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𝗻𝗶𝗻𝗲. What's a Randall?

009. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗡𝗜𝗡𝗘 ──

❛ 𝖶𝗁𝖺𝗍'𝗌 𝖺 𝖱𝖺𝗇𝖽𝖺𝗅𝗅? ❜

(no se olviden de votar y comentar, los estaré leyendo <3)

Alaska estaba segura de que podía quedarse así por mil años. En ese instante, el mundo podría desmoronarse a su alrededor y no le importaría. El césped bajo sus pies podría secarse, los ríos evaporarse y las estrellas apagarse una por una. Ella solo quería estar en los brazos de su hermano. Sentía que el tiempo podía detenerse ahí, congelado en un bucle eterno. Quizá un día, cuando tuviera veinte años, cuando la vida le pesara o las arrugas asomaran en su rostro, podría soltarlo, pero no ahora. Ahora sonreía como si el sol hubiera encontrado un nuevo hogar en su rostro; su alegría era suficiente para iluminar toda una ciudad dormida.

Habían dejado a Shane atrás y habían conducido hasta que el auto finalmente se rindió. El combustible se agotó a medio camino, pero el destino no estaba lejos. La granja estaba lo suficientemente cerca como para caminar. O más bien, para que Leo caminara. Alaska, por supuesto, no se movería de sus brazos. Su delgado cuerpo descansaba contra el de él, como si temiera que un paso en falso los separara de nuevo.

Leo no podía negarse. No después de lo que su hermana había pasado, después de todo lo que ella había sufrido durante "su muerte". Aunque su tobillo aún le dolía y cada paso le recordaba su fragilidad, el pensamiento de soltarla ni siquiera cruzaba su mente. Era un peso que llevó con amor, como si cargarla pudiera aliviar un poco el tormento que ella había soportado.

─ Alaska. ─la llamó Leo con voz suave, su tono tan delicado como una caricia. Estaban cerca de la granja, y él necesitaba que escuchara esto antes de llegar. Ella levantó la mirada, frunciendo el ceño mientras lo observaba con curiosidad.

─ ¿Qué pasa? ─preguntó, su sonrisa aún intacta, como si fuera incapaz de desvanecerse.

─ Necesito pedirte un favor.

─ ¿Ser tu intermediaria entre Brooke y tú? ─bromeó ella ─. No me importaría hacerlo. Estoy tan feliz de que estés aquí que incluso podría comer la pasta radioactiva que hace Nirvana.

Leo dejó escapar una breve carcajada, pero su expresión pronto se tornó seria.

─ No digas nada sobre Shane. De eso me encargaré yo, ¿okey?

La alegría de Alaska se tambaleó por un instante. Frunció los labios, confundida.

─ ¿Por qué? ─inquirió, buscando respuestas en el rostro de su hermano.

─ No quiero que todo esto se convierta en un caos ─explicó ─. No podemos arriesgarnos a que nosotros salgamos afectados en el proceso. Además, la gente que llegó parece ser buena. Tienen dos niños con ellos, tres si contamos a la niña que se perdió. No podemos dejarlos a su suerte. Así no se conserva la humanidad.

Alaska se quedó en silencio, asimilando las palabras de su hermano. Quizá no comprendía del todo por qué él estaba tan decidido a proteger a aquellos desconocidos, pero había aprendido a confiar en él. Leo siempre tenía una razón, incluso cuando no la explicaba del todo. Así que asintió y volvió a acurrucarse contra su pecho mientras seguía avanzando.

El bosque los envolvía en un susurro constante de hojas y ramas. La luz del sol se filtraba a través de las copas de los árboles, pintando patrones dorados en el suelo. Finalmente, la granja apareció ante ellos.

Brooke caminaba de un lado a otro frente a la casa Greene, su rostro un mapa de preocupación. Hacía rato que Alaska había desaparecido, y aunque Glenn intentaba tranquilizarla, ella no podía dejar de pensar en las peores posibilidades. Brooke estaba convencida de que su hermana había ido al pueblo en busca de su padre, pero esa teoría no tenía sentido. Alaska nunca hacía cosas así.

─ Cálmate, Brooke ─dijo Glenn ─. Seguro está por el bosque. Le dijiste que ama las flores y los animalitos, ¿recuerdas?

El coreano se quedó en silencio de repente, parpadeando varias veces. Su mirada se fijó en el horizonte, donde una figura emergía de entre los árboles.

─ ¿Qué pasa? ─preguntó Nirvana, notando la expresión de Glenn. Pero las palabras del hombre quedaron suspendidas en el aire.

Antes de que pudiera explicarse, Brooke ya había comenzado a correr. Nirvana siguió sus pasos, ambas moviéndose con una urgencia casi desesperada. Cuando llegaron lo suficientemente cerca, vieron a Leo, vivo y caminando con Alaska en brazos.

El tiempo pareció detenerse. Brooke fue la primera en alcanzarlos, y se quedó paralizada frente a su hermano. Sus ojos se llenaron de lágrimas, incapaz de creer lo que estaba viendo. Alaska se bajó de un salto de los brazos de Leo, dándole espacio. Fue justo a tiempo porque Brooke se lanzó hacia él, abrazándolo con todas sus fuerzas. Su cuerpo temblaba entre sollozos y risas. Balbuceó algo al oído de Leo, y él sonrió. Una sonrisa tranquila, como si ese abrazo le hubiera recordado un mejor tiempo, uno feliz.

Nirvana llegó poco después y también lo abrazó. Sus brazos rodearon a Leo con una fuerza inesperada, como si temiera que si lo soltaba él pudiera desaparecer otra vez. Entre risas, lágrimas y abrazos, el grupo comenzó a deshacer las capas de miedo y dolor que habían acumulado en su corazón.

Por un instante, el mundo dejó de ser cruel...o menos cruel.





















En la sala de la granja, Brooke dejó caer las manos sobre la mesa y miró a sus hermanos con el ceño fruncido. Habían estado hablando durante un buen rato sobre qué hacer con las personas que habían llegado, y nadie parecía ponerse de acuerdo. Finalmente, fue ella quien rompió el silencio.

─ ¿Por qué no los dejamos irse? ─preguntó, su voz cargada de impaciencia.

Leo, que llevaba un rato escribiendo ideas en un papel, levantó la mirada. Siempre trataba de pensar en una solución que ayudara a todos, no solo a ellos como familia, y esta no era la excepción.

─ Porque tienen dos niños, y Lori está embarazada, según lo que contaste ─respondió tranquilo ─. No los vamos a dejar tirados.

Brooke se cruzó de brazos y arqueó una ceja.

─ ¿De dónde te salió ese espíritu de héroe?

Leo apoyó los codos en la mesa y la miró directamente.

─ De ver a nuestras hermanas. De pensar en Alaska o Nirvana. ¿Te gustaría que a ellas las echaran de un refugio? ¿O preferirías que alguien las ayudara?

Las palabras de Leo hicieron que Brooke bajara un poco la guardia. Suspiró profundamente y finalmente asintió.

─ De acuerdo, estoy dentro.

Desde su rincón, Alaska miraba a sus hermanos con una sonrisa. Tenía el mentón apoyado en la mano y los ojos llenos de orgullo. Siempre le alegraba ver cómo poco a poco lograban entenderse. Para ella, esos momentos eran como pequeñas lecciones de vida, sobre cómo ser mejor persona, sobre cómo mantener la humanidad incluso cuando todo parecía perdido. Después de todo, su mamá ya no estaba y su papá casi nunca había estado presente; eran sus hermanos quienes le enseñaban estas cosas.

─ Y bueno, ¿qué haremos ahora? ─preguntó Alaska, rompiendo la breve pausa.

Leo le lanzó una mirada cálida.

─ Tu trabajo es simple: jugar con los niños Grimes ─dijo con un toque de humor ─. Este lugar es seguro, tienes amigos... Sé una niña normal por un rato, ¿sí?

─Okey, aunque lo normal no te lo prometo. ─respondió Alaska, encogiéndose de hombros.

Nirvana, que había estado en silencio, intervino entonces.

─ ¿Y los demás? ¿Qué vamos a hacer?

─ Por ahora, seguimos ayudando a los Greene y hacemos que el grupo también lo haga ─dijo Leo con un tono más práctico ─. Queremos que todo esté tranquilo, que Hershel no tenga razones para pensar que un obstáculo.

Hizo una pausa, y luego agregó con un tono grave y misterioso:

─ Y para que no caiga sobre nosotros "la maldición de los viajeros".

Alaska no pudo evitar soltar una risita. Recordaba cuando Leo le contó esa idea: según él, la gente que llegaba a la granja y pedía refugio no duraba más de dos semanas. Nirvana había bromeado comparándolo con algo salido de Harry Potter. Alaska nunca había leído los libros ni visto las películas, pero le hacía gracia la referencia.

─ Pero eso no es todo ─continuó Leo, volviendo al tema con seriedad ─. Necesitamos un plan B.

─ ¿Ya tienes uno? ─preguntó Brooke, levantando una ceja.

─ Todavía no ─admitió Leo, mirando a su hermana mayor ─. Pero lo crearemos juntos. ¿Te parece bien?

Brooke lo observó por un momento antes de asentir.

─ Me parece.





















Las cosas habían ido muy mal en tan poco tiempo, aunque era algo así como una muerte anunciada. Sabían que el secreto de Hershell no podía durar tanto, y menos con Shane Walsh, quien en un episodio de locura (o al menos eso dijo Alaska), abrió la puerta del granero, dejando salir a todos los caminantes que habían dentro. Y como gran giro de la historia...la niña que buscaban, Sophia, ella había sido el último caminante en salir.

La familia Greene estaba triste, aunque el mas afectado había sido Hershell, quien se fue de la granja. Es por eso, que Leo se estaba alistando, ajustando su porta armas, viendo a su hermana menor cerca de él, y sabiendo que pronto se ira, dijo: 

─ Iré con Rick. Nos pidió a Glenn y a mí que vayamos a buscar a Hershel. Salió hace un rato y no ha vuelto. Nos preocupa.

Alaska levantó la mirada de los dibujos en sus jeans. Había estado entretenida imaginando un universo paralelo donde Sophia Peletier seguía viva, y donde quizás ella y Sophia podrían ser amigas. La noticia la tomó por sorpresa, tanto que dejó de mover la pluma.

─ Dijiste que no volverías a irte. ─murmuró, intentando ocultar la súplica en su voz.

Leo se detuvo, girando para mirarla. Por un instante, sus ojos suavizaron la determinación que lo empujaba a irse. Alaska lo conocía tan bien que podía leer cada pensamiento que pasaba por su mente. Si hubiera tenido un minuto más, pensó, tal vez podría haberlo convencido de quedarse, es decir, una lagrimas, ojitos de cachorro.

Antes de que pudiera decir algo más, Nirvana intervino. Con un gesto despreocupado, se acercó y comentó:

─ Vete de una vez, yo me quedo hablando con la bestia.

Antes de que Alaska pudiera reaccionar, Nirvana la levantó en brazos con la facilidad de quien ya estaba acostumbrada a hacerlo. La llevó hasta el sofá más cercano y se sentó, acomodándola en su regazo. Pero Alaska no dejaba de mirar por la ventana. Podía ver cómo Leo subía a la camioneta junto a Rick y Glenn, y poco a poco el vehículo desaparecía en la distancia.

─ Mírame, Alaska. ─pidió Nirvana con suavidad, girando su rostro hacia ella. No fue fácil, pero finalmente lo logró. La sonrisa de Nirvana era tenue, casi inexistente. Alaska sabía que estaba esforzándose por aparentar calma cuando en realidad también estaba preocupada ─ A Leonard le irá bien. Tranquila.

─ Pero puede morir. replicó Alaska con un nudo en la garganta.

Nirvana suspiró profundamente antes de responder.

─ Alaska, todos vamos a morir algún día.

─ ¡P-pues yo no quiero que ustedes mueran! ─exclamó la niña, sintiendo las lágrimas formarse.

─ No lo podemos evitar ─continuó Nirvana con un aire resignado ─. En clases de ciencias habrías aprendido sobre el ciclo de la vida. Todos morimos.

─ Nirvana, soy una niña, no estúpida. Claro que llevé esa lección.

─ ¡Esa boca! ─bromeó Nirvana, alzando las cejas con falsa indignación antes de volver a su tono habitual ─. El mundo cambió, Alaska. Lo que quería decir es que debes acostumbrarte a la muerte, porque está en cada rincón del planeta.

─ ¿Entonces la muerte es como Dios? ─preguntó Alaska, ladeando la cabeza.

─ Algo así ─admitió Nirvana, encogiéndose de hombros ─. Por eso lo único que podemos hacer es ser fuertes y valientes, para intentar mantenerla lejos el mayor tiempo posible.

─ Eso no me hace sentir mejor.

—Bueno, entonces solo me queda decirte que nuestro hermano sabe sobrevivir, porque él es un hijo de p...

─ ¿Nuestro hermano es qué? ─interrumpió la voz de Brooke desde la puerta. Alaska no pudo evitar soltar una risita al ver la expresión de terror que cruzó el rostro de Nirvana.

─ Nuestro hermano es hijo de papá. Eso quise decir ─intentó corregirse Nirvana, usando a Alaska como escudo humano ─. Ya sabes, todos tenemos el ADN de papá, y Leo... es hijo de papá.

Brooke no se dejó engañar. Con una mirada fulminante, pidió a Alaska que saliera a ayudar afuera. La niña no tardó en obedecer, escapando con una mezcla de alivio y diversión. Mientras se dirigía al porche, divisó a los niños Grimes jugando cerca. Decidió acercarse para ver si necesitaban algo.

Pero en el fondo, sabía que no era lo único que buscaba. Había algo más que no podía dejar de pensar: Shane. Alaska aún no entendía por qué Leo no hablaba de lo que Walsh le había hecho a ella o a Otis. Tal vez quería darle una segunda oportunidad.





















Las chicas Miller se habían mantenido al margen durante todo ese tiempo. Nadie decía mucho, pero todas sabían lo que estaba pasando. Brooke había decidido quedarse con Maggie, ella parecía tener la cabeza en otro lugar, como si no pudiera procesar nada. Y Brooke, aunque se esforzaba por mantener todo en marcha, también sentía que todo iba a ir mal.

Nirvana, por su parte, se había quedado con Beth. Después del accidente en el granero, Beth simplemente dejó de ser ella misma. Estaba apagada, como si no hubiera nada dentro de ella. Nirvana no soportaba verla así, pero no sabía cómo ayudarla. Intentó de todo: hablarle, estar con ella, pero Beth seguía sin reaccionar. Era como si fuera una especie de sombra, caminando por la casa sin vida. Nirvana solo quería que volviera a ser la chica de antes, pero no había señales de que eso fuera a suceder pronto.

Alaska, que siempre tenía una energía diferente, había decidido encargarse de los hermanos Grimes. Se había asegurado de que, al menos por un rato, se olvidaran de lo mal que se sentían. Les hizo reír, les dio un poco de aire fresco mientras su madre se fue a buscar a Rick. Y después, cuando supieron que serían hermanos mayores...o bueno, cuando Carl se entero, porque Aleen ya sabía.

Al día siguiente, las tres chicas estaban nerviosas, pero a la vez intentaron seguir adelante. Hicieron todo lo que tenían que hacer. Ayudaron en la granja, prepararon la comida, y todo mientras se sentían como si algo importante estuviera por pasar. Pero el tiempo seguía pasando, y la sensación de ansiedad no desaparecía.

Finalmente, después de tres largas horas de espera, el sonido de un motor hizo que todas se levantaran al mismo tiempo. El auto se acercaba, y sin pensarlo, las tres corrieron hacia él. Alaska y Nirvana corrieron a Leo, y Brooke hizo lo mismo hacia Glenn. Las chicas más pequeñas las miraron sorprendidas, pero no dijeron nada. Ya tendrían tiempo de burlarse de ella más tarde.

En ese momento, el señor Greene entró en la casa, seguido por Patricia.

─ ¿Qué tienen ahí atrás? ─preguntó Alaska, señalando la camioneta.

Todos miraron, expectantes.

─ Es Randall. ─respondió el señor Greene, con un tono serio.

La pregunta de Alaska fue rápida:

¿Qué es un Randall?

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