Capitulo 06...
┌─────═━┈┈━═─────┐
Bajo Presión
└─────═━┈┈━═─────┘
•••🚒🚒•••🔥🔥•••🚒🚒•••
Había pasado una semana desde la cena y Abigail no dejaba de pensar en lo que significaría volver al servicio activo. Tras mucho meditarlo, esa mañana decidió que era el momento de actuar. Después de su rutina de ejercicio, mientras el sudor aún le corría por la frente, tomó una decisión firme: llamar a su antiguo jefe, Wallace Boden, para pedirle que le enviara sus papeles y gestionar su transferencia a la estación 19 en Seattle.
Sacó su teléfono, su corazón acelerado por la emoción de lo que estaba por venir. Marcó el número de Boden, quien respondía con esa voz autoritaria y tranquila que ella recordaba bien.
—Hola, habla el Jefe Wallace Boden. ¿En qué puedo ayudar? —respondió Boden, con su tono habitual de profesionalismo.
—Buenas tardes, Boden. ¿Cómo está? —saludó Abigail, con una sonrisa que, aunque él no podía verla, se reflejaba en su voz.
—¡Abigail! Después de tres años, ¿decides llamar? —La sorpresa y alegría en su tono eran evidentes.
—Sí, lo sé. Soy terrible, lo admito —respondió Abigail, riéndose suavemente.
—Para nada, es bueno escuchar tu voz. ¿Cómo te va? —preguntó Boden, relajado.
—Bien, muy bien. ¿Y los chicos? ¿Cómo está la estación 51? —quiso saber Abigail, sintiendo una punzada de nostalgia al recordar a sus antiguos compañeros.
—Maravillosos. Todos están bien y Matt los tiene en buena forma —comentó con orgullo.
—Mándales saludos de mi parte, por favor. —Abigail hizo una pausa antes de ir al grano—. Ahora, sobre el motivo de mi llamada...
—Sabía que venía algo. ¿Qué necesitas? —Boden soltó una risa ligera.
—Necesito que me envíes mis papeles y gestiones mi transferencia a la estación 19, aquí en Seattle —dijo Abigail, con determinación.
—¿Con el Capitán Herrera? —preguntó Boden, algo intrigado.
—Así es. —Abigail sonrió, anticipando lo que sería volver al campo de acción.
—Hoy mismo te mando los papeles y la transferencia. —Boden no lo dudó un segundo.
—Muchísimas gracias, jefe. ¡Hasta luego! —respondió Abigail, contenta.
Cortó la llamada, y una oleada de emoción la recorrió. Decidida, se duchó rápidamente, se vistió, agarró las llaves de su auto y se dirigió a la estación 19. Tenía que contarle las noticias a Ben, pero no estaba preparada para lo que iba a encontrar.
Al llegar, notó que la entrada estaba extrañamente vacía. Estacionó el coche, sacó las llaves y se dispuso a entrar, cuando algo llamó su atención: todo en la entrada estaba tirado y roto. Su corazón comenzó a latir más rápido, y una sensación de peligro la envolvió.
—¿Qué demonios...? —murmuró para sí, mientras avanzaba cautelosa.
Entró sigilosamente a la estación, y al asomarse a la cocina, vio a un hombre desconocido, corpulento, de unos cuarenta y tantos años, buscando entre los muebles, tirando cosas al suelo, como si estuviera buscando algo valioso. Se retiró rápidamente antes de que la viera. Necesitaba ayuda, pero su teléfono estaba en el coche.
—¡Maldición! —susurró, mientras pensaba en sus opciones.
Decidió ir a la oficina en el piso superior, recordando que había visto un teléfono allí durante sus visitas anteriores. Subió las escaleras tan silenciosamente como pudo, asegurándose de que el hombre no la viera. Cuando llegó, cerró las persianas y tomó el teléfono, marcando rápidamente el 911.
—911, ¿en qué puedo ayudarle? —respondió una operadora con eficiencia.
—Estoy en la estación de bomberos 19 en Seattle, y hay un hombre armado dentro de las instalaciones —susurró Abigail, su voz controlada, aunque sus manos temblaban.
—¿Tiene algún lugar seguro donde esconderse? —preguntó la operadora, manteniéndose calmada.
—No, las puertas del garaje están cerradas y hacen demasiado ruido. Él está abajo, no puedo salir sin que me vea —explicó Abigail, mirando nerviosa hacia la puerta.
—Entendido. Hemos enviado dos patrullas a su ubicación. Manténgase segura, ya casi llegan —respondió la operadora.
—Debo colgar, creo que está subiendo —susurró Abigail antes de cortar la llamada.
Rápidamente salió de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella y se escondió en uno de los baños cercanos, subiendo sobre el inodoro para que sus pies no fueran visibles. Mientras intentaba controlar su respiración, escuchó los pasos pesados del hombre subiendo las escaleras.
—Sal de donde estés —gritó el hombre, su voz gruesa resonando por el pasillo, pateando una de las puertas de los baños.
Abigail cerró los ojos por un momento, manteniéndose lo más tranquila posible. Escuchaba cómo iba pateando una puerta tras otra, acercándose.
—Ya te vi entrar. ¡No juegues conmigo! —vociferó, cada vez más cerca.
Finalmente, llegó hasta la puerta donde Abigail se escondía.
—Sal de ahí o te pegaré un tiro en la cabeza —amenazó, y disparó una vez al aire, el eco del disparo resonando en las paredes.
El cielo gris de Seattle anunciaba una inminente tormenta, pero dentro del camión de bomberos, el equipo de la estación 19 estaba relajado. Habían respondido a un llamado rutinario, y aunque el cansancio comenzaba a hacer mella en ellos, el trabajo en equipo y las bromas siempre mantenían el ambiente ligero. Mientras se aproximaban a la estación, el Capitán Sullivan notó algo inusual.
—¿Qué diablos...? —murmuró al ver dos patrullas de policía estacionadas justo frente al edificio.
Vic frunció el ceño, echando un vistazo al panorama mientras los demás se miraban intrigados.
—¿Qué pasa? —preguntó Travis, mirando por la ventana mientras el camión se acercaba.
—Policías... —dijo Maya, observando a los oficiales con las armas desenfundadas.
—Eso no es normal. —Sullivan ajustó su casco y detuvo el camión, saliendo rápidamente para hablar con los agentes.
El equipo descendió de los vehículos con rapidez, alertas ante la inusual situación. Los bomberos intercambiaron miradas de preocupación mientras Sullivan se acercaba a uno de los oficiales.
—Oficial, ¿qué sucede aquí? —preguntó Sullivan con voz firme.
El oficial lo miró con seriedad antes de responder.
—Recibimos una llamada de emergencia desde el interior. Hay un hombre armado en la estación. Una mujer nos llamó pidiendo ayuda. —El oficial revisó su lista antes de agregar—: No sabemos quién es la mujer.
—¿Una mujer? —preguntó Vic, claramente preocupada.
Ben, que hasta entonces había permanecido en silencio, frunció el ceño, una inquietud comenzando a formarse en su mente. Caminó unos pasos más cerca de la estación, mirando a las patrullas y, finalmente, algo llamó su atención: el coche estacionado justo frente al cuartel.
Era el coche de Abigail.
El mundo pareció detenerse por un momento mientras Ben procesaba lo que veía. Su hermana estaba allí. Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, y sin pensarlo, corrió hacia la entrada, su corazón latiendo con fuerza en el pecho.
—¡Abigail está adentro! —gritó, señalando el auto.
Los oficiales se giraron, confundidos por la repentina explosión de emoción de Ben. Sullivan lo detuvo justo antes de que llegara a la puerta.
—¡Ben! No puedes entrar así. —Lo sujetó por el brazo, tratando de mantener la calma.
—¡Es mi hermana! ¡Abigail está adentro! —repitió Ben, luchando contra los brazos de Sullivan y los oficiales que intentaban calmarlo.
—Ben, tranquilo. No podemos entrar hasta que los oficiales den la orden —dijo Travis, acercándose para ayudar a detenerlo.
—¡No! Si ella está ahí adentro... ¡tengo que entrar! —gritó Ben, su voz llena de desesperación.
Los otros bomberos también comenzaron a comprender la gravedad de la situación. Abigail, la hermana de Ben, estaba atrapada con un hombre armado dentro de la estación. El ambiente cambió de repente, llenándose de una tensión insoportable.
—Maldición... —murmuró Maya, observando el auto de Abigail como si de alguna manera pudiera ofrecerles respuestas.
—No podemos hacer nada hasta que la policía lo permita, Ben. —Sullivan trataba de ser el punto de calma en medio del caos, pero incluso él sentía el peso de la situación.
De vuelta dentro de la estación, Abigail seguía luchando por mantener la calma mientras el hombre armado la acorralaba en el baño. Con cada paso que daba, el intruso se acercaba más, pateando una puerta tras otra. Cuando finalmente llegó hasta ella, su instinto fue desafiarlo.
—Últimas palabras, ¿eh? —dijo el hombre con una sonrisa burlona, apuntándole con el arma.
—Sí... vete al diablo —respondió Abigail con una mezcla de furia y miedo.
En un movimiento rápido, Abigail le dio un puñetazo en la cara, golpeándolo lo suficientemente fuerte como para que soltara el arma. Aprovechó el momento para empujarlo hacia uno de los cubículos, escapando antes de que pudiera recuperarse del impacto. No tuvo tiempo de pensar, solo de correr. El sonido de sus propios pasos retumbaba en sus oídos mientras descendía las escaleras.
Pero el hombre no estaba lejos. Apenas había llegado al último escalón cuando él se lanzó sobre ella, tirándola al suelo. Rodaron juntos por el suelo de la estación, ambos luchando por el control. Abigail logró darle un golpe en el estómago, pero el hombre, más grande y fuerte, la golpeó en el labio, haciéndola sangrar. A pesar del dolor, ella no se detuvo. En un último esfuerzo desesperado, le dio una patada en la entrepierna, dejándolo sin aliento, y luego lo golpeó en la nuca, dejándolo inconsciente.
Abigail respiraba con dificultad, pero no se permitió un segundo de descanso. Agarró el arma y corrió hacia la entrada. Cuando abrió la puerta y salió al exterior, se dejó caer al suelo, exhausta, su respiración acelerada y su labio sangrante.
En cuanto Ben la vio salir, su corazón se detuvo por un segundo. Sin esperar más, corrió hacia ella, seguido de los oficiales y el resto del equipo de bomberos.
—¡Abigail! —gritó Ben, arrodillándose a su lado.
—Estoy bien... estoy bien —dijo Abigail, todavía agitada, entregándole el arma que había tomado del agresor—. Está inconsciente adentro. No tiene el arma.
Ben la revisó rápidamente, notando el labio partido y el pequeño corte en su frente. Su mente corría a mil por hora, preocupado por cada herida visible.
—Te partió el labio... y tienes un corte —dijo Ben, con la voz temblorosa, apenas conteniendo la preocupación.
—Ni me había dado cuenta del corte —respondió Abigail, tocándose la frente—. Debió ser cuando me tiró al suelo.
Los policías entraron en la estación para asegurarse de que el hombre estuviera controlado, mientras los demás bomberos se acercaban a Abigail, claramente preocupados pero también admirados por lo que acababa de hacer.
—Estás completamente loca, ¿lo sabías? —dijo Jack, tratando de aliviar la tensión con una sonrisa.
—Me lo dicen mucho —respondió Abigail, sonriendo con cansancio.
—Vamos a curarte, Abigail —dijo Vic, acercándose con un tono suave mientras la ayudaba a levantarse—. Tuviste un día largo.
Mientras caminaban de vuelta hacia la estación, la adrenalina comenzaba a disminuir y el equipo sentía el alivio de que todo hubiera terminado. Pero para Abigail, aquel incidente solo reafirmaba lo que ya sabía en su interior: estaba lista para volver a la acción.
Editado: 24/10/24
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro