❪ pre season 3 the walking dead ❫
016. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗦𝗜𝗫𝗧𝗘𝗘𝗡 | 🐝•˖*
❛ 𝗐𝖾'𝗅𝗅 𝖻𝖾 𝖿𝗂𝗇𝖾 ❜
(no se olviden de votar y comentar, los quiero, besos en sus colas ;)
Antes de que los muertos se levantaran y comieran los cerebros de las personas vivas, Alaska, cuando estabas asustada, se subía al árbol que había en su casa y se escondía entre las ramas, asegurando que sus miedos no podían subir un árbol porque eran algo más pequeño que ella. Un pensamiento que su madre le había inculcado a los cinco años.
Es por eso que luego del incidente con el fantasma, ella había corrido a subirse a la casita del árbol, se había asegurado de cerrar las cortinas y se hizo chiquita en una esquina, abrazando sus piernas y esperando que sus miedos nunca llegaran a subir.
Aunque los fantasmas pueden volar y atravesar paredes.
Era mejor no pensar en ello. Así que obligándose a sí misma a pensar en los dibujos animados que veía antes, calmó su mente y terminó durmiendo.
No mucho, claro está. Quizá por el miedo, o el sonido de sus tripas por el hambre que tenía. Así que tomando cosas que había en la casita del árbol, tomó el libro de colorear y avanzó un par de páginas. Sin embargo, no mucho después terminó aburriéndose de aquella actividad, abandonando los colores y divirtiéndose, atándose y desatándose las agujetas. Pensaba en sus hermanos, quería que todo fuera como antes. No antes del apocalipsis, sino antes.
Con su madre viva y todos juntos en una sola casa.
Sabía que era algo que solo podía soñar. Así que se limitó a seguir jugando con sus zapatos, pensando en si algún momento se reencontrara con Glenn y Brooke, o si al menos ambos están bien. Sin embargo, cuando escuchó ruidos provenientes de afuera, dejó lo que estaba haciendo y se asomó por la ventana, viendo a un hombre entrar a la casa. Al parecer estaba herido, cojeaba un poco, y por lo que veía, estaba buscando alimento. Pues revisaba desesperadamente la alacena.
Veremos si se va pronto.
Luego de casi diez minutos (una eternidad para Alaska), se dio cuenta de que el hombre no se iría jamás. Así que su mejor plan fue volver a los cojines y dormir un rato hasta que a él se le ocurra irse al ver que en esa casa no había nada.
Se acurrucó en la cama improvisada y comenzó a contar ovejas.
Aunque la verdad es que no entendía por qué la gente se quedaba dormida mientras imaginaba que ovejitas pasaban de un lado al otro. ¿Tal vez se aburrían y por eso terminaban dormidos? No lo entendía muy bien. Los adultos son raros, ¿por qué no cambiaban las ovejas por un animal más divertido? Una tortuga o un dinosaurio.
Sea cual sea el animal que se usara, Alaska no tuvo la oportunidad de cambiarlo en su mente, ya que un fuerte estruendo proveniente de la casa la hizo levantar de golpe, así que se volvió a poner junto a la ventana, intentando ver qué pasó. Pero ver por una esquinita no facilitaba las cosas, así que tuvo que meter un poco más su cabeza para ver...
─ ¡Niña!
Se lanzó hacia un lado para esconderse cuando escuchó eso. Por chismosa, la había atrapado.
─ ¡Hey!
Hizo una muequita de lado al ver que la habían pillado, y casi por obligación, terminó colocándose en la ventana, esta vez completamente parada (claro, aprovecho para ver todo el panorama). Ahí se dio cuenta de que aquel hombre había caído al piso, probablemente se había resbalado con el charco de sangre que había en la cocina.
Sin embargo, ahora se había levantado y la miraba por la ventana.
─ ¡Cuidado! ─la menor chilló, señalando al hombre, específicamente, a sus espaldas.
El caminante, que creyó que nunca más se levantaría, estaba justo detrás de él, estirando sus brazos para comer su nuevo bocadillo.
─ ¡¿Señor?! ─gritó Alaska, cuando lo último que vio fue al hombre caer en manos del caminante.
En ese momento la idea de cambiar el mundo pasó por su cabeza.
"Te odio, Nirvana".
Su hermana constantemente le hablaba de cómo esta generación podía con todo, contando los héroes que había en los libros, como esa tal Katniss Everdeen que tenía un arco en mano e hizo caer todo un modelo de gobierno... Y mejor no pensar en eso cuando un hombre está necesitando ayuda. Ayuda que ella le podía brindar (si seguía vivo, claro). Así que bajé rápidamente las escaleras de la casita del árbol solo para ver cómo aquel sujeto luchaba con el caminante.
Busco algo con que golpear la cabeza del caminante, una llave inglesa, algo por el estilo.
Recorrió con la mirada todo el patio y finalmente corrió hacia una caja roja de herramientas. Comenzó a abrirla lo más rápido que podía, y terminó sacando un martillo. Eso debería servir.
─ ¡Tome! ─le ofreció al hombre una vez que llegó a su lado.
Al escuchar eso, tomó el arma que la niña le daba y empezó a golpear al caminante una y otra vez, hasta que al final terminó destruyendo su cráneo, reduciéndolo a la nada misma.
─ Diablos. ─soltó, colocando sus manos en las rodillas, recuperando el aliento.
Alaska retrocedió unos pasos cuando notó cómo la sangre del caminante estaba esparciéndose por todo el piso, amenazando con ensuciar sus zapatillas.
─ Hola.
─ Hola. ─respondió la niña, viendo cómo el hombre se acercaba a ella solo para ponerse de cuclillas y llegar a su altura.
─ ¿Has estado tú sola todo este tiempo?
Comenzó a balancearse sobre sus talones. Le habían enseñado a no contar nada sobre su familia o sobre ella misma a extraños...aunque no sabía si esa regla aplicada en medio del apocalipsis. Aun así, no sabía qué hacer, es decir, este hombre no tenía pinta de ser un malvado, al contrario, parecía alguien agradable.
─ Mi hermana y su novio vendrían aquí por mí. Bueno, no a esta casa en específico, pero planeábamos venir a este pueblo. Ya quiero que vengan por mí.
A pesar de su pelea con Brooke, Alaska no deseaba que su hermana muriera o saliera herida. Sigue siendo parte de su familia.
─ Me parece que eso tardará un rato, ¿sabes?
─ Ellos no me dejarían.
─ Mira, ellos seguro vendrán. Pero puedo cuidar de ti hasta que aparezcan.
Ella pensó en si eso sería una buena opción, pero es lo mejor que tenía por ahora. Era muy difícil estar sola, y más cuando tienes piernas cortas y brazos que apenas llegan a las perillas (tal vez estaba exagerando un poco), pero sí. Prefería estar con alguien, y este hombre podría ser su compañero de aventuras.
─ ¿Cómo te llamas?
─ Alaska, ¿y usted?
─ Mi nombre es Lee, y no me trates de usted, me siento viejo.
Asiente una y otra vez. Y luego de eso, ambos se quedan callados. El hombre analizando qué hará a partir de ahora con una niña a su cargo, y la niña rogando que su hermana y Glenn aparecieran pronto.
─ ¿Qué haremos ahora? ─inquirió ─. Hay un fantasma en este pueblo, me atacó, lo juro.
Lee no pudo evitar soltar una carcajada.
─ Fui yo, quería buscarte. Eras una niña sola, y pretendía ayudarte ─contó, levantándose y yendo hacia la cocina ─. Esto debe ser tuyo.
Tomo algo del estante superior, tomando la diadema de abejitas y lanzándolas a la niña, quien la tomó entre manos, convenciéndose a sí misma de que no había sido un fantasma, solo había sido un hombre: Lee.
─ Gracias...y lo siento por lanzarte esto.
─ Oh, no te preocupes, no me hizo mucho daño ─le resto importancia mientras avanzaba hacia la puerta, mirando hacia afuera y viendo si de pronto aparecía un camino divino ─. De noche no es seguro, podríamos irnos ahora.
─ ¿Me dejas ir por mi mochila?
─ Te espero aquí abajo.
La niña sale disparada a la casita del árbol, tomando su mochila y metiendo todo lo que podía servirle de ahí arriba, porque por lo visto, no regresaría aquí...y si no regresaba probablemente no vería a Brooke y Glenn otra vez.
─ ¿Debería quedarme? ─balbuceó una vez bajo.
─ ¿Qué?
─ Es decir, ¿si mi hermana o Glenn vienen y no me encuentran? ¿Y si ellos regresan?
─ No te dejaré sola. ─aseguro.
Hace una muequita de lado. ─ Bueno, podríamos ir a un lugar seguro que esté cerca, ¿verdad?
─ Esa es una buena idea, jovencita.
Esto podría ser el inicio de algo.
Alaska había hecho hasta lo imposible para quedarse más tiempo en el pueblo, sin embargo, resultaba imposible, ya que el lugar no era viable para vivir. Así que, por el bien de ambos, termino accediendo al plan de Lee de irse siguiendo esta misma ruta. Para que así, si Brooke y Glenn vienen a buscarla, tengan una idea de por dónde seguir. Tan solo deberán ver el gran letrero que ella les dejó escrito, usando una vieja lata de pintura en aerosol roja.
Así que sin nada más que explorar en aquel pueblo, ambos subieron a un auto y viajaron a por una nueva aventura. Aunque las cosas no habían salido bien del todo, porque casi una hora más tarde, el vehículo donde estaban había decidido explotar. Bueno, salió humo del frente y por seguridad habían terminado abandonándolo.
Caminaron por un rato más y finalmente se encontraron con un Jeep, tenía el tanque medio lleno y tal vez los llevaría más lejos que su anterior vehículo; sin embargo, primero tendrían que encenderlo.
─ ¿Qué es esa caja de ahí? ─señala Alaska desde el techo del jeep, a donde se había subido para vigilar que no vinieran caminantes mientras Lee arreglaba el auto.
─ Es la batería.
─ ¿Está rota?
─ No. Ya la revisé, y está bien. Solo tengo que cruzar unos cables que estaban debajo del timón y podemos ponernos en marcha ─explicó, y sus manos salieron de la batería. Ajustó un tapón que había al lado y al final cerró el capot del auto ─, así que ven aquí.
Extendió sus brazos en dirección a Alaska, tomando a la niña y ayudándola a bajar de ahí. Una vez estaba en tierra firme, subió al asiento del copiloto, viendo atentamente cómo Lee movía unos cables, a la vez que pisaba el embriague y el acelerador. Unos minutos después, como por arte de magia, el motor se encendió.
─ ¿Conoces el lugar a donde iremos? ─preguntó la niña, mientras tomaba un marcador para poder hacer dibujos en los tirantes de su mochila, pues a su vista, estaban muy vacíos.
─ Algo así ─se encogió de hombros, cerrando la puerta y poniendo en marcha el auto ─. ¿Conoces Macon?
─ Creo que sí ─Alaska no estaba muy convencida, especialmente porque no era muy hábil para recordar nombres de lugares ─. Si mi mente de tortuga no falla, creo que Leo me llevó ahí una vez. Fue un viaje largo... ¿Está lejos de Atlanta?
No pudo evitar preguntar, porque de alguna manera, seguía aferrándose a la idea de la granja de los Greene, que estaba cerca de ahí hasta donde tiene entendido, o bueno, no estaba muy segura, generalmente ella solo sigue a su familia. De hecho, este es el primer viaje que hace sola.
Una vez terminó con los tirantes de su mochila, pasó a hacer dibujos en sus jeans. Estaba muy entretenida en eso, y lo único que podría acabar con su diversión sería que la tinta del marcador que usaba se termine.
─ Si quieres, podemos charlar, nos queda un largo camino por delante.
Frunció el ceño. ─ No sé de qué hablar.
─ La verdad es que yo tampoco ─confesó, mirándola por unos segundos ─. No suelo tratar con niños.
─ ¿No tienes hijos o algo así?
─ No.
─ ¿Qué hacías antes de esto?
Decidió preguntar, porque tal vez Lee resultaba ser un astronauta y ella estaba aquí haciendo preguntas tontas.
─ Era profesor en la universidad.
Asentí ─. Entonces tus estudiantes te odiaban.
─ ¿Por qué dices eso?
─ Mi hermana mayor regresaba de la universidad maldiciendo a sus maestros, así que supongo que los odiaba.
─ Todos odian a sus maestros. ─soltó una risilla.
La menor sonrió, aunque aquello fue interrumpido por un gran bostezo de su parte. Ayer no había podido dormir bien, estuvo con la cabeza pegada a la ventana para vigilar que Brooke y Glenn aparecieran y no pasen de largo la casa donde estaba...pero no aparecieron.
─ Si quieres, pásate atrás y duerme un rato.
─ ¿Seguro?
Lo vio asentir, así que sin negarse ni cuestionar nada más, se quitó el cinturón de seguridad y lanzó su mochila hacia atrás. Luego ella pasó con mucho cuidado y se terminó acomodando en los tres asientos, quedando durmiendo al instante.
Estaba cansada.
Alaska solo se despertó cuando sintió que el auto se detuvo de golpe. Se frotó los ojos mientras se acostumbraba a la luz del día que se colaba por la ventana, y una vez pudo ver, notó cómo Lee estaba mirando al suelo, soltando un largo suspiro, mirando a todos lados como si buscara una solución a sus problemas. Así que se colocó sobre sus rodillas y llevó una de sus manitas hacia el hombro del hombre.
─ Vamos a estar bien. ─murmuró mientras sonreía.
Lee asintió, e incluso sonrió.
Luego de unos segundos, termino saliendo del vehículo, mirando hacia todos lados. Él estaba genuinamente preocupado, y era más que evidente el porqué: estaban detenidos en medio de una carretera, sin nada cerca.
─ Aún es temprano, podríamos...¿caminar?
Sugirió la niña, pero de inmediato su idea fue descartada. Dándole a entender que en realidad estaban en medio de la nada: problemas.
Salió del vehículo y se subió al capot del Jeep, ayudándose de las llantas. Apoyo su mentón en la mano y espero que las respuestas pronto surjan en su mente, caigan del cielo de una manera o...no podía buscarlas en internet. Ni siquiera hay internet.
─ Pronto lo resolveremos. Somos un equipo.
La verdad es que a Lee le parecía un buen tipo. Es decir, no sabía qué problema pudo tener antes de llegar a ella, pero está claro que por algo se hizo aquella herida en la pierna. Sin embargo, a pesar de su curiosidad, decidió quedarse callada, no quería ser entrometida. Además, la mayoría de los adultos ocultan cosas, no tenía sentido preguntar.
Por su mente pasaron una y mil ideas, sin embargo, todas se esfumaron cuando escuchó el motor de un auto que claramente no era el de ellos.
─ Alaska, al auto, ahora. ─ordenó Lee.
Ella no tuvo tiempo de protestar ante la orden, tenía miedo una vez más. Así que solo bajó un salto del capot del Jeep y en cuestión de segundos llegó a los asientos traseros, haciéndose chiquita en su sitio. Afortunadamente, justo a tiempo, porque un par de minutos después aquel auto que venía se detuvo muy cerca de ellos, haciendo que Alaska se hiciera mucho más chiquita, rogando que no fuera gente mala.
─ Tranquilo, viejo ─pidió aquel hombre, bajando del auto y estirando su mano para tratar de tranquilizar a Lee, que estaba tenso por toda la situación, buscando a toda corta proteger a la pequeña que estaba a su cargo ─. Vimos que tenías una niña.
─ No te acerques ─tomando el cuchillo que Alaska le había dado en la mañana, diciendo que era el que su hermana le había dejado ─. Y no se te ocurra probarme.
─ Yo también tengo un niño conmigo. Mi hijo. Sé cómo es esto, necesitas ayuda.
─ Sí, los podemos llevar de camino. Los acercamos a su destino. ─añade la mujer que estaba en el asiento del copiloto.
Lee se quedó en silencio por unos segundos, estaba pensando en si era buena idea unirse a estos extraños para poder seguir con el camino. Estaba claro que necesitaba ayuda, ¿pero ellos eran una buena opción?
─ Alaska ─llamá ─, ven aquí.
Con mucho cuidado (y aun algo de miedo), la niña sale del auto, colocándose rápidamente detrás de Lee para usarlo de escudo. Ella tan solo se asomaba, por un lado, para poder ver mejor a las personas que tenía al frente. Con el primero que se encontró, era un hombre mayor, tenía un bigote muy pintoresco, llevaba una gorra y tenía puesta una camiseta blanca. Su expresión era calmada, incluso resultaba muy amigable.
Tenía una camioneta azul con la parte de atrás abierta, haciendo recordar a la niña los vehículos que solía usar su padre para ir a las construcciones.
Pero regresando a la camioneta, ahí, en el asiento de adelante, había una mujer de cabello rubio, era robusta pero de mirada dulce. Y justo detrás, estaba un niño que parecía tener una edad similar a la de Alaska.
─ Iremos con ellos. ─le dice Lee, a lo que la niña asiente.
─ Mi nombre es Kenny ─se presentó el señor del bigote ─. Katjaa, mi esposa; y él es mi hijo, Pato.
─ Me llamo Lee, y ella es Alaska ─dijo, mientras se acercaba al auto para tomar las mochilas ─. Vámonos.
─ Gracias. ─murmuró Alaska, mirando a Kenny, quien aceptó el gesto con una agradable sonrisa.
Al final, Katjaa se bajó y subió atrás para sentarse con los dos niños, y así dejar a los hombres conversar adelante. Un segundo después, todos ya estaban listos y el auto se estaba poniendo en marcha, dirección a Macon, Kenny había dicho que pasarían por ahí.
─ No hablas mucho.
Alaska levanta la mirada. ─ Oh, es que...no sé de qué hablar.
Él le hacía recordar mucho a Aleen y Carl, y aunque este último no era el mejor amigo del mundo, de igual forma lo extrañaba. De alguna manera habían logrado ser amigos. A pesar de todo, con las diferencias y peleas, ella y los hermanos Grimes, eran un buen equipo.
─ No molestes a Alaska, hijo. ─regaña su madre.
─ No es molestia. ─asegura Alaska con una sonrisa, incluso si sabía que no se quedarían con ellos mucho tiempo, porque este era un mundo de cristal, donde los niños (o personas en general), salen heridas, y no solo por caminantes.
─ ¿Guerra de pulgares?
─ Soy la reina de la guerra de pulgares.
─ Eso está por verse.
Ambos se retan a un duelo, así que unen sus manos para iniciar aquella batalla épica, que decidirá el destino de la humanidad.
La camioneta de Kenny había dado hasta su último esfuerzo. Había avanzado un montón, y finalmente, terminó parando en medio de una calle. Afortunadamente, no estaban en medio de la nada, estaban rodeados de muchas tiendas.
─ Bien, no llegaremos más lejos. ─soltó Kenny.
─ Fue lo suficientemente lejos. ─añadió Lee, saliendo del vehículo y asegurándose de que Alaska también lo hiciera.
Una vez que los cinco estuvieron fuera, se detuvieron un segundo para analizar el lugar. Debían analizar a qué zona ir primero. Había muchas que escoger, aunque ninguna parecía tener combustible o comida. Lo primero que veían frente a ellos era una tienda de vinilos y una de muebles, además de la farmacia que estaba en una esquina.
─ ¡Miren! ─señaló Pato.
Un hombre estaba de rodillas detrás de un auto, quizá estaba llenando su tanque o algo parecido. Así que Kenny se puso por delante de los demás, extendiendo sus manos y buscando ayuda por parte del sujeto. Porque así como él ayudó a Lee y Alaska, esperaba que alguien más los ayudase a ellos.
Se supone que así funcionan las personas, ¿no?
─¡Hola! ¿Eres amigable? ─preguntó mientras agitaba sus brazos en el aire ─. Mi camión se quedó sin gasolina.
Antes de que les diera tiempo de hacer algo, miles de caminantes aparecían por todos lados, rodeándolos en un instante. Incluso el hombre que estaba detrás del auto (al que le pidieron ayuda), era uno de ellos. Probablemente personas recién convertidas, porque no se les veía deterioradas. Incluso la ropa de la mayoría de ellos estaba medianamente limpia y no destruida.
─ ¡Estamos atrapados! ─chilló Katjaa.
Alaska fue a refugiarse junto a Lee, quien tampoco sabía qué hacer. No tenían armas.
De pronto, escucharon un grito.
─ ¡Ahh!
Era Pato, un caminante que se había abalanzado contra él. Los ojos de Alaska se abrieron de par en par y tuvo que colocar una de sus manos sobre su boca para no soltar un grito por el terror que le causó ver eso. Ahí estaba uno de sus amigos... Ahora ella podía entender lo que sintieron Aleen y Carl al ver a Sophia ahí en la granja. Es decir, no la vieron morir, pero sí transformada...
Un balazo se escuchó. Ninguno de los cinco tenía armas, así que era alguien externo. La niña fue la primera en girar para ver de quién se trataba: era una chica de falda y blusa, su cabello era de color castaño y lo tenía hasta los hombros. Llevaba un arma en manos y había salvado a Pato, quien no había sido comida de caminantes.
Afortunadamente.
─ ¡Por aquí!
Grito alguien más, una voz que sorpresivamente Alaska reconoció. Así que sin dudarlo mucho, fue la primera en echarse a correr hacia la farmacia, y segundos después la familia de Kenny y Lee la siguió.
Travis cerró la puerta cuando la última persona pasó, y apenas lo hizo. Alaska saltó a sus brazos y se aferró a él como si fuera la única persona en la tierra. Estaba muy feliz, porque era alguien que conocía.
─ ¿Hay alguien más? ─preguntó Alaska, aún en los brazos del chico.
─ Si te digo, se arruina la sorpresa...
─ ¡No podemos arriesgarnos así! ─aquel grito interrumpió a Travis.
─ ¡Pero tampoco podemos dejar que la gente muera así sin nada más! ¡Tenías dos niños! ─señaló la chica que nos había salvado.
─ Cuando digo: esa puerta se mantiene cerrada sin excepciones. Lo digo en serio ─bramó enojada aquella mujer ─ No sabemos quiénes son, ¡podrían ser peligrosos!
─ ¡Es mi hermana, Lily! ─gritó alguien desde atrás.
Travis dejó en tierra firme a la niña cuando se dio cuenta de que ya reconoció a la dueña de la voz.
Ambas Miller corrieron a reencontrarse la una con la otra. Nirvana apenas llegó al lado de Alaska, la levantó en brazos, apachurrándola y sacudiéndola como cuando era más pequeña. Estaban muy emocionadas por esto.
Especialmente la mayor de ellas, porque este era su plan desde el principio, por eso había abandonado el anterior campamento y había venido a esta aventura.
─ Vamos a estar bien. ─sonrió Alaska.
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