Capítulo 7
"En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos
por lo que esperamos ser."
—William Shakespeare
Jennie suspira molesta ante los pequeños golpecitos en la puerta de su casa. Era pronto por la tarde, y la castaña se encontraba envuelta en mantas frente a la chimenea apagada, junto a películas románticas de Netflix y una taza de té caliente que realmente ya estaba fría. Sus tardes se basaban en eso, acurrucarse frente al televisor e ir a trabajar, nada interesante pero aún así Jennie lo disfrutaba. Le gusta la tranquilidad que eso conllevaba y amaba la vida tranquila que había encontrado allí, sentía que no podía quejarse en lo absoluto.
Ahora su único problema parecía ser Lisa y un lobo de ojos azules que rondaba por el bosque, así que realmente no podía quejarse. Era mucho mejor que sus problemas anteriores.
Pero ahora, lo último que quiere es levantarse para abrir la puerta, pero aún así, lo hace. De mala gana se pone de pie, encogiéndose cuando el frío la golpea ante la pérdida del calor que las mantas le daban. Tal vez debía usar un suéter más grueso.
—¿Rosé? —pregunta confundida cuando abre la puerta y se encuentra con la chica rubia— ¿Qué haces aquí?
—¡Sorpresa! —exclama alegremente.
La rubia entra en la casa, con su brillante sonrisa en sus labios.
Jennie entonces se permite sonríe, su sonrisa de gomita apareciendo mientras la sigue hasta la sala. La emoción rebosa en su cuerpo ante la idea de no pasar un martes sola y encerrada en casa, con la idea de salir con Rosé y tener una tarde agradable con su amiga.
—Al parecer no voy a morir de aburrimiento hoy. —dice divertida.
Rosé suelta una risita mientras la mira, deteniéndose en mitad de la pequeña y acogedora sala. Pero la sonrisa sincera desaparece rápidamente de sus labios cuando se percata del frío que hacía allí dentro, echando su mirada hacia la chimenea apagada.
—Mierda, Jennie ¿por qué no enciendes la chimenea?
La pregunta hace que Jennie se tense levemente. Encogiéndose de hombros en respuesta.
—No tengo leña. —responde, sin darle mucha importancia.
—¿Y por qué no has comprado? —Rosé frunce el ceño, pero rápidamente le dedica una sonrisa amable—. Menos mal que he venido a rescatarte, vamos de compras.
Jennie sonríe ante la idea y asiente satisfecha con aquella respuesta.
—Está bien. —Jennie dice, tomando sus converse para ponérselas.
Rosé la observa sonriente.
—Habrá que darse prisa o nos quitarán nuestras barritas de chocolate. —dice, cruzándose de brazos.
—Esperemos que no, esa es mi segunda peor pesadilla. —Jennie responde divertida.
—¿Cuál es la primera? —pregunta Rosé con una sonrisa cuando Jennie ha terminado de calzarse y ya a tomado su chaqueta marrón.
—Ser comida por algún lobo.
[•••]
Una hora después ambas se encontraban paseando por los pasillos del gran supermercado. Jennie sin duda podía decir que Rosé era su mejor amiga en aquel lugar, amaba oírle hablar sobre cómo había conocido a Jisoo al llegar aquí, sobre cómo su primer encuentro con ella había estado lleno de insultos y casi amenazas de muerte, pero que incluso entonces, Rosé sabía que se iba a enamorar de ella. Para ser honesta, Jennie disfrutaba oírle hablar de cualquier cosa.
Rosé era simplemente genial, de esas personas con las que puedes conectar rápidamente sin mucho esfuerzo. Y Jennie la adoraba.
Sin embargo, la pregunta que llevaba tiempo queriendo hacer rondaba en su cabeza sin cesar, dando vueltas en círculos de manera molesta.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —Jennie finalmente se atreve a preguntar cuando entran en el pasillo que se encontraba repleto de varios tipos distintos de té.
—Dispara. —Rosé habla sin dejar de mirar a las tantas variedades de tés que se encuentran en aquella larga estantería.
La castaña se muerde el labio inferior, pensando en cómo preguntar aquello que se había instalado en su cabeza desde hace días, desde la última vez que vio a Lisa.
Lo cual había sido la semana anterior, antes de que Jihyo abriera la puerta de la cocina y las dejara marchar.
—¿Sabes por qué Lisa me odia?
Rosé la mira rápidamente mientras estira su mano para agarrar una caja de té rojo.
—Oh, cariño, Lisa no te odia. —niega suavemente con la cabeza.
—No es eso lo que parece... —si su tono suena más agridulce de lo habitual, Rosé parece no notarlo.
—Ya no es fácil para ella relacionarse con gente nueva. —Rosé parece más concentrada en elegir que tipo de té escoger que en la conversación, pero aún así Jennie continúa con el tema.
—¿Antes sí?
—Hubo un tiempo en el que Lisa tenía un corazón grande y cálido para todo el mundo a su alrededor, sin importar quien fuera. Pero le hicieron daño y... —Rosé ahora miraba a Jennie, una mueca un tanto triste apareciendo en su rostro.
—Lo entiendo.
No, no lo entendía.
No realmente.
—Dale un tiempo, ¿vale? —Rosé le sonríe levemente—. Lisa vale la pena.
Y Jennie no dudaba de ello, había visto a Lisa conviviendo con los demás chicos, había visto como sonreía y trataba a todos con amor y dulzura. Había visto como reía y bromeaba con Jihyo y Jisoo, había visto las sonrisas dulces con Daniel y Rosé y la forma en que un "amor" o "cariño" salía con frecuencia de los labios de la pelinegra, con aquella voz tan peculiar que Jennie podría reconocer fácilmente.
Y tal vez Jennie solo quería un poco de eso.
—Está bien. —susurra.
—Tan solo... —la rubia baja la mirada para seguidamente levantarla y mirar directamente a los ojos de Jennie—. Le recuerdas a ella.
Y ¿Cómo mierda debería sentirse ante eso? ¿Qué debía responder a eso?
Pero antes de que pudiera hablar, antes de que pueda preguntar que significa eso, Rosé ya había apartado la mirada con una pequeña sonrisa, tomando dos cajas de té y elevarlas para mostrárselas a la castaña.
—¿Té rojo o té verde?
Jennie tiene que reprimir las ganas de seguir preguntando todas aquellas pequeñas cosas que rondaban su mente, fingir una sonrisa y decir;
—Té rojo, sin duda.
[•••]
Finalmente salieron del centro comercial varias horas después, tras pasar por varias tiendas distintas y terminando con varias bolsas en sus manos. El frío las golpean cundo salen, mientras se dirigen al Jeep blanco de Rosé.
—Rosie, Jihyo me habló de un bosque en la parte este de la isla. —Jennie dice cuando llegan al coche—. No he estado allí antes ¿pasa mucha gente por allí?
Rosé la mira confundida mientras deja las bolsas en el maletero.
—No, realmente está siempre desierto ¿por qué?
La castaña se encoge de hombros.
—Me gustaría salir a correr por allí.
Y no, no iba a decirle que simplemente quería evitar a cierta lobo de ojos azules, a cierta pelinegra o incluso a cierto perro de pelaje oscuro.
Rosé mantiene el ceño fruncido, pero sin embargo no dice nada al respecto. Tan solo se limita a asentir.
—Bien, te llevaré la compra a casa. Creo que sigo guardando una copia de la llaves en caso de emergencia.
Las mejillas de Jennie se encienden levemente.
—No hace falta, puedo ir en otro momento.
—Si quieres ir ahora, hazlo —le dice con una sonrisa amable—, de todas formas tu casa me pilla de camino.
"Tu casa" La castaña no puede evitar sonreír ante esas palabras.
La castaña no discute y tímidamente le entrega su bolsa para que la rubia la guardase en el maletero también.
—Ten cuidado ¿si? —Jennie asiente y se despide con un cálido abrazo después de murmurar un "Gracias" y alejarse en dirección al bosque que se encontraba cerca de allí.
Y con una mueca de preocupación, Rosé se sube en su coche para dirigirse a casa de Lisa.
[•••]
—Hola omega. —Lisa saluda con cariño tras abrir la puerta y encontrar a una Rosé extrañamente seria.
—Lisa, necesito que me hagas un favor.
Las palabras de la rubia disparan las alarmas en Lisa, quien rápidamente la mira preocupada.
—¿Qué ocurre? ¿Está todo bien?
—Sí, solo... —la omega suspira—. Sé que esto no te va a gustar pero ¿podrías ir a ver que todo esté bien con Jennie?
—¿Jennie? —frunce el ceño—. ¿Qué puede estar mal con ella?
Rosé aprieta los labios, apartando la mirada de la alfa pelinegra.
—Ha ido a correr al otro bosque, y dudo que pase algo pero tengo este extraño presentimiento. En cuanto me lo ha mencionado he sentido la necesidad de negarle que vaya, de que si lo hace algo malo pasará.
Lisa chasquea la lengua, porque sinceramente lo último que quiere hacer en aquel momento es ir detrás de Jennie para asegurarse de que nada le ocurra.
—Rosé...
—Por favor, alfa.
Lisa suelta un leve bufido molesto y a regañadientes acepta. Porque ¿Había cómo podía decirle que no a una de sus mejores amigas?
—Está bien, pero me debes una cena, y mis barritas de chocolate preferidas.
—Por supuesto —Rosé sonríe, sintiéndose mucho más aliviada—. Mil gracias amor.
Lisa suelta un suspiro, y con una mueca, sale de casa para comenzar su camino hasta aquel otro bosque en la otra parte de la isla.
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