Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 4

Las semanas pasan y lo único que Jennie a compartido con Lisa han sido miradas frías y encuentros distantes en la cafetería de Jihyo.

No ha podido olvidar las palabras que salieron de sus labios antes de cerrarle la puerta en las narices, y se pregunta más seguido de lo que debería que habría querido decir con eso.

"Huye antes de quedar atrapada en todo este desastre"

Era extraño, pero considerando que las palabras venían de Lisa, no quiso darle más importancia de la que debía. Para ser honesta, no tenía que darle importancia en lo absoluto a cualquier cosa que tuviera que ver con ella.

Considera que Lisa es la persona más borde y gruñona que puede existir en el planeta, y casi puede imaginarla siendo más mayor, siendo una vieja cascarrabias que no se aguanta ni a si misma.

El pensamiento casi le hace reír e intenta esconder una pequeña sonrisa mientras limpia la barra de la cafetería. Es un día tranquilo, como la mayoría de ellos en aquel lugar, y eso es algo que Jennie adora de la isla, la tranquilidad y la poca gente que habita en ella.

—¡Jennie! —Rosé exclama, entrando en la cafetería vistiendo un abrigo blanco no muy grueso, con su sonrisa radiante y su pelo rubio despeinado—. Ponme un café caliente, guapa.

Jennie sonríe y asiente. Se siente cómoda con Rosé, siente que puede considerar a Rosé, Jisoo, Daniel y Jihyo sus amigos y eso le hace más feliz de lo que creía. Porque si algo le daba miedo, era quedarse sola de nuevo.

—Estaba pensando... —Rosé vuelve a hablar mientras el vapor escapaba del vaso para llevar en el que Jennie preparaba el café—. ¿Te gustaría venir a cenar a casa?

Jennie levanta la mirada, sus ojos verdes clavándose en aquellos azules cálidos.

—¿A tu casa? —pregunta con el ceño levemente fruncido.

—Sí, solemos juntarnos todos a cenar muchas noches. —Rosé explica con su habitual sonrisa.

—¿Todos? —Jennie quiere saber.

—Ya sabes, Jihyo, Daniel, Jisoo y Lisa.

Lisa, claramente Lisa estaba incluída. Y Jennie sabe que eso no podía acabar bien. La sola mención de su nombre le causa una mueca.

—No quiero molestar... —niega con una sonrisa nerviosa, causando que sus cabellos se muevan de un lado a otro.

—Si molestaras no te estaría invitado. —responde con obviedad y una sonrisa sincera.

A eso se refería, Rosé siempre le hacía sentir incluída, tal vez incluso más de lo necesario. Y no se quejaba, pero Lisa gritaba problemas y ella realmente no quería otro encuentro como el de la última vez.

Aprieta los labios, sin saber muy bien que decir. Pasar la noche con Lisa posiblemente terminará en gritos y comida por los aires, en platos rotos e insultos de un lado a otro.

No sonaba para nada bien.

—Lisa no debe estar de acuerdo... —es lo que finalmente murmura, dejando el café ya listo sobre la barra de mármol.

—Me da igual si Lisa está de acuerdo o no, es mi casa y yo quiero que vengas —Rosé toma el café y coloca su otra mano sobre la de la castaña—. Es tu decisión, no te sientas obligada. Si al final decides venir mándame un mensaje, pero no dejes que Lisa te impida hacer algo que quieres.

Jennie sonríe, sincera. La rubia tenía razón ¿Por que debía detenerse de hacer algo que quería solamente porque Lisa no supiera controlar sus modelas?

A la mierda Lisa.

—Está bien.

[•••]

Jueves por la tarde, Jennie caminaba de un lado a otro ayudando a Daniel con los clientes. La cafetería se encontraba llena de un grupo de turistas que habían parado en la isla para cenar algo, y Daniel, Jihyo y ella no daban para más. La pareja estaba acostumbrada a las olas de turistas que llegaban de vez en cuando mientras pasaban por allí, rompiendo con la calma y la tranquilidad de aquella isla helada. Pero para Jennie todo aquello era nuevo, se había acostumbrado a las semanas tranquilas, donde ya conocía a los clientes habituales y nunca tenía mucho que hacer.

Pero ahora corría de un lado a otro dejando platos de una mesa a otra mientras intentaba no tropezar con sus piernas torpes.

—Vale, creo que está todo —dice Daniel, apoyándose en la pared detrás de la barra, y Jennie a su lado hace lo mismo—, de todas formas ya no quedan más mesas vacías y hemos servido todos los platos.

—Sí, creo que podemos descansar un poco.

Jennie sonríe, porque a pesar de estar cansada y haber trabajado mucho se sentía muy feliz. Tenía todo lo que podía pedir y nunca se había sentido tan cómoda en lugar, tan segura de algo en su vida.

Aquel lugar podría ser todo lo que alguna vez había buscado.

—¿Vendrás mañana? —pregunta Daniel girando la cabeza para mirarla, y Jennie sabía perfectamente a lo que se refería.

—No lo sé. —dice sincera, porque realmente no lo sabía.

Quería ir sin duda, distraerse de sus propios pensamientos y pasar un rato agradable con sus nuevos amigos. Pero la idea de pasar la noche bajo la fría mirada de Lisa le hacía querer negarse por completo.

Daniel asiente y ambos se quedan en silencio, mirando a los clientes que se encontraban por toda la cafetería haciendo un escándalo casi ensordecedor. Sobretodo, Jennie se fija en una mesa grande de chicos jóvenes que se encontraban comiendo y riendo, bebiendo cerveza como si no hubiera un mañana.

Y si seguían así tal vez no lo habría.

Pero su atención se desvía rápidamente cuando a sus oídos llega el sonido de la puerta abriéndose.

Lisa entra en la cafetería, con sus skinny jeans negros, su chaqueta de cuero y detrás de su oreja su habitual cigarrillo. Y Jennie nada más verla quiere salir corriendo y esconderse, pegarse golpes contra la pared hasta perder la consciencia para no tener que enfrentarse a ella.

Lisa le ponía nerviosa, de una manera en la que nadie más lo había hecho anteriormente. Y eso le molestaba, porque no sabía por qué.

—¡Lisa! —los ojos de Daniel brillan al verla, y una sonrisa enorme se dibuja en su rostro, yendo hacia a la pelinegra para abrazarla con fuerza.

Es casi graciosa, la manera en la que los dos reaccionan completamente distinto ante su presencia.

Se notaba el amor que todos tenían por Lisa, Jennie era testigo de ello constantemente.

—Hola, Daniel. —Lisa lo abraza de vuelta con una sonrisa.

Sonreía.

Lisa estaba sonriendo y por alguna razón el corazón de Jennie se revela ante ello. Ver a Lisa sonreír por primera vez es todo un espectáculo, tenía una preciosa sonrisa y Jennie se pregunta cómo alguien con una sonrisa tan bonita se mantenía seria todo el tiempo.

"Solo es seria contigo porque por alguna razón te odia" se dice a si misma, recordando que Lisa no era una completa imbécil con todos.

Tan solo con ella.

—Solo venía a por algo de cenar. —Lisa dice acercándose a la barra junto a Daniel, ignorando por completo la presencia de la castaña.

Jennie se siente un poco pequeña, aún apoyada contra la pared de detrás de la barra mirando la escena como si fuera una fantasma, invisible.

—¡Lisa! ¿Qué te tenemos dicho Rosé y yo? —la pelinegra rueda los ojos aún con una pequeña sonrisa.

—Algún día aprenderé a cocinar, pero no será hoy. —Daniel pone los ojos en blanco pero su sonrisa se mantenía intacta, seguidamente da una casta caricia a la mejilla de la ojiazul.

La castaña se pregunta qué pasaría si ella se acercara a Lisa y la tocara de aquella manera ¿Cómo se sentiría rozar su piel contra sus fríos dedos? Estaba segura de que no llegaría a tocarla antes de que Lisa le empujara lejos de ella.

Es una idiota, se repite mentalmente mientras la ve dedicándole más sonrisas al chico.

—Voy a pedirle a Jihyo que te prepare la cena, enseguida vuelo. —Daniel dirige su mirada a Jennie, haciéndole saber que no se había vuelto invisible—. Tu turno está a punto de terminar, puedes irte a casa, osita.

Jennie asiente tímidamente, sintiéndose más cohibida ante la mirada de Lisa que ahora reposaba en ella.

Cuando Daniel se va, Lisa saca su teléfono móvil de su bolsillo y comienza a teclear en el, así que Jennie aprovecha aquello para mirarla atentamente.

Lisa podía ser una completa idiota con ella, pero era la chica más atractiva que Jennie había visto en mucho tiempo.

Al darse cuenta de lo que estaba haciendo aparta la mirada y niega suavemente con la cabeza, y sin más, decide no perder más tiempo e irse a casa, deseando llegar a su hogar para un maratón de películas y un té caliente antes de quedarse dormida.

Así que minutos después ya se encuentra fuera de la cafetería. Con el aire frío golpeándola, el cielo estrellado brillando con fuerza sobre ella, la nieve rodeándola y la poca luz de las farolas iluminando el lugar.

A Jennie le gustaba el frío, y aunque prefiriera el clima reconfortante del verano, se estaba enamorando perdidamente de aquella isla, de la nieve, los toques grises y blancos, del vapor saliendo de su boca al hablar y los copos de nieve que caían en la mañana con gracia.

El frío, siempre había amado el frío. Pero estando aquí, había comenzado a amar al invierno también.

Comienza a caminar felizmente hacia el bosque que se encontraba a unos minutos de la cafetería, sus pies dolían y deseaba poder darse una larga ducha con agua caliente al llegar. Piensa en la película que vería al llegar, en el sabor de té que escogería y si tal vez cenaba una pizza o sopa de sobre calentita. Pero todo parece detenerse cuando pasa por debajo de una farola que alumbraba levemente la calle.

Una risa detrás de ella le hace detenerse.

—¡Hola guapa! —grita una chica, y Jennie se gira para mirarla.

La reconoce, era una de los chicas que se encontraba bebiendo en la cafetería, sus ojos eran de un color chocolate y su cabello era largo y pelirrojo, parecía estar bastante borracha y sus pasos torpes le causan una mueca a la castaña.

Piensa que si la ignora y seguía su camino, se marcharía, así que acelera sus pasos para llegar lo antes posible al principio del bosque, aún con los pasos de la pelirroja detrás de ella.

No tarda en darse cuenta de que aquello de nada le había servido, ya que la chica no tarda en alcanzarla y tomarla de la muñeca, deteniéndola y empujándola hacia ella bruscamente.

—Mhmm que chica tan guapa. —dice, poniendo una de sus manos en su espalda baja y empezando a dar caricias sobre la ropa de la castaña.

Jennie quiere vomitar justo en aquel instante.

Intenta alejarse de ella pero parece que no tiene la suficiente fuerza. Su cuerpo entero tiembla, por el frío y el miedo mezclándose entre ellas. Sin embargo no se rinde y tras unos segundos intentando escapar de su agarre consigue darle una patada en la parte baja de su pierna y liberarse, cayendo al suelo mientras intentaba alejarse.

La chica la mira muy molesta, y Jennie tiembla aún más. Cierra los ojos con fuerza esperando lo peor, un golpe, un insulto o que la tomara a la fuerza una vez más. Pero para su sorpresa, nada de eso ocurre, y cuando vuelve a abrir los ojos de nuevo, aquella chica es tirada al suelo de un puñetazo.

Todo sucede demasiado rápido y lo único que Jennie puede procesar es a Lisa ahí de pie, mirándola con furia en sus ojos.

—¿Qué coño haces? —dice la desconocida que se encontraba tirada en el suelo con la mano sobre su adolorida nariz.

—Vuelve a tocarla y te arranco las manos de un puto mordisco. —Lisa dice con la voz mucho más grave de lo normal, casi asustando un poco a Jennie, que aún se encontraba en el suelo sin saber que hacer.

Eso era jodidamente nuevo.

—¿Tú también te la quieres follar? —la pelirroja sonríe—. Podemos compartir, no soy celosa.

Lisa suelta una pequeña y corta risa que eriza la piel de Jennie, y entonces, otro puñetazo.

Y otro.

Y otro.

Y otro.

Y no parecía tener intención de parar.

Lisa la golpea con una rabia que Jennie nunca antes había visto en alguien, era casi animal la furia que desprendía y su cuerpo al perecer era mucho más fuerte de lo que aparentaba.

Seguidamente y tras haber recuperado un poco el control de su cuerpo, Jennie se levanta del suelo y se acerca a la pelinegra, viendo a la otra chica en el suelo sin moverse con su rostro ensangrentado mientras la ojiazul continúa con los golpes.

—Lisa detente, la vas a matar. —pide estirando de la chaqueta de la chica, en un intento de apartarla.

Los puñetazos se detienen y Lisa se levanta del suelo con los nudillos ensangrentados y magullados. Mira a Jennie de una manera en la que nunca lo había hecho, con ira y furia reflejadas en su mirada, haciéndole temblar.

Jennie piensa que al menos ahora había algo en ellas, lo cual era mejor que nada.

—Vamos, te acompaño a tu casa. —es lo único que dice tras varios segundos, con la voz ronca mientras comenzaba a alejarse del cuerpo que había dejado inconsciente en el suelo.

Jennie niega suavemente, escondiendo las manos en las mangas de su chaqueta.

—No hace falta. —susurra nerviosa.

Lisa se detiene y se da la vuelta para mirarla, sus ojos azules clavados en los suyos.

—No voy a repetirlo, Jennie.

Un escalofrío recorre la espalda de la castaña y asiente, mirando a Lisa con ojos brillantes y mejillas rojizas.

—Camina. —le dice, haciendo que la castaña finalmente comience a caminar.

El camino por el bosque es un tanto incómodo, solo se oye el cantar de los grillos y los búhos sobre los árboles. Jennie tiembla de frío y del miedo que todavía parecía no querer abandonar su cuerpo. Mientras Lisa caminaba a paso apresurado con su semblante serio, un cigarrillo entre sus labios y su bolsa de comida (probablemente ya fría) en la mano que aún tenía sangre seca alrededor de los nudillos.

—¿No tienes una chaqueta más gruesa? Vas a congelarte. —dice Lisa una vez llegan frente a la casa de Jennie, antes de dar una larga calada al cigarrillo.

—Ya te gustaría verme congelada. —dice con una sonrisa, intentando bromear para cortar la tensión.

Pero el semblante serio de Lisa parecía ser permanente cuando estaba con ella. Lisa suelta el humo y mira a Jennie con el ceño fruncido.

—No eres tan importante, ratona.

Jennie aprieta los labios, no sorprendida ante su respuesta.

—Lo sé —asiente—. Gracias por ayudarme igualmente, no tenías porque hacerlo.

—No voy a ser tu guardaespaldas personal, ratona.

Jennie frunce el ceño mientras se abraza a si misma, un tanto molesta.

—¿Por qué eres así conmigo? Solo te estaba dando las gracias, no hace falta que seas tan grosera.

—No quiero que me des las gracias quiero perderte de vista pero por alguna jodida razón te pones en mi camino constantemente. —los ojos fríos de Lisa la miran, y de nuevo había sólo vacío en ellos.

La misma nada parecía vivir en los ojos de Lisa cada vez que la miraba.

Y Jennie sin embargo, la mira con rabia, sintiéndose frustrada ante aquel odio que la ojiazul tenía hacia ella sin ningún motivo aparente. Niega entonces y se encamina al porche de su casa, decidida a no gastar energía en alguien que realmente no valía la pena.

Sin mirar atrás sube las escaleras del porche y entra en su casa.

Y una vez dentro, escribe el mensaje.

"Iré a la cena, gracias por la invitación Rosie :)"

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro