es verdad.

─ Claro que lo es ─Carl se giró por completo hacia ella, con los brazos cruzados y una ceja arqueada ─. Mira, estás aquí conmigo, pero apenas cruzamos el tronco preguntaste por Aleen.

─ Es que desde que ustedes llegaron, siempre hemos estado los tres juntos. Solo por eso lo mencioné ─Alaska suspiró, tratando de explicarse. Luego añadió con una sonrisa ─: También me gusta pasar tiempo contigo, lo juro.

Pareció satisfecho con esa respuesta porque se encogió de hombros y siguió avanzando, pero no sin antes murmurar algo que ella no alcanzó a oír.

De repente, Carl alzó una mano, señalando hacia adelante.

─ ¡Mira eso!

Alaska siguió la dirección de su dedo y vio un caminante atrapado al otro lado de un pequeño arroyo. Estaba hundido en el barro hasta las rodillas, moviéndose torpemente mientras intentaba liberarse. Sus manos esqueléticas arañaban el aire, y su mandíbula chasqueaba con un sonido seco que le puso los pelos de punta.

─ ¿Por qué tienes un arma? ─preguntó Alaska, notando la pistola que Carl llevaba metida en el cinturón.

 ─No le digas a nadie, ¿sí?

Ella asintió, aunque no pudo evitar mirarlo con cierta incredulidad.

─ Entonces matemos al caminante. ─propuso Carl, con una sonrisa que le recordó más a un juego que a una amenaza real.

─ No seas tonto.

Sin esperar una respuesta, Alaska le quitó la pistola. Ya lo había hecho antes. Respiró hondo, cerró un ojo y apuntó hacia la cabeza del caminante, intentando mantener el pulso firme.

─ ¡Espera! ─Carl puso una mano sobre la pistola, bajándola.

─ ¿Qué haces?

─ Si alguien se entera de que tomé esta pistola, me van a castigar.

─ Está bien... ─murmuró Alaska, aunque no pudo ocultar su frustración.

Carl se agachó, agarrando una piedra del suelo y lanzándola en dirección al caminante. El proyectil golpeó el barro cerca de sus pies, haciendo que la criatura se retorciera con más fuerza.

─ ¿En serio? ─dijo Alaska, pero ya estaba buscando su propia piedra.

Por unos minutos, se dedicaron a lanzar piedritas, riendo cada vez que el caminante se desesperaba más. Era absurdo, pero también un poco divertido. Por un momento, Alaska casi olvidó lo que realmente eran esas cosas.

─ ¡Carl, no! ─gritó de repente, viendo cómo él cruzaba el arroyo.

Se acercó al caminante con la pistola en la mano, listo para disparar.

─ ¡Regresa! Es una mala idea.

Carl no le hizo caso. Apuntó, pero el caminante se movía demasiado, balanceándose de un lado a otro en un intento por alcanzarlo.

De repente, con un ruido húmedo y un tirón violento, el caminante logró zafarse del barro. Se lanzó sobre Carl, derribándolo al suelo con un golpe que resonó en el silencio del bosque.

─ ¡Carl!

Alaska corrió hacia él, el corazón latiéndole con tanta fuerza que pensó que podría salir de su pecho. Se lanzó al suelo, agarrando a Carl por los brazos y tirando con todas sus fuerzas. El caminante gruñía, sus dientes chasqueando peligrosamente cerca.

─ ¡Ayúdame! ─gritó Carl, pero Alaska ya estaba haciendo todo lo que podía.

Con un último tirón desesperado, logró sacarlo de las garras del caminante. Ambos cayeron al suelo, jadeando y cubiertos de barro. Sin decir una palabra, se levantaron y echaron a correr, dejando atrás los gruñidos y los chasquidos de la criatura.

Cuando llegaron a la granja, se detuvieron junto a la cerca, respirando con dificultad.

─ Eres un idiota. ─dijo Alaska, fulminándolo con la mirada.

─ Gracias por salvarme. ─respondió Carl, esbozando una sonrisa tímida.

Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír también. 





















─ Sé que les reclamé por ir sin mí a ver a Randall, pero esto no es lo que pensaba. ─murmuró Alaska, mientras caminaba junto a Carl y Aleen, con los pies arrastrándose sobre la tierra fría, dirigiéndose al granero donde tenían a Randall.

La excusa de "hacerlo en secreto" no colaba. Las lámparas brillaban por toda la granja, y los sollozos de Randall se escuchaban con demasiada claridad, como si todo estuviera hecho a propósito para que lo descubrieran.

─ Por favor... por favor... no me maten... —se oyó la voz quebrada de Randall, y el nudo en el estómago de Alaska se hizo más grande.

─ Es cruel... ─murmuró Alaska, casi sin darse cuenta. No estaba segura de si Carl o Aleen la escucharon, pero realmente no le importaba.

Ambos chicos seguían adelante, como si nada pasara. Carl, con su cara seria, y Aleen con su calma habitual, parecían acostumbrados a todo esto, aunque en el fondo Alaska sabía que no lo estaban.

Al llegar al granero, se pararon en la entrada, manteniéndose en las sombras, justo fuera de la vista de los adultos. Y entonces, lo vieron. Rick Grimes estaba allí, apuntando con su arma a la cabeza de Randall. Era una escena que no sabía cómo procesar.

Alaska había pensado que solo iban a mirar y luego irse, pero al ver a su hermano ahí sintió algo extraño dentro de ella.

─ Hazlo, papá. Hazlo. ─dijo, casi sin emoción, pero con una claridad que heló el aire.

Alaska no pudo evitar fruncir el ceño. ¿De verdad quería eso? Randall estaba allí, a sus pies, rogando por su vida, y Carl estaba pidiendo que lo mataran.

─ No. No. No. ─Randall seguía suplicando, y Alaska, aunque quería girar y alejarse, no podía dejar de escuchar.

Leo apareció junto a ellos, ordenándoles que se apartaran.

─ Alaska, regresa. ─llamó, no podía comprender. Leo cuando regreso le había dicho otra cosa sobre salvar gente y todo eso.

Aleen, sin decir una palabra, empezó a caminar hacia atrás, como si quisiera desaparecer de allí. Era como si todo fuera tan normal, como si este horror fuera algo que ya habían visto muchas veces antes. Alaska se quedó un momento en el lugar, sin saber qué hacer. Pero cuando Shane apareció detrás de ellos, empujándolos a salir del granero, supo que ya era suficiente.

─ Sáquenlo de aquí. ─ordenó Rick Grimes, guardando su arma.

Daryl, sin decir nada, fue el primero en mover a Randall, llevándoselo con firmeza. Alaska apenas pudo notar cómo Walsh se alejó molesto.

─ Lo mantendremos como prisionero, por ahora. ─dijo Rick de pronto.

Alaska sonrió sin ganas, balanceándose sobre sus talones. ─ Dale estará feliz de oír eso. 

─ Ir a buscarlo, ¿vienes conmigo, Alaska? ─preguntó Andrea, tomando su mano con suavidad.

Alaska miró a su hermana mayor, quien simplemente asintió con la cabeza. No tenía muchas opciones, así que empezó a caminar junto a Andrea, la necesidad de hacer algo, de moverse.La misión de ahora estaba clara: encontrar a Dale y darle la noticia. 

El camino no fue largo, y mientras caminaban, Andrea comenzó a hablar de cómo le recordaba a su hermana pequeña, Amy, a quien había perdido. Decía que Alaska era como una versión más fuerte, pero con la misma ternura en los ojos. Alaska no sabía qué decir, solo asentía, sin mucha energía para hablar. Era raro sentir que alguien pensaba así de ella..

De repente, el grito rompió la calma. Alaska no tuvo tiempo de procesarlo cuando Andrea apretó su mano y empezó a correr.

─ ¡Dale! ─gritó Alaska, al ver al hombre mayor siendo atacado por un caminante. La escena fue rápida, pero todo pasó tan lento en su cabeza.

Daryl apareció, derrapando sobre el suelo, y antes de que Alaska pudiera reaccionar, ya había matado al caminante. Pero la imagen de Dale seguía flotando en su mente.

Alaska soltó la mano de Andrea y corrió hacia Dale, pero cuando llegó a su lado, la escena la dejó sin palabras. El hombre estaba horriblemente herido, su abdomen abierto, los intestinos cayendo como si fueran parte de la tierra misma. El sufrimiento era visible en su rostro, y Alaska sintió que se le cerraba la garganta.

─ ¡Ayuda! ¡Por aquí! ─gritó Daryl, llamando a los demás.

Alaska se arrodilló junto a él, tomando su mano con fuerza, los ojos llenos de lágrimas.

─ Resista, señor. ─balbuceó, sin saber qué más decir.

No sabía lo que los adultos gritaban, su mente estaba en blanco. Solo vio a Hershell llegar, y después todo fue un caos de gritos y lamentos.

─ Está sufriendo, ¡Hagan algo! ─gritó Andrea al lado de ella, desesperada.

Leo, sin decir palabra, la apartó de Dale, levantándola en sus brazos. Alaska se escondió en su cuello, cerrando los ojos y esperando escuchar el disparo. Sabía lo que venía, aunque no quería aceptarlo.

Y lo peor de todo...reconocía al caminante que ataco a Dale.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro