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CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
pov's yuh lima
MESES DESPUÉS
Las vacaciones están prontas a terminar y el regreso a clases está cada vez más cercano, la idea de volver a la escuela no me agrada, he pasado por días malos desde hace meses, y no sé bien cómo solucionarlo. Buscar consuelo en mi difunta madre parece ser la única forma en que puedo evitar no querer romper en llanto, busqué en mi habitación algunas fotos de mamá, sin embargo, no hay muchas de ella. Luego de su muerte, las cosas de valor que tenía fueron empeñadas para pagar las deudas, lo único que nos quedó eran los recuerdos, en ellos, las fotos de cada uno. Me di cuenta que falta una, es de mi primer cumpleaños, ¿Hace cuanto no la busco?
Salí de mi habitación, mamá está sentada en el sofá frente a la televisión.
—Mamá, ¿Has visto la foto de mi primer cumpleaños?
—Hum, debe estar en la caja sobre mi armario. Allí están las fotos de cuando eras pequeña.
Fui adoptada a la edad de cinco años, y aunque no nací con ellos, me vieron crecer desde el vientre de mi madre biológica, su mejor amiga. Mi vida al lado de ellos no fue mala, tuve fiestas de cumpleaños, excursiones en familia, vacaciones por todo el país, e innumerables obsequios. Pero no puedo evitar preguntarme cómo habría sido mi vida si tuviera a mis verdaderos padres.
Entre a la habitación, me puse de puntitas y estire mis manos lo más que pude para llegar a tomar esa caja de color púrpura. Me balanceo hacía atrás por su peso, no puedo sostenerla mucho tiempo más cuando terminé cayendo de trasero, con las fotos por doquier. Bien, era lo único que me faltaba. En un suspiro desganado comencé a juntar las fotografías, eran muchas, más de las que recordaba. Una llamó mi atención, Han Seo utiliza un lindo vestido rojo, sonríe a la cámara.
Eso no fue lo único que me atrajo a seguir viendo, más bien, fue la persona que se encontraba detrás de ella, sentado en el sofá viendo a la televisión, veo su perfil. Es un hombre corpulento, con nariz respingada, podría decir que me recuerda a alguien; en la mesa del centro hay una rebanada de pastel. ¿Fue un cumpleaños? ¿El de mamá? ¿Y quién es él?
Recogiendo las cosas para acomodarlas, salí del cuarto. Caminé por el pequeño pasillo directo a la sala comedor, coloque la caja sobre la mesa del centro, haciendo que mamá levante la vista.
—¿Quién es? —le mostré la foto.
—Algún amigo de hace años, debe ser. —dijo, pero sus ojos dubitativos tratando de perderme no me confiaron.
—Mamá, lo volveré a repetir: ¿Quién es?
—Lima, creo que lo mejor sería que ya no indagues en el tema, podrías llevarte sólo disgustos. —se levantó del sofá, y caminó a la cocina, no me quedé callada, la seguí insistiendo.
—Tengo el derecho de saber y conocer a este hombre si es que… es mi padre.
—Tú madre no quería que lo hicieras.
—¡Pues ella está muerta, ya no decide sobre mi vida! —ambas nos detuvimos en medio del marco de la columna.
Mis delicadas e insensibles palabras provocaron que sus hermosos ojos negros al parpadear liberaran gotas de tristeza, me siento arrepentida de haberlo dicho, aún así, la furia que sentía me hicieron correr de la escena directo a mi habitación, con la foto en mis manos, pues era la única prueba de que esa persona estuvo en la que era mi casa, y con ella.
Lo voy a encontrar.
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