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Capítulo 3

Jennie encuentra trabajo varios días después de su llegada a la isla.

Es en la cafetería de Jihyo, quien le había escuchado mencionarle a Rosé que necesitaba un trabajo con urgencia ya que eventualmente se quedaría sin dinero. Jihyo felizmente le dió el puesto tras la barra, para que atendiera a los pedidos para llevar y seguidamente le presentó a su novio, Daniel, quien resultó ser el camarero de acento americano con el que ha conseguido llevarse realmente bien.

Y todo parece ir tan bien que parece irreal. Todo parece ir de la forma en la que debería y le resulta difícil acostumbrarse a que las cosas vayan bien, así que lo disfruta con los sentidos alerta, tan solo por si acaso.

Entonces el viernes por la tarde llega, y con el su último día de trabajo hasta la semana que viene. Suspira mientras se abrocha la cremallera de su chaqueta marrón y guarda su teléfono móvil y llaves de la casa en uno de sus bolsillos. Se mira en el pequeño espejo que había colocado en la entrada principal y se peina con las manos sus cabellos que caen sobre sus ojos y hombros, y cuando considera que se ve decente abre la puerta.

Y vaya sorpresa.

Se sobre salta al ver a un perro sentado en la alfombrilla frente a su puerta. Un perro de pelaje negro con café que con la lengua fuera de su boca jadea felizmente.

Jennie empieza a preguntarse si tiene una especie de imán para los animales.

—Love, ven aquí joder.

La castaña levanta la mirada del animal al oír aquella voz, topándose con aquellos ojos azules. Lisa, la amiga de Rosé, esta caminando hacia su porche, con una chaqueta de cuero negra, su cabello negro un poco despeinado, un cigarrillo tras su oreja y su piel pálida en contraste con la fina nieve que lo envuelve todo.

—Hey, pequeño. —Jennie le dedica una sonrisa a la mascota de Lisa, mientras se agacha para acariciar su cabeza con cariño.

—Mierda Love, te he dicho que no te acerques por aquí. —Lisa vuelve a hablar molesta, subiendo los peldaños de madera del porche con más fuerza de la que Jennie considera necesaria.

Cuando llega hasta el animal, engancha una correa en el collar rojizo que bailaba con gracia sobre su cuello y tira de el para alejarlo de la castaña.

—Hola, Lisa. —con una sonrisa amable, Jennie se levanta para quedar a la altura de la chica.

Sin embargo no recibe nada a cambio, tan solo una mirada inexpresiva que la analiza de arriba a abajo, con rostro completamente serio. Jennie no puede evitar volver a sentirse pequeña en su presencia, y empieza a preguntarse si aquella chica de ojos azules podía resultar ser un peligro para ella.

Parecía odiarla, parecía quererla lejos para no volverla a ver nunca más, y no consigue entender el por qué. Jennie siempre había sido sensible y amable con todo el mundo, y el aparente odio de la pelinegra le desconcertaba.

¿Había hecho algo mal para recibir tal desprecio?

Por su parte, Lisa niega antes de darse la vuelta, con el que aparentemente se llamaba Love caminando a su lado. Simplemente se marcha por donde ha llegado, y Jennie piensa que es la persona más amargada con la que ha podido toparse nunca.

Se pregunta el por qué todos parecen adorarla, por qué los ojos de todos brillan al hablar de ella cuando la pelinegra parecía odiar al mundo.

O tal vez, simplemente, solo la odia a ella.

[•••]

Días después, vuelve a tener otro encuentro con la mascota de Lisa.

Cuando el sol ha caído y los grillos comienzan a cantarle a la luna, unas garras arañan la puerta principal de la casa de Jennie.

La castaña estaba aburrida intentando ver alguna comedia romántica nueva en Netflix, con su cuerpo esparcido por el sofá repleto de mantas que la mantenían felizmente caliente. Había tenido un día atareado en la cafetería y había estado comprando toda la mañana cosas para la despensa, por lo que estaba algo cansada.

Sin embargo no se queja, ya que siempre agradece tener algo que hacer. Piensa que es mejor eso a estar aburrida y sola con sus propios pensamientos.

Pero cuando finalmente se percata de el ruido proveniente de la puerta principal de su nueva casa, se levanta confundida para afrontar a lo que sea que le esté molestando.

Y para su sorpresa, cuando abre la puerta se encuentra con Love de nuevo, quien jadea felizmente y ladra alegre cuando la ojiverde le abre la puerta. El frío rápidamente le golpea y se abraza a si misma mientras mira al animal con el ceño levemente fruncido.

—¿Qué haces aquí de nuevo, amigo?

Como es de esperarse el perro no responde, simplemente se sienta aún jadeando y con su cola moviéndose de un lado a otro sobre la alfombrilla de la entrada. La castaña mira hacia el horizonte en busca de la figura enfadada de Lisa, pero tan solo logra ver árboles y oscuridad.

—A Lisa no le va a gustar esto. —suspira.

Se debate entre dejar al perro fuera a su suerte o si llevarlo de vuelta con su dueña. Fuera hace un frío que cala los huesos, las nubes indican que posiblemente vaya a llover y todo el alrededor de su casa se sumerge en una oscuridad casi aterradora.

Lo último que quiere es enfrentarse al bosque con el riesgo de toparse con la siniestra loba, con el frío y la oscuridad.

Medita su decisión por varios segundos y resopla irritada. Si no tuviera corazón, simplemente hubiera vuelto a su sofá con sus calientes mantas y su televisión y con su comida basura.

Suspira y vuelve a adentrarse en su hogar para agarra del perchero su chaqueta y se coloca sus converses rojas con cansancio y pocas ganas.

—Bien, vamos. Te llevaré a casa. —dice una vez está lista, mientras cierra la puerta detrás de ella.

Love ladra en respuesta y comienza a seguir a Jennie hacia el inmenso bosque.

La castaña no tiene ni la más remota idea de donde vive Lisa, pero quiere creer que Love le está guiando hacia el lugar indicado. Se encoge dentro de su chaqueta buscando un poco más de calor, anotando mentalmente que aquella chaqueta la mantenía caliente durante el día, pero por la noche, cuando las temperaturas eran mucho más bajas, no era suficiente.

Suelta un bufido en mitad del camino, tiene frío y está malditamente cansada así que le echa la culpa a Lisa por no saber controlar a su mascota. Si así fuera esto no estaría ocurriendo, ella seguiría en el calor de su hogar, descansando felizmente.

Cuando finalmente han caminado por 15 minutos, con los sentidos alerta por si algún animal salvaje aparecía, llegan al lago. Aquel donde días atrás se encontró con aquella loba por segunda vez.

—¿Es aquí? —pregunta inconscientemente, aún sabiendo que no recibiría respuesta alguna.

Love salta mientras ladra y comienza a caminar con emoción hacia la gran casa que se encuentra a lo lejos.

Jennie entonces lo sigue.

La casa en cuestión es mucho más grande que la suya, su porche es mucho más espacioso y bonito, de la chimenea salen pequeñas nubes de humo y en las ventanas del piso de abajo se puede ver luz.

Si esa era la casa de Lisa, ella definitivamente estaba dentro.

Love camina hasta el porche donde sube los peldaños de dos en dos hasta llegar a la puerta principal, y una vez ahí, simplemente se sienta y gira la cabeza en busca de la castaña. Jennie se detiene a su lado, dando dos ligeros golpes a la puerta de madera, esperando a que esta sea abierta.

Tarda varios segundos en abrir, pero cuando lo hace, la figura de la malhumorada chica de ojos azules finalmente aparece, mientras el olor a cigarrillos la golpea levemente.

Lleva puesto un pantalón de pijama azul oscuro y una camiseta blanca ceñida a su bonito y formado cuerpo, su cabello negro y corto se encuentra despeinado y su típica expresión de odiar al mundo sigue sin abandonar su rostro.

Jennie se pregunta como lo hace para siempre verse bien, se pregunta como se vería con una sonrisa en lugar de esa fina línea sin expresión en sus labios, y si acaso eso le haría más atractiva. Si es que eso era posible.

De repente siente la pequeña necesidad de verla sonreír, aunque sea por un segundo.

—Uhm... Hey, Lisa —saluda tímidamente, enterrando sus manos congeladas en los bolsillos de su chaqueta—. Love se ha vuelto a escapar, así que lo he traído de vuelta.

Su tono es amable y dulce, algo tímido y tembloroso por el frío. Mira a la pelinegra, quien tan solo asiente mientras Love entra en su hogar felizmente. Y entonces Lisa comienza a cerrar la puerta, justo delante de sus narices, sin un gracias ni nada parecido.

Y Jennie comienza a perder la paciencia.

—Podrías dar las gracias, de todos modos. —susurra con el ceño fruncido, interrumpiendo el movimiento de la mayor quien se detiene en seco para mirarla detenidamente.

—¿Gracias? No te he pedido que hagas nada. —su voz es tan fría como el hielo, tanto como el aire que le cala los huesos.

—Lo sé, pero es algo que las personas hacen ¿Sabes? Ser amables con otros.

—¿Eso crees? —ahora parecía sonreír pero no era una sonrisa sincera, si no más bien una de burla, como si de verdad no pudiera creer lo que tenía frente a ella.

Jennie parecía un chiste mal contado, con su rostro enrojecido por el frío y su pijama debajo de su chaqueta marrón.

Se veía ridícula. Era consciente, pero consideraba que eso era lo menos importante.

—Sí. —contesta firme, dejando el tono amable de lado y borrando su sonrisa.

—No vas a durar mucho por aquí, ratona. —dice con una pequeña sonrisa de superioridad e intenta cerrar la puerta de nuevo.

Eso solo hace que Jennie se moleste aún más.

—¿Perdón? —Jennie frunce el ceño—. ¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir, que a los ratones como tú nos los comemos vivos aquí —dice con seriedad—, no voy a ser amable contigo Jennie, porque no necesito serlo. Si no te gusta, huye antes de quedar atrapada en todo este desastre.

Y tras eso, cierra la puerta.

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