Capítulo 05
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Una Cena Conflictiva 3/3
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La casa estaba en plena efervescencia, llena de voces, risas y conversaciones que se superponían mientras más personas llegaban. El ambiente se sentía cálido, acogedor, y había un aroma delicioso a comida recién preparada que flotaba en el aire. Abigail y Arizona salieron de la cocina con la última tanda de platos, justo a tiempo para ver llegar a April y Parker, quienes entraron saludando a todos.
—Por favor, tomen asiento, soldado Parker —dijo Abigail, levantando una mano en un saludo militar juguetón.
—Mayor Warren —respondió Parker, devolviéndole el gesto con seriedad, aunque no pudo evitar sonreír.
—Descansen, soldado —bromeó Abigail, riéndose mientras le señalaba una silla vacía—. Ven, siéntate. Esto no es un cuartel.
—Abigail, él es Pruitt Herrera, el padre de Andy y antiguo capitán de la estación 19 —intervino Ben, señalando al hombre robusto que los observaba con una mezcla de curiosidad y respeto.
—Un placer, soy Abigail Warren —dijo ella, extendiendo la mano hacia Pruitt.
—El gusto es mío, señorita Warren —respondió Pruitt, estrechando su mano con firmeza.
—El placer es mío, Capitán. Tome asiento. Ari, ¿me acompañas a buscar lo que falta? —preguntó Abigail, dirigiéndose a Arizona mientras señalaba la cocina.
—Claro, vamos —respondió Arizona, levantándose y caminando junto a su amiga.
Mientras ambas desaparecían por el pasillo, los demás invitados comenzaron a acomodarse alrededor de la mesa, conversando entre sí. Abigail y Arizona no tardaron en regresar, llevando las últimas bandejas de comida. Una vez todos estuvieron sentados, la cena dio comienzo.
—Ahora sí —dijo Mark, apoyando los codos en la mesa y mirando directamente a Abigail—, ¿dónde diablos te metiste estos últimos años?
—Irak —respondió Abigail, como si fuera lo más obvio del mundo—. Estuve allí los últimos tres años.
—¡Tú odias el calor! —exclamó Mark, abriendo los ojos con incredulidad—. ¿Por qué te fuiste al lugar más caluroso del planeta?
—Lo sé, lo sé —admitió Abigail, levantando una mano en señal de rendición—, pero necesitaba cambiar de aire. Y, bueno, no me quejo del sol después de tantos inviernos en Chicago.
—Cuéntanos qué fue de tu vida allá —intervino Owen, con una mezcla de curiosidad y preocupación en su voz.
—Cuando llegué, había mucho trabajo. Eso me ayudó a despejar la mente. Creo que estuve cuatro días sin dormir. Había demasiados heridos por los bombardeos y las emboscadas —explicó Abigail, su tono se volvió más serio al recordar los momentos más intensos.
—¿Cómo conseguiste que te enviaran a Irak? —preguntó Derek, mirándola con admiración.
—Mi antiguo jefe en la estación 51, en Chicago, tenía algunos contactos en el ejército. Le pedí que me consiguiera una asignación temporal, y así fue —respondió Abigail, encogiéndose de hombros como si fuera algo cotidiano.
—¿Estabas en el equipo del jefe Boden? —preguntó Pruitt, intrigado.
—Sí, me fui de Chicago hace unos seis años. Boden fue uno de mis mentores —dijo Abigail, recordando con cariño a su antiguo jefe.
—Siempre hablaba de una bombera que era una temeraria, que se metía en edificios en llamas sin equipo —recordó Pruitt, riendo—. Supongo que esa eras tú.
—Sí, esa es mi hermana —interrumpió Ben, cruzándose de brazos y sonriendo—. La describió tal cual.
—Mira quién habla, Benjamín. No me hagas empezar a contar cosas, que tengo muchas guardadas —dijo Abigail, alzando una ceja desafiante.
—Yo quiero escuchar esas historias —intervino Dean, frotándose las manos, claramente emocionado.
—Cuando teníamos 17 años... —comenzó Abigail, con una sonrisa maliciosa.
—¡Ni se te ocurra, Abigail Martina Warren! —la interrumpió Ben, señalándola con el dedo.
—¡Usó su segundo nombre! —exclamó Alex, riéndose.
—Esto se va a poner bueno —dijo Arizona, preparándose para disfrutar del espectáculo.
—Chicos, prepárense para ver la pelea de los hermanos Warren —advirtió Miranda, ajustándose en su silla con una sonrisa.
—¿Es tan malo? —preguntó Vic, con una mezcla de diversión y curiosidad.
—No, no es malo. Solo... gracioso —comentó Callie, conteniendo una risita—. Verás.
—Te atreviste a usar mi segundo nombre, Benjamín. Ahora verás —amenazó Abigail, levantando la barbilla con una sonrisa desafiante—. Como decía, Dean, cuando teníamos 17 años, fuimos a una fiesta. Este caballero aquí presente, que siempre dice "yo soy responsable", robó el auto de nuestro padre para ir a buscar a una chica. Ni siquiera llegó a la fiesta porque lo arrestaron por conducir sin licencia y a exceso de velocidad.
—¿Dónde quedó ese Ben, el rebelde? —preguntó Jack, riéndose.
—¡Por favor, solo fue una vez! —se defendió Ben, levantando las manos en señal de rendición—. En cambio, a ti siempre te arrestaban.
—Solo fueron un par de veces —respondió Abigail, encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa.
—Unas diez veces al mes —replicó Ben, exagerando mientras se cruzaba de brazos.
—La mejor fue cuando me quedé una noche entera porque papá no quiso ir a buscarme —recordó Abigail, sonriendo.
—Y lo peor fue que, días después, ¡saliste con el policía que te arrestó! —exclamó Ben, triunfante.
—¡No te creo! —gritó Maya, sorprendida.
—Créelo. Salí con él unos diez meses, hasta que me fui a Chicago para la academia de bomberos —respondió Abigail, con un guiño.
—¿Cómo fue tu tiempo en la academia? —preguntó Andy, curiosa.
—Duro. En mi grupo solo éramos dos mujeres, y mi compañera lo dejó a los tres meses. Todos pensaban que yo lo haría también, pero me quedé. Tuve algunos problemas con mis compañeros, pero nada grave —explicó Abigail, recordando aquellos años con cierto orgullo.
—Nada grave, ¿eh? —intervino Ben, levantando una ceja—. Le rompiste la nariz y un brazo a uno de tus compañeros.
—¡Vaya, sí que eres ruda! —exclamó Travis, impresionado.
—¿Y esa vez que golpeaste a un paciente ebrio? —preguntó Meredith, recordando otra anécdota.
—Le rompió la mandíbula, y el tipo era el doble de grande que ella —añadió Owen, mirando a Abigail con una mezcla de respeto y sorpresa.
—En mi defensa, estaba golpeando a otro paciente y atacando al personal del hospital —aclaró Abigail, con las manos levantadas.
—La mejor fue cuando golpeaste a un padre homofóbico —comentó Callie, sonriendo.
—¿En serio? —preguntó Maya, boquiabierta.
—Sí. Su hijo quería hacerse una operación de reasignación de sexo, pero como era menor, necesitaba el consentimiento de su padre —explicó Alex, recordando el caso.
—El padre dijo que todos los LGBT éramos "enfermos". Así que Abigail se dio la vuelta y le dio un puñetazo —añadió Arizona, con una sonrisa orgullosa.
—Ahora sé que no debo meterme contigo —dijo Andy, levantando las manos en señal de paz.
—El primer año que estuve en Irak, golpeé al capitán del batallón —recordó Parker, sonriendo.
—¿Qué hiciste qué? —preguntó Owen, incrédulo.
—Se estaba sobrepasando conmigo y con otras mujeres. No iba a quedarme de brazos cruzados —respondió Abigail, con una mirada de acero.
—¿Nunca pensaste en volver a ser bombera? —preguntó Sullivan, interesado.
—Nos vendría bien una nueva mujer en el equipo —añadió Vic, sonriendo.
—He estado pensando en eso estos últimos años, pero no sé si estoy lista para volver —confesó Abigail, con una expresión pensativa.
—Bueno, si algún día decides regresar, siempre tendrás un lugar en la estación 19 —dijo Sullivan, con una leve sonrisa.
—Muchas gracias, Capitán —respondió Abigail, agradecida.
La cena continuó entre risas y bromas, cada uno compartiendo sus propias anécdotas. Abigail y Sullivan intercambiaban miradas discretas desde la mesa, algo que no pasó desapercibido para Arizona, quien observaba la interacción con una sonrisa cómplice. Parecía que algo más estaba ocurriendo entre ellos, pero solo el tiempo diría qué.
Editado: 24/10/24
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